Todavía restaba una semana para el gran día pero los candidatos a sheriff del pueblo apuraban sus actos electorales.
En el ambiente podía captarse la esencia de la crispación, en la cantina cada dos por tres había una reyerta ocasionada por la disparidad de ideas.
Unos apoyaban al candidato que proclama a los cuatro vientos que si él ganaba el pueblo se convertiría en una superpotencia mundial y que arreglaría la iglesia ( vamos que hasta construiría una catedral )...
Los otros decían que si ganaba el candidato dos, mejorarían la escuela, el hospital, la biblioteca...para adaptarla a las necesidades de los vecinos del pueblo colindante que no paraban de llegar en carretas cargadas con sus enseres a altas horas de la madrugada, debido a que a una escasez de recursos los había dejado en la miseria.
Y los que menos....renunciaban a posicionarse y decían:
- Yo voto a uno que sepa que no va a salir...
-Yo renuncio a mi derecho al voto ( apesar de que hubiese gente que murio para que pudiesemos realizarlo )
( Si con ello renuncias también a tu derecho a la crítica, protesta.... )
-Yo voto en blanco ( no votes...jajajaj)
Las dos grandes cabezas políticas, tenían a sus votantes cláramente diferenciados : A uno lo apoyaban el clero y sus feligreses, y al otro, los comericantres del pueblo que veían en la gente de los pueblos vecinos, mano de obra barata, sus fines eran comunes: las arcas de pueblo.
En el pueblo, también había un grupo casi mayoritario, de personas que no encontraban atrayentes las propuestas de los distintos candidatos, y hacían reuniones clandestinas en la taberna de Joe, tramando un golpe, que se llevaría a cabo el mismísmo día de las elecciones.
Querían seguir siendo un pueblo tranquilo, sin ánimos de expansión y floreciente economía, con sus viejas costumbres arraigadas desde años atrás, las cuales impondría mediante una ley justa, el candidato que de entre ellos mismos habían elegido
“Mientras esto sucedía en el pueblo, negros nubarrones se ciernen sobre de él… Las tribus de indios pobretones, ataviados con sus máscaras de guerra preparaban un incruento ataque a la población –estaban cansados de ser menospreciados, hacinados y mal pagados- para su total destrucción. Menos mal, que un grupo de visionarios mal adiestrados (pensaban en el pueblo), comunicándose de vez en cuando por medio del Ponny-Express, y contando con escasos recursos, se planteaban la defensa a ultranza de su forma de vida.
Nadie en la población les hacía caso, todos estaban deslumbrados por las promesas y prebendas de los candidatos, sin saber, que estos una vez elegidos, se dedicarían a vivir del cuento y mal usar a sus esbirros para mantener al populacho entretenido, coartado en sus derechos y sin ánimo de lucha para un posible cambio. Los dos, en definitiva, servían a los mismos intereses, y en su doctrina –la más profunda- no había cabida para las mejoras.”
En la vieja trastienda del Restore, el férreo sargento y lo que pudo reunir de sus huestes, antes que fuese cortada la línea telegráfica, ultimaban los últimos preparativos y líneas de actuación para paliar el presumible ataque. Mientras tanto en el pueblo…
“El representante de los indios pobretones, Amprose (el que comercia con el esfuerzo) se reunía con los representantes para negociar una alianza y poder fumar la pipa de la paz”.
La vida en la City trascurría placenteramente, los ciudadanos, embelesados por tanto jolgorio, se dedicaban a sus quehaceres sin importarles los acontecimientos que se avecinaban. Callahan seguía regentando su polvoriento Saloon, imaginando las ganancias que producirán las inminentes votaciones. El Club Social mantenía sus discretas puertas entreabiertas, esperando la entrada de parroquianos que se avecinaban. Las Señoras asistían recatadamente a los oficios del Padre Rubí, quien las instaba a decirles a sus maridos las pautas que, la congragación, esperaba de ellos en tan señalado día. Los niños, indiferentes a los problemas de los mayores, disfrutaban saltando por los charcos de la calle principal.
Por todos lados se podían apreciar pasquines y pancartas de los candidatos, el ambiente era festivo sin poderse imaginar, que la calma que se disfrutaba, correspondía a la tormenta que se avecinaba.
Una vez resuelto el problema de actuación, el sargento y el resto de la patrulla, se dispersaron al galope por la comarca, en busca de nuevos hombres prestos a la lucha sin saber, que la suerte de la City estaba ya echada.
Desde luego y tan lanzadas estaban las cartas al vuelo que ya no había posible marcha a atrás...
El reclutamiento de " hombres " iba lento , porque aparte de que la gente se decantaba por uno de los dos candidatos más fuertes para no complicarse; el sargento se mostraba bastante reacio a que se apuntase cualquiera a la misión.
- "Nunca se sabe que rata puede traernos la peste "- Decía con su voz ronca y firme, mientras interrogaba a los posibles soldados.
Pero apesar de que el sargento era un hombre sabio ( je,je,je ) había un detalle que se le pasó por alto.Y lo mismo le sucedió a sus hombres.
Tarde o temprano,( o quizás nunca )....se llevarían una sorpresa
Evidentemente, los "clandestinos" de la taberna de Joe no se unían al bando del Sargento, tenían que librar su propia batalla... Tenían todo premeditado.
Clint, el cabezilla, elegido en consenso por todos ellos, partiría al caer la la noche con sus mejores hombres hacía el poblado indio; su intención era batir a Amprose en su propio terreno, liberar al pueblo de su venidero ataque por parte de esa escoria, y llevar a cabo su elaborado plan, urdido en la taberna durante largas noches trasnochadas ....
Clint era un tipo duro, de pocas palabras, siemrpe mantenía la compostura y nadie, jamás, osara interponerse en su camino.
Desde que comenzaran las elecciones y el Alcalde Mc Arthur (sucumbido al poder del clero y el candidato fascista) prohibiera a Clint presentarse a Sheriff; sus ansias de apoderarse de tal cargo, eran aún mayores, pues sabía que si el pueblo caía en manos de éstos, en unos años no quedaría nada de lo que habían sido y venderían el pueblo al mejor postor como si de ganado se tratasen.
El Alcalde tenía pánico a Clint, sabía que conseguía siempre lo que quería, y que la mayoría del pueblo estaba de su lado, si se presentase, era una victoria cantada. Aunque también sabía, que con prohibirle presentarse en la candidatura, no era suficiente para detener a Clint.
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