¿Qué ocultan las paredes de La Paca?
XAVIER PERIS. PALMA. Del árbol caído todo el mundo hace leña. Lejos parecen quedar los tiempos en los que La Paca imponía su ley. Tras su ingreso en prisión y su durísima condena a 22 años por el caso Son Banya, parece que le están perdiendo el respeto y algunos delincuentes intentan sacar tajada de lo que queda de su fortuna. En la madrugada del pasado lunes cuatro hombres fueron detenidos tras asaltar la casa que la narcotraficante tiene en Son Gotleu. Iban armados con una espada japonesa y una cachiporra, y llevaban bridas y cinta de embalar, con la intención de inmovilizar a quien encontrasen dentro. Unos días antes habían drogado con pastillas a los dos perros pitbull que la actual moradora tenía para guardar la casa.
* ¿Dinero en las paredes? La rápida actuación de la Policía Nacional, alertada por los vecinos, permitió capturar a los ladrones cuando huían. Dado el cariz extremadamente violento de los asaltantes -uno no dudó en enfrentarse con la catana a los agentes- y ante la posibilidad de que hubiera alguien herido o maniatado en la casa, los policías entraron a inspeccionarla. Fue entonces, al ver las fotografías que adornaban las paredes, cuando se dieron cuenta de quién era la propietaria. En las fotos aparecía La Paca, y en algunas posaba junto a los monos que tenía como animales de compañía. La humilde apariencia exterior de la vivienda, una planta baja de la calle Sant Leandre, contrastaba con el lujo del interior, con carísimos electrodomésticos, mármol y baños con jacuzzi. Los ladrones habían llevado herramientas de albañilería y habían desmontado los falsos techos y la chimenea. Al parecer iban detrás de una gran cantidad de dinero que, según creían, se ocultaba en algún lugar de la vivienda. Esta es una práctica habitual de los narcos de Colombia, y allí la Policía ha descubierto grandes alijos y dinero tras falsos tabiques de las casas.
* Abusos en el aeropuerto. Tras el cambio en las medidas de seguridad de los aeropuertos, somos numerosos los ciudadanos que hemos tenido que soportar situaciones humillantes y abusivas en los controles. Pero luego descubres hasta qué punto todo es una pantomima, y aún te irrita más. El pasado viernes, una trabajadora del aeropuerto se dirige a su puesto, al otro lado del control. Faltaban veinte minutos para el inicio de su jornada, por lo que afronta con tranquilidad el trámite. Al pasar por el arco detector de metales, el aparato pita. Ella sabe que la máquina está programada para dar la alarma de forma aleatoria cada cierto número de controles, así que asume resignada que la cacheen. El problema es que no hay ninguna mujer entre los vigilantes y guardias de servicio, y le dicen que tienen que esperar a que llegue una guardia. Pasan 25 minutos, en los que permanece sentada viendo cómo todo el mundo pasa menos ella. Y por fin, aparece una pareja de guardias civiles, hombres. Le dicen que no hay mujeres disponibles. Solo hay una, ocupada en el otro control, que está a 15 minutos de camino. Ella solicita que avisen a una agente de la Policía Nacional, pero se niegan. Así que tiene que dar la vuelta, salir fuera de la zona de seguridad, caminar los 15 minutos y pasar por el control de pasajeros. Una vez allí, pasa sin problemas por el detector de metales. Nuestra heroína es consciente que desde el primer control han avisado aquí para que la cacheen, e intenta decírselo a uno de los guardias. "Señora, usted no ha pitado, así que pase", le responde. Cuando ya se alejaba, la agente femenina la reclama. La tiene que cachear. Ella le hace ver que su compañero le ha dicho que pase. "No es él, soy yo", le responde. Así que la hace pasar de nuevo por el arco y la cachea delante de todo el mundo. Cuando consigue pasar el control son casi las cuatro de la tarde. Ha invertido una hora y tres cuartos en esta aventura, y llega una hora tarde al trabajo. Entonces se da cuenta de que en el bolso, que ha pasado repetidas veces por los escáners, lleva un cuchillo para la merienda y unas tijeras. Y nadie le ha dicho nada.
* ¿Es necesario? Entonces uno se acuerda de lo que ocurrió cuando los jugadores del Real Madrid regresaban tras jugar contra el Mallorca el pasado enero. Tanto los jugadores como sus acompañantes pasaron libremente por los detectores, que no dejaban de pitar porque ni siquiera los desconectaron. Pasaban con las bolsas en la mano, sin colocarlas en el escáner, y allí no se cacheó a nadie. Y uno se plantea hasta qué punto es normal que te obliguen a tirar un botellín de agua a la basura, o el contenido de un biberón. Y piensa en los abusos que sufrimos, sumisos como ovejas, por una mal entendida seguridad. Porque estoy seguro de que si Bin Laden viera alguna vez la cantidad de ciudadanos honrados que son obligados a quitarse en público chaquetas, cinturones y zapatos, se partiría de risa.
* La prueba empírica. Un juzgado de Palma tramita la denuncia de una mujer, que cuenta que al bajar de un autobús de la EMT y cerrarse la puerta, quedó atrapada por el bolso. El vehículo arrancó y la arrastró, hasta que cayó al suelo y resultó herida. Los técnicos de la EMT lo niegan. Es imposible, dicen, porque los mecanismos de seguridad de los autobuses lo impiden. Para salir de dudas, el juez hace venir un autobús a la puerta de Vía Alemania, y ordena a la mujer reconstruir la secuencia, con el mismo bolso.
XAVIER PERIS. PALMA. Del árbol caído todo el mundo hace leña. Lejos parecen quedar los tiempos en los que La Paca imponía su ley. Tras su ingreso en prisión y su durísima condena a 22 años por el caso Son Banya, parece que le están perdiendo el respeto y algunos delincuentes intentan sacar tajada de lo que queda de su fortuna. En la madrugada del pasado lunes cuatro hombres fueron detenidos tras asaltar la casa que la narcotraficante tiene en Son Gotleu. Iban armados con una espada japonesa y una cachiporra, y llevaban bridas y cinta de embalar, con la intención de inmovilizar a quien encontrasen dentro. Unos días antes habían drogado con pastillas a los dos perros pitbull que la actual moradora tenía para guardar la casa.
* ¿Dinero en las paredes? La rápida actuación de la Policía Nacional, alertada por los vecinos, permitió capturar a los ladrones cuando huían. Dado el cariz extremadamente violento de los asaltantes -uno no dudó en enfrentarse con la catana a los agentes- y ante la posibilidad de que hubiera alguien herido o maniatado en la casa, los policías entraron a inspeccionarla. Fue entonces, al ver las fotografías que adornaban las paredes, cuando se dieron cuenta de quién era la propietaria. En las fotos aparecía La Paca, y en algunas posaba junto a los monos que tenía como animales de compañía. La humilde apariencia exterior de la vivienda, una planta baja de la calle Sant Leandre, contrastaba con el lujo del interior, con carísimos electrodomésticos, mármol y baños con jacuzzi. Los ladrones habían llevado herramientas de albañilería y habían desmontado los falsos techos y la chimenea. Al parecer iban detrás de una gran cantidad de dinero que, según creían, se ocultaba en algún lugar de la vivienda. Esta es una práctica habitual de los narcos de Colombia, y allí la Policía ha descubierto grandes alijos y dinero tras falsos tabiques de las casas.
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* ¿Es necesario? Entonces uno se acuerda de lo que ocurrió cuando los jugadores del Real Madrid regresaban tras jugar contra el Mallorca el pasado enero. Tanto los jugadores como sus acompañantes pasaron libremente por los detectores, que no dejaban de pitar porque ni siquiera los desconectaron. Pasaban con las bolsas en la mano, sin colocarlas en el escáner, y allí no se cacheó a nadie. Y uno se plantea hasta qué punto es normal que te obliguen a tirar un botellín de agua a la basura, o el contenido de un biberón. Y piensa en los abusos que sufrimos, sumisos como ovejas, por una mal entendida seguridad. Porque estoy seguro de que si Bin Laden viera alguna vez la cantidad de ciudadanos honrados que son obligados a quitarse en público chaquetas, cinturones y zapatos, se partiría de risa.
* La prueba empírica. Un juzgado de Palma tramita la denuncia de una mujer, que cuenta que al bajar de un autobús de la EMT y cerrarse la puerta, quedó atrapada por el bolso. El vehículo arrancó y la arrastró, hasta que cayó al suelo y resultó herida. Los técnicos de la EMT lo niegan. Es imposible, dicen, porque los mecanismos de seguridad de los autobuses lo impiden. Para salir de dudas, el juez hace venir un autobús a la puerta de Vía Alemania, y ordena a la mujer reconstruir la secuencia, con el mismo bolso.
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