Don Juan Carlos no va a abdicar. Nunca lo he creído. No porque no existan abundantes precedentes en las cortes europeas e incluso en la dinastía española (Alfonso XIII sería un buen ejemplo) sino porque no hay ninguna razón poderosa que lleve a hacerlo a un soberano que ha manifestado repetidamente que los reyes no deben, en principio, abdicar y que, por otra parte, con la que está cayendo, considera que este no sería el momento más adecuado.
La veda del rey está abierta en todas las estaciones, su imagen se ha erosionado pero es una barbaridad que su infantil desliz del elefante o sus devaneos tapen su actuación capital en momentos de nuestra historia reciente y sus muy importantes servicios a España.
No dudo, por otra parte, de que el príncipe Felipe esté suficientemente preparado. Lo está. Aunque su imagen es actualmente la más impoluta de la familia (hasta la reina ha sido censurada por algo para mí totalmente comprensible, ir a pasar las vacaciones con su hija y nietos e inevitablemente con el padre de estos), al príncipe también se le cuelgan calificativos irreales, muletillas aventuradas. Me recuerda un poco lo que ocurrió con su padre al inicio de la transición. Sin tener nada que reprocharle y sin estar al tanto de sus intenciones que resultaron ser felizmente democráticas, buena parte de la izquierda y un nutrido sector franquista lo tildaban de Juan Carlos I el Breve no dando un pitillo por su permanencia. Hasta Mitterand, metiéndose en camisa de once varas, tuvo un comentario despectivo, gratuito, sobre el futuro del flamante Rey. ("Yo nunca he creído en Juan Carlos, ese rey de tercera mano, pero lo compadezco sólo al pensar en la ola que se lo llevará por delante".)
Con el hijo se repite parcialmente la historia. Dado que tiene una envidiable preparación, es políglota, prudente, bien parecido y respetuoso con la legalidad democrática parece que hay que encontrar cositas para demostrar que es algo "malaje". Brota inmediatamente que es muy envarado, distante con la gente, soso y, pasmémonos, un príncipe "mudo".
No quiero mitificar al príncipe ni adoptar el papel de palmero; no creo que sea Platón, ni Kennedy (casi mejor) ni Fernando el Católico. He hecho, sin embargo, bastantes viajes al extranjero con él, a varios continentes, le acompañé a ver a Koffi Annan -un año más tarde, cuando el Secretario de la ONU venía a Madrid y almorzaría con los Reyes me pregunto rápidamente y con interés si asistiría Don Felipe-, y encuentro que tiene buena cabeza, con cultura, con enorme sentido de su responsabilidad (no rechista por coñazo y cargado que sea el programa que se le ha preparado) y muy placeado en el exterior. Ha viajado, por obligación, a todo el globo y, como su padre, conoce a un montón de dirigentes mundiales. Este es un activo importante.
Siendo menos campechano que Don Juan Carlos, el rey en esto supera a todos los monarcas existentes, el príncipe tiene poco de envarado (es el heredero de la corona no el entrenador del equipo de fútbol de mi pueblo), charla con toda naturalidad con la gente y de su sentido de la modernidad y de percatarse en el siglo en que vivimos baste el ejemplo de su matrimonio.
No sólo, venciendo resistencias, se ha casado con un plebeya sino que hace ya unos veinte años adelantó en el avión que regresábamos de Australia que no consideraba obligatorio casarse con alguien de sangre real. Los periodistas presentes alucinaban a cuadros ante la primicia en boca de la real persona y se mesaban los cabellos y crujían los dientes al no poder transmitirlo en medio del Pacífico.
Decir que no tiene sentido del humor es otra memez. No irá por ahí contando chistes procaces pero tenerlo lo tiene y, a mi juicio, bastante acusado. Lo de "mudo" también tiene gracia. ¿Ha visto alguien que esté ausente, distraído, poco participativo... en los 253 eventos a los que asistió el pasado año y en las centenares de audiencias que concedió? ¿Debe el príncipe dar entrevistas a la prensa cada semana? Por último, lo de afirmar con desparpajo que no pega golpe es de aurora boreal.
Paro aquí para no parecer pelotillero y resumo : el Príncipe está capacitado para subir al trono, resiste sobradamente la comparación con sus colegas pero el Rey mientras le aguante el cuerpo, y por ahora el cuerpo con alguna gotera y la cabeza le aguantan, no va a dejar las riendas.
La veda del rey está abierta en todas las estaciones, su imagen se ha erosionado pero es una barbaridad que su infantil desliz del elefante o sus devaneos tapen su actuación capital en momentos de nuestra historia reciente y sus muy importantes servicios a España.
No dudo, por otra parte, de que el príncipe Felipe esté suficientemente preparado. Lo está. Aunque su imagen es actualmente la más impoluta de la familia (hasta la reina ha sido censurada por algo para mí totalmente comprensible, ir a pasar las vacaciones con su hija y nietos e inevitablemente con el padre de estos), al príncipe también se le cuelgan calificativos irreales, muletillas aventuradas. Me recuerda un poco lo que ocurrió con su padre al inicio de la transición. Sin tener nada que reprocharle y sin estar al tanto de sus intenciones que resultaron ser felizmente democráticas, buena parte de la izquierda y un nutrido sector franquista lo tildaban de Juan Carlos I el Breve no dando un pitillo por su permanencia. Hasta Mitterand, metiéndose en camisa de once varas, tuvo un comentario despectivo, gratuito, sobre el futuro del flamante Rey. ("Yo nunca he creído en Juan Carlos, ese rey de tercera mano, pero lo compadezco sólo al pensar en la ola que se lo llevará por delante".)
Con el hijo se repite parcialmente la historia. Dado que tiene una envidiable preparación, es políglota, prudente, bien parecido y respetuoso con la legalidad democrática parece que hay que encontrar cositas para demostrar que es algo "malaje". Brota inmediatamente que es muy envarado, distante con la gente, soso y, pasmémonos, un príncipe "mudo".
No quiero mitificar al príncipe ni adoptar el papel de palmero; no creo que sea Platón, ni Kennedy (casi mejor) ni Fernando el Católico. He hecho, sin embargo, bastantes viajes al extranjero con él, a varios continentes, le acompañé a ver a Koffi Annan -un año más tarde, cuando el Secretario de la ONU venía a Madrid y almorzaría con los Reyes me pregunto rápidamente y con interés si asistiría Don Felipe-, y encuentro que tiene buena cabeza, con cultura, con enorme sentido de su responsabilidad (no rechista por coñazo y cargado que sea el programa que se le ha preparado) y muy placeado en el exterior. Ha viajado, por obligación, a todo el globo y, como su padre, conoce a un montón de dirigentes mundiales. Este es un activo importante.
Siendo menos campechano que Don Juan Carlos, el rey en esto supera a todos los monarcas existentes, el príncipe tiene poco de envarado (es el heredero de la corona no el entrenador del equipo de fútbol de mi pueblo), charla con toda naturalidad con la gente y de su sentido de la modernidad y de percatarse en el siglo en que vivimos baste el ejemplo de su matrimonio.
No sólo, venciendo resistencias, se ha casado con un plebeya sino que hace ya unos veinte años adelantó en el avión que regresábamos de Australia que no consideraba obligatorio casarse con alguien de sangre real. Los periodistas presentes alucinaban a cuadros ante la primicia en boca de la real persona y se mesaban los cabellos y crujían los dientes al no poder transmitirlo en medio del Pacífico.
Decir que no tiene sentido del humor es otra memez. No irá por ahí contando chistes procaces pero tenerlo lo tiene y, a mi juicio, bastante acusado. Lo de "mudo" también tiene gracia. ¿Ha visto alguien que esté ausente, distraído, poco participativo... en los 253 eventos a los que asistió el pasado año y en las centenares de audiencias que concedió? ¿Debe el príncipe dar entrevistas a la prensa cada semana? Por último, lo de afirmar con desparpajo que no pega golpe es de aurora boreal.
Paro aquí para no parecer pelotillero y resumo : el Príncipe está capacitado para subir al trono, resiste sobradamente la comparación con sus colegas pero el Rey mientras le aguante el cuerpo, y por ahora el cuerpo con alguna gotera y la cabeza le aguantan, no va a dejar las riendas.
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