Dicen: "Cuando cometemos un abuso, el hecho sale a la luz y está bien que sea así. Pero cuando sufrimos agresiones (y es lo más habitual), se oculta". Lo explica un profesional de la seguridad privada -un sector que emplea a más de 13.000 personas en Cataluña- con amplia experiencia en afrontar situaciones de riesgo.
El transporte público es el escenario de la mayoría de agresiones porque el vigilante está más expuesto a sufrir las iras de algunos usuarios. Los ataques y amenazas de las últimas semanas han acabado de sublevarles. "Así no podemos seguir. Estamos hartos de la violencia", remarca el profesional.
El medio de transporte es lo de menos: las agresiones ocurren igual en el tren, el metro y el tranvía. Una de las más graves ocurrió el pasado domingo 16 por la mañana en un convoy de Renfe que cubría el trayecto entre L'Hospitalet y Vic.
Un interventor pidió el billete a los pasajeros y comprobó que dos de ellos no lo llevaban. El trabajador les invitó a bajar en la siguiente estación, pero los jóvenes no lo hicieron hasta que apareció en el vagón un vigilante.
La cosa habría quedado ahí de no ser porque el vigilante tuvo mala pata: al bajar al andén, cayó. Los jóvenes aprovecharon que estaba en el suelo e indefenso para vengarse. Con una porra, le apalearon hasta abrirle la cabeza, explicaron fuentes policiales y confirmó un portavoz de la compañía ferroviaria.
Un trabajador de la estación salió a ayudarle, pero acabó con el brazo magullado. Los Mossos han logrado identificar a los agresores. Los trabajadores siguen de baja.
Al día siguiente, lunes, ocurrió un episodio similar. Esta vez, bajo tierra: en la estación de Poble Sec de la línea 3 de metro. El caso fue de menor gravedad porque la vigilante no iba sola, sino con un perro. A las seis de la tarde, la mujer entró en un vagón donde había un hombre "muy alterado". Éste golpeó tanto al can como a la vigilante, y fue reprendido por el resto de usuarios.
La vigilante logró sacar al alborotador al andén y avisó a los Mossos. Pero el hombre quería largarse antes de que llegara la policía y "siguió armando jaleo". El perro le mordió, aunque "no en partes vitales", explicaron fuentes del caso -que está pendiente de resolución- y confirmó Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB).
Ninguna de las empresas que gestiona los servicios de transporte (Renfe, TMB, Tram y Ferrocarriles de la Generalitat) difunde las estadísticas de agresiones a vigilantes. Creen que darles publicidad multiplicaría los ataques. Pero admiten que se trata de un problema serio que, en algunos casos, les obliga a tolerar cierto grado de fraude para evitar nuevas lesiones.
Prueba de esa preocupación es que, desde hace un mes, los vigilantes de Trambesòs y Trambaix utilizan un chaleco especial antipinchazos.
Aunque la mayoría de incidentes tienen que ver con el billete, los vigilantes perciben un cambio de tendencia. "Hay grupos de jóvenes violentos que buscan la violencia gratuita contra el vigilante.
Por pura distracción y al margen de que le pidas el billete o no", explica un responsable del sindicato independiente SIPVS-C, que exige más colaboración con la policía, mayor inversión en personal y más formación para que los trabajadores se protejan mejor.
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El transporte público es el escenario de la mayoría de agresiones porque el vigilante está más expuesto a sufrir las iras de algunos usuarios. Los ataques y amenazas de las últimas semanas han acabado de sublevarles. "Así no podemos seguir. Estamos hartos de la violencia", remarca el profesional.
El medio de transporte es lo de menos: las agresiones ocurren igual en el tren, el metro y el tranvía. Una de las más graves ocurrió el pasado domingo 16 por la mañana en un convoy de Renfe que cubría el trayecto entre L'Hospitalet y Vic.
Un interventor pidió el billete a los pasajeros y comprobó que dos de ellos no lo llevaban. El trabajador les invitó a bajar en la siguiente estación, pero los jóvenes no lo hicieron hasta que apareció en el vagón un vigilante.
La cosa habría quedado ahí de no ser porque el vigilante tuvo mala pata: al bajar al andén, cayó. Los jóvenes aprovecharon que estaba en el suelo e indefenso para vengarse. Con una porra, le apalearon hasta abrirle la cabeza, explicaron fuentes policiales y confirmó un portavoz de la compañía ferroviaria.
Un trabajador de la estación salió a ayudarle, pero acabó con el brazo magullado. Los Mossos han logrado identificar a los agresores. Los trabajadores siguen de baja.
Al día siguiente, lunes, ocurrió un episodio similar. Esta vez, bajo tierra: en la estación de Poble Sec de la línea 3 de metro. El caso fue de menor gravedad porque la vigilante no iba sola, sino con un perro. A las seis de la tarde, la mujer entró en un vagón donde había un hombre "muy alterado". Éste golpeó tanto al can como a la vigilante, y fue reprendido por el resto de usuarios.
La vigilante logró sacar al alborotador al andén y avisó a los Mossos. Pero el hombre quería largarse antes de que llegara la policía y "siguió armando jaleo". El perro le mordió, aunque "no en partes vitales", explicaron fuentes del caso -que está pendiente de resolución- y confirmó Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB).
Ninguna de las empresas que gestiona los servicios de transporte (Renfe, TMB, Tram y Ferrocarriles de la Generalitat) difunde las estadísticas de agresiones a vigilantes. Creen que darles publicidad multiplicaría los ataques. Pero admiten que se trata de un problema serio que, en algunos casos, les obliga a tolerar cierto grado de fraude para evitar nuevas lesiones.
Prueba de esa preocupación es que, desde hace un mes, los vigilantes de Trambesòs y Trambaix utilizan un chaleco especial antipinchazos.
Aunque la mayoría de incidentes tienen que ver con el billete, los vigilantes perciben un cambio de tendencia. "Hay grupos de jóvenes violentos que buscan la violencia gratuita contra el vigilante.
Por pura distracción y al margen de que le pidas el billete o no", explica un responsable del sindicato independiente SIPVS-C, que exige más colaboración con la policía, mayor inversión en personal y más formación para que los trabajadores se protejan mejor.
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