La Administración Bush prepara al equipo de Obama para un posible 11-S en 2009
George W. Bush se va de la Casa Blanca muy preocupado: teme que nada más faltar él se produzca una terrible crisis internacional o un pavoroso atentado terrorista, y que Barack Obama no sepa qué hacer. Para cubrir esta eventualidad ha decidido dejar tras de sí docenas de memorandos instruyendo al nuevo presidente para hacer frente a toda clase de ataques.
Es tradición que la Administración saliente informe a la entrante de cómo son y están las cosas. Pero en este caso más que un esfuerzo de información se ha hecho de imaginación. Las posibilidades que se contemplan van desde que Estados Unidos sufra ciberataques masivos hasta una explosión nuclear en Corea del Norte, pasando por una brutal ofensiva de Al Qaida contra objetivos estadounidenses en el mundo o un recrudecimiento incontrolable de la situación en Oriente Próximo. Algunos de estos escenarios son más probables, otros lo son menos, y los hay que casi se adentran en el terreno de la política-ficción. Bush se despide emulando a Orson Welles y su célebre Guerra de los Mundos.
El «desastre» de la era Bush
Lo curioso del caso es que Obama en parte ha ganado las elecciones explotando la arraigadísima sensación de que la política exterior y antiterrorista de Bush ha sido un desastre. No parece que sus consejos se coticen ahora mismo a precio de oro. Pero eso no significa que los futuros gobernantes de Estados Unidos hagan ascos a estos prolijos informes.
Ni Obama ni nadie de su círculo íntimo ha querido hacer comentarios, pero otras voces demócratas han agradecido el gesto. «The New York Times» citaba ayer a Roger Crossey, un antiguo alto cargo de la lucha antiterrorista con Bill Clinton, que ha sido uno de los críticos más feroces de Bush: «Bush gana un montón de puntos con esto; hará que el nuevo gobierno gane mucho tiempo».
Esa es la idea, sostiene Gordon D. Johndroe, portavoz de la Casa Blanca, que subraya el «esfuerzo de buena fe» que late tras la iniciativa de traspasar toda la información y hasta toda la intuición disponible, para minimizar en lo posible el vacío de poder entre Administraciones.
Después de todo, el equipo de Bush ha detectado -y esa es una de las alertas rojas de sus memorandos- que a los terroristas les gusta mucho aprovechar los inevitables momentos de despiste que acompañan a los cambios de gobierno: el primer ataque contra el World Trade Center se produjo sólo semanas después de que Bill Clinton tomara posesión; las bombas en los trenes de Madrid fueron tres días antes de las elecciones, etcétera.
Paternalismo
El mismo Bush dijo el pasado martes en una entrevista en la CNN que él y su equipo se preocupan mucho por Obama. «Queremos que tenga éxito y que la transición funcione», afirmó lleno de virtud. Sin duda también de cierto paternalismo: mientras unos crían la fama, otros cardan la lana, parecen pensar en la actual Casa Blanca, donde creen que su propio descrédito internacional es tan inmerecido, o por lo menos tan exagerado, como el crédito que se le da a Obama.
El presidente electo acumulaba ayer un nuevo reconocimiento al ser elegido Persona del Año 2008 por la prestigiosa revista «Time». Pero a los ojos de Bush y de su equipo sigue siendo básicamente un elocuente novato. De ahí que se desvelen dejándoselo todo bien claro y en letra de palote. Eso sí, matizando que en ningún caso se le ofrecen soluciones únicas para los problemas, sino toda una gama de respuestas «que no son exhaustivas, ni exclusivas, ni preceptivas».
«Tormentas de ideas»
Poniéndose siempre en lo peor, los expertos de Bush en lucha antiterrorista se ofrecen para impartir toda clase de cursillos a los de Obama, durante los cuales se podrán por ejemplo organizar «tormentas de ideas» sobre qué es y qué no es tortura, según quién entra o quién sale en cada momento del Despacho Oval.
Asimismo, el equipo de transición de Barack Obama está invitado a asistir a unos «ejercicios de seguridad nacional» que tendrán lugar los días 12 y 13 de enero -una semana antes del relevo- en la Casa Blanca, cuyo objetivo es preparar a los oficiales para actuar en una situación de crisis en que el liderazgo del país se encuentre descabezado.
George W. Bush se va de la Casa Blanca muy preocupado: teme que nada más faltar él se produzca una terrible crisis internacional o un pavoroso atentado terrorista, y que Barack Obama no sepa qué hacer. Para cubrir esta eventualidad ha decidido dejar tras de sí docenas de memorandos instruyendo al nuevo presidente para hacer frente a toda clase de ataques.
Es tradición que la Administración saliente informe a la entrante de cómo son y están las cosas. Pero en este caso más que un esfuerzo de información se ha hecho de imaginación. Las posibilidades que se contemplan van desde que Estados Unidos sufra ciberataques masivos hasta una explosión nuclear en Corea del Norte, pasando por una brutal ofensiva de Al Qaida contra objetivos estadounidenses en el mundo o un recrudecimiento incontrolable de la situación en Oriente Próximo. Algunos de estos escenarios son más probables, otros lo son menos, y los hay que casi se adentran en el terreno de la política-ficción. Bush se despide emulando a Orson Welles y su célebre Guerra de los Mundos.
El «desastre» de la era Bush
Lo curioso del caso es que Obama en parte ha ganado las elecciones explotando la arraigadísima sensación de que la política exterior y antiterrorista de Bush ha sido un desastre. No parece que sus consejos se coticen ahora mismo a precio de oro. Pero eso no significa que los futuros gobernantes de Estados Unidos hagan ascos a estos prolijos informes.
Ni Obama ni nadie de su círculo íntimo ha querido hacer comentarios, pero otras voces demócratas han agradecido el gesto. «The New York Times» citaba ayer a Roger Crossey, un antiguo alto cargo de la lucha antiterrorista con Bill Clinton, que ha sido uno de los críticos más feroces de Bush: «Bush gana un montón de puntos con esto; hará que el nuevo gobierno gane mucho tiempo».
Esa es la idea, sostiene Gordon D. Johndroe, portavoz de la Casa Blanca, que subraya el «esfuerzo de buena fe» que late tras la iniciativa de traspasar toda la información y hasta toda la intuición disponible, para minimizar en lo posible el vacío de poder entre Administraciones.
Después de todo, el equipo de Bush ha detectado -y esa es una de las alertas rojas de sus memorandos- que a los terroristas les gusta mucho aprovechar los inevitables momentos de despiste que acompañan a los cambios de gobierno: el primer ataque contra el World Trade Center se produjo sólo semanas después de que Bill Clinton tomara posesión; las bombas en los trenes de Madrid fueron tres días antes de las elecciones, etcétera.
Paternalismo
El mismo Bush dijo el pasado martes en una entrevista en la CNN que él y su equipo se preocupan mucho por Obama. «Queremos que tenga éxito y que la transición funcione», afirmó lleno de virtud. Sin duda también de cierto paternalismo: mientras unos crían la fama, otros cardan la lana, parecen pensar en la actual Casa Blanca, donde creen que su propio descrédito internacional es tan inmerecido, o por lo menos tan exagerado, como el crédito que se le da a Obama.
El presidente electo acumulaba ayer un nuevo reconocimiento al ser elegido Persona del Año 2008 por la prestigiosa revista «Time». Pero a los ojos de Bush y de su equipo sigue siendo básicamente un elocuente novato. De ahí que se desvelen dejándoselo todo bien claro y en letra de palote. Eso sí, matizando que en ningún caso se le ofrecen soluciones únicas para los problemas, sino toda una gama de respuestas «que no son exhaustivas, ni exclusivas, ni preceptivas».
«Tormentas de ideas»
Poniéndose siempre en lo peor, los expertos de Bush en lucha antiterrorista se ofrecen para impartir toda clase de cursillos a los de Obama, durante los cuales se podrán por ejemplo organizar «tormentas de ideas» sobre qué es y qué no es tortura, según quién entra o quién sale en cada momento del Despacho Oval.
Asimismo, el equipo de transición de Barack Obama está invitado a asistir a unos «ejercicios de seguridad nacional» que tendrán lugar los días 12 y 13 de enero -una semana antes del relevo- en la Casa Blanca, cuyo objetivo es preparar a los oficiales para actuar en una situación de crisis en que el liderazgo del país se encuentre descabezado.
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