Hay que procurar actuar bien
Se necesita, de forma plena y sin dar tiempo al tiempo, no cometer errores en el quehacer que a cada cual corresponde. Eso es una norma de siempre, pero hay ocasiones en las que es necesario extremar la atención porque han aumentado las dificultades en el camino a recorrer y hasta aparecen obstáculos o condiciones nuevas a tener en cuenta. No se debe ir por esos caminos, los caminos de la vida, como si pertenecieran a un mundo de fantasía.
Los caminos - como decía el poeta - se hacen al andar; con las pisadas de cada paso. Y si queremos que a lo largo de ellos se respire paz y bienestar hay que procurar actuar bien en cada momento. Cada instante de distracción, de esos en los que se piensa en otras cosas o quizás en nada, es una vía de entrada para muchas novedades que pueden alterar lo que se había formulado para llegar a buen fin y sin hacer daño a nada y a nadie.
Las distracciones, amigo, no traen nada bueno y tampoco ayudan al distraído; más bien lo equivocan y hasta lo hunden. Estar vigilantes no es una postura servil sino la característica de la persona que tiene algo de valor positivo en sí misma; es la disposición permanente para defenderlo, darlo a conocer donde sea necesario y que fructifique, que haga el bien en todo momento y lugar.
Esos valores no deben ocultarse ni mantenerlos lúcidos para unos y no para otros. Es un deber, inexcusable, que hay que atender con esmero, con cariño, con ilusión, sin descanso y con largueza. Es necesario servir, en todo momento, para que la vida de toda persona sea digna; para que no sea solamente un pasar más o menos cómodo sino de apertura del alma hacia el bien.
Nuestro tiempo tiene unas característica difíciles. Se vive en unas condiciones de crisis, con la aparición sucesiva de grietas - a veces muy profundas - que motivan quiebras de mucha consideración en algunas estructuras que se estimaban como muy sólidas y que ponen en peligro a otras muchas.
Es, sin duda, un tiempo de seria preocupación y se hace necesario que, cuanto antes, se logre abrir nuevos caminos de seguridad por medio del caminar seguro, firme, sincero, noble y generoso de gente dispuesta a hacer el bien a la humanidad. Paso a paso, caminante, con el fuego de amor a la verdad que llevas en el corazón y en todo tu ser.
El profesor Don Francisco Rodríguez Adrados - Académico de la Española y de la Historia - señalaba, hace pocos días en la tercera de ABC, que “hoy la sociedad facilita mucho la creación de masas críticas, dentro de sí misma, contra el esfuerzo y contra el mismo conocimiento”. Lo manifestaba así al considerar los dilemas de la enseñanza, pero es extensivo a cualquier otro dilema de los existentes en nuestra sociedad; que no son pocos.
Asombran esos discursos en los que se tratan con ligereza los problemas existentes y se tienden cortinas de humo hablando de detalles mínimos y superficiales, como si estos fueran los que, en verdad, tienen la clave de las soluciones o suponen ya unos logros positivos. Es la creación de algo débil, sin base lógica y con resultados que se mostrarán, antes o después, como algo que no se sustenta en la realidad y que, incluso, se derrumbe algo en lo que se hizo confiar.
Mi viejo amigo, el marinero, dice que la señora Ministra de Defensa no ha dicho, en su discurso, lo que se piensa hacer con esos barcos que él ve cada día en uno de las Astilleros de su Bahía y que tanta pena le da verlos allí, inactivos desde hace mucho tiempo. Los barcos a la mar, a demostrar lo que valen y para lo que valen.
Hay que procurar actuar bien. Hay que demostrar, con hechos concretos, que se siguen buenas líneas de acción; justamente las que son necesarias y no otras más o menos llamativas o de fácil y tal vez impresionante discurso. Hay que hacer el esfuerzo necesario; aunque cueste mucho. Cada día es más necesario y urgente dar a conocer, con toda claridad, la situación real de cada una de las partes de la sociedad en las que esta crisis, que vivimos, actúa. No se trata de sacarle los colores a nadie, sino de ayudar a resolver la situación
Se necesita, de forma plena y sin dar tiempo al tiempo, no cometer errores en el quehacer que a cada cual corresponde. Eso es una norma de siempre, pero hay ocasiones en las que es necesario extremar la atención porque han aumentado las dificultades en el camino a recorrer y hasta aparecen obstáculos o condiciones nuevas a tener en cuenta. No se debe ir por esos caminos, los caminos de la vida, como si pertenecieran a un mundo de fantasía.
Los caminos - como decía el poeta - se hacen al andar; con las pisadas de cada paso. Y si queremos que a lo largo de ellos se respire paz y bienestar hay que procurar actuar bien en cada momento. Cada instante de distracción, de esos en los que se piensa en otras cosas o quizás en nada, es una vía de entrada para muchas novedades que pueden alterar lo que se había formulado para llegar a buen fin y sin hacer daño a nada y a nadie.
Las distracciones, amigo, no traen nada bueno y tampoco ayudan al distraído; más bien lo equivocan y hasta lo hunden. Estar vigilantes no es una postura servil sino la característica de la persona que tiene algo de valor positivo en sí misma; es la disposición permanente para defenderlo, darlo a conocer donde sea necesario y que fructifique, que haga el bien en todo momento y lugar.
Esos valores no deben ocultarse ni mantenerlos lúcidos para unos y no para otros. Es un deber, inexcusable, que hay que atender con esmero, con cariño, con ilusión, sin descanso y con largueza. Es necesario servir, en todo momento, para que la vida de toda persona sea digna; para que no sea solamente un pasar más o menos cómodo sino de apertura del alma hacia el bien.
Nuestro tiempo tiene unas característica difíciles. Se vive en unas condiciones de crisis, con la aparición sucesiva de grietas - a veces muy profundas - que motivan quiebras de mucha consideración en algunas estructuras que se estimaban como muy sólidas y que ponen en peligro a otras muchas.
Es, sin duda, un tiempo de seria preocupación y se hace necesario que, cuanto antes, se logre abrir nuevos caminos de seguridad por medio del caminar seguro, firme, sincero, noble y generoso de gente dispuesta a hacer el bien a la humanidad. Paso a paso, caminante, con el fuego de amor a la verdad que llevas en el corazón y en todo tu ser.
El profesor Don Francisco Rodríguez Adrados - Académico de la Española y de la Historia - señalaba, hace pocos días en la tercera de ABC, que “hoy la sociedad facilita mucho la creación de masas críticas, dentro de sí misma, contra el esfuerzo y contra el mismo conocimiento”. Lo manifestaba así al considerar los dilemas de la enseñanza, pero es extensivo a cualquier otro dilema de los existentes en nuestra sociedad; que no son pocos.
Asombran esos discursos en los que se tratan con ligereza los problemas existentes y se tienden cortinas de humo hablando de detalles mínimos y superficiales, como si estos fueran los que, en verdad, tienen la clave de las soluciones o suponen ya unos logros positivos. Es la creación de algo débil, sin base lógica y con resultados que se mostrarán, antes o después, como algo que no se sustenta en la realidad y que, incluso, se derrumbe algo en lo que se hizo confiar.
Mi viejo amigo, el marinero, dice que la señora Ministra de Defensa no ha dicho, en su discurso, lo que se piensa hacer con esos barcos que él ve cada día en uno de las Astilleros de su Bahía y que tanta pena le da verlos allí, inactivos desde hace mucho tiempo. Los barcos a la mar, a demostrar lo que valen y para lo que valen.
Hay que procurar actuar bien. Hay que demostrar, con hechos concretos, que se siguen buenas líneas de acción; justamente las que son necesarias y no otras más o menos llamativas o de fácil y tal vez impresionante discurso. Hay que hacer el esfuerzo necesario; aunque cueste mucho. Cada día es más necesario y urgente dar a conocer, con toda claridad, la situación real de cada una de las partes de la sociedad en las que esta crisis, que vivimos, actúa. No se trata de sacarle los colores a nadie, sino de ayudar a resolver la situación
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