La crisis y la resurrección de los ´guardacoches´
DOMINGO J. JORGE El guardacoches es un fenómeno más que ha resurgido con la "tormenta perfecta" de esta crisis latente que todos estamos padeciendo, cual larga gripe de invierno, un largo pero que muy largo invierno de crisis económica que nos espera.
Sí, revive nuevamente la figura del pobre indigente -en la mayoría de los casos- que asalta al conductor de un vehículo en la vía pública de Santa Cruz o La Laguna para ofrecerse a -dice él- "guardarle el coche". El servicio que este supuesto guardacoches ofrece, lógicamente, conlleva "el impuesto revolucionario" añadido, llámese el euro correspondiente, que ya piden como tarifa base.
Y el problema es que antes, recordemos por poner un ejemplo la época de Basilio Franco como concejal de Seguridad Ciudadana en Santa Cruz de Tenerife, los guardacoches campeaban por los descampados de Santa Cruz -tipo el rellano del Hospital Nuestra Señora de La Candelaria- y tenían, digamos acotados su lugar de actuación. Ahora lo que sucede es que los guardacoches, quienes ya casi estaban en período de extinción, han resucitado y han tomado nuevas ubicaciones, que son, en muchos casos, zonas cercanas a urbanizaciones o calles con viviendas particulares en sus entornos.
Por ponerles un ejemplo, nos apuntaba un vecino del barrio del Perú que "últimamente es frecuente el que aparezca por los alrededores del aparcamiento de la Urbanización Divina Pastora un individuo que intimida a los usuarios de dicho aparcamiento exigiéndoles el cobro de una cantidad a cambio de guardales el coche". Pero lo ocurrido en El Perú, parece que no es algo exclusivo de esta zona, sino que sucede lo mismo en La Salle, El Toscal, y si nos aproximamos a La Laguna, un ejemplo de ello son las cercanías de los antiguos juzgados, o la zona de San Benito.
Lógicamente, con la entrada en la crisis y el aumento del paro vuelve el sagrado derecho a "buscarse la vida", algo que a nadie se nos niega. Sin embargo, creo que lo que debería también de reclamarse es el derecho a que el vecino aparque en la vía pública sin verse obligado a pagar por un servicio que él no ha solicitado ni contratado. Y nos parece que es a la concejalía de Seguridad Ciudadana a quien corresponde el controlar la aparición de este tipo de elementos que se autodenominan "guardacoches" y que en no pocos casos lo que son es "intimidadores de los usuarios de la vía pública de nuestra área metropolitana". Anotamos que más de un conductor,-a se ve intimidado por el supuesto "vigilante", y "se nos obliga casi bajo persecución a que le demos el eurito de marras, y muchas veces con algo de agresividad añadida".
Hombre, volver a intentar aquella "brigada de guardacoches" o de "vigilantes" que quiso llevar a cabo Basilio Franco, no creo que sea lo más ocurrente en esta ocasión, pero sí solicitar a estos individuos el que dejen aparcar en paz a quienes así lo desea. Pongamos una nota jocosa final: ¿Imagínense qué sucedería si a uno de estos guardacoches se les ocurriera vigilar los automóviles que aparcan en la entrada del Ayuntamiento de Santa Cruz o de La Laguna? ¿Actuaría en este caso la concejalía de Seguridad Ciudadana?
DOMINGO J. JORGE El guardacoches es un fenómeno más que ha resurgido con la "tormenta perfecta" de esta crisis latente que todos estamos padeciendo, cual larga gripe de invierno, un largo pero que muy largo invierno de crisis económica que nos espera.
Sí, revive nuevamente la figura del pobre indigente -en la mayoría de los casos- que asalta al conductor de un vehículo en la vía pública de Santa Cruz o La Laguna para ofrecerse a -dice él- "guardarle el coche". El servicio que este supuesto guardacoches ofrece, lógicamente, conlleva "el impuesto revolucionario" añadido, llámese el euro correspondiente, que ya piden como tarifa base.
Y el problema es que antes, recordemos por poner un ejemplo la época de Basilio Franco como concejal de Seguridad Ciudadana en Santa Cruz de Tenerife, los guardacoches campeaban por los descampados de Santa Cruz -tipo el rellano del Hospital Nuestra Señora de La Candelaria- y tenían, digamos acotados su lugar de actuación. Ahora lo que sucede es que los guardacoches, quienes ya casi estaban en período de extinción, han resucitado y han tomado nuevas ubicaciones, que son, en muchos casos, zonas cercanas a urbanizaciones o calles con viviendas particulares en sus entornos.
Por ponerles un ejemplo, nos apuntaba un vecino del barrio del Perú que "últimamente es frecuente el que aparezca por los alrededores del aparcamiento de la Urbanización Divina Pastora un individuo que intimida a los usuarios de dicho aparcamiento exigiéndoles el cobro de una cantidad a cambio de guardales el coche". Pero lo ocurrido en El Perú, parece que no es algo exclusivo de esta zona, sino que sucede lo mismo en La Salle, El Toscal, y si nos aproximamos a La Laguna, un ejemplo de ello son las cercanías de los antiguos juzgados, o la zona de San Benito.
Lógicamente, con la entrada en la crisis y el aumento del paro vuelve el sagrado derecho a "buscarse la vida", algo que a nadie se nos niega. Sin embargo, creo que lo que debería también de reclamarse es el derecho a que el vecino aparque en la vía pública sin verse obligado a pagar por un servicio que él no ha solicitado ni contratado. Y nos parece que es a la concejalía de Seguridad Ciudadana a quien corresponde el controlar la aparición de este tipo de elementos que se autodenominan "guardacoches" y que en no pocos casos lo que son es "intimidadores de los usuarios de la vía pública de nuestra área metropolitana". Anotamos que más de un conductor,-a se ve intimidado por el supuesto "vigilante", y "se nos obliga casi bajo persecución a que le demos el eurito de marras, y muchas veces con algo de agresividad añadida".
Hombre, volver a intentar aquella "brigada de guardacoches" o de "vigilantes" que quiso llevar a cabo Basilio Franco, no creo que sea lo más ocurrente en esta ocasión, pero sí solicitar a estos individuos el que dejen aparcar en paz a quienes así lo desea. Pongamos una nota jocosa final: ¿Imagínense qué sucedería si a uno de estos guardacoches se les ocurriera vigilar los automóviles que aparcan en la entrada del Ayuntamiento de Santa Cruz o de La Laguna? ¿Actuaría en este caso la concejalía de Seguridad Ciudadana?
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