España, en el furgón de cola de la competitividad exterior y la productividad laboral de Europa
España es uno de los países menos competitivos de Europa. A pesar de que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, afirma que el país es que tiene "más capacidad de crecer económicamente" y que su sistema financiero "quizás es el más sólido" del mundo, el estudio del Banco Central Europeo 'Globalización y competitividad en el Área Euro' refleja que, junto con Portugal e Italia, España es uno de los países que peor rivalizan en el mercado internacional en su producción y precios.
Este país es el penúltimo de una lista de 12 países que pertenecen al área de influencia de la moneda 'única'. Estos son Finlandia, Bélgica, Holanda, Alemania, Francia, Austria, Reino Unido, Portugal y España, como países cuya divisa oficial es el euro, más Dinamarca, cuya moneda apenas difiere de la divisa 'única', y Suecia, pendiente de referendo.
Los resultados han sido recogidos tras una investigación de 150.000 firmas de los países europeos. Con estos datos, el BCE ha elaborado dos clasificaciones: 'Competitividad general', que refleja el acceso efectivo a los mercados internacionales, y 'Competitividad productiva', que depende específicamente de la capacidad de producir a bajo coste y los factores institucionales.
En ambas clasificaciones España figura en penúltimo lugar, sólo por delante de Portugal, que cierra las dos listas. El país con más "competitividad general" es Bélgica, seguido, por este orden, de Finlandia, Holanda, Alemania, Francia, Austria, Dinamarca, Suecia, Reino Unido, Italia, España y Portugal.
Los autores del estudio señalan que "Portugal y España, y en menor medida, Italia y Reino Unido, se sitúan claramente al final del ránking de competitividad, lo que pone de manifiesto una desventaja tecnológica relativa y un entorno institucional menos favorable".
Por otra parte, el estudio del BCE también compara la evolución hasta 2007 de la competitividad exterior de los 12 países de la Eurozona que se apuntaron el euro en 1999. En ese periodo, España acumuló una pérdida de competitividad exterior del 14,3%, la segunda más alta de todos los países estudiados tras Irlanda, que vio empeorar su situación en un 23,1%.
No obstante, como consecuencia de la apreciación del euro en relación al dólar y otras divisas internacionales, ni un solo país de la Eurozona mejoró su competitividad exterior entre 1999 y 2007.
Tras Irlanda y España, el mayor deterioro de competitividad correspondió a Luxemburgo (12%), seguido de Holanda (10,2%), Portugal (9,8%), Grecia (7,9%), Italia (7%), Bélgica (5,5%), Francia (3,9%), Alemania (1%), Austria (0,3%) y Finlandia (0,1%).
A la vista de estos datos, los expertos del BCE destacan los dispares resultados entre los diferentes países y subrayan que "Irlanda y España parecen haber experimentado una pérdida de competitividad particularmente fuerte".
Poca productividad
Otro dato destacado por el BCE es el de la evolución de los costes laborales unitarios. En términos nominales, es decir, sin descontar el efecto de la inflación, en España crecieron un 26,4% entre 1999 y 2007, casi el doble que el 14% registrado en el conjunto de la Eurozona.
En esta misma línea apunta el apartado relativo a la marcha de la productividad. El BCE señala que su crecimiento fue lento en la década 1995-2005 para los países del euro, pero de manera "particularmente marcada en Italia y España, en donde el crecimiento de la productividad laboral se ha situado significativamente por debajo del promedio de la zona euro en el mismo periodo".
Para potenciar la competitividad exterior de las empresas europeas, los expertos del BCE aconsejan desarrollar un mercado único más integrado en la Unión Europea, más flexibilidad en los mercados, y más inversión en innovación y en formación del capital humano.
Además, señalan que, "para aprovechar todas las ventajas de los positivos efectos de la globalización, son necesarias nuevas reformas estructurales en la zona euro y en otros países de la Unión Europea para facilitar una reasignación rápida y suave de empresas y fuerza laboral, desde sectores retrasados a otros más avanzados y prometedores, y desde las compañías de baja a las de alta productividad".
- Acumula la segunda mayor caída de competitividad desde la entrada del euro
- Los costes laborales unitarios crecen el doble que la media europea
España es uno de los países menos competitivos de Europa. A pesar de que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, afirma que el país es que tiene "más capacidad de crecer económicamente" y que su sistema financiero "quizás es el más sólido" del mundo, el estudio del Banco Central Europeo 'Globalización y competitividad en el Área Euro' refleja que, junto con Portugal e Italia, España es uno de los países que peor rivalizan en el mercado internacional en su producción y precios.
Este país es el penúltimo de una lista de 12 países que pertenecen al área de influencia de la moneda 'única'. Estos son Finlandia, Bélgica, Holanda, Alemania, Francia, Austria, Reino Unido, Portugal y España, como países cuya divisa oficial es el euro, más Dinamarca, cuya moneda apenas difiere de la divisa 'única', y Suecia, pendiente de referendo.
Los resultados han sido recogidos tras una investigación de 150.000 firmas de los países europeos. Con estos datos, el BCE ha elaborado dos clasificaciones: 'Competitividad general', que refleja el acceso efectivo a los mercados internacionales, y 'Competitividad productiva', que depende específicamente de la capacidad de producir a bajo coste y los factores institucionales.
En ambas clasificaciones España figura en penúltimo lugar, sólo por delante de Portugal, que cierra las dos listas. El país con más "competitividad general" es Bélgica, seguido, por este orden, de Finlandia, Holanda, Alemania, Francia, Austria, Dinamarca, Suecia, Reino Unido, Italia, España y Portugal.
Los autores del estudio señalan que "Portugal y España, y en menor medida, Italia y Reino Unido, se sitúan claramente al final del ránking de competitividad, lo que pone de manifiesto una desventaja tecnológica relativa y un entorno institucional menos favorable".
Por otra parte, el estudio del BCE también compara la evolución hasta 2007 de la competitividad exterior de los 12 países de la Eurozona que se apuntaron el euro en 1999. En ese periodo, España acumuló una pérdida de competitividad exterior del 14,3%, la segunda más alta de todos los países estudiados tras Irlanda, que vio empeorar su situación en un 23,1%.
No obstante, como consecuencia de la apreciación del euro en relación al dólar y otras divisas internacionales, ni un solo país de la Eurozona mejoró su competitividad exterior entre 1999 y 2007.
Tras Irlanda y España, el mayor deterioro de competitividad correspondió a Luxemburgo (12%), seguido de Holanda (10,2%), Portugal (9,8%), Grecia (7,9%), Italia (7%), Bélgica (5,5%), Francia (3,9%), Alemania (1%), Austria (0,3%) y Finlandia (0,1%).
A la vista de estos datos, los expertos del BCE destacan los dispares resultados entre los diferentes países y subrayan que "Irlanda y España parecen haber experimentado una pérdida de competitividad particularmente fuerte".
Poca productividad
Otro dato destacado por el BCE es el de la evolución de los costes laborales unitarios. En términos nominales, es decir, sin descontar el efecto de la inflación, en España crecieron un 26,4% entre 1999 y 2007, casi el doble que el 14% registrado en el conjunto de la Eurozona.
En esta misma línea apunta el apartado relativo a la marcha de la productividad. El BCE señala que su crecimiento fue lento en la década 1995-2005 para los países del euro, pero de manera "particularmente marcada en Italia y España, en donde el crecimiento de la productividad laboral se ha situado significativamente por debajo del promedio de la zona euro en el mismo periodo".
Para potenciar la competitividad exterior de las empresas europeas, los expertos del BCE aconsejan desarrollar un mercado único más integrado en la Unión Europea, más flexibilidad en los mercados, y más inversión en innovación y en formación del capital humano.
Además, señalan que, "para aprovechar todas las ventajas de los positivos efectos de la globalización, son necesarias nuevas reformas estructurales en la zona euro y en otros países de la Unión Europea para facilitar una reasignación rápida y suave de empresas y fuerza laboral, desde sectores retrasados a otros más avanzados y prometedores, y desde las compañías de baja a las de alta productividad".
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