FESTIN CARROÑERO EN EL PARADOR

Estimados " Trabajador@s" que compartisteis mesa y carroña con esos Buitres que llamais Jefes.

El estigma del esclavo no son las cadenas, el trato o las condiciones infrahumanas en las que vive, sino su propia dignidad. Presa del síndrome de Estocolmo alberga sentimientos de gratitud hacia su amo y acepta con resignación las humillaciones recibidas por su conducta rebelde, los últimos vestigios de hombre libre y condición humana los ahoga en la comodidad y complacencia de su resignada existencia. El señor le proporciona alimento, techo y un sistema de valores donde no hay que pensar y con mantenerlo contento es suficiente, aunque a veces solo para divertirse lo fustigue, pero después es bueno.

Salvando las distancias, hay “trabajadores” que en su lanar obediencia exhiben sus prebendas como triunfos y agradecen la condescendencia de su protector, con todo tipo de favores, que no son tales, sino imposiciones de los que manejan el látigo, para continuar aferrándolo.

La verborrea intencionada de los sumisos se viste de mil ropajes: ahora de política, después de sindicalismo y para terminar de padres responsables. Como mansos que son, intentan conducir a los bravos al corral y permanecen en él mientras el toro de lidia blande su valentía en la plaza, entre banderillas y rejones, embiste con coraje y gallardía. El torero respeta a tan noble animal pero detesta a sus cobardes congéneres que conducen al patíbulo a tan formidable adversario. Pero todos forman parte de la fiesta.

Incapaces de sujetar una espada y apretar su escudo con sus compañeros de batalla acarician el puñal que clavaran en el que les defiende, con el objeto de sacar provecho de su traición por la noche y amparándose en las sombras visitan el campamento enemigo para recibir su recompensa.

Cuando los cuerpos de los combatientes están todavía calientes y los moribundos soldados se retuercen en el dolor, ellos roban sus pertenencias y se burlan de la sangre vertida. Si hay botín acuden con presteza al reparto y no les importa pisotear cadáveres para recibir la parte de una contienda donde con su felonía y traición han hecho caer a tantos valientes.

Pasados los años de la retaguardia traicionera donde se ampararon para no ser heridos pasan a la primera línea y entre mentiras relatan sus proezas.

Un hombre libre puede ser encadenado, vejado e incluso asesinado, pero será siempre libre. Pero hay hombres que serán esclavos toda su vida de su cobardía y ruindad, solo necesitan excusas y si no existen se las inventan, al igual que un escorpión no puede evitar picar, estos no pueden evitar su condición.

PD:

Dedicado a las hienas que roban el alimento que otros han cazado y huyen despavoridas al primer rugido del león. Suerte a los huesos de pollo para que se alojen en la tráquea de algunos de estos y nos libren de tan inmundas presencia. Soy pacifista pobres pollos.
A mis compañeros y amigos, saludos.