Patrullas de Berlusconi: los medios marcan la lucha criminal
La decisión de Berlusconi desafía que el Estado posea el monopolio legítimo de la violencia
Las experiencias previas han arrojado incluso resultados contraproducentes
Recolectar detractores de la última ocurrencia de Berlusconi no es nada complejo. Son muchas las voces, sobre todo entre los expertos, que se han levantado contra el establecimiento de patrullas ciudadanas para vigilar las calles, respuesta a la alarma social generada en torno a las recientes violaciones que han acontecido en Italia. "Esta medida recuerda al título de Shakespeare: mucho ruido y pocas nueces", nos dice Carlo Ruga, penalista en la Universidad de Milán
Críticas en lo teórico y en lo práctico
Fue un proceso complejo, pero, finalmente, con el paso de los años, se logró consolidar la máxima de Weber según la cual el Estado es la institución que posee el monopolio legítimo de la violencia. En este sentido, la decisión de Berlusconi supone un paso atrás, en la medida en que delega en los ciudadanos la posibilidad de ejercer dicha violencia, por mucho que los patrulleros vayan desarmados. "Es una pérdida del monopolio represivo del Estado", nos dice Carlo Ruga. Es una claudicación del Estado de Derecho, han llegado a decir otros detractores de la medida.
Las patrullas ciudadanas vivieron su particular auge a partir de los años setenta en Estados Unidos, y se popularizaron con rapidez en el ámbito anglosajón. Desde entonces, las evaluaciones sobre estas experiencias han sido frecuentes y, por lo general, han demostrado su escasa eficacia. De hecho, hay algunos estudios, como uno de Tim Hope, que demuestra que, lejos de reducir los delitos, las patrullas ciudadanas pueden estimular los niveles de inseguridad y la ansiedad de los ciudadanos. "Estar atentos para que un delito no se cometa puede ser casi tan divertido como mirar cómo se seca la pintura en una pared", ironizaba Hope. Es un diagnóstico que comparte Carlo Ruga: "Desde hace algunos años que se utilizan estos sistemas de vigilancia comunitaria en algunas ciudades italianas como Milán. Y parece que la criminalidad no ha sido derrotada. Creo que las patrullas aumentan la alarma social".
Al margen de la dudosa efectividad de las patrullas, este sistema puede llegar a generar nuevos riesgos para la seguridad. "Con el propósito de anular un riesgo, se ha abierto la puerta a otros nuevos. Las políticas públicas erráticas y oportunistas comprenden el riesgo de agravar el problema", opina Jaume Curbet, director del Proyecto Seguridad Ciudadana de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Entre estos riesgos se cuentan, por ejemplo, la articulación de 'rondas fascistas' o la vulnerabilidad de unos vigilantes con escasa preparación, entre otros. "Es más bien un obstáculo contra los principios del derecho y genera más violencia de la que evita", concluye Borja Mapelli, director del Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología.
La gestión de la alarma social
La forma en que ha cobrado cuerpo la iniciativa de Berlusconi se erige como metáfora de la política criminal que vivimos, al tratarse de un decreto aprobado por la vía urgente y bautizada con un nombre más que eufemístico ("Escuadras de Seguridad Participadas, según el texto legal"), tal y como se encarga de subrayar en su blog Vittorio Zucconi, directo del diario 'La Reppublica'. "Desde mi punto de vista, el establecimento de las patrullas ciudadanas es una medida que encaja bien en la política criminal habitual de Berlusconi: populista, simbólica e ideológica", reconoce Carlo Ruga.
De hecho, las estadísticas sobre criminalidad en Italia parecen contradecir la urgencia de las medidas adoptadas por el Consejo de Ministros italiano, ya que la criminalidad descendió en Italia un 10% durante 2008, mientras que las violaciones en grupo —ese delito que ha precipitado la instauración de patrullas— disminuyeron en un 25% ese mismo año. De hecho, no es descabellado vincular el discurso oficial sobre el establecimiento de las patrullas ciudadanas con la criminalización constante de los colectivos inmigrantes de la que ha hecho gala el ejecutivo italiano.
Esta manera de enfrentarse a la criminalidad tal vez no sea exclusiva de Berlusconi, ya que en España también se han vivido algunos episodios legislativos cercanos a esta lógica —más mediática que criminológica—, como demuestra la última reforma propuesta del Código Penal, que se ha granjeado las críticas tanto de los expertos del Grupo de Estudios de Política Criminal como del Consejo General del Poder Judicial. "Son medidas precipitadas que parecen fundadas en lo puramente emocional y en un populismo punitivo, ajeno a la búsqueda de las causas verdaderas que se encuentran en la base de la violencia", subraya Jaume Curbet.
La implicación de los ciudadanos en la seguridad ciudadana es una iniciativa loable, siempre que se sustente en la "participación democráticamente articulada, consistente en una acción concertada entre los servicios sociales, el Estado y los ciudadanos", insiste Jaume Curbet. Y es que existen muchas opciones, más flexibles y reflexivas, que la aprobada por Berlusconi con sus patrullas ciudadanas. Y tampoco hay que despreciar la posibilidad de instaurar medidas más imaginativas y menos intrusivas. Es un pensamiento que surge a colación de una frase que nos ha transmitido Borja Mapelli: "Si Berlusconi quisiera prevenir las violaciones, ¿por qué no establece un sistema de transporte nocturno y gratuito, con el que las mujeres podrían desplazarse con mayor seguridad por la ciudad?"
La decisión de Berlusconi desafía que el Estado posea el monopolio legítimo de la violencia
Las experiencias previas han arrojado incluso resultados contraproducentes
Recolectar detractores de la última ocurrencia de Berlusconi no es nada complejo. Son muchas las voces, sobre todo entre los expertos, que se han levantado contra el establecimiento de patrullas ciudadanas para vigilar las calles, respuesta a la alarma social generada en torno a las recientes violaciones que han acontecido en Italia. "Esta medida recuerda al título de Shakespeare: mucho ruido y pocas nueces", nos dice Carlo Ruga, penalista en la Universidad de Milán
Críticas en lo teórico y en lo práctico
Fue un proceso complejo, pero, finalmente, con el paso de los años, se logró consolidar la máxima de Weber según la cual el Estado es la institución que posee el monopolio legítimo de la violencia. En este sentido, la decisión de Berlusconi supone un paso atrás, en la medida en que delega en los ciudadanos la posibilidad de ejercer dicha violencia, por mucho que los patrulleros vayan desarmados. "Es una pérdida del monopolio represivo del Estado", nos dice Carlo Ruga. Es una claudicación del Estado de Derecho, han llegado a decir otros detractores de la medida.
Las patrullas ciudadanas vivieron su particular auge a partir de los años setenta en Estados Unidos, y se popularizaron con rapidez en el ámbito anglosajón. Desde entonces, las evaluaciones sobre estas experiencias han sido frecuentes y, por lo general, han demostrado su escasa eficacia. De hecho, hay algunos estudios, como uno de Tim Hope, que demuestra que, lejos de reducir los delitos, las patrullas ciudadanas pueden estimular los niveles de inseguridad y la ansiedad de los ciudadanos. "Estar atentos para que un delito no se cometa puede ser casi tan divertido como mirar cómo se seca la pintura en una pared", ironizaba Hope. Es un diagnóstico que comparte Carlo Ruga: "Desde hace algunos años que se utilizan estos sistemas de vigilancia comunitaria en algunas ciudades italianas como Milán. Y parece que la criminalidad no ha sido derrotada. Creo que las patrullas aumentan la alarma social".
Al margen de la dudosa efectividad de las patrullas, este sistema puede llegar a generar nuevos riesgos para la seguridad. "Con el propósito de anular un riesgo, se ha abierto la puerta a otros nuevos. Las políticas públicas erráticas y oportunistas comprenden el riesgo de agravar el problema", opina Jaume Curbet, director del Proyecto Seguridad Ciudadana de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Entre estos riesgos se cuentan, por ejemplo, la articulación de 'rondas fascistas' o la vulnerabilidad de unos vigilantes con escasa preparación, entre otros. "Es más bien un obstáculo contra los principios del derecho y genera más violencia de la que evita", concluye Borja Mapelli, director del Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología.
La gestión de la alarma social
La forma en que ha cobrado cuerpo la iniciativa de Berlusconi se erige como metáfora de la política criminal que vivimos, al tratarse de un decreto aprobado por la vía urgente y bautizada con un nombre más que eufemístico ("Escuadras de Seguridad Participadas, según el texto legal"), tal y como se encarga de subrayar en su blog Vittorio Zucconi, directo del diario 'La Reppublica'. "Desde mi punto de vista, el establecimento de las patrullas ciudadanas es una medida que encaja bien en la política criminal habitual de Berlusconi: populista, simbólica e ideológica", reconoce Carlo Ruga.
De hecho, las estadísticas sobre criminalidad en Italia parecen contradecir la urgencia de las medidas adoptadas por el Consejo de Ministros italiano, ya que la criminalidad descendió en Italia un 10% durante 2008, mientras que las violaciones en grupo —ese delito que ha precipitado la instauración de patrullas— disminuyeron en un 25% ese mismo año. De hecho, no es descabellado vincular el discurso oficial sobre el establecimiento de las patrullas ciudadanas con la criminalización constante de los colectivos inmigrantes de la que ha hecho gala el ejecutivo italiano.
Esta manera de enfrentarse a la criminalidad tal vez no sea exclusiva de Berlusconi, ya que en España también se han vivido algunos episodios legislativos cercanos a esta lógica —más mediática que criminológica—, como demuestra la última reforma propuesta del Código Penal, que se ha granjeado las críticas tanto de los expertos del Grupo de Estudios de Política Criminal como del Consejo General del Poder Judicial. "Son medidas precipitadas que parecen fundadas en lo puramente emocional y en un populismo punitivo, ajeno a la búsqueda de las causas verdaderas que se encuentran en la base de la violencia", subraya Jaume Curbet.
La implicación de los ciudadanos en la seguridad ciudadana es una iniciativa loable, siempre que se sustente en la "participación democráticamente articulada, consistente en una acción concertada entre los servicios sociales, el Estado y los ciudadanos", insiste Jaume Curbet. Y es que existen muchas opciones, más flexibles y reflexivas, que la aprobada por Berlusconi con sus patrullas ciudadanas. Y tampoco hay que despreciar la posibilidad de instaurar medidas más imaginativas y menos intrusivas. Es un pensamiento que surge a colación de una frase que nos ha transmitido Borja Mapelli: "Si Berlusconi quisiera prevenir las violaciones, ¿por qué no establece un sistema de transporte nocturno y gratuito, con el que las mujeres podrían desplazarse con mayor seguridad por la ciudad?"
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