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ABC ha probado el iPhone 3G
Fue el pasado 23 de junio, cuando la expectación era máxima y nadie, ni siquiera los ejecutivos de Telefónica, habían tenido aún un iPhone 3G en sus manos. Los primeros terminales que llegaron a España vinieron bien escoltados, vigilados muy de cerca por Mark Casanova, uno de los «pesos pesados» de la compañía de la manzana, en persona.
Él, un histórico de los tiempos fundacionales, experto en multimedia, instigador de la «revolución» que en los noventa supusieron los «Quadra», responsable después de dar a conocer QuickTime (el brazo armado de Apple en el mundo de la música y el vídeo), es ahora uno de los pilotos de la operación con la que la compañía de Cupertino pretende revolucionar, también, la industria de la telefonía móvil.
De uno en uno
Durante los dos días que estuvo en Madrid, y en rigurosas sesiones individuales, Mark Casanova repartió los primeros diez iPhone 3G españoles a la prensa especializada. Más que una presentación de producto al uso fue una auténtica ceremonia, repetida diez veces con diez personas distintas y en horas diferentes.
Con gestos casi teatrales y en presencia de ejecutivos de la operadora, Mark Casanova señala los dos modelos (uno blanco y uno negro) que hay sobre la mesa, pero no los toca. Y empieza hablar de los índices de satisfacción de los usuarios de la primera versión, superiores al 90%, los más altos de la telefonía móvil. Luego coge distraidamente uno de los dos teléfonos, sin encenderlo, y sigue hablando de cifras y expectativas mientras juguetea como si tal cosa con el que es, ya, el principal objeto del deseo de millones de personas en todo el planeta.
En un momento dado, lo cede al periodista, que instintivamente, casi en un acto reflejo, lo enciende. Pero el contacto dura apenas un segundo. Un oportuno cachete en la mano y la recuperación inmediata del terminal por parte de Casanova ponen fin al fugaz intento.
Detalles técnicos
Vienen luego, eso sí, todas las explicaciones posibles, desde una carcasa en la que el plástico ha sustituido al metal de la primera versión, a la localización exacta de las diez antenas con las que cuenta el terminal (incluidas la de WiFi y la de bluetooth, que es el arito metálico que rodea el objetivo de la cámara en la parte posterior).
Sólo después de hablar profusamente del diseño y de la gran pantalla de 3,5 pulgadas, Casanova enciende por fin el dispositivo y empieza a mostrar las aplicaciones. Todo un mundo táctil y de color se abre ante los usuarios, que podrán descargar (previo pago, claro) cientos de juegos y programas de todo tipo con solo tocar el botón de Apple Store, el portal de la compañía que busca ocupar en el mundo de las aplicaciones el mismo lugar que iTunes ocupa en el de la música y, últimemente, el vídeo.
Tres preguntas en cascada, casi a bocajarro: ¿Por qué un terminal 3G no lleva una segunda cámara frontal para videoconferencia? ¿Por qué la que sí lleva es sólo de 2 megapixels cuando otras marcas están ofreciendo ya hasta ocho? Por qué no hay un modelo de 32 Gb, cuando el iPod Touch (que es igual que el iPhone, pero sin teléfono) ya alcanza esa capacidad de memoria?
Por respuesta, evasivas y una sonrisa. Son mejoras que llegarán y ya se está trabajando en ellas. Llegarán, sí, pero cuándo, ¿quizá en diciembre? Otra sonrisa, esta vez acompañada de un guiño y un «podría ser» que da a entender que sí, que los nuevos modelos de iPhone ya están horneándose en Cupertino.
Primeras pruebas
Siguen varias pruebas en vivo con el teléfono. De escritura, de vídeo, de música, de fotos, de navegación por internet... en resumen, de los puntos en que el terminal es realmente fuerte. Y al final, y tras asegurar por escrito que nadie verá, ni tocará, ni fotografiará, ni dibujará siquiera el teléfono antes de su fecha oficial de lanzamiento (que es hoy), Casanova entrega uno, en concepto de prueba, al periodista.
Hoy, pasados ya veinte días desde ese momento y muchas horas toqueteando el nuevo móvil, me voy a atrever desde aquí a dar un par de ideas para esa posible nueva versión de dentro de unos meses. No es de recibo, por ejemplo, que un teléfono revolucionario y que es excelente en tantos aspectos no permita, entre otras cosas, reenviar mensajes de texto, o adjuntar más de un archivo en un correo POP3, o algo tan fácil, útil y sencillo como es poder seleccionar texto de un email, copiarlo y pegarlo en otro lugar...
Se nota aquí, quizá, la falta de una experiencia que sí tienen otros fabricantes, enfrentados desde hace muchos años a las necesidades de los usuarios de teléfonos inteligentes. Que tomen nota, pues, en Apple, porque detallitos como estos pueden marcar la diferencia entre el éxito real y una simple moda pasajera.
Fue el pasado 23 de junio, cuando la expectación era máxima y nadie, ni siquiera los ejecutivos de Telefónica, habían tenido aún un iPhone 3G en sus manos. Los primeros terminales que llegaron a España vinieron bien escoltados, vigilados muy de cerca por Mark Casanova, uno de los «pesos pesados» de la compañía de la manzana, en persona.
Él, un histórico de los tiempos fundacionales, experto en multimedia, instigador de la «revolución» que en los noventa supusieron los «Quadra», responsable después de dar a conocer QuickTime (el brazo armado de Apple en el mundo de la música y el vídeo), es ahora uno de los pilotos de la operación con la que la compañía de Cupertino pretende revolucionar, también, la industria de la telefonía móvil.
De uno en uno
Durante los dos días que estuvo en Madrid, y en rigurosas sesiones individuales, Mark Casanova repartió los primeros diez iPhone 3G españoles a la prensa especializada. Más que una presentación de producto al uso fue una auténtica ceremonia, repetida diez veces con diez personas distintas y en horas diferentes.
Con gestos casi teatrales y en presencia de ejecutivos de la operadora, Mark Casanova señala los dos modelos (uno blanco y uno negro) que hay sobre la mesa, pero no los toca. Y empieza hablar de los índices de satisfacción de los usuarios de la primera versión, superiores al 90%, los más altos de la telefonía móvil. Luego coge distraidamente uno de los dos teléfonos, sin encenderlo, y sigue hablando de cifras y expectativas mientras juguetea como si tal cosa con el que es, ya, el principal objeto del deseo de millones de personas en todo el planeta.
En un momento dado, lo cede al periodista, que instintivamente, casi en un acto reflejo, lo enciende. Pero el contacto dura apenas un segundo. Un oportuno cachete en la mano y la recuperación inmediata del terminal por parte de Casanova ponen fin al fugaz intento.
Detalles técnicos
Vienen luego, eso sí, todas las explicaciones posibles, desde una carcasa en la que el plástico ha sustituido al metal de la primera versión, a la localización exacta de las diez antenas con las que cuenta el terminal (incluidas la de WiFi y la de bluetooth, que es el arito metálico que rodea el objetivo de la cámara en la parte posterior).
Sólo después de hablar profusamente del diseño y de la gran pantalla de 3,5 pulgadas, Casanova enciende por fin el dispositivo y empieza a mostrar las aplicaciones. Todo un mundo táctil y de color se abre ante los usuarios, que podrán descargar (previo pago, claro) cientos de juegos y programas de todo tipo con solo tocar el botón de Apple Store, el portal de la compañía que busca ocupar en el mundo de las aplicaciones el mismo lugar que iTunes ocupa en el de la música y, últimemente, el vídeo.
Tres preguntas en cascada, casi a bocajarro: ¿Por qué un terminal 3G no lleva una segunda cámara frontal para videoconferencia? ¿Por qué la que sí lleva es sólo de 2 megapixels cuando otras marcas están ofreciendo ya hasta ocho? Por qué no hay un modelo de 32 Gb, cuando el iPod Touch (que es igual que el iPhone, pero sin teléfono) ya alcanza esa capacidad de memoria?
Por respuesta, evasivas y una sonrisa. Son mejoras que llegarán y ya se está trabajando en ellas. Llegarán, sí, pero cuándo, ¿quizá en diciembre? Otra sonrisa, esta vez acompañada de un guiño y un «podría ser» que da a entender que sí, que los nuevos modelos de iPhone ya están horneándose en Cupertino.
Primeras pruebas
Siguen varias pruebas en vivo con el teléfono. De escritura, de vídeo, de música, de fotos, de navegación por internet... en resumen, de los puntos en que el terminal es realmente fuerte. Y al final, y tras asegurar por escrito que nadie verá, ni tocará, ni fotografiará, ni dibujará siquiera el teléfono antes de su fecha oficial de lanzamiento (que es hoy), Casanova entrega uno, en concepto de prueba, al periodista.
Hoy, pasados ya veinte días desde ese momento y muchas horas toqueteando el nuevo móvil, me voy a atrever desde aquí a dar un par de ideas para esa posible nueva versión de dentro de unos meses. No es de recibo, por ejemplo, que un teléfono revolucionario y que es excelente en tantos aspectos no permita, entre otras cosas, reenviar mensajes de texto, o adjuntar más de un archivo en un correo POP3, o algo tan fácil, útil y sencillo como es poder seleccionar texto de un email, copiarlo y pegarlo en otro lugar...
Se nota aquí, quizá, la falta de una experiencia que sí tienen otros fabricantes, enfrentados desde hace muchos años a las necesidades de los usuarios de teléfonos inteligentes. Que tomen nota, pues, en Apple, porque detallitos como estos pueden marcar la diferencia entre el éxito real y una simple moda pasajera.
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