El Barça sentencia y se deja llevar

El Barça sentencia y se deja llevar

El Camp Nou presenció anoche las dos caras extremas de la bestia. En 42 minutos, el coliseo barcelonista acogió una demostración de fuerza bruta de época por parte del equipo de Guardiola, con cuatro goles a favor y un rival como mero espectador sobre la tribuna del cadalso. Pero tiene este Barcelona la mala costumbre de extraviarse pensando en su grandeza. Así que antes de cerrar definitivamente su pase a cuartos de la Liga de Campeones permitió que el insurrecto Olympique aspirara a la proeza hasta el desenlace con dos tantos. [Narración y estadísticas]


Precisamente la misma noche en la que el Barcelona hizo del fútbol una obra de arte de incalculable valor se permitió el lujo de tirar tanta hermosura al vertedero más cercano. La segunda mitad fue un calco de lo visto en el Calderón; es decir, un turulato intercambio de golpes que para nada le convenía y que hizo de la ruleta rusa un juego de niños de preescolar.
Antes de ponerse a bailar en el borde del precipicio, la hinchada azulgrana tuvo tiempo suficiente para hinchar pecho y levantar mentón. Fue gracias a una primera parte exultante, en la que el Barcelona exhibió todas esas virtudes que, puestas en práctica, dejan al rival sin ánimo de responder. Pensó Claude Puel que para atajar el fluido azulgrana sólo cabía poblar el centro del campo con hasta cinco futbolistas (Delgado abandonó la banda para ayudar en la medular y Benzema formó como único hombre en punta). La treta no sirvió para demasiado ante la salvaje presión del Barcelona sobre la defensa adelantada del Olympique. Apenas acertaban los franceses a tocar dos veces el balón antes de verse obligados a mirar a su espalda.
Los dos primeros tantos azulgrana fueron simétricos y llegaron con dos minutos de diferencia. Perdida de balón gala, pase al espacio a Henry y, tras excelente definición del 14, los pertinentes besuqueos a sus tatuajes de la muñeca. Tanto ha cambiado la suerte de 'Titi' que incluso el Camp Nou se siente con ánimo para despedirle entre ovaciones y aplausos. No es Henry un futbolista demasiado solidario, ni en la presión ni en las ayudas en banda, pero conserva ese olfato goleador que le permite codearse aún con la nobleza.
En su primera dentellada, el galo se aprovechó de la recuperación y la fenomenal asistencia de Márquez. En la segunda, coloreó una gran combinación entre Xavi y Eto’o. Aún dos datos a tener en cuenta. Clerc, su teórico marcador, siempre quedó lejos de la escena. Sí que apareció por allí Boumsong, aunque fuera para romper sendos fueras de juego y demostrar que ni siquiera sabe compensar su lentitud con algo de colocación.
El Barcelona dio su segundo gran achuchón en el ocaso del primer tiempo. Irrumpió Messi, por primera y última vez en la noche, para levantar al estadio y celebrar el tercer gol de la noche. Su jugada, pese a su carácter esporádico, fue sublime. Controló con el pecho en su habitual zona de influencia, dejó a Grosso y Delgado corriendo tras su camiseta y, tras pared con Eto’o en el área, depositó el cuero con sutileza a la izquierda de Lloris.
Tan bien estaban encajados los dientes de las ruedas que hasta Eto’o se dio el gustazo de reencontrarse con el gol tras un mes de penurias. Aunque en dicha jugada tuvo mucho que decir el estibador Cris, quien confirmó que su dueto con Boumsong debe ser de los peores del continente. Entre risas y carcajadas llegó el cabezazo de Makoun a un minuto del descanso. Aún había abrazos cuando Juninho, más pendiente de repartir que de dirigir (acabó expulsado), provocó la inquietud en el Camp Nou después de un fallo de Márquez.
Dos goles más, y el Olympique hubiera completado el asalto a su particular Bastilla. Una proeza que no llegaría. La serenidad azulgrana avanzó al mismo ritmo en que Benzema confirmó su fracaso en la eliminatoria. Respiró el Barcelona, volvió a dejar las dudas a buen recaudo y Keita coronó una clasificación más que merecida. Los de Guardiola dejan otra huella en su camino hacia Roma.