Este bolsillo no se toca
La cultura de los megasueldos en la banca continúa pese a ser una de las causas de la crisis - EE UU y la UE no se ponen de acuerdo acerca de cómo ponerles límites
22-09-2009 - Los banqueros de todo el mundo tienen marcado en su calendario el 24 y 25 de septiembre próximos. El Centro de Convenciones David L. Lawrence de Pittsburgh (EE UU) acogerá esos días la tercera cumbre del G-20. Una ciudad vinculada a la siderurgia que alumbró la sociedad industrial del siglo XIX ha sido la elegida para debatir cómo poner coto a otro tipo de alquimia, la financiera, que ha estado a punto de mandar al garete a la sociedad de la información.
Dentro del programa que discutirán los líderes mundiales destaca el punto referido a la reforma del sistema de retribución de los banqueros. Los Gobiernos coinciden en el diagnóstico, pero no se ponen de acuerdo con el tratamiento. En los bancos que fueron rescatados con dinero público se han impuesto límites (si bien temporales, hasta que devuelvan los fondos) en las retribuciones. La cuestión ahora es si se debe extrapolar estos sistemas al conjunto del sistema. La batalla promete ser encarnizada.
Hay unanimidad en la idea de que los esquemas de compensación dentro del sector bancario, que incentivaron durante años la asunción de riesgos para lograr resultados a corto plazo, han sido uno de los detonantes de la crisis financiera que ha devenido en una recesión económica mundial. La disensión entre los Gobiernos estriba en hasta qué punto meter mano a los salarios. El pulso de fondo lo mantiene Estados Unidos (con China y Rusia) frente a Europa.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha llegado a amenazar con abandonar su silla en el G-20 si no se llega a un acuerdo para poner un límite a la paga variable o bonus de los banqueros. La Administración estadounidense no parece dispuesta a llegar tan lejos. "¿Por qué vamos a limitar los salarios de los banqueros de Wall Street y no los de los emprendedores de Silicon Valley o los de las estrellas de la NFL [liga de fútbol americano]?", ha argumentado esta semana Barack Obama durante una entrevista en Bloomberg. La Casa Blanca es más partidaria de incrementar el poder a los accionistas a la hora de decidir las políticas retributivas propuestas por el consejo de administración.
Las malas prácticas de las primma donnas financieras le han costado a las arcas públicas miles de millones de euros en operaciones de rescate en el último año. Las dos primeras cumbres del G-20, celebradas en Washington y Londres, sirvieron para atajar el fuego de la hecatombe económica, pero no lograron concretar medidas con las que evitar que los pirómanos vuelvan a provocar el caos.
Muchos expertos creen que, aunque importante, la cuestión de los bonus no deja de ser accesoria. Esta corriente lo que urge realmente es a reformar a fondo el sistema financiero (productos opacos y complejos, limbos regulatorios, paraísos fiscales...). Sin embargo, el tema de los sueldos es una bomba electoral. A ojos de los ciudadanos, los enormes beneficios de los bancos se privatizaron, pero cuando llegaron las vacas flacas las pérdidas se nacionalizaron.
A comienzos del mes de septiembre, los ministros de Finanzas de los países del G-20 se reunieron en Londres para preparar la próxima cumbre de presidentes. En el tema de la retribución de los banqueros, los representantes de las grandes potencias acordaron que el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por sus siglas en inglés) presente en la cita de Pittsburgh una serie de propuestas concretas a los líderes. Y que lo haga siguiendo una serie de directrices en las que se aboga no sólo por una mayor transparencia en la estructura de las remuneraciones en el mundo financiero, sino por estándares globales en el esquema de las retribuciones, y que las pagas variables estén relacionadas con la creación de riqueza y la estabilidad financiera a largo plazo.
Los responsables de finanzas, en cambio, progresaron mucho menos en el controvertido aspecto de poner límites a los bonus del sector. En este capítulo, la declaración final del encuentro de Londres fue mucho más ambigua que con el resto de recomendaciones relacionadas con los salarios. "Pedimos también al FSB que explore posibles aproximaciones para la limitación de la retribución variable con relación al riesgo y a los resultados a largo plazo".
En el tiempo transcurrido desde la cita de Londres, las posiciones de los dos grandes bloques se han distanciado. Estados Unidos se mantiene en sus trece de no poner límites mientras que Europa presiona para establecerlos. El pasado jueves, en su reunión para preparar la cita de Pittsburgh, los países de la Unión Europea aprobaron una resolución común por la que pedirán al G-20 que se multe a aquellos bancos que no limiten los salarios excesivos. El cambio de opinión del Reino Unido, en principio, más próximo a las tesis de EE UU, fue clave para fijar una posición común.
En este juego de contrapoderes, el Gobierno español se alinea con el núcleo más duro de la UE. La vicepresidenta y ministra de Economía, Elena Salgado, firmó, junto a sus homólogos de Italia, Alemania, Francia, Luxemburgo, Países Bajos y Suecia, un artículo muy crítico con los banqueros titulado Bonus: necesitamos reglas. En este texto se señala que la cultura de los bonus debe terminar, y debe hacerlo en la próxima reunión del G-20. En opinión de los firmantes, esta crisis es el resultado, entre otras causas, "de la avaricia insaciable de aquellos para los que bastante nunca era suficiente". Por ello piden prohibir los bonus garantizados a más de un año, que los pagos de las primas se repartan en varios ejercicios y que éstas reflejen con fidelidad los resultados a lo largo tanto de la entidad como de los directivos.
Como guinda, estos Gobiernos se reservan el tema de los límites a la retribución variable: "El importe de algunos bonus es cuestionable, y no sólo desde un punto de vista moral. Reconocemos que no es un debate fácil, pero no podemos evitarlo. Hay algunas propuestas para ir más allá que incluyen limitaciones a los bonus, una tributación específica u obligaciones adicionales a las entidades financieras".
La hoja de ruta que el FSB presentará a los líderes mundiales en la capital de Pensilvania todavía no se ha hecho pública. Sin embargo, parece que los miembros de este organismo se inclinan por limitar los bonus en aquellas entidades que presenten bajos niveles de capital. "Los reguladores deberían tener la capacidad de decir a los banqueros: su sistema de bonus es demasiado elevado con respecto a la situación de su balance", ha deslizado Mario Draghi, presidente del organismo con sede en Basilea.
La incipiente recuperación económica puede jugar en contra de aquellos que abogan por una reforma en profundidad del sistema financiero. "Las iniciativas del G-20 se están viendo debilitadas por el optimismo acerca de que la economía global se está recuperando. Algunos Gobiernos quizá no quieran interferir esa tendencia", ha advertido a Bloomberg Robert Talbut, director del Royal London Asset Management. "Cuanto más restrictivas se quiere que sean las normas, menos fácil será llegar a una postura unánime, y sin unanimidad es difícil que las cosas cambien significativamente. Ningún área económica querrá poner a sus entidades en una posición de desventaja frente a sus rivales", concluye Talbut.
Quizá este caldo de cultivo justifique la sensación de invulnerabilidad que tienen algunos profesionales del negocio. Pese a la presión social y política, el 53% de los empleados del sector financiero en el Reino Unido prevé que su remuneración este año sea superior a la de 2008, según una encuesta realizada entre casi 500 profesionales por la web efinancialcarreers.com.
La supervivencia de la cultura de los bonus millonarios ha sido denunciada por el Institute For Public Policy Resarch. Este think tank británico ha publicado recientemente un estudio titulado Cómo hacer mejor en el capitalismo, y en él denuncian que el rápido retorno de las primas al Reino Unido debería hacer "sonar las alarmas" porque demuestra que reguladores y políticos no han sabido aprovechar la crisis para acometer una reforma a fondo del sistema financiero.
Con los políticos divididos y la fase más dura de la recesión superada, los banqueros se han envalentonado, engrasando su maquinaria de presión para que los resultados de la cumbre del G-20 sean lo menos traumáticos posible para sus intereses. "Nos preocupa que cualquier sugerencia para limitar los salarios pueda suponer un riesgo real para la migración de profesionales cualificados de un centro financiero a otro", ha advertido Angela Khight, presidenta de la Asociación Británica de Bancos (BBA). La idea de imponer cláusulas de devolución de los bonus (clawbacks) en caso de que el banco registre pérdidas con posterioridad a su cobro se ve como una especie de quimera. "Algunos habrán cambiado de empresa, otros se habrán marchado del país y otros se habrán gastado ya el dinero cuando se les pida que lo devuelvan", según Khight.
Por su parte, la alemana BdB, que representa a más de 220 entidades, ha manifestado también su oposición a la idea de limitar los bonus. "Esa decisión le corresponde a los propios bancos y a sus accionistas", argumenta su presidente, Manfred Weber.
Casi como contraprogramación a la reunión de los ministros de Finanzas del G-20 en Londres, la ciudad de Francfort celebró una cumbre bancaria a la que asistió la flor y nata del sector. La mayor parte de las intervenciones hablaron de autorregulación como el mejor mecanismo para controlar posibles desmanes. "El problema de la autorregulación es que los bancos no nos han demostrado todavía tener esa capacidad. Es más, algunos indicios apuntan a que no han aprendido nada de los errores del último año y medio", opina Ricard Serlavós, profesor de recursos humanos de ESADE.
Otra de los argumentos que más se escucharon fue que cualquier intento por poner límites a los bonus no servirá de mucho porque las entidades tienen instrumentos suficientes para mantener o elevar la remuneración total sin disparar las primas, bien mediante la subida del sueldo fijo o de las aportaciones a los planes de pensiones.
En el encuentro de Francfort también se criticó la doble moral de los Gobiernos porque algunas entidades rescatadas con dinero público, como Citigroup o Royal Bank of Scotland, están provocando inflación en el mercado porque al querer retornar a la rentabilidad cuanto antes (y así poder devolver el dinero a los contribuyentes) se han puesto a contratar a golpe de talonario.
En esta cumbre bancaria, el presidente del Deutsche Bank, Josef Akerman, pidió que cualquier medida que se tome se haga de manera consistente y con carácter global. "De lo contrario, existe un claro riesgo de que el mejor talento se marche a otros países o a otras industrias con unas políticas de remuneración más favorables". Akerman aceptó un recorte del 90% en su remuneración el pasado año y renunció a su bonus después de que el banco registrase las primeras pérdidas en más de 50 años.
Como si de una premonición se tratase, la advertencia del presidente del Deutsche Bank no ha tardado en materializarse. Según ha publicado esta semana The Times, un grupo de 45 ejecutivos de Barclays trabajará para una sociedad recién creada en las islas Caimán ante el temor de que se impongan límites a las retribuciones. La nueva compañía, llamada Protium, está vinculada a Barclays y gestionará activos tóxicos por valor de 8.350 millones.
Una de las pocas voces discordantes en la cumbre de banqueros fue la del principal ejecutivo de
Goldman Sachs. Lloyd Blankfein señaló que los contratos plurianuales garantizados deben prohibirse y que habría que extender las cláusulas de devolución para desincentivar una toma de riesgo excesiva. En su opinión, la proporción del bonus pagado en acciones debería incrementarse y obligar al mantenimiento de gran parte de estos títulos hasta la jubilación. "La retribución sigue generando controversia e ira", manifestó Blankfein. "En muchos sentidos, esta reacción es entendible y razonable". Este banquero rechazó cobrar bonus en 2008 después de haber ganado 68,5 millones de dólares en 2007.
La lucha por el talento se ha convertido en el mantra del sector para justificar sus sistemas de remuneración. Antes del estallido de la crisis, la idea fuerza que daba razón de ser a los esquemas salariales de la banca era la relación que supuestamente había entre los bonus y los resultados.
La asociación entre compensación y creación de valor, sin embargo, ha sido otro de los mitos que ha caído desde la quiebra de Lehman Brothers. El fiscal general de Nueva York, Andrew Cuomo, publicó un demoledor informe el pasado 30 de julio sobre este tema, cuya conclusión principal es que la retribución de los empleados bancarios está desligada de los resultados.
"Cuando los bancos lo hicieron bien, los empleados tuvieron su recompensa. Cuando los bancos lo hicieron de pena, sus empleados siguieron recibiendo su recompensa. Y cuando los bancos lo hicieron tan extremadamente mal que fueron rescatados con el dinero de los contribuyentes, sus empleados recibieron su recompensa", denuncia Cuomo.
Con el fin de ilustrar su teoría, el fiscal de Nueva York analizó los bonus y los resultados de las nueve entidades que se adhirieron originalmente al programa de ayuda al sector financiero (TARP, por sus siglas en inglés) impulsado por la Administración estadounidense con fondos públicos.
De acuerdo con este análisis, Citigroup y Merrill Lynch sufrieron en 2008 pérdidas por más de 27.000 millones de dólares cada una. Sin embargo, Citigroup pagó ese ejercicio 5.300 millones en bonus, y Merrill Lynch, 3.600 millones. De forma conjunta, ambas entidades perdieron 54.000 millones, pagaron 9.000 millones en primas y recibieron del TARP fondos por valor de 55.000 millones. El estudio también denuncia que en el caso de otras tres entidades (Goldman Sachs, Morgan Stanley y
JPMorgan) los bonus de 2008 "fueron sustancialmente mayores al beneficio de la compañía".
En el plano académico, las propuestas de restricción de los salarios plantean dudas. "Son propuestas utópicas e ineficaces. Utópicas porque los más talentosos se irían a trabajar a otros sitios, e ineficaces porque las propias entidades buscarían agujeros legales para burlar las limitaciones", señala José Ramón Pin, profesor de IESE. Por su parte, Rafael Barrilero, del grupo de recursos humanos Mercer, opina que la última palabra sobre los salarios la deben tener los accionistas. "Por ello, en lo que habría que trabajar es en mejorar la transparencia de los sistemas de retribución. Cuanto mayor y mejor sea la información, más elementos de juicio tendrán los accionistas para votar o rechazar esas políticas".
A la espera de que el G-20 llegue o no a un acuerdo acerca de los sistemas retributivos, algunos países han empezado a tomar medidas a título individual. Los bancos holandeses, por ejemplo, han firmado un código de conducta que establece que los bonus en el sector no podrán ser en ningún caso mayores que el salario fijo.
En el caso de Francia, el pasado mes de agosto diferentes bancos, entre los que se encuentran
BNP Paribas, Société Générale y Crédit Agricole, aceptaron, a petición de Sarkozy, diferir a lo largo de tres años dos tercios de su remuneración variable y recibir el otro tercio en acciones. También acordaron no ofrecer remuneraciones garantizadas a las nuevas contrataciones.
En Alemania, el regulador ha aprobado nuevas reglas, que entrarán en vigor el próximo enero, que permiten forzar a los banqueros a que devuelvan las primas si se demuestra que tomaron demasiados riesgos.
El Gobierno finlandés ha ido más lejos, ya que ha impuesto límites a todas las compañías, sean financieras o no, donde el Estado tenga presencia en el capital. Los bonus anuales de los ejecutivos no podrán exceder en más de un 40% del salario base. Además, los planes de retribución a largo plazo deberán tener una duración mínima de tres años. "La compensación de los directivos debe ser razonable y, al mismo tiempo, debe permitir a la compañía competir por el mejor talento", ha señalado el Gobierno finlandés.
En EE UU, por su parte, el Gobierno y el Congreso llevan meses debatiendo hasta dónde controlar la retribución de los ejecutivos. Obama ha creado la figura de un alto funcionario para pilotar la reforma y ha elegido para el cargo a Kenneth Feinberg. El zar de la compensación, como ya se le conoce, debe desarrollar una propuesta de remuneración para
Citigroup, AIG, Chrysler, Bank of America, GMAC y General Motors. Estas empresas, que han recibido fondos públicos, están obligadas a comunicar a Feinberg cuánto planean pagar a sus 100 principales ejecutivos.
En julio, la Cámara de Representantes aprobó una ley en la que otorga más poderes a los reguladores para prohibir incentivos que alimenten la toma excesiva de riesgos. Esta norma, sin embargo, podría ser rechazada por el Senado, que se ha mostrado reticente a extender el poder del Gobierno en temas de retribución.
Con independencia de lo que ocurra en la cumbre del G-20, lo que parece claro es que en el tema de los salarios no sólo juegan factores políticos, empresariales o legales, sino también pulsiones humanas como la avaricia, la envidia o la venganza. La mayor amenaza sería que la cumbre concluyera con la paradoja ya expuesta en El gatopardo, según la cual "hay que cambiar todo para que todo siga igual".
DAVID FERNÁNDEZ
El Pais
La cultura de los megasueldos en la banca continúa pese a ser una de las causas de la crisis - EE UU y la UE no se ponen de acuerdo acerca de cómo ponerles límites
22-09-2009 - Los banqueros de todo el mundo tienen marcado en su calendario el 24 y 25 de septiembre próximos. El Centro de Convenciones David L. Lawrence de Pittsburgh (EE UU) acogerá esos días la tercera cumbre del G-20. Una ciudad vinculada a la siderurgia que alumbró la sociedad industrial del siglo XIX ha sido la elegida para debatir cómo poner coto a otro tipo de alquimia, la financiera, que ha estado a punto de mandar al garete a la sociedad de la información.
Dentro del programa que discutirán los líderes mundiales destaca el punto referido a la reforma del sistema de retribución de los banqueros. Los Gobiernos coinciden en el diagnóstico, pero no se ponen de acuerdo con el tratamiento. En los bancos que fueron rescatados con dinero público se han impuesto límites (si bien temporales, hasta que devuelvan los fondos) en las retribuciones. La cuestión ahora es si se debe extrapolar estos sistemas al conjunto del sistema. La batalla promete ser encarnizada.
Hay unanimidad en la idea de que los esquemas de compensación dentro del sector bancario, que incentivaron durante años la asunción de riesgos para lograr resultados a corto plazo, han sido uno de los detonantes de la crisis financiera que ha devenido en una recesión económica mundial. La disensión entre los Gobiernos estriba en hasta qué punto meter mano a los salarios. El pulso de fondo lo mantiene Estados Unidos (con China y Rusia) frente a Europa.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha llegado a amenazar con abandonar su silla en el G-20 si no se llega a un acuerdo para poner un límite a la paga variable o bonus de los banqueros. La Administración estadounidense no parece dispuesta a llegar tan lejos. "¿Por qué vamos a limitar los salarios de los banqueros de Wall Street y no los de los emprendedores de Silicon Valley o los de las estrellas de la NFL [liga de fútbol americano]?", ha argumentado esta semana Barack Obama durante una entrevista en Bloomberg. La Casa Blanca es más partidaria de incrementar el poder a los accionistas a la hora de decidir las políticas retributivas propuestas por el consejo de administración.
Las malas prácticas de las primma donnas financieras le han costado a las arcas públicas miles de millones de euros en operaciones de rescate en el último año. Las dos primeras cumbres del G-20, celebradas en Washington y Londres, sirvieron para atajar el fuego de la hecatombe económica, pero no lograron concretar medidas con las que evitar que los pirómanos vuelvan a provocar el caos.
Muchos expertos creen que, aunque importante, la cuestión de los bonus no deja de ser accesoria. Esta corriente lo que urge realmente es a reformar a fondo el sistema financiero (productos opacos y complejos, limbos regulatorios, paraísos fiscales...). Sin embargo, el tema de los sueldos es una bomba electoral. A ojos de los ciudadanos, los enormes beneficios de los bancos se privatizaron, pero cuando llegaron las vacas flacas las pérdidas se nacionalizaron.
A comienzos del mes de septiembre, los ministros de Finanzas de los países del G-20 se reunieron en Londres para preparar la próxima cumbre de presidentes. En el tema de la retribución de los banqueros, los representantes de las grandes potencias acordaron que el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por sus siglas en inglés) presente en la cita de Pittsburgh una serie de propuestas concretas a los líderes. Y que lo haga siguiendo una serie de directrices en las que se aboga no sólo por una mayor transparencia en la estructura de las remuneraciones en el mundo financiero, sino por estándares globales en el esquema de las retribuciones, y que las pagas variables estén relacionadas con la creación de riqueza y la estabilidad financiera a largo plazo.
Los responsables de finanzas, en cambio, progresaron mucho menos en el controvertido aspecto de poner límites a los bonus del sector. En este capítulo, la declaración final del encuentro de Londres fue mucho más ambigua que con el resto de recomendaciones relacionadas con los salarios. "Pedimos también al FSB que explore posibles aproximaciones para la limitación de la retribución variable con relación al riesgo y a los resultados a largo plazo".
En el tiempo transcurrido desde la cita de Londres, las posiciones de los dos grandes bloques se han distanciado. Estados Unidos se mantiene en sus trece de no poner límites mientras que Europa presiona para establecerlos. El pasado jueves, en su reunión para preparar la cita de Pittsburgh, los países de la Unión Europea aprobaron una resolución común por la que pedirán al G-20 que se multe a aquellos bancos que no limiten los salarios excesivos. El cambio de opinión del Reino Unido, en principio, más próximo a las tesis de EE UU, fue clave para fijar una posición común.
En este juego de contrapoderes, el Gobierno español se alinea con el núcleo más duro de la UE. La vicepresidenta y ministra de Economía, Elena Salgado, firmó, junto a sus homólogos de Italia, Alemania, Francia, Luxemburgo, Países Bajos y Suecia, un artículo muy crítico con los banqueros titulado Bonus: necesitamos reglas. En este texto se señala que la cultura de los bonus debe terminar, y debe hacerlo en la próxima reunión del G-20. En opinión de los firmantes, esta crisis es el resultado, entre otras causas, "de la avaricia insaciable de aquellos para los que bastante nunca era suficiente". Por ello piden prohibir los bonus garantizados a más de un año, que los pagos de las primas se repartan en varios ejercicios y que éstas reflejen con fidelidad los resultados a lo largo tanto de la entidad como de los directivos.
Como guinda, estos Gobiernos se reservan el tema de los límites a la retribución variable: "El importe de algunos bonus es cuestionable, y no sólo desde un punto de vista moral. Reconocemos que no es un debate fácil, pero no podemos evitarlo. Hay algunas propuestas para ir más allá que incluyen limitaciones a los bonus, una tributación específica u obligaciones adicionales a las entidades financieras".
La hoja de ruta que el FSB presentará a los líderes mundiales en la capital de Pensilvania todavía no se ha hecho pública. Sin embargo, parece que los miembros de este organismo se inclinan por limitar los bonus en aquellas entidades que presenten bajos niveles de capital. "Los reguladores deberían tener la capacidad de decir a los banqueros: su sistema de bonus es demasiado elevado con respecto a la situación de su balance", ha deslizado Mario Draghi, presidente del organismo con sede en Basilea.
La incipiente recuperación económica puede jugar en contra de aquellos que abogan por una reforma en profundidad del sistema financiero. "Las iniciativas del G-20 se están viendo debilitadas por el optimismo acerca de que la economía global se está recuperando. Algunos Gobiernos quizá no quieran interferir esa tendencia", ha advertido a Bloomberg Robert Talbut, director del Royal London Asset Management. "Cuanto más restrictivas se quiere que sean las normas, menos fácil será llegar a una postura unánime, y sin unanimidad es difícil que las cosas cambien significativamente. Ningún área económica querrá poner a sus entidades en una posición de desventaja frente a sus rivales", concluye Talbut.
Quizá este caldo de cultivo justifique la sensación de invulnerabilidad que tienen algunos profesionales del negocio. Pese a la presión social y política, el 53% de los empleados del sector financiero en el Reino Unido prevé que su remuneración este año sea superior a la de 2008, según una encuesta realizada entre casi 500 profesionales por la web efinancialcarreers.com.
La supervivencia de la cultura de los bonus millonarios ha sido denunciada por el Institute For Public Policy Resarch. Este think tank británico ha publicado recientemente un estudio titulado Cómo hacer mejor en el capitalismo, y en él denuncian que el rápido retorno de las primas al Reino Unido debería hacer "sonar las alarmas" porque demuestra que reguladores y políticos no han sabido aprovechar la crisis para acometer una reforma a fondo del sistema financiero.
Con los políticos divididos y la fase más dura de la recesión superada, los banqueros se han envalentonado, engrasando su maquinaria de presión para que los resultados de la cumbre del G-20 sean lo menos traumáticos posible para sus intereses. "Nos preocupa que cualquier sugerencia para limitar los salarios pueda suponer un riesgo real para la migración de profesionales cualificados de un centro financiero a otro", ha advertido Angela Khight, presidenta de la Asociación Británica de Bancos (BBA). La idea de imponer cláusulas de devolución de los bonus (clawbacks) en caso de que el banco registre pérdidas con posterioridad a su cobro se ve como una especie de quimera. "Algunos habrán cambiado de empresa, otros se habrán marchado del país y otros se habrán gastado ya el dinero cuando se les pida que lo devuelvan", según Khight.
Por su parte, la alemana BdB, que representa a más de 220 entidades, ha manifestado también su oposición a la idea de limitar los bonus. "Esa decisión le corresponde a los propios bancos y a sus accionistas", argumenta su presidente, Manfred Weber.
Casi como contraprogramación a la reunión de los ministros de Finanzas del G-20 en Londres, la ciudad de Francfort celebró una cumbre bancaria a la que asistió la flor y nata del sector. La mayor parte de las intervenciones hablaron de autorregulación como el mejor mecanismo para controlar posibles desmanes. "El problema de la autorregulación es que los bancos no nos han demostrado todavía tener esa capacidad. Es más, algunos indicios apuntan a que no han aprendido nada de los errores del último año y medio", opina Ricard Serlavós, profesor de recursos humanos de ESADE.
Otra de los argumentos que más se escucharon fue que cualquier intento por poner límites a los bonus no servirá de mucho porque las entidades tienen instrumentos suficientes para mantener o elevar la remuneración total sin disparar las primas, bien mediante la subida del sueldo fijo o de las aportaciones a los planes de pensiones.
En el encuentro de Francfort también se criticó la doble moral de los Gobiernos porque algunas entidades rescatadas con dinero público, como Citigroup o Royal Bank of Scotland, están provocando inflación en el mercado porque al querer retornar a la rentabilidad cuanto antes (y así poder devolver el dinero a los contribuyentes) se han puesto a contratar a golpe de talonario.
En esta cumbre bancaria, el presidente del Deutsche Bank, Josef Akerman, pidió que cualquier medida que se tome se haga de manera consistente y con carácter global. "De lo contrario, existe un claro riesgo de que el mejor talento se marche a otros países o a otras industrias con unas políticas de remuneración más favorables". Akerman aceptó un recorte del 90% en su remuneración el pasado año y renunció a su bonus después de que el banco registrase las primeras pérdidas en más de 50 años.
Como si de una premonición se tratase, la advertencia del presidente del Deutsche Bank no ha tardado en materializarse. Según ha publicado esta semana The Times, un grupo de 45 ejecutivos de Barclays trabajará para una sociedad recién creada en las islas Caimán ante el temor de que se impongan límites a las retribuciones. La nueva compañía, llamada Protium, está vinculada a Barclays y gestionará activos tóxicos por valor de 8.350 millones.
Una de las pocas voces discordantes en la cumbre de banqueros fue la del principal ejecutivo de
Goldman Sachs. Lloyd Blankfein señaló que los contratos plurianuales garantizados deben prohibirse y que habría que extender las cláusulas de devolución para desincentivar una toma de riesgo excesiva. En su opinión, la proporción del bonus pagado en acciones debería incrementarse y obligar al mantenimiento de gran parte de estos títulos hasta la jubilación. "La retribución sigue generando controversia e ira", manifestó Blankfein. "En muchos sentidos, esta reacción es entendible y razonable". Este banquero rechazó cobrar bonus en 2008 después de haber ganado 68,5 millones de dólares en 2007.
La lucha por el talento se ha convertido en el mantra del sector para justificar sus sistemas de remuneración. Antes del estallido de la crisis, la idea fuerza que daba razón de ser a los esquemas salariales de la banca era la relación que supuestamente había entre los bonus y los resultados.
La asociación entre compensación y creación de valor, sin embargo, ha sido otro de los mitos que ha caído desde la quiebra de Lehman Brothers. El fiscal general de Nueva York, Andrew Cuomo, publicó un demoledor informe el pasado 30 de julio sobre este tema, cuya conclusión principal es que la retribución de los empleados bancarios está desligada de los resultados.
"Cuando los bancos lo hicieron bien, los empleados tuvieron su recompensa. Cuando los bancos lo hicieron de pena, sus empleados siguieron recibiendo su recompensa. Y cuando los bancos lo hicieron tan extremadamente mal que fueron rescatados con el dinero de los contribuyentes, sus empleados recibieron su recompensa", denuncia Cuomo.
Con el fin de ilustrar su teoría, el fiscal de Nueva York analizó los bonus y los resultados de las nueve entidades que se adhirieron originalmente al programa de ayuda al sector financiero (TARP, por sus siglas en inglés) impulsado por la Administración estadounidense con fondos públicos.
De acuerdo con este análisis, Citigroup y Merrill Lynch sufrieron en 2008 pérdidas por más de 27.000 millones de dólares cada una. Sin embargo, Citigroup pagó ese ejercicio 5.300 millones en bonus, y Merrill Lynch, 3.600 millones. De forma conjunta, ambas entidades perdieron 54.000 millones, pagaron 9.000 millones en primas y recibieron del TARP fondos por valor de 55.000 millones. El estudio también denuncia que en el caso de otras tres entidades (Goldman Sachs, Morgan Stanley y
JPMorgan) los bonus de 2008 "fueron sustancialmente mayores al beneficio de la compañía".
En el plano académico, las propuestas de restricción de los salarios plantean dudas. "Son propuestas utópicas e ineficaces. Utópicas porque los más talentosos se irían a trabajar a otros sitios, e ineficaces porque las propias entidades buscarían agujeros legales para burlar las limitaciones", señala José Ramón Pin, profesor de IESE. Por su parte, Rafael Barrilero, del grupo de recursos humanos Mercer, opina que la última palabra sobre los salarios la deben tener los accionistas. "Por ello, en lo que habría que trabajar es en mejorar la transparencia de los sistemas de retribución. Cuanto mayor y mejor sea la información, más elementos de juicio tendrán los accionistas para votar o rechazar esas políticas".
A la espera de que el G-20 llegue o no a un acuerdo acerca de los sistemas retributivos, algunos países han empezado a tomar medidas a título individual. Los bancos holandeses, por ejemplo, han firmado un código de conducta que establece que los bonus en el sector no podrán ser en ningún caso mayores que el salario fijo.
En el caso de Francia, el pasado mes de agosto diferentes bancos, entre los que se encuentran
BNP Paribas, Société Générale y Crédit Agricole, aceptaron, a petición de Sarkozy, diferir a lo largo de tres años dos tercios de su remuneración variable y recibir el otro tercio en acciones. También acordaron no ofrecer remuneraciones garantizadas a las nuevas contrataciones.
En Alemania, el regulador ha aprobado nuevas reglas, que entrarán en vigor el próximo enero, que permiten forzar a los banqueros a que devuelvan las primas si se demuestra que tomaron demasiados riesgos.
El Gobierno finlandés ha ido más lejos, ya que ha impuesto límites a todas las compañías, sean financieras o no, donde el Estado tenga presencia en el capital. Los bonus anuales de los ejecutivos no podrán exceder en más de un 40% del salario base. Además, los planes de retribución a largo plazo deberán tener una duración mínima de tres años. "La compensación de los directivos debe ser razonable y, al mismo tiempo, debe permitir a la compañía competir por el mejor talento", ha señalado el Gobierno finlandés.
En EE UU, por su parte, el Gobierno y el Congreso llevan meses debatiendo hasta dónde controlar la retribución de los ejecutivos. Obama ha creado la figura de un alto funcionario para pilotar la reforma y ha elegido para el cargo a Kenneth Feinberg. El zar de la compensación, como ya se le conoce, debe desarrollar una propuesta de remuneración para
Citigroup, AIG, Chrysler, Bank of America, GMAC y General Motors. Estas empresas, que han recibido fondos públicos, están obligadas a comunicar a Feinberg cuánto planean pagar a sus 100 principales ejecutivos.
En julio, la Cámara de Representantes aprobó una ley en la que otorga más poderes a los reguladores para prohibir incentivos que alimenten la toma excesiva de riesgos. Esta norma, sin embargo, podría ser rechazada por el Senado, que se ha mostrado reticente a extender el poder del Gobierno en temas de retribución.
Con independencia de lo que ocurra en la cumbre del G-20, lo que parece claro es que en el tema de los salarios no sólo juegan factores políticos, empresariales o legales, sino también pulsiones humanas como la avaricia, la envidia o la venganza. La mayor amenaza sería que la cumbre concluyera con la paradoja ya expuesta en El gatopardo, según la cual "hay que cambiar todo para que todo siga igual".
DAVID FERNÁNDEZ
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