Sepultado bajo rocas y arena, respetado por temporales y naufragios, ajeno al desenfreno urbanístico desatado a pocos metros en las últimas décadas, y apenas maltrecho por la mano del expolio, un tesoro fenicio de valor incalculable ha permanecido sumergido durante siglos frente a la costa de La Manga. Ahora, más de 2.600 años después, arqueólogos de once países están sacando a la luz esas riquezas ocultas en la costa de la Región de Murcia. Y no dejan de asombrarse con las maravillas de esa civilización perdida que guarda el yacimiento del Bajo de la Campana: un barco comercial con una carga de colmillos de marfil de elefantes africanos, ámbar y cuantiosas piezas de cerámica.
Según ha sabido 'La Verdad', este importante hallazgo de arqueología submarina ha sido guardado en secreto durante los últimos tres años por el equipo dirigido por el investigador español Juan Pinedo Reyes y el estadounidense Mark Edward Polzer.
Su proyecto está financiado por la organización de divulgación científica National Geographic, a partir de un acuerdo de colaboración entre el Ministerio de Cultura de España y el Institute of Nautical Archaeology de la Universidad A&M de Texas (Estados Unidos).
Los arqueólogos tienen el apoyo del Gobierno a través del personal y las instalaciones del Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena (Arqua) y de la Comunidad Autónoma de Murcia mediante los permisos de excavación de la Consejería de Cultura.
Las tareas en el entorno de Isla Grosa y la isla de El Farallón, que están protegidas por el Servicio Marítimo de la Guardia Civil y la Capitanía Marítima, se han llevado a cabo hasta ahora en tres fases durante los últimos tres veranos. En junio, julio y agosto, profesionales y estudiantes de España, Estados Unidos, Turquía, Australia, Nueva Zelanda, Inglaterra, Grecia, Suecia, Francia, Holanda e Italia han extraído 1.400 piezas y fragmentos depositados en el fondo marino por el hundimiento del navío.
Además, en la última campaña de prospecciones los arqueólogos encontraron un fragmento significativo de la madera del casco de la nave, que datan del siglo VII Antes de Cristo (A. C.), en concreto entre el año 620 y el 600 A. C. Su objetivo es ponerlo al descubierto de forma íntegra el próximo verano para estabilizarlo y en su caso trasladarlo a tierra.
El doble de los de Mazarrón
La relevancia del hallazgo viene dada por el excepcional cargamento localizado ya y el que se espera extraer, así como por los cálculos sobre las dimensiones que puede tener el navío.
Así, frente a los ocho metros de longitud de los pecios fenicios de la misma época hallados en Mazarrón, el pecio de La Campana puede medir unos quince metros.
«Hemos documentado una parte mínima del yacimiento, por lo que las perspectivas para las siguientes campañas son inmejorables. Este yacimiento ya es de por sí uno de los mayores y más importantes hallazgos de la arqueología clásica en el Mediterráneo Occidental por la diversidad, riqueza y abundancia de los materiales que transportaba. Además, nos ofrece una visión única de las transacciones y del comercio marítimo fenicio», asegura el buzo y arqueólogo submarino Juan Pinedo.
En relación con la carga, el Museo Arqua custodia ya en sus almacenes tanto materias primas, como cerámica, elementos suntuarios (de lujo) y alimentos. Los arqueólogos tienen ya más de una decena de colmillos de marfil de 70 a 150 centímetros de longitud procedentes de elefantes del norte de África ya extinguidos, con inscripciones en alfabeto fenicio; y más de 200 lingotes de estaño, muchos lingotes de cobre y piedras de galerna (plata y plomo).
Según ha sabido 'La Verdad', este importante hallazgo de arqueología submarina ha sido guardado en secreto durante los últimos tres años por el equipo dirigido por el investigador español Juan Pinedo Reyes y el estadounidense Mark Edward Polzer.
Su proyecto está financiado por la organización de divulgación científica National Geographic, a partir de un acuerdo de colaboración entre el Ministerio de Cultura de España y el Institute of Nautical Archaeology de la Universidad A&M de Texas (Estados Unidos).
Los arqueólogos tienen el apoyo del Gobierno a través del personal y las instalaciones del Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena (Arqua) y de la Comunidad Autónoma de Murcia mediante los permisos de excavación de la Consejería de Cultura.
Las tareas en el entorno de Isla Grosa y la isla de El Farallón, que están protegidas por el Servicio Marítimo de la Guardia Civil y la Capitanía Marítima, se han llevado a cabo hasta ahora en tres fases durante los últimos tres veranos. En junio, julio y agosto, profesionales y estudiantes de España, Estados Unidos, Turquía, Australia, Nueva Zelanda, Inglaterra, Grecia, Suecia, Francia, Holanda e Italia han extraído 1.400 piezas y fragmentos depositados en el fondo marino por el hundimiento del navío.
Además, en la última campaña de prospecciones los arqueólogos encontraron un fragmento significativo de la madera del casco de la nave, que datan del siglo VII Antes de Cristo (A. C.), en concreto entre el año 620 y el 600 A. C. Su objetivo es ponerlo al descubierto de forma íntegra el próximo verano para estabilizarlo y en su caso trasladarlo a tierra.
El doble de los de Mazarrón
La relevancia del hallazgo viene dada por el excepcional cargamento localizado ya y el que se espera extraer, así como por los cálculos sobre las dimensiones que puede tener el navío.
Así, frente a los ocho metros de longitud de los pecios fenicios de la misma época hallados en Mazarrón, el pecio de La Campana puede medir unos quince metros.
«Hemos documentado una parte mínima del yacimiento, por lo que las perspectivas para las siguientes campañas son inmejorables. Este yacimiento ya es de por sí uno de los mayores y más importantes hallazgos de la arqueología clásica en el Mediterráneo Occidental por la diversidad, riqueza y abundancia de los materiales que transportaba. Además, nos ofrece una visión única de las transacciones y del comercio marítimo fenicio», asegura el buzo y arqueólogo submarino Juan Pinedo.
En relación con la carga, el Museo Arqua custodia ya en sus almacenes tanto materias primas, como cerámica, elementos suntuarios (de lujo) y alimentos. Los arqueólogos tienen ya más de una decena de colmillos de marfil de 70 a 150 centímetros de longitud procedentes de elefantes del norte de África ya extinguidos, con inscripciones en alfabeto fenicio; y más de 200 lingotes de estaño, muchos lingotes de cobre y piedras de galerna (plata y plomo).
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