¿Si baja el barril por qué no...?

¿Si baja el barril por qué no...?
Cuando sube el precio del petróleo aumenta al mismo ritmo el de los combustibles, pero cuando desciende, los carburantes tardan en bajar y no en la misma proporción
Muchos ciudadanos se preguntan estos días por qué si el precio del petróleo ha descendido a niveles del año 2007, sobre los 62 euros el barril, no disminuye el precio de los combustibles de las gasolineras en la misma proporción. Cuando el barril de Brent iba marcando máximos históricos de enero a julio -fecha en que alcanzó los 147,5 dólares- las estaciones de servicio -con una rapidez que ni el plusmarquista de los 100 metros lisos, Usain Bolt- subían los combustibles en la misma proporción. Sin embargo, no se han dado la misma prisa ahora, cuando la situación ha sido la inversa.
El petróleo baja más de un 50%, pero el gasóleo, por ejemplo, solo baja un 20%. En julio llegó a los 1,33 euros de máximo y ahora está en 1,05 de media. La lógica matemática dice que debería situarse en torno a los 0,80 euros, pero no. O como poco a 0,91, que era el precio al que estaba en 2007, cuando el barril de petróleo costaba 62 dólares. Esta semana, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, pronosticaba que a principios de año, los combustibles bajarían del euro. Vale. Dando por buena la previsión, hasta esa fechas los ciudadanos habrán de seguir pagando por encima del precio normalizado.
Las gasolineras aseguran que no es culpa suya. Que es de las petroleras a las que compran los combustibles. Esteban Palacios, presidente de la Asociación de Empresarios de Estaciones de Servicio de Burgos (Adesbur), explica que las petroleras compran el crudo por barcos y que el stock les dura en torno a los dos meses. Así pues, si lo paga a un precio alto, «no lo puede bajar hasta que compra otra carga ya a precio barato».
Ahora bien, Palacios reconoce que cuando sucede lo contrario las petroleras no actúan igual. «Cuando los precios están en ascenso son muy rápidos a la hora de repercutir los precios en el producto final, es decir, las gasolinas y los gasóleos», asegura.
Y es con esta forma de actuar con la que los ciudadanos no tragan. Camino de Prada, presidenta de la Asociación de Consumidores Jimena, afirma que «es intolerable que cuando sube el petróleo el ciudadano tenga que pagar precios desorbitados y cuando baja en la misma proporción el gasóleo y la gasolina sigan caros».
Y es que tal como afirma De Prada, los ciudadanos «están con el agua al cuello, al igual que las empresas y el gasto en combustible es muy alto tanto en éstas como en las familias».
Esteban Palacios apunta también a una maniobra estratégica del Gobierno. Por una parte, «bajar los combustibles de golpe redundaría en una sensible reducción de la recaudación de impuestos por esta vía; y el Estado, en estos momentos en que los ingresos bajan por la disminución de la actividad económica, no está para eso». Además, prevé que a final de año cuando haya que «maquillar la inflación», se valerá de la bajada de los combustibles para hacerlo.
En medio de todo, el ciudadano es el que paga. En julio, por llenar un depósito de 50 litros de gasóleo -es el combustible utilizado actualmente por más del 60% de los turismos- costaba 66 euros del ala. Ahora ha bajado hasta 52 euros, 14 menos. Pero es que de estar el litro a 80 céntimos, como indica la lógica, el depósito podría llenarse con 40 euros. Ahorrarse de julio a ahora 26 euros en cada repostaje «supondría un respiro para familias y empresas», asegura Camino de Prada.