Fracasa el lanzamiento de la nave OCO, el 'vigilante del cambio climático'
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Lanzamiento de la nave OCO desde la base Vandenberg de California. | NASA
El lanzamiento de la misión OCO ('Observatorio Orbitador del Carbono'), la primera nave de la NASA diseñada para medir las concentraciones de CO2 en la atmósfera, ha fracasado. El cohete Taurus XL que debía poner en órbita la nave ha sufrido un problema minutos después de despegar de la base Vandenberg de la Fuerza Aérea de EEUU en California y los responsables de la misión creen que ha caído en el océano Pacífico, cerca de la Antártida.
"Los revestimientos de protección que envolvían al satélite como las dos conchas de una almeja no se separaron apropiadamente y eso, aparentemente, causó el fallo de la misión", dijo en una rueda de prensa Chuck Dovale, director de lanzamientos de la NASA.
La nave "no alcanzó su órbita y probablemente cayó en el océano Pacífico cerca de la Antártida", indicó por su parte John Brunschwyler, director de programa del Taurus XL.
Los expertos de la NASA explicaron que el fallo en el cohete portador se produjo a los tres minutos del despegue, que tuvo lugar a las 09.55 GMT (11.55, hora peninsular española). Brunschwyler reconoció que éste es un "enorme revés" para la comunidad científica. "Todo el equipo, de forma muy personal, está muy disgustado con lo que ha ocurrido esta mañana", dijo.
Según explicó este ingeniero, la carga del cohete tiene un peso relativo bastante considerable con respecto a la estructura del vehículo, y en el momento de separación, es crucial que se produzca una gran aceleración. "Sin embargo, esta aceleración no tuvo lugar y, al parecer, esa fue la clave del fallo que no permitió a la nave entrar en órbita", explicó Brunschwyler.
"No hemos tenido un lanzamiento exitoso esta noche", reconocía el comentarista del canal de televisión de la NASA, George Diller, durante la retransmisión del despegue.
Objetivos frustrados
Con esta misión, la agencia espacial norteamericana pretendía poner su enorme potencial tecnológico para mejorar el conocimiento acerca del calentamiento global. Este proyecto, cuya inversíón total ha sido de más de 210 millones de euros, debía convertirse en la primera plataforma espacial diseñada para medir las concentraciones de CO2 -el principal gas de efecto invernadero responsable del cambio climático- en la atmósfera terrestre.
Según los cálculos científicos cerca del 60% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocadas por el hombre son absorbidas a partes iguales por los océanos y por los ecosistemas terrestres y los suelos. El resto permanece en la atmósfera aumentando la cantidad total de este gas y contribuyendo con ello al calentamiento global.
«El problema que tenemos para medir las concentraciones de CO2 es que es realmente difícil señalar dónde se encuentran los sumideros de este gas», asegura Anna Michalak, miembro del equipo científico del OCO. El nuevo observatorio de la NASA tenía precisamente el objetivo de identificar los sumideros o puntos de absorción y las principales fuentes emisoras.
El dióxido de carbono es uno de los componentes fundamentales de la atmósfera terrestre y por ello un pequeño cambio en el ciclo natural de emisión y absorción puede alterar gravemente el clima del planeta. El hombre es responsable de un 2% de su producción total, pero ese pequeño porcentaje ha situado las medidas de este gas en su nivel más alto del último millón de años. «Tenemos que poder diferenciar entre diferencias de concentración muy pequeñas», afirmaba antes del lanzamiento fallido el investigador principal del proyecto, David Crisp.
Por ese motivo el nuevo satélite, que tenía el inusual y pequeño tamaño de una cabina de teléfono, estaba equipado con tres equipos de medición llamados espectrofotómetros, dos para medir el CO2 y uno para el oxígeno molecular, que debía servir como control porque permanece constante en la atmósfera.
Según las previsiones de los científicos, la nave debería haber completado una vuelta cada 99 minutos y pasaría por el mismo lugar cada 16 días. Además, poseía un telescopio con una potente cámara dos veces más eficiente que la que porta el telescopio espacial Hubble.
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Lanzamiento de la nave OCO desde la base Vandenberg de California. | NASA
- La nave ha sufrido un grave fallo minutos después de su despegue en California
- La misión pretendía medir las concentraciones de CO2 en la atmósfera
- Su diseño y construcción han supuesto una inversión de 210 millones de euros
El lanzamiento de la misión OCO ('Observatorio Orbitador del Carbono'), la primera nave de la NASA diseñada para medir las concentraciones de CO2 en la atmósfera, ha fracasado. El cohete Taurus XL que debía poner en órbita la nave ha sufrido un problema minutos después de despegar de la base Vandenberg de la Fuerza Aérea de EEUU en California y los responsables de la misión creen que ha caído en el océano Pacífico, cerca de la Antártida.
"Los revestimientos de protección que envolvían al satélite como las dos conchas de una almeja no se separaron apropiadamente y eso, aparentemente, causó el fallo de la misión", dijo en una rueda de prensa Chuck Dovale, director de lanzamientos de la NASA.
La nave "no alcanzó su órbita y probablemente cayó en el océano Pacífico cerca de la Antártida", indicó por su parte John Brunschwyler, director de programa del Taurus XL.
Los expertos de la NASA explicaron que el fallo en el cohete portador se produjo a los tres minutos del despegue, que tuvo lugar a las 09.55 GMT (11.55, hora peninsular española). Brunschwyler reconoció que éste es un "enorme revés" para la comunidad científica. "Todo el equipo, de forma muy personal, está muy disgustado con lo que ha ocurrido esta mañana", dijo.
Según explicó este ingeniero, la carga del cohete tiene un peso relativo bastante considerable con respecto a la estructura del vehículo, y en el momento de separación, es crucial que se produzca una gran aceleración. "Sin embargo, esta aceleración no tuvo lugar y, al parecer, esa fue la clave del fallo que no permitió a la nave entrar en órbita", explicó Brunschwyler.
"No hemos tenido un lanzamiento exitoso esta noche", reconocía el comentarista del canal de televisión de la NASA, George Diller, durante la retransmisión del despegue.
Objetivos frustrados
Con esta misión, la agencia espacial norteamericana pretendía poner su enorme potencial tecnológico para mejorar el conocimiento acerca del calentamiento global. Este proyecto, cuya inversíón total ha sido de más de 210 millones de euros, debía convertirse en la primera plataforma espacial diseñada para medir las concentraciones de CO2 -el principal gas de efecto invernadero responsable del cambio climático- en la atmósfera terrestre.
Según los cálculos científicos cerca del 60% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocadas por el hombre son absorbidas a partes iguales por los océanos y por los ecosistemas terrestres y los suelos. El resto permanece en la atmósfera aumentando la cantidad total de este gas y contribuyendo con ello al calentamiento global.
«El problema que tenemos para medir las concentraciones de CO2 es que es realmente difícil señalar dónde se encuentran los sumideros de este gas», asegura Anna Michalak, miembro del equipo científico del OCO. El nuevo observatorio de la NASA tenía precisamente el objetivo de identificar los sumideros o puntos de absorción y las principales fuentes emisoras.
El dióxido de carbono es uno de los componentes fundamentales de la atmósfera terrestre y por ello un pequeño cambio en el ciclo natural de emisión y absorción puede alterar gravemente el clima del planeta. El hombre es responsable de un 2% de su producción total, pero ese pequeño porcentaje ha situado las medidas de este gas en su nivel más alto del último millón de años. «Tenemos que poder diferenciar entre diferencias de concentración muy pequeñas», afirmaba antes del lanzamiento fallido el investigador principal del proyecto, David Crisp.
Por ese motivo el nuevo satélite, que tenía el inusual y pequeño tamaño de una cabina de teléfono, estaba equipado con tres equipos de medición llamados espectrofotómetros, dos para medir el CO2 y uno para el oxígeno molecular, que debía servir como control porque permanece constante en la atmósfera.
Según las previsiones de los científicos, la nave debería haber completado una vuelta cada 99 minutos y pasaría por el mismo lugar cada 16 días. Además, poseía un telescopio con una potente cámara dos veces más eficiente que la que porta el telescopio espacial Hubble.
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