La reactivación requiere una mayor demanda
la distribución de los ingresos dentro de los países debe progresar buscando una reducción en los niveles más altos para sostener así la demanda de los consumidores.
10-09-2009 - Se habla del final de la crisis económica, pero las previsiones económicas han tenido que ser revisadas a la baja en repetidas ocasiones. Y sin embargo, es posible una recuperación económica relativamente rápida siempre que se cumplan cuatro máximas.
Primero, las autoridades públicas tienen que reestructurar los balances del sector financiero, asumiendo el control de los bancos cuando sea necesario, en lugar de esperar más tiempo. Segundo, el gasto público debe cubrir la caída de la demanda para invertir la tendencia descendente antes de que se convierta en una catástrofe. Tercero, esto debe hacerse con la cooperación internacional de todos los países, de forma que los desequilibrios globales por cuenta corriente que contribuyeron a la crisis se reduzcan en lugar de incrementarse. Cuarto, debe haber ayudas para los más vulnerables que eviten que se suman en una desesperación destructiva.
¿Permitirá la política que esto se logre a tiempo de evitar una catástrofe? Si es así, el crecimiento podría reanudarse a lo largo de 2010. Sin embargo, incluso de cumplirse este optimista escenario, el mundo habrá cambiado de forma irreversible.
Los acontecimientos habrán hecho que aumente el papel y poder de los gobiernos. Habrá que gestionar los activos adquiridos y los programas puestos en marcha, al menos durante un tiempo. Además, la idea de que los mercados pueden autorregularse sin la mano "visible" de la política pública ha perdido todo su crédito. Esto implica que las sociedades de todo el mundo buscarán mejores formas de combinar la actuación de los gobiernos con los mercados privados.
Desde principios de los años 80, ha existido una forma extrema de ideología fundamentalista de mercado muy influyente que ha alcanzado niveles sin precedentes de "euforia" con el cambio de siglo -algunos analistas de renombre predijeron que el Dow Jones multiplicaría por más de tres su valor en una década, alcanzando los 36.000 puntos-. Esta ideología se ha derrumbado; el Dow Jones alcanza apenas un 20% de ese nivel.
Dos problemas fundamentales en muchos mercados han sido el corto plazo y el comportamiento en masa. Pocos en el sector financiero percibían que el castillo de naipes podría estar a punto de derrumbarse, pero la competencia llevaba a un gestor que aceptase un rendimiento del 4%, cuando el resto alcanzaba un 8% o un 10%, a perder su trabajo. Parte del reequilibrio básico habrá de implicar un marco regulador y un gobierno corporativo que condicionen las recompensas sobre los resultados a largo plazo.
Problemas fundamentales
¿Podrá ofrecer de nuevo la economía los resultados que llegamos a esperar? ¿Pueden alcanzarse los índices de crecimiento de entre el 3% y el 4% que parecían posibles antes de la crisis? Un vistazo a la oferta sugiere que la respuesta es afirmativa. Asia, que dispone de importantes reservas de ahorros, está invirtiendo cerca del 40% de su producto interior bruto (frente a la media mundial próxima al 22%) y gozará de un peso cada vez mayor en la economía mundial, elevando la tasa potencial de inversión. La revolución de la información facilita una rápida difusión de la tecnología y los conocimientos, permitiendo que los altos porcentajes de inversión en los mercados emergentes se vean acompañados de sólidos aumentos de la productividad. La frontera tecnológica está avanzando, lo que debería permitir un crecimiento considerable en las economías desarrolladas.
En lo que respecta a la oferta, parece posible un aumento a largo plazo de la producción potencial próximo al 2% en EEUU, Europa y Japón, de entre el 6% y el 7% en Asia y de entre el 4% y el 5% en otras regiones del mundo. Esto podría dar lugar a un crecimiento a largo plazo de la economía mundial de entre el 3% y el 3,5%, a medida que el peso de Asia siga aumentando durante la próxima década.
Que este potencial de crecimiento llegue a hacerse realidad dependerá, sin embargo, de cómo se gestione la demanda global. La crisis ha demostrado que la oferta potencial no se convierte de forma automática en una demanda efectiva. Para reactivar la demanda -movida en el pasado por las burbujas de activos y los consumidores estadounidenses-, pero de forma más sostenible, son necesarias dos cosas. En el futuro inmediato, los países excedentarios, incluidos Alemania y Japón -si bien guiados por China-, deben desempeñar un papel más relevante en la expansión de la demanda. Alargo plazo, la distribución de los ingresos dentro de los países debe progresar buscando una reducción en los niveles más altos para sostener así la demanda de los consumidores.
Existen grandes necesidades sin cubrir, incluso en las economías desarrolladas. Una distribución menos desigual de los ingresos otorgaría a los grupos con menores rentas un mayor nivel de gasto. El presidente Barack Obama aboga, tal y como se ha visto en sus propuestas presupuestarias, por una distribución más equilibrada de los ingresos a través de reformas fiscales, educativas y del sistema sanitario, que deberían ayudar a EEUU y al resto del mundo a avanzar en esta dirección, siempre y cuando vengan acompañadas de las políticas macroeconómicas adecuadas en los países excedentarios. De lo contrario la necesidad de un aumento de la demanda podría chocar con un déficit por cuenta corriente en EEUU en continuo aumento y con desequilibrios globales difíciles de manejar.
Esta crisis debería ayudarnos a gestionar el riesgo a nivel global y a no subestimar el daño potencial que puedan causar acontecimientos que se consideran poco probables o de difícil predicción. El coste de la crisis financiera podría palidecer si se lo compara con algunos de los riesgos a largo plazo que implican el irreversible cambio climático global, las enfermedades pandémicas y la proliferación de armas nucleares. Una crisis también puede convertirse en una oportunidad para conseguir una mejora fundamental. Si logra enseñarnos que la solidez es tan importante como la eficacia en los asuntos humanos, esta oportunidad se habrá aprovechado.
por Kemal Dervis
Expansion
la distribución de los ingresos dentro de los países debe progresar buscando una reducción en los niveles más altos para sostener así la demanda de los consumidores.
10-09-2009 - Se habla del final de la crisis económica, pero las previsiones económicas han tenido que ser revisadas a la baja en repetidas ocasiones. Y sin embargo, es posible una recuperación económica relativamente rápida siempre que se cumplan cuatro máximas.
Primero, las autoridades públicas tienen que reestructurar los balances del sector financiero, asumiendo el control de los bancos cuando sea necesario, en lugar de esperar más tiempo. Segundo, el gasto público debe cubrir la caída de la demanda para invertir la tendencia descendente antes de que se convierta en una catástrofe. Tercero, esto debe hacerse con la cooperación internacional de todos los países, de forma que los desequilibrios globales por cuenta corriente que contribuyeron a la crisis se reduzcan en lugar de incrementarse. Cuarto, debe haber ayudas para los más vulnerables que eviten que se suman en una desesperación destructiva.
¿Permitirá la política que esto se logre a tiempo de evitar una catástrofe? Si es así, el crecimiento podría reanudarse a lo largo de 2010. Sin embargo, incluso de cumplirse este optimista escenario, el mundo habrá cambiado de forma irreversible.
Los acontecimientos habrán hecho que aumente el papel y poder de los gobiernos. Habrá que gestionar los activos adquiridos y los programas puestos en marcha, al menos durante un tiempo. Además, la idea de que los mercados pueden autorregularse sin la mano "visible" de la política pública ha perdido todo su crédito. Esto implica que las sociedades de todo el mundo buscarán mejores formas de combinar la actuación de los gobiernos con los mercados privados.
Desde principios de los años 80, ha existido una forma extrema de ideología fundamentalista de mercado muy influyente que ha alcanzado niveles sin precedentes de "euforia" con el cambio de siglo -algunos analistas de renombre predijeron que el Dow Jones multiplicaría por más de tres su valor en una década, alcanzando los 36.000 puntos-. Esta ideología se ha derrumbado; el Dow Jones alcanza apenas un 20% de ese nivel.
Dos problemas fundamentales en muchos mercados han sido el corto plazo y el comportamiento en masa. Pocos en el sector financiero percibían que el castillo de naipes podría estar a punto de derrumbarse, pero la competencia llevaba a un gestor que aceptase un rendimiento del 4%, cuando el resto alcanzaba un 8% o un 10%, a perder su trabajo. Parte del reequilibrio básico habrá de implicar un marco regulador y un gobierno corporativo que condicionen las recompensas sobre los resultados a largo plazo.
Problemas fundamentales
¿Podrá ofrecer de nuevo la economía los resultados que llegamos a esperar? ¿Pueden alcanzarse los índices de crecimiento de entre el 3% y el 4% que parecían posibles antes de la crisis? Un vistazo a la oferta sugiere que la respuesta es afirmativa. Asia, que dispone de importantes reservas de ahorros, está invirtiendo cerca del 40% de su producto interior bruto (frente a la media mundial próxima al 22%) y gozará de un peso cada vez mayor en la economía mundial, elevando la tasa potencial de inversión. La revolución de la información facilita una rápida difusión de la tecnología y los conocimientos, permitiendo que los altos porcentajes de inversión en los mercados emergentes se vean acompañados de sólidos aumentos de la productividad. La frontera tecnológica está avanzando, lo que debería permitir un crecimiento considerable en las economías desarrolladas.
En lo que respecta a la oferta, parece posible un aumento a largo plazo de la producción potencial próximo al 2% en EEUU, Europa y Japón, de entre el 6% y el 7% en Asia y de entre el 4% y el 5% en otras regiones del mundo. Esto podría dar lugar a un crecimiento a largo plazo de la economía mundial de entre el 3% y el 3,5%, a medida que el peso de Asia siga aumentando durante la próxima década.
Que este potencial de crecimiento llegue a hacerse realidad dependerá, sin embargo, de cómo se gestione la demanda global. La crisis ha demostrado que la oferta potencial no se convierte de forma automática en una demanda efectiva. Para reactivar la demanda -movida en el pasado por las burbujas de activos y los consumidores estadounidenses-, pero de forma más sostenible, son necesarias dos cosas. En el futuro inmediato, los países excedentarios, incluidos Alemania y Japón -si bien guiados por China-, deben desempeñar un papel más relevante en la expansión de la demanda. Alargo plazo, la distribución de los ingresos dentro de los países debe progresar buscando una reducción en los niveles más altos para sostener así la demanda de los consumidores.
Existen grandes necesidades sin cubrir, incluso en las economías desarrolladas. Una distribución menos desigual de los ingresos otorgaría a los grupos con menores rentas un mayor nivel de gasto. El presidente Barack Obama aboga, tal y como se ha visto en sus propuestas presupuestarias, por una distribución más equilibrada de los ingresos a través de reformas fiscales, educativas y del sistema sanitario, que deberían ayudar a EEUU y al resto del mundo a avanzar en esta dirección, siempre y cuando vengan acompañadas de las políticas macroeconómicas adecuadas en los países excedentarios. De lo contrario la necesidad de un aumento de la demanda podría chocar con un déficit por cuenta corriente en EEUU en continuo aumento y con desequilibrios globales difíciles de manejar.
Esta crisis debería ayudarnos a gestionar el riesgo a nivel global y a no subestimar el daño potencial que puedan causar acontecimientos que se consideran poco probables o de difícil predicción. El coste de la crisis financiera podría palidecer si se lo compara con algunos de los riesgos a largo plazo que implican el irreversible cambio climático global, las enfermedades pandémicas y la proliferación de armas nucleares. Una crisis también puede convertirse en una oportunidad para conseguir una mejora fundamental. Si logra enseñarnos que la solidez es tan importante como la eficacia en los asuntos humanos, esta oportunidad se habrá aprovechado.
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