Compartió tatamis con Chema Palacios, dos veces subcampeón mundial de taekwondo, y empezó una carrera en ese arte marcial que no duró demasiado: “Me lo rompí todo: los talones, los hombros, las muñecas... Quería ser campeón del mundo y me infiltraba para la siguiente pelea. Mi entrenador era muy bestia”. Una crisis existencial, el cuestionamiento total del modo de vida occidental y muchas experiencias después encontramos a Manel, alias ‘Drac’, en Tailandia, peleando sin reglas por 150 euros en combates rodeados de mafiosos y apuestas.
“Con 20 años me di cuenta de que llevaba toda mi vida detrás de una máscara. Era el más malo, el que daba más miedo, y lo único que escondía eran mis miedos. Si eres agresivo la gente no se te acerca, y si no se te acerca no le coges cariño, y si no les quieres no te pueden herir. Simplemente tratas de evitar que te hagan daño y escondes tu inseguridad”. Manel ‘Drac’ (‘Dragón’, en catalán) es un tipo que haría cruzarse de acera a más de uno que pasase por su lado. Pesa 95 kilos, está fuerte como un toro, tiene cara de malo y lleva los brazos tatuados con dos dragones gigantes. Pasea por el suburbio de Bangkok en el que vive “sonriendo a la gente por la calle, porque aquí la gente siempre te devuelve la sonrisa”. Entrena metódicamente hasta muy tarde y come siempre lo mismo: pollo con arroz para comer y pescado con arroz para cenar. “Como por un euro al día”, dice. Una vida que empezó cuando le pidió un contacto en Tailandia a un portero de discoteca de Ibiza.
Pelea en pequeños estadios, “en zonas de guiris con gente bebiendo mucho”, en los que la mafia controla las apuestas. Hace muai thai, el arte marcial tailandés en el que se puede usar los pies, las manos, las rodillas y los codos. Sin embargo, su objetivo es pelear en el circuito de Mixed Martial Arts (MMA), o vale tudo, la lucha extrema que permite todo menos meter los dedos en los ojos y golpear los genitales. Está montando un circuito de esta disciplina en Tailandia.
La dualidad de ‘Drac’
Se fue de España “porque no soportaba el modo de vida occidental, donde trabajas 60 años para tener un coche y una casa y sólo quieres comprarte otro coche mejor y otra casa más grande. En España la gente es muy chula y sólo vales por lo que tienes. Yo ganaba 3.000 euros trabajando en seguridad, y el tipo para el que curraba, un hombre con mucho dinero, estaba solo. Pensaba que todo el mundo, incluso su familia, estaba ahí por el dinero”, dice Manel. Afirma que en España todo es “agresividad, gente que te da problemas aunque no los busques, un lugar donde se droga todo el mundo”, mientras que en Tailandia ha encontrado la paz. “Aquí nadie pisa al de al lado en el trabajo, no hay esa maldad. El modo de vida occidental es una locura. Aquí tendría una familia, allí no podría”, dice, y pone un ejemplo gráfico: “En Tailandia conducen como el culo, pero cuando alguien la caga, el resto retrocede y le deja pasar. Tú eres de Madrid, sabes cómo funciona eso allí”.
Sin embargo, huir de la agresividad y de los problemas entrando en la disciplina deportiva más brutal que existe parece un contrasentido. Ver un combate de vale tudo te hace apartar la mirada a veces. ‘Drac’ lo analiza con otra escala de valores: “En el fútbol sí que hay violencia: no se puede dar patadas y se clavan los tacos y se pisan la cabeza. En el MMA casi todo está permitido y bajo las reglas. Si te quieres rendir, das un golpe al suelo y lo haces. Sin embargo, ves a tíos llenos de sangre, reventados, que acaban ganando. ¿Por qué? Porque tienen un par de cojones. No te lo creerás, pero así se lo expliqué a mi madre cuando le dije a lo que me iba a dedicar”, dice riendo.
8.000 bahts y el sentido de la vida
Una pelea en la que te puedes jugar el físico se paga a 8.000 bahts, menos de 150 euros. “Cuando combates es como si fueras a final de mes a cobrar. Por eso, hay que tener cuidado, porque si te revientan tienes que descansar más para la siguiente pelea, y si no peleas no tienes de qué vivir”, dice. Su piso, sin muebles y con un colchón en el suelo, rodeado de libros de filosofía oriental, vale unos 40 euros al mes. “Aquí no necesito nada más”, dice.
El riesgo físico es evidente, pero el objetivo por el que ‘Drac’ se fue a vivir a un arrabal de Bangkok es mucho más elevado. “Si puedo, no volveré a España”, dice un tipo que vivió como portero de discoteca y escolta personal aquí. “Allí la gente es miserable, pones la tele y ves la incultura que nos rodea”, señala, marcando un camino difícil, incomprensible a veces, pero profundamente coherente.
El objetivo, dice, no lo encontrará nunca. “Llevo mucho intentando saber por qué pasan las cosas, el sentido de la vida. Eso me ha llevado aquí, e iré donde haga falta para perseguir ese objetivo, aunque sé que es imposible lograrlo”, analiza. Su libro de cabecera, ‘El arte de la guerra’ de Sun Tzu, dice: ‘Si te conoces a ti y a tu enemigo, siempre pelearás sin riesgo. Si te conoces a ti mismo, pero no a tu enemigo, puedes ganar o perder. Pero si no te conoces ni a ti mismo ni a tu rival, siempre estarás en peligro’. Manel nunca se conocerá a sí mismo ni a los demás, porque ninguno lo hacemos. Pero, a su manera, él lo persigue más que ninguno de nosotros. Aunque sea a costa de estar siempre en peligro.
“Con 20 años me di cuenta de que llevaba toda mi vida detrás de una máscara. Era el más malo, el que daba más miedo, y lo único que escondía eran mis miedos. Si eres agresivo la gente no se te acerca, y si no se te acerca no le coges cariño, y si no les quieres no te pueden herir. Simplemente tratas de evitar que te hagan daño y escondes tu inseguridad”. Manel ‘Drac’ (‘Dragón’, en catalán) es un tipo que haría cruzarse de acera a más de uno que pasase por su lado. Pesa 95 kilos, está fuerte como un toro, tiene cara de malo y lleva los brazos tatuados con dos dragones gigantes. Pasea por el suburbio de Bangkok en el que vive “sonriendo a la gente por la calle, porque aquí la gente siempre te devuelve la sonrisa”. Entrena metódicamente hasta muy tarde y come siempre lo mismo: pollo con arroz para comer y pescado con arroz para cenar. “Como por un euro al día”, dice. Una vida que empezó cuando le pidió un contacto en Tailandia a un portero de discoteca de Ibiza.
Pelea en pequeños estadios, “en zonas de guiris con gente bebiendo mucho”, en los que la mafia controla las apuestas. Hace muai thai, el arte marcial tailandés en el que se puede usar los pies, las manos, las rodillas y los codos. Sin embargo, su objetivo es pelear en el circuito de Mixed Martial Arts (MMA), o vale tudo, la lucha extrema que permite todo menos meter los dedos en los ojos y golpear los genitales. Está montando un circuito de esta disciplina en Tailandia.
La dualidad de ‘Drac’
Se fue de España “porque no soportaba el modo de vida occidental, donde trabajas 60 años para tener un coche y una casa y sólo quieres comprarte otro coche mejor y otra casa más grande. En España la gente es muy chula y sólo vales por lo que tienes. Yo ganaba 3.000 euros trabajando en seguridad, y el tipo para el que curraba, un hombre con mucho dinero, estaba solo. Pensaba que todo el mundo, incluso su familia, estaba ahí por el dinero”, dice Manel. Afirma que en España todo es “agresividad, gente que te da problemas aunque no los busques, un lugar donde se droga todo el mundo”, mientras que en Tailandia ha encontrado la paz. “Aquí nadie pisa al de al lado en el trabajo, no hay esa maldad. El modo de vida occidental es una locura. Aquí tendría una familia, allí no podría”, dice, y pone un ejemplo gráfico: “En Tailandia conducen como el culo, pero cuando alguien la caga, el resto retrocede y le deja pasar. Tú eres de Madrid, sabes cómo funciona eso allí”.
Sin embargo, huir de la agresividad y de los problemas entrando en la disciplina deportiva más brutal que existe parece un contrasentido. Ver un combate de vale tudo te hace apartar la mirada a veces. ‘Drac’ lo analiza con otra escala de valores: “En el fútbol sí que hay violencia: no se puede dar patadas y se clavan los tacos y se pisan la cabeza. En el MMA casi todo está permitido y bajo las reglas. Si te quieres rendir, das un golpe al suelo y lo haces. Sin embargo, ves a tíos llenos de sangre, reventados, que acaban ganando. ¿Por qué? Porque tienen un par de cojones. No te lo creerás, pero así se lo expliqué a mi madre cuando le dije a lo que me iba a dedicar”, dice riendo.
8.000 bahts y el sentido de la vida
Una pelea en la que te puedes jugar el físico se paga a 8.000 bahts, menos de 150 euros. “Cuando combates es como si fueras a final de mes a cobrar. Por eso, hay que tener cuidado, porque si te revientan tienes que descansar más para la siguiente pelea, y si no peleas no tienes de qué vivir”, dice. Su piso, sin muebles y con un colchón en el suelo, rodeado de libros de filosofía oriental, vale unos 40 euros al mes. “Aquí no necesito nada más”, dice.
El riesgo físico es evidente, pero el objetivo por el que ‘Drac’ se fue a vivir a un arrabal de Bangkok es mucho más elevado. “Si puedo, no volveré a España”, dice un tipo que vivió como portero de discoteca y escolta personal aquí. “Allí la gente es miserable, pones la tele y ves la incultura que nos rodea”, señala, marcando un camino difícil, incomprensible a veces, pero profundamente coherente.
El objetivo, dice, no lo encontrará nunca. “Llevo mucho intentando saber por qué pasan las cosas, el sentido de la vida. Eso me ha llevado aquí, e iré donde haga falta para perseguir ese objetivo, aunque sé que es imposible lograrlo”, analiza. Su libro de cabecera, ‘El arte de la guerra’ de Sun Tzu, dice: ‘Si te conoces a ti y a tu enemigo, siempre pelearás sin riesgo. Si te conoces a ti mismo, pero no a tu enemigo, puedes ganar o perder. Pero si no te conoces ni a ti mismo ni a tu rival, siempre estarás en peligro’. Manel nunca se conocerá a sí mismo ni a los demás, porque ninguno lo hacemos. Pero, a su manera, él lo persigue más que ninguno de nosotros. Aunque sea a costa de estar siempre en peligro.
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