En el pasado, los atracos en farmacias eran hijos del 'mono'. Por eso, cuando se consolidó a mediados de los noventa el uso de la metadona -que permite a los heroinómanos domar el síndrome de abstinencia- los delitos contra este tipo de establecimientos descendieron notablemente, para alivio de los profesionales que atendían los mostradores.
Aunque la sensación de inseguridad disminuyó, lo cierto es que nunca ha llegado a volatilizarse. Este último mes, una oleada de asaltos cometidos a punta de pistola en Durango ha resucitado los temores de los farmacéuticos y ha llevado a algunos a contratar seguridad privada.
Así, dos establecimientos del pueblo decidieron contar con la presencia de un vigilante durante las guardias nocturnas después de que empezasen a registrarse los primeros robos. La farmacia Sagastizabal recurrió a los servicios de un profesional para que protegiese el negocio, aunque no había recibido la visita del asaltante.
Sin embargo, en el establecimiento Unamunzaga adoptaron esta medida después de que el individuo que estaba sembrando la inquietud en Durango se pasase por allí y amenazase al personal. «Es un servicio caro y todo ha salido de nuestro bolsillo», han explicado responsables de las farmacias, que han apuntado que este refuerzo de la seguridad no ha sido un capricho.
La escasa confianza en la labor policial -«los municipales se pasaban por aquí un poco más y la Ertzaintza sólo nos decía que si veíamos al atracador nos fijásemos bien en sus rasgos», explican- les llevó a contratar vigilantes. Aunque el presunto asaltante fue detenido el jueves, después de que una dependienta, en un alarde e arrojo, le diese alcance y le arrebatase el botín que se acababa de llevar, este nuevo episodio ha hecho a los profesionales reflexionar sobre la necesidad de reforzar las medidas de seguridad de sus negocios. Eso sí, sin psicosis, porque parece que a los farmacéuticos les han inoculado una vacuna 'antipánico'.
Y eso que hay muy pocos que puedan decir que nunca han sido atracados y que coincidan en señalar que existe un sentimiento de «inquietud». De hecho, los resultados de una encuesta realizada en 2006 por El Club de la Farmacia del laboratorio farmacéutico Almirall reveló que el 77% de los farmacéuticos afirmaba sentir inseguridad en su establecimiento a causa de la delincuencia.
«Pero lo que ha pasado en Durango ha sido algo puntual -explica Virginia Cortina, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya-. No se les puede culpar por recurrir a vigilantes, porque el miedo es libre, aunque no es una práctica que se esté extendiendo». Esta profesional, que tiene una botica en Ermua y lleva treinta años despachando medicamentos, cree que es más importante reforzar «las barreras físicas, que son las más interesantes». Es decir, las mamparas, verjas, persianas, ventanillas que separan al dependiente del ladrón «Son necesarias, lo que ocurre es que son molestas para el profesional y también para el cliente -añade-. Y luego están las medidas que los propios seguros te obligan a adoptar en muchos casos».
Las alarmas, los cristales blindados y la videovigilancia son algunos de los sistemas que algunas aseguradoras, conscientes de que las farmacias son una perita en dulce para los cacos, 'invitan' a instalar en sus contratos. De hecho, gran cantidad de firmas han creado productos especiales para farmacias, donde se atiende especialmente a los apartados de robo y atraco, rotura de lunas y cristales y daños por robo o por asaltos consumados.
«Sí, ciertas aseguradoras te dan primas por tener alarma, pero, la verdad, aunque tú te esfuerces por tenerla o por poner cristales blindados, muchas veces no sirve de mucho», señala Maitena Pérez, presidenta de la Asociación de Farmacéuticos de Euskadi, AFARE, que aglutina al 70% de las farmacias vizcaínas. Lo dice con conocimiento de causa, porque hace poco más de un mes entraron a robar en el establecimiento que regenta en Galdakao.
«Pones cristales reforzados porque te dicen que ahora estrellan el coche contra el escaparate y luego te fuerzan la entrada y se meten, como me acaba de pasar a mí ¿Y justo aquel día no estaba conectada la alarma!», lamenta Pérez, quien señala que, al menos, se evitó «el susto» de encontrarse cara a cara con el ladrón. «Es un mal trago. Una chica de las que han atracado estos días en Durango está de baja de lo mal que lo ha pasado», apunta.
Según los profesionales del sector, toda precaución es poca, pero tampoco concentran una gran esperanza en los 'trucos' para evitar robos. Ser extremadamente desconfiado tampoco ayuda, ni siquiera ubicar el negocio en un lugar tranquilo. Es lo que le ha pasado a Manu Unceta. Tras regentar una farmacia en la bilbaína calle San Francisco -uno de los enclaves «más conflictivos» de la villa-, trasladó su negocio al recién estrenado barrio de Miribilla. «Paradojas de la vida, en San Francisco no me atracaron en 8 años y cuando me instalé en la nueva ubicación me asaltaron a punta de pistola», destaca resignado este profesional, cuya familia lleva 120 años vendiendo medicamentos.
«Conclusión: cada cual hace lo que puede para protegerse, pero no hay que perder la cabeza», zanja este farmacéutico, quien no se explica por qué los ladrones tienen especial querencia por las boticas. «Trabajamos con recetas y muchos pagos se hacen con tarjeta -aclara-. No es el mejor sitio para buscar dinero y el ladrón de ahora, que no es como el de antes, es lo que te pide».
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Aunque la sensación de inseguridad disminuyó, lo cierto es que nunca ha llegado a volatilizarse. Este último mes, una oleada de asaltos cometidos a punta de pistola en Durango ha resucitado los temores de los farmacéuticos y ha llevado a algunos a contratar seguridad privada.
Así, dos establecimientos del pueblo decidieron contar con la presencia de un vigilante durante las guardias nocturnas después de que empezasen a registrarse los primeros robos. La farmacia Sagastizabal recurrió a los servicios de un profesional para que protegiese el negocio, aunque no había recibido la visita del asaltante.
Sin embargo, en el establecimiento Unamunzaga adoptaron esta medida después de que el individuo que estaba sembrando la inquietud en Durango se pasase por allí y amenazase al personal. «Es un servicio caro y todo ha salido de nuestro bolsillo», han explicado responsables de las farmacias, que han apuntado que este refuerzo de la seguridad no ha sido un capricho.
La escasa confianza en la labor policial -«los municipales se pasaban por aquí un poco más y la Ertzaintza sólo nos decía que si veíamos al atracador nos fijásemos bien en sus rasgos», explican- les llevó a contratar vigilantes. Aunque el presunto asaltante fue detenido el jueves, después de que una dependienta, en un alarde e arrojo, le diese alcance y le arrebatase el botín que se acababa de llevar, este nuevo episodio ha hecho a los profesionales reflexionar sobre la necesidad de reforzar las medidas de seguridad de sus negocios. Eso sí, sin psicosis, porque parece que a los farmacéuticos les han inoculado una vacuna 'antipánico'.
Y eso que hay muy pocos que puedan decir que nunca han sido atracados y que coincidan en señalar que existe un sentimiento de «inquietud». De hecho, los resultados de una encuesta realizada en 2006 por El Club de la Farmacia del laboratorio farmacéutico Almirall reveló que el 77% de los farmacéuticos afirmaba sentir inseguridad en su establecimiento a causa de la delincuencia.
«Pero lo que ha pasado en Durango ha sido algo puntual -explica Virginia Cortina, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya-. No se les puede culpar por recurrir a vigilantes, porque el miedo es libre, aunque no es una práctica que se esté extendiendo». Esta profesional, que tiene una botica en Ermua y lleva treinta años despachando medicamentos, cree que es más importante reforzar «las barreras físicas, que son las más interesantes». Es decir, las mamparas, verjas, persianas, ventanillas que separan al dependiente del ladrón «Son necesarias, lo que ocurre es que son molestas para el profesional y también para el cliente -añade-. Y luego están las medidas que los propios seguros te obligan a adoptar en muchos casos».
Las alarmas, los cristales blindados y la videovigilancia son algunos de los sistemas que algunas aseguradoras, conscientes de que las farmacias son una perita en dulce para los cacos, 'invitan' a instalar en sus contratos. De hecho, gran cantidad de firmas han creado productos especiales para farmacias, donde se atiende especialmente a los apartados de robo y atraco, rotura de lunas y cristales y daños por robo o por asaltos consumados.
«Sí, ciertas aseguradoras te dan primas por tener alarma, pero, la verdad, aunque tú te esfuerces por tenerla o por poner cristales blindados, muchas veces no sirve de mucho», señala Maitena Pérez, presidenta de la Asociación de Farmacéuticos de Euskadi, AFARE, que aglutina al 70% de las farmacias vizcaínas. Lo dice con conocimiento de causa, porque hace poco más de un mes entraron a robar en el establecimiento que regenta en Galdakao.
«Pones cristales reforzados porque te dicen que ahora estrellan el coche contra el escaparate y luego te fuerzan la entrada y se meten, como me acaba de pasar a mí ¿Y justo aquel día no estaba conectada la alarma!», lamenta Pérez, quien señala que, al menos, se evitó «el susto» de encontrarse cara a cara con el ladrón. «Es un mal trago. Una chica de las que han atracado estos días en Durango está de baja de lo mal que lo ha pasado», apunta.
Según los profesionales del sector, toda precaución es poca, pero tampoco concentran una gran esperanza en los 'trucos' para evitar robos. Ser extremadamente desconfiado tampoco ayuda, ni siquiera ubicar el negocio en un lugar tranquilo. Es lo que le ha pasado a Manu Unceta. Tras regentar una farmacia en la bilbaína calle San Francisco -uno de los enclaves «más conflictivos» de la villa-, trasladó su negocio al recién estrenado barrio de Miribilla. «Paradojas de la vida, en San Francisco no me atracaron en 8 años y cuando me instalé en la nueva ubicación me asaltaron a punta de pistola», destaca resignado este profesional, cuya familia lleva 120 años vendiendo medicamentos.
«Conclusión: cada cual hace lo que puede para protegerse, pero no hay que perder la cabeza», zanja este farmacéutico, quien no se explica por qué los ladrones tienen especial querencia por las boticas. «Trabajamos con recetas y muchos pagos se hacen con tarjeta -aclara-. No es el mejor sitio para buscar dinero y el ladrón de ahora, que no es como el de antes, es lo que te pide».
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