pedaleando

El año apsado, por estas fechas, hubo una iniciativa ecológica que, en la ciudad de los prodigios que es Barcelona, causó enorme sensación. Me refiero a los árboles de Navidad a pedales. No es que los abetos se movieran a pedales, es que para iluminarlos con el típico alumbrado navideño era preciso que varios ciudadanos (de a pie) se subieran a unas bicicletas puestas allí por el ayuntamiento y se dedicaran a pedalear con un entusiasmo digno de la ascensión al Tourmalet. Era bello y saludable, a la par que edificante y tremendamente sostenible, ver a aquellas buenas gentes pedaleando con brio para dar brillo y color a su querida ciudad.
El objetivo era concienciar a la población del alto coste de la energía, a través de un mensaje casi biblico:
>>Ganarás la luz con el sudor de tu frente>>.
Este año no han puesto esos ecológicos abetos por el centro de Barcelona. Ha terminado la crisis? Que va. Los han quitado para hacerle sitio al mayor derroche de iluminación navideña que se recuerda en esa ciudad. De pronto el ayuntamiento ha comprendido que una navidad sombría tristona y que funciona a pedales no atrae en absoluto al turista ni al consumidor y aquí de lo que se trata es de que los comerciantes vendan y puedan llevar el turrón a sus casas, pues lo realmente poco sostenible es pasar hambre.
En cuanto a los famosos abetos, han sido desplazados a la periferia. Ahora se alzan en barrios del cinturón industrial, como una amarga metáfora:
Que pedalee el obrero.
En este crudo contexto, vuelve un año más a la portada se <Hola> Isabel Presysler y su rutilante cena de Navidad, como si aquí no hubiera pasado nada:
Trajes de noche, joyas, manjares...Y un deslumbrante árbol de Navidad que no parece necesitar pedales.
Yo creía que éste tipo de opulencia ya no era sostenible. Pero parece que sí. Claro que también los músicos del Titanic, creyendo sostenible su barco, continuaron tocando...