Gitanos hacen guardias nocturnas para evitar robos en un tajo de Rekalde promovido por el Ayuntamiento
En las obras que se están llevando a cabo en el barrio bilbaíno de Rekalde, a la altura de la calle Camilo Villabaso, está prohibido «lelar». Incluso para los viandantes que no están familiarizados con el caló, queda claro que los carteles colocados en las vallas son un aviso para los aficionados a merodear por las zonas donde hay tajos abiertos para apropiarse de herramientas, materiales o cualquier cosa que se pueda vender. No son mensajes anónimos; llevan la firma del «patriarca Joselín».
Esta situación no es nueva en Vizcaya. A finales del año pasado se supo que empresas que trabajan en la construcción de la 'Supersur' habían contratado a grupos de etnia gitana como vigilantes. Las guardias nocturnas se han trasladado de Trapagaran a Bilbao, y a obras promovidas por el Ayuntamiento.
En el entorno de los bajos de la autopista hay dos actuaciones en marcha. La construcción de sendos bloques de viviendas municipales, en uno de los cuales se instalará el centro cívico de Rekalde, y un aparcamiento en superficie con 150 parcelas en Camilo Villabaso, Tolosa y Goya. Este es uno de los 59 tajos financiados por el Gobierno central, con 719.000 euros.
El cartel que lo anuncia es, como todos los del plan E, de grandes dimensiones, pero no puede evitar que los otros, pequeños y rudimentarios, escritos con pintura roja, llamen más la atención. Joselín, que se identifica como «tío» y «patriarca», lanza su advertencia en una mezcla de castellano y caló. Prohibido «lelar a cote» significa «que no se puede robar aquí», traduce Óscar Vizarraga, vicepresidente de la asociación sociocultural Kale dor Kayiko.
«Ahora es capataz»
Los letreros se colocaron «hace un mes», según explican vecinos del barrio. Ayer podían verse dos de ellos junto a las casetas de la calle La Paz. Dos jubilados que siguen el avance de los trabajos los contemplaban sin sorpresa. «También vigilaron esas obras», dicen señalando unos bloques de reciente construcción.
El Ayuntamiento de Bilbao recordó que, en todo caso, serán las empresas adjudicatarias las que hayan contratado los servicios del patriarca.
Es una práctica «muy poco seria», lamentan las empresas de seguridad.
«A nosotros nos piden cumplir unos requisitos, hacer unos cursos. Esto es competencia desleal», se queja un profesional del gremio, que recuerda que en varias ciudades se han producido «coacciones» para hacerse con la vigilancia de una obra. Kale dor Kayiko teme que esto contribuya a perpetuar «prejuicios», en dirección contraria a la labor que ellos realizan. «Si hay un vigilante en una obra, ¿qué más da que sea gitano o que no?», se pregunta Vizarraga.
«Lo malo es que le contraten por ser gitano y porque creen que los que roban también lo son, cuando no tiene por qué ser así». Él conoce el caso de un calé «que empezó a trabajar así en Barakaldo y ahora es capataz de la obra. Se ha sacado la licencia, ha hecho su cursillo y está en una empresa reconocida de Euskadi. Dirige a varios vigilantes», concluye.
Cartel firmado por el «tío Joselín» en la zona donde el Ayuntamiento construye 148 viviendas y un parking.
En las obras que se están llevando a cabo en el barrio bilbaíno de Rekalde, a la altura de la calle Camilo Villabaso, está prohibido «lelar». Incluso para los viandantes que no están familiarizados con el caló, queda claro que los carteles colocados en las vallas son un aviso para los aficionados a merodear por las zonas donde hay tajos abiertos para apropiarse de herramientas, materiales o cualquier cosa que se pueda vender. No son mensajes anónimos; llevan la firma del «patriarca Joselín».
Esta situación no es nueva en Vizcaya. A finales del año pasado se supo que empresas que trabajan en la construcción de la 'Supersur' habían contratado a grupos de etnia gitana como vigilantes. Las guardias nocturnas se han trasladado de Trapagaran a Bilbao, y a obras promovidas por el Ayuntamiento.
En el entorno de los bajos de la autopista hay dos actuaciones en marcha. La construcción de sendos bloques de viviendas municipales, en uno de los cuales se instalará el centro cívico de Rekalde, y un aparcamiento en superficie con 150 parcelas en Camilo Villabaso, Tolosa y Goya. Este es uno de los 59 tajos financiados por el Gobierno central, con 719.000 euros.
El cartel que lo anuncia es, como todos los del plan E, de grandes dimensiones, pero no puede evitar que los otros, pequeños y rudimentarios, escritos con pintura roja, llamen más la atención. Joselín, que se identifica como «tío» y «patriarca», lanza su advertencia en una mezcla de castellano y caló. Prohibido «lelar a cote» significa «que no se puede robar aquí», traduce Óscar Vizarraga, vicepresidente de la asociación sociocultural Kale dor Kayiko.
«Ahora es capataz»
Los letreros se colocaron «hace un mes», según explican vecinos del barrio. Ayer podían verse dos de ellos junto a las casetas de la calle La Paz. Dos jubilados que siguen el avance de los trabajos los contemplaban sin sorpresa. «También vigilaron esas obras», dicen señalando unos bloques de reciente construcción.
El Ayuntamiento de Bilbao recordó que, en todo caso, serán las empresas adjudicatarias las que hayan contratado los servicios del patriarca.
Es una práctica «muy poco seria», lamentan las empresas de seguridad.
«A nosotros nos piden cumplir unos requisitos, hacer unos cursos. Esto es competencia desleal», se queja un profesional del gremio, que recuerda que en varias ciudades se han producido «coacciones» para hacerse con la vigilancia de una obra. Kale dor Kayiko teme que esto contribuya a perpetuar «prejuicios», en dirección contraria a la labor que ellos realizan. «Si hay un vigilante en una obra, ¿qué más da que sea gitano o que no?», se pregunta Vizarraga.
«Lo malo es que le contraten por ser gitano y porque creen que los que roban también lo son, cuando no tiene por qué ser así». Él conoce el caso de un calé «que empezó a trabajar así en Barakaldo y ahora es capataz de la obra. Se ha sacado la licencia, ha hecho su cursillo y está en una empresa reconocida de Euskadi. Dirige a varios vigilantes», concluye.
Cartel firmado por el «tío Joselín» en la zona donde el Ayuntamiento construye 148 viviendas y un parking.
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