España tiene que entrar en el porvenir de la mano del desarrollo social de la Unión Europea
El despido individual y colectivo (1)
Ponencia de Ignacio Fernández Toxo, Secretario General de CCOO en la jornada de estudio promovida por la Fundación 1º de Mayo y la Confederación Sindical de CCOO
15-05-2009 -
La crisis española se produce por el agotamiento de un modelo de producción que ha servido, aprovechando unas determinadas ventajas competitivas propias de nuestro país, para el impulso del crecimiento económico y la modernización de España en las últimas décadas. Ese impulso ha llegado a su fin.
El despido y la protección social de los trabajadores forman parte de un debate oportuno, pertinente y de máximo interés y actualidad.
No voy a postular desde la doctrina sino desde la acción sindical, desde la propuesta y desde otra alternativa distinta a la que en estos momentos se está abriendo paso en el escenario político y económico.
La situación es sobradamente conocida. Se han dedicado muchos esfuerzos y literatura, sesudas reflexiones y análisis técnicos, a las causas de la crisis, de lo que sucede en la economía y por qué sucede.
Empezaré por una afirmación que es la clave de lo que más adelante desarrollaré de forma pormenorizada. Las causas de la situación que vivimos en España no residen en el mercado laboral; las razones últimas de la profundidad de la crisis no hay que buscarlas ahí. Algunos sectores de opinión han dedicado ingentes esfuerzos a intentar convencer a la sociedad de que únicamente la situación internacional era la que estaba provocando la caída en picado del ciclo económico de bonanza en España, con las consecuencias derivadas de ella de destrucción de empleo y deterioro social.
En CC.OO pensamos que España habría entrado en crisis aun sin crisis internacional. Ésta, cierto es, ha venido a agravar lo que ya presentaba síntomas evidentes de gravedad. La crisis española se produce por el agotamiento de un modelo de producción que ha servido, aprovechando unas determinadas ventajas competitivas propias de nuestro país, para el impulso del crecimiento económico y la modernización de España en las últimas décadas. Ese impulso ha llegado a su fin. Se ha alargado durante excesivo tiempo la explotación de esas ventajas competitivas muy vinculadas al factor coste de trabajo, incluida la protección social, descuidando la necesaria e imperiosa transformación del caduco modelo productivo. Las reformas que se han venido sucediendo como parches a corto plazo han puesto el acento donde no había necesidad con el propósito de estirar el mantenimiento de esas ventajas a las que antes aludíamos. Esas reformas que pretendían seguir explotando la misma veta y privilegios son defendidas por sectores muy influyentes y sus altavoces mediáticos; según ellos, para aumentar la competitividad y la productividad de nuestras empresas hay que modificar el Estatuto de los Trabajadores y replantearse qué Seguridad Social queremos y nos podemos permitir. Desde CC.OO. hemos rechazado esta tesis porque nos parece una fuente exhausta y ya exprimida hasta la última gota.
CCOO plantea una alternativa de trabajo distinta que se va abriendo paso en la sociedad. Las críticas fueron feroces cuando explicitamos que no estábamos en disposición de aceptar la congelación generalizada de los salarios en la negociación colectiva. Como por está vía no hallaron luz, quisieron cobrarse otra pieza básica, la reducción en 3 puntos de las cotizaciones a la Seguridad Social. Como es lógico, no hubo acuerdo en la firma de los convenios colectivos.
Seguimos sin compartir la idea de que para salir de la crisis hay que abaratar los costes salariales directos e indirectos. Parece obvio que no se puede combatir con eficacia la caída del consumo con menos recursos para poder consumir. Además, la deflación que se apunta en el horizonte puede agravar los síntomas de la crisis y traer como consecuencia mayor destrucción de tejido industrial y de puestos de trabajo.
En este contexto, también hemos rechazado la tesis de una reforma laboral que flexibilizara aún más nuestro mercado laboral. Las estadísticas recientes avalan nuestra posición de que la flexibilidad sin más no crea puestos de trabajo, ni estables ni temporales. En España, el despido no es caro ni el mercado laboral rígido: son mitos que nos quiere imponer un discurso ya superado por la realidad.
Hay una cultura de empresa muy extendida en nuestro país que dice que la temporalidad, que oscila en unas tasas del 27 % al 35 %, ha sido la causa de nuestro despegue económico y del crecimiento espectacular del Producto Interior Bruto (PIB), lo que nos ha llevado a crear el doble de empleo que la media europea, zona euro. Cierto es, pero también es verdad que ahora duplicamos la tasa de destrucción de puestos de trabajo a una celeridad muy superior a la media de nuestro entorno geográfico.
Tampoco creemos que la solución a los males actuales, en relación a la competitividad de las empresas, venga por la reducción de las cotizaciones sociales. Lo que sostienen las organizaciones patronales, de llevarse a efecto, supondría transferir a excedente empresarial directamente y de una sola tacada 11.500 millones de euros, al tiempo que al finalizar el año en curso la Seguridad Social arrojaría un déficit de 9.000 millones de euros. En un máximo de 7 años, si se aplicara una medida de este calado, nos llevaríamos por delante el Fondo de Reserva de la Seguridad Social y al poco tiempo el Sistema Público de Pensiones. No compartimos las tesis expuestas. Estamos trabajando en la dirección opuesta, aportando ideas, realizando propuestas y elaborando alternativas que pongan a los trabajadores en el centro de la cuestión. Contra los trabajadores no existe solución ni alternativa social viable.
Nos preocupan las personas: todos aquellos que queriendo trabajar no pueden hacerlo, los que buscan empleo y no lo encuentran, los que lo han perdido, los que se incorporan por primera vez al mercado laboral… Nuestro sistema de protección social tiene límites y en el contexto actual en que menguan los ingresos regulares y crece la demanda de prestaciones la caja del Instituto Nacional de Empleo (INEM) no va a poder atender las peticiones en aumento. Compartimos con el Gobierno su compromiso, de que más allá de las circunstancias coyunturales, se dará cobertura a las personas que han perdido o pierdan el empleo en esta situación de crisis. Pero no hay que olvidar que los sistemas públicos de protección social contra el desempleo, tanto en su vertiente contributiva como asistencial, no van a ser suficientes para cubrir todas las necesidades si el ciclo bajista económico se extiende sin fecha de caducidad. Ya se está conformando una zona de exclusión social muy preocupante, según datos del Ministerio de Trabajo unas 300.000 personas, aunque las cifras oficiales del desempleo indican que son más de un millón de ciudadanos, que solapan, quizás, datos referidos a la economía sumergida y a personas perceptoras de rentas básicas o salarios de inserción. Los datos reales son desconocidos porque falta coordinación eficaz entre las distintas administraciones públicas, incluidas las comunidades autónomas, que tienen competencias en este terreno transferidas por el Estado. Esas bases de datos dispersas habría que ponerlas en contacto unas con otras para saber la dimensión real del creciente fenómeno de exclusión. Hay que buscar elementos de cobertura, de protección y de empleo para estas personas que están en situación de mayor riesgo con los recursos disponibles y con otros que habría que aprobar mediante vías de financiación imaginativas.
La cuestión central pasa también por frenar la sangría de destrucción de empleo. Primero protección social y en paralelo movilizar recursos para reactivar la economía, sabiendo que los milagros no existen y que gran parte de la solución reside en una mayor proactividad de la Unión Europea y otra gran tajada en la acción concertada de los gobiernos a escala mundial. Algunas medidas apuntadas en la reunión del G-20 parecen ir en la buena dirección, otras no tanto. Hay que esperar para ver como se implementan las decisiones y los compromisos que allí se adquirieron. Sin embargo, no hay que llamarse a engaño: las declaraciones formales sin financiación son mera poesía, que como mucho servirán para enfrentar con alivio los procesos electorales en ciernes, el más inmediato las elecciones europeas del 7 de Junio. Desde CC.OO. le hemos hecho saber a la Vicepresidenta primera y Ministra de Economía que para operaciones de cosmética no cuenten con nosotros. Si el Gobierno va en serio contra la crisis, nosotros estaremos con el mismo propósito y empeño.
Muy ligado a la crisis que padecemos se encuentra el reto fundamental que tiene nuestro país: la transformación del modelo productivo, algo que no será posible ni realidad inmediata a corto plazo. Hemos de pensar a 10 o 15 años vista, pero la primera piedra para ese nuevo paradigma de producción hay que ponerla ya empezando a actuar en los sectores que nos han llevado a remolque hasta aquí mismo. Esto no puede interpretarse como un dejar de la mano al sector de la construcción hasta su hundimiento total ni de abandonar a su suerte al sector servicios. Ambos deben jugar en el futuro un papel importante en la generación de empleo, pero de mayor calidad si cabe.
Hay que elaborar un plan de infraestructuras coherente para anticiparnos al futuro, que no es igual a lanzarse a echar hormigón a las carreteras sin ton ni son. Hay que hablar de intermodalidad y de movilidad en las grandes ciudades. Hay que hablar de eficiencia energética. Hay que introducir en el PIB nuevos conceptos sociales. Hay que establecer una política de vivienda adecuada sin volver a la locura de construir 800.000 viviendas al año. En esta situación de crisis, los bancos son los mayores propietarios de pisos en nuestro país, una paradoja que puede revertir en positivo a la sociedad si en colaboración con las distintas administraciones públicas pone sustocken el mercado en condiciones asequibles para la inmensa mayoría. Bien es cierto que esta medida no sería factible sin abrir el grifo del crédito hoy casi cerrado a las familias.
En definitiva, hay que incidir en el futuro y en la coyuntura. En el campo de acción inmediato, el Gobierno, a nuestro parecer, ha llevado al Parlamento un plan de actuación urgente de alto riesgo que incide en la idea de un modelo ya gastado, lo que unido a la lógica de las mayorías parlamentarias en precario pueden terminar desembocando en lo que nadie desea: el conflicto social.
Desde CC.OO. le venimos diciendo al Gobierno que es preciso un plan de choque para la coyuntura que mire a las personas y que busque la dinamización de los sectores económicos que pueden sostener y generar empleo en mayor medida. El desarrollo práctico de la ley de Dependencia y las iniciativas de crédito a las empresas y las familias son esenciales para ver la luz del túnel en que estamos inmersos ahora.
Personas, economía y sector financiero son las piedras angulares para salir de la coyuntura de crisis. Esto para andar por el día a día, pero también es necesario, como hemos apuntado antes, poner las luces largas para ver más allá del presente inmediato y eludir el atrapamiento en los temas recurrentes de siempre, la reforma laboral y la reforma de la Seguridad Social siempre en clave de pactar una transferencia de rentas del trabajo a rentas del capital. A esta lógica, CC.OO. no le prestará sus esfuerzos.
CCOO apuesta por un cambio de modelo productivo en España que contemple varias piezas fundamentales:
*
- Una transformación tecnológica con mayor implicación del sector privado, aunque el sector público juegue el papel de motor de arrastre, teniendo presente que la base fundamental de generación de empleo ha de estar en la industria.
*
- Definición de un nuevo modelo energético. Hay que salir del falso debate, nucleares sí, nucleares no, con un fuerte compromiso con el medio ambiente.
Esas son las piezas imprescindibles para salir de la crisis y no repetir idénticas situaciones a las actuales, sin olvidar otro elemento de gran importancia: la educación. España ha dado un salto de gigante en materia educativa en los últimos decenios. Se ha generalizado la educación, ahora necesitamos ganar la batalla de la calidad del sistema educativo en todos los niveles, muy especialmente en la Formación Profesional. La FP ha avanzado, pero no lo suficiente. El sistema educativo ha de ponerse en relación con el entramado productivo, esto es, con el mundo de la empresa, porque la FP no puede ser bajo ningún concepto el refugio del fracaso escolar. Un país moderno no puede permitírselo. Hasta aquí han convivido una franja de trabajadores de alta cualificación, con una intermedia muy débil y una tercera descualificada muy numerosa, que ha sido precisamente la que ha sustentado el modelo de crecimiento hasta nuestros días. Sin cambio en el sistema educativo no habrá nuevo modelo productivo.
La cuarta pata de ese hipotético pacto de Estado descansaría en un reforzado sistema de protección social, que al día de hoy está desempeñando un rol anticíclico de primera magnitud. En este capítulo, CC.OO. desea cooperar en los trabajos parlamentarios de renovación del Pacto de Toledo. Nosotros consideramos que no sólo hay que hablar de contención del gasto sino también de la capacidad de generar ingresos en la Seguridad Social a partir de elevar las bases mínimas de cotización y de incrementar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), consiguiendo de esta modo mejorar notablemente las arcas de la Seguridad Social. En cualquier escenario que se dé, en CC.OO. estamos comprometidos con el sistema público de Seguridad Social y con el sistema de Pensiones en particular.
España no puede entrar en el futuro importando modelos que no son propios del ámbito europeo. España tiene que entrar en el porvenir de la mano del desarrollo social de la Unión Europea.
Cuadernos de la Fundación 1º de Mayo
El despido individual y colectivo (1)
Ponencia de Ignacio Fernández Toxo, Secretario General de CCOO en la jornada de estudio promovida por la Fundación 1º de Mayo y la Confederación Sindical de CCOO
15-05-2009 -
La crisis española se produce por el agotamiento de un modelo de producción que ha servido, aprovechando unas determinadas ventajas competitivas propias de nuestro país, para el impulso del crecimiento económico y la modernización de España en las últimas décadas. Ese impulso ha llegado a su fin.
El despido y la protección social de los trabajadores forman parte de un debate oportuno, pertinente y de máximo interés y actualidad.
No voy a postular desde la doctrina sino desde la acción sindical, desde la propuesta y desde otra alternativa distinta a la que en estos momentos se está abriendo paso en el escenario político y económico.
La situación es sobradamente conocida. Se han dedicado muchos esfuerzos y literatura, sesudas reflexiones y análisis técnicos, a las causas de la crisis, de lo que sucede en la economía y por qué sucede.
Empezaré por una afirmación que es la clave de lo que más adelante desarrollaré de forma pormenorizada. Las causas de la situación que vivimos en España no residen en el mercado laboral; las razones últimas de la profundidad de la crisis no hay que buscarlas ahí. Algunos sectores de opinión han dedicado ingentes esfuerzos a intentar convencer a la sociedad de que únicamente la situación internacional era la que estaba provocando la caída en picado del ciclo económico de bonanza en España, con las consecuencias derivadas de ella de destrucción de empleo y deterioro social.
En CC.OO pensamos que España habría entrado en crisis aun sin crisis internacional. Ésta, cierto es, ha venido a agravar lo que ya presentaba síntomas evidentes de gravedad. La crisis española se produce por el agotamiento de un modelo de producción que ha servido, aprovechando unas determinadas ventajas competitivas propias de nuestro país, para el impulso del crecimiento económico y la modernización de España en las últimas décadas. Ese impulso ha llegado a su fin. Se ha alargado durante excesivo tiempo la explotación de esas ventajas competitivas muy vinculadas al factor coste de trabajo, incluida la protección social, descuidando la necesaria e imperiosa transformación del caduco modelo productivo. Las reformas que se han venido sucediendo como parches a corto plazo han puesto el acento donde no había necesidad con el propósito de estirar el mantenimiento de esas ventajas a las que antes aludíamos. Esas reformas que pretendían seguir explotando la misma veta y privilegios son defendidas por sectores muy influyentes y sus altavoces mediáticos; según ellos, para aumentar la competitividad y la productividad de nuestras empresas hay que modificar el Estatuto de los Trabajadores y replantearse qué Seguridad Social queremos y nos podemos permitir. Desde CC.OO. hemos rechazado esta tesis porque nos parece una fuente exhausta y ya exprimida hasta la última gota.
CCOO plantea una alternativa de trabajo distinta que se va abriendo paso en la sociedad. Las críticas fueron feroces cuando explicitamos que no estábamos en disposición de aceptar la congelación generalizada de los salarios en la negociación colectiva. Como por está vía no hallaron luz, quisieron cobrarse otra pieza básica, la reducción en 3 puntos de las cotizaciones a la Seguridad Social. Como es lógico, no hubo acuerdo en la firma de los convenios colectivos.
Seguimos sin compartir la idea de que para salir de la crisis hay que abaratar los costes salariales directos e indirectos. Parece obvio que no se puede combatir con eficacia la caída del consumo con menos recursos para poder consumir. Además, la deflación que se apunta en el horizonte puede agravar los síntomas de la crisis y traer como consecuencia mayor destrucción de tejido industrial y de puestos de trabajo.
En este contexto, también hemos rechazado la tesis de una reforma laboral que flexibilizara aún más nuestro mercado laboral. Las estadísticas recientes avalan nuestra posición de que la flexibilidad sin más no crea puestos de trabajo, ni estables ni temporales. En España, el despido no es caro ni el mercado laboral rígido: son mitos que nos quiere imponer un discurso ya superado por la realidad.
Hay una cultura de empresa muy extendida en nuestro país que dice que la temporalidad, que oscila en unas tasas del 27 % al 35 %, ha sido la causa de nuestro despegue económico y del crecimiento espectacular del Producto Interior Bruto (PIB), lo que nos ha llevado a crear el doble de empleo que la media europea, zona euro. Cierto es, pero también es verdad que ahora duplicamos la tasa de destrucción de puestos de trabajo a una celeridad muy superior a la media de nuestro entorno geográfico.
Tampoco creemos que la solución a los males actuales, en relación a la competitividad de las empresas, venga por la reducción de las cotizaciones sociales. Lo que sostienen las organizaciones patronales, de llevarse a efecto, supondría transferir a excedente empresarial directamente y de una sola tacada 11.500 millones de euros, al tiempo que al finalizar el año en curso la Seguridad Social arrojaría un déficit de 9.000 millones de euros. En un máximo de 7 años, si se aplicara una medida de este calado, nos llevaríamos por delante el Fondo de Reserva de la Seguridad Social y al poco tiempo el Sistema Público de Pensiones. No compartimos las tesis expuestas. Estamos trabajando en la dirección opuesta, aportando ideas, realizando propuestas y elaborando alternativas que pongan a los trabajadores en el centro de la cuestión. Contra los trabajadores no existe solución ni alternativa social viable.
Nos preocupan las personas: todos aquellos que queriendo trabajar no pueden hacerlo, los que buscan empleo y no lo encuentran, los que lo han perdido, los que se incorporan por primera vez al mercado laboral… Nuestro sistema de protección social tiene límites y en el contexto actual en que menguan los ingresos regulares y crece la demanda de prestaciones la caja del Instituto Nacional de Empleo (INEM) no va a poder atender las peticiones en aumento. Compartimos con el Gobierno su compromiso, de que más allá de las circunstancias coyunturales, se dará cobertura a las personas que han perdido o pierdan el empleo en esta situación de crisis. Pero no hay que olvidar que los sistemas públicos de protección social contra el desempleo, tanto en su vertiente contributiva como asistencial, no van a ser suficientes para cubrir todas las necesidades si el ciclo bajista económico se extiende sin fecha de caducidad. Ya se está conformando una zona de exclusión social muy preocupante, según datos del Ministerio de Trabajo unas 300.000 personas, aunque las cifras oficiales del desempleo indican que son más de un millón de ciudadanos, que solapan, quizás, datos referidos a la economía sumergida y a personas perceptoras de rentas básicas o salarios de inserción. Los datos reales son desconocidos porque falta coordinación eficaz entre las distintas administraciones públicas, incluidas las comunidades autónomas, que tienen competencias en este terreno transferidas por el Estado. Esas bases de datos dispersas habría que ponerlas en contacto unas con otras para saber la dimensión real del creciente fenómeno de exclusión. Hay que buscar elementos de cobertura, de protección y de empleo para estas personas que están en situación de mayor riesgo con los recursos disponibles y con otros que habría que aprobar mediante vías de financiación imaginativas.
La cuestión central pasa también por frenar la sangría de destrucción de empleo. Primero protección social y en paralelo movilizar recursos para reactivar la economía, sabiendo que los milagros no existen y que gran parte de la solución reside en una mayor proactividad de la Unión Europea y otra gran tajada en la acción concertada de los gobiernos a escala mundial. Algunas medidas apuntadas en la reunión del G-20 parecen ir en la buena dirección, otras no tanto. Hay que esperar para ver como se implementan las decisiones y los compromisos que allí se adquirieron. Sin embargo, no hay que llamarse a engaño: las declaraciones formales sin financiación son mera poesía, que como mucho servirán para enfrentar con alivio los procesos electorales en ciernes, el más inmediato las elecciones europeas del 7 de Junio. Desde CC.OO. le hemos hecho saber a la Vicepresidenta primera y Ministra de Economía que para operaciones de cosmética no cuenten con nosotros. Si el Gobierno va en serio contra la crisis, nosotros estaremos con el mismo propósito y empeño.
Muy ligado a la crisis que padecemos se encuentra el reto fundamental que tiene nuestro país: la transformación del modelo productivo, algo que no será posible ni realidad inmediata a corto plazo. Hemos de pensar a 10 o 15 años vista, pero la primera piedra para ese nuevo paradigma de producción hay que ponerla ya empezando a actuar en los sectores que nos han llevado a remolque hasta aquí mismo. Esto no puede interpretarse como un dejar de la mano al sector de la construcción hasta su hundimiento total ni de abandonar a su suerte al sector servicios. Ambos deben jugar en el futuro un papel importante en la generación de empleo, pero de mayor calidad si cabe.
Hay que elaborar un plan de infraestructuras coherente para anticiparnos al futuro, que no es igual a lanzarse a echar hormigón a las carreteras sin ton ni son. Hay que hablar de intermodalidad y de movilidad en las grandes ciudades. Hay que hablar de eficiencia energética. Hay que introducir en el PIB nuevos conceptos sociales. Hay que establecer una política de vivienda adecuada sin volver a la locura de construir 800.000 viviendas al año. En esta situación de crisis, los bancos son los mayores propietarios de pisos en nuestro país, una paradoja que puede revertir en positivo a la sociedad si en colaboración con las distintas administraciones públicas pone sustocken el mercado en condiciones asequibles para la inmensa mayoría. Bien es cierto que esta medida no sería factible sin abrir el grifo del crédito hoy casi cerrado a las familias.
En definitiva, hay que incidir en el futuro y en la coyuntura. En el campo de acción inmediato, el Gobierno, a nuestro parecer, ha llevado al Parlamento un plan de actuación urgente de alto riesgo que incide en la idea de un modelo ya gastado, lo que unido a la lógica de las mayorías parlamentarias en precario pueden terminar desembocando en lo que nadie desea: el conflicto social.
Desde CC.OO. le venimos diciendo al Gobierno que es preciso un plan de choque para la coyuntura que mire a las personas y que busque la dinamización de los sectores económicos que pueden sostener y generar empleo en mayor medida. El desarrollo práctico de la ley de Dependencia y las iniciativas de crédito a las empresas y las familias son esenciales para ver la luz del túnel en que estamos inmersos ahora.
Personas, economía y sector financiero son las piedras angulares para salir de la coyuntura de crisis. Esto para andar por el día a día, pero también es necesario, como hemos apuntado antes, poner las luces largas para ver más allá del presente inmediato y eludir el atrapamiento en los temas recurrentes de siempre, la reforma laboral y la reforma de la Seguridad Social siempre en clave de pactar una transferencia de rentas del trabajo a rentas del capital. A esta lógica, CC.OO. no le prestará sus esfuerzos.
CCOO apuesta por un cambio de modelo productivo en España que contemple varias piezas fundamentales:
*
- Una transformación tecnológica con mayor implicación del sector privado, aunque el sector público juegue el papel de motor de arrastre, teniendo presente que la base fundamental de generación de empleo ha de estar en la industria.
*
- Definición de un nuevo modelo energético. Hay que salir del falso debate, nucleares sí, nucleares no, con un fuerte compromiso con el medio ambiente.
Esas son las piezas imprescindibles para salir de la crisis y no repetir idénticas situaciones a las actuales, sin olvidar otro elemento de gran importancia: la educación. España ha dado un salto de gigante en materia educativa en los últimos decenios. Se ha generalizado la educación, ahora necesitamos ganar la batalla de la calidad del sistema educativo en todos los niveles, muy especialmente en la Formación Profesional. La FP ha avanzado, pero no lo suficiente. El sistema educativo ha de ponerse en relación con el entramado productivo, esto es, con el mundo de la empresa, porque la FP no puede ser bajo ningún concepto el refugio del fracaso escolar. Un país moderno no puede permitírselo. Hasta aquí han convivido una franja de trabajadores de alta cualificación, con una intermedia muy débil y una tercera descualificada muy numerosa, que ha sido precisamente la que ha sustentado el modelo de crecimiento hasta nuestros días. Sin cambio en el sistema educativo no habrá nuevo modelo productivo.
La cuarta pata de ese hipotético pacto de Estado descansaría en un reforzado sistema de protección social, que al día de hoy está desempeñando un rol anticíclico de primera magnitud. En este capítulo, CC.OO. desea cooperar en los trabajos parlamentarios de renovación del Pacto de Toledo. Nosotros consideramos que no sólo hay que hablar de contención del gasto sino también de la capacidad de generar ingresos en la Seguridad Social a partir de elevar las bases mínimas de cotización y de incrementar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), consiguiendo de esta modo mejorar notablemente las arcas de la Seguridad Social. En cualquier escenario que se dé, en CC.OO. estamos comprometidos con el sistema público de Seguridad Social y con el sistema de Pensiones en particular.
España no puede entrar en el futuro importando modelos que no son propios del ámbito europeo. España tiene que entrar en el porvenir de la mano del desarrollo social de la Unión Europea.
Cuadernos de la Fundación 1º de Mayo
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