Los agentes del Servicio Marítimo de la Guardia Civil en Ceuta se quejan de estar «desamparados»

Los agentes del Servicio Marítimo de la Guardia Civil en Ceuta se quejan de estar «desamparados»
CEUTA. Desamparados. Así se encuentran los agentes del Servicio Marítimo de la Guardia Civil a los que se les encomienda la labor de decidir si deben o no recoger a un inmigrante que intenta entrar a nado en la ciudad. La orden es la siguiente. Si comprueban que están en malas condiciones físicas, es decir, que corren riesgo de hipotermia, deben ser subidos a la patrullera oficial para trasladarlos a la base y de ahí al hospital. Si no es así, deben rechazarlos a las playas marroquíes de donde partieron, eso sí, llegando con la patrullera prácticamente hasta la arena y no dejándolos a unos metros.
«¿Acaso somos médicos?»
Medida ésta que se empezó a adoptar nada más conocerse la denuncia de CEAR contra la Benemérita. «En esas estamos, pero ¿cómo podemos saber las condiciones físicas en las que se encuentra un inmigrante?, ¿acaso somos médicos?, ¿no han contemplado que en muchas ocasiones se hacen los muertos para que los subamos a la patrullera aunque estén bien?», lamenta un agente a este medio.
Tensión en la unidad
La tensión existente en una unidad que tiene en su contra a una plantilla dividida, con lo que no pueden adoptar medidas de presión basadas en la unanimidad, queda patente en cada servicio. Los hay incluso marcados por el riesgo. Hace una semana se estuvo a punto de repetir la historia de Soko.
Una patrullera del Servicio Marítimo rechazó la entrada de un inmigrante subsahariano que pretendía entrar a nado. Al ser rechazado, según consta en el parte oficial al que ha tenido acceso ABC, el inmigrante comenzó a hacerse el muerto, flotando en el agua.
Finalmente se comprobó que estaba en buenas condiciones. Era una falsa alarma. «Creíamos que estaba muerto, si llega a ser así, ¿qué hubiera pasado?, ¿otra denuncia contra los agentes?, ¿hubieran dicho que le habíamos pinchado el flotador?, ¿que le habíamos ahogado?», lamenta otro efectivo de la unidad.
Estas órdenes de actuación son verbales, es decir, los agentes carecen de un documento en el que los mandos les indiquen las pautas que deben seguir. Esto genera una desconfianza entre la plantilla que les lleva a dudar sobre sus actuaciones. Más aún cuando, además de no saber diferenciar si el inmigrante miente o no, son testigos de las palizas que estos indocumentados sufren en las playas marroquíes a las que son devueltos, tal y como ya denunciara la AUGC el pasado agosto.
La Delegación del Gobierno evita posicionarse sobre este asunto.