Excesos en carreteras secundarias

Excesos en carreteras secundarias
En Fuente Álamo, Murcia, la policía no dispone de aparatos para detectar drogas.
Un grupo de treinta policías pone orden en un pueblo tranquilo de unos quince mil habitantes. Los locales conviven con un 30% de población inmigrante, la mayor parte procede de Marruecos y de Ecuador, pero también son muchos los que vienen del norte de Europa.
Junto a los campos de lechugas o melones se levantan los campos de golf, extensiones verdes de una riqueza prometida que no termina de llegar.

Los que sí llegaron, hace ya años, fueron grupos de ingleses y alemanes que se instalaron hace décadas en casas de campo y cuyos hijos han crecido aquí. Hablan inglés y español con acento murciano y por las noches se ponen al volante bebidos o drogados.

Spencer tuvo que soplar hasta trece veces y finalmente tuvo que ser llevado a la comisaria porque no conseguía acertar con el alcoholímetro.

El otro problema al que se enfrentan las noches de fin de semana los policías locales la localidad murciana de Fuente Álamo es que no disponen de aparatos para detectar drogas. Allí, los inmigrantes europeos dan más problemas que los africanos o los sudamericanos.

El jefe de policía, Francisco Javier Martínez, argumenta que los detectores de drogas no son fiables y que por eso deben confiar en su intuición: "nos fijamos en la manera de conducir, en la manera de expresarse del conductor. Eso se nota".