Zelaya: 'Trataron de acabar conmigo y convertirlo en suicidio'
Manuel Zelaya (izquierda), en la embajada de Brasil, junto a un seguidor. | Afp
La vida en la embajada no es fácil. "Estamos racionando la comida y el agua para que alcance para todos", asegura Manuel Zelaya en una entrevista con EL MUNDO. Desde que volvió a Honduras el lunes, el depuesto presidente convive con su mujer, Xiomara Castro, y otro centenar de personas en la legación diplomática de Brasil en Tegucigalpa.
La embajada se ha convertido en un pequeño campamento, donde los rumores se suceden y hasta se han organizado turnos durante la noche para mantenerse en alerta ante un posible asalto a la sede diplomática en Tegucigalpa. "Ves, ahí tienes mi regalo de cumpleaños: mi regreso", dice Zelaya a una de sus colaboradoras más cercanas durante su etapa como presidente, antes de ponerse al teléfono con EL MUNDO. "Aquí la situación es cada vez más difícil. No es fácil conseguir alimentos y menos aún que nos dejen introducirlos", explica el ex mandatario.
"Ahora hay todavía 100 personas dentro y el miércoles había 300, pero esperamos que a lo largo del día sólo queden unas 50 y reducir así el grupo a la gente de seguridad y a los equipos de trabajo", señala desde el interior de la legación diplomática. "En algunos momentos nos han cortado la luz, el agua y el teléfono, pero finalmente los han restablecido tras las fuertes presiones. También gracias a la comunidad internacional se ha disipado un plan para matarme y decir que me había suicidado. Hoy todavía corremos el riesgo de que la embajada sea asaltada y de que anuncien que me había suicidado para simular que nosotros habíamos decidido morir antes de que entraran aquí. El plan se frustró porque de nuevo la comunidad internacional, incluidos EEUU y la OEA (Organización de Estados Americanos), intervino inmediatamente", aclara el depuesto mandatario.
Frente a los muros de la embajada los militares van y vienen. Primero unos soldados, luego unos policías y más tarde un cuerpo de élite, encapuchados y con rifles de precisión. El chalé de la embajada en el barrio de Palmira se ha convertido en un fortín al ser considerado como en el objetivo número uno para los que pretenden llegar a todas las manifestaciones de protesta que se suceden diariamente en la capital. Los enfrentamientos con las fuerzas del orden controlada por el presidente de facto, Roberto Micheletti, dejaron los dos primeros muertos de la semana. El Gobierno pidió calma tras una serie de saqueos que dejaron vacíos algunos supermercados.
'Han contestado a mi oferta de diálogo con bombas'
"El país está en estado de sitio total, con los aeropuertos cerrados, las carreteras, las empresas y las fábricas cerradas y con la gente que no puede circular por las calles. Los policías están reprimiendo [a los manifestantes] y no dejan que la gente llegue a la embajada. El país no volverá a la calma mientras el presidente esté encerrado", explica Zelaya. "La propuesta de diálogo con la que llegué ha sido contestada con bombas y soldados", agrega.
Tal es la tensión en Honduras que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, aseguró el miércoles que la situación de inestabilidad no proporciona las condiciones necesarias para celebrar unas elecciones creíbles, por lo que decidió suspender la asistencia electoral al país centroamericano.
Un equipo de la ONU llega hasta las inmediaciones de la militarizada puerta de acceso a la sede diplomática. El vehículo lleva, entre otras cosas, patatas fritas, queso, agua, galletas, pan, leche y papel higiénico. Todo es registrado meticulosamente y hasta las cajas precintadas son revisadas una a una. Finalmente las linternas y las pilas no pasan.
'Los hondureños me ayudaron a entrar'
Después de tres días en el país, su llegada a Tegucigalpa es todavía un misterio que ha dejado perplejo a Micheletti. "Tuve que recorrer muchos caminos en distintos espacios y superar controles policiales y retenes militares. Fueron varios medios de transporte, primero aéreo y después vía terrestre, con varios vehículos. Al final fueron más de 15 ó 16 horas hasta llegar a Tegucigalpa, pero no le puedo dar más detalles, porque fueron hondureños los que me ayudaron a avanzar", dice Zelaya.
A falta de un apoyo claro en el interior del país, donde la Corte Suprema, el Congreso, el Ejército y hasta su propio partido respaldaron su salida del poder, la gran apuesta de Zelaya sigue siendo la calle y la comunidad internacional. Entre los líderes mundiales, Zelaya reconoce el apoyo de Zapatero y admite que "ha sido muy firme pidiendo mi regreso al poder, señalando que la democracia pasa por mi restitución y...".
Zelaya no logra terminar la frase cuando se corta la comunicación. Acaba de saberse también que Francisco Alvarado, un albañil de 65 años, al que las refriegas pillaron en medio, es la segunda víctima mortal desde el golpe de Estado. Horas después, llegaría el tercero (el segundo desde que Zelaya regresó a Honduras): un militante del Frente Nacional de Resistencia que participaba en una manifestación en contra del golpe.
Manuel Zelaya (izquierda), en la embajada de Brasil, junto a un seguidor. | Afp
La vida en la embajada no es fácil. "Estamos racionando la comida y el agua para que alcance para todos", asegura Manuel Zelaya en una entrevista con EL MUNDO. Desde que volvió a Honduras el lunes, el depuesto presidente convive con su mujer, Xiomara Castro, y otro centenar de personas en la legación diplomática de Brasil en Tegucigalpa.
La embajada se ha convertido en un pequeño campamento, donde los rumores se suceden y hasta se han organizado turnos durante la noche para mantenerse en alerta ante un posible asalto a la sede diplomática en Tegucigalpa. "Ves, ahí tienes mi regalo de cumpleaños: mi regreso", dice Zelaya a una de sus colaboradoras más cercanas durante su etapa como presidente, antes de ponerse al teléfono con EL MUNDO. "Aquí la situación es cada vez más difícil. No es fácil conseguir alimentos y menos aún que nos dejen introducirlos", explica el ex mandatario.
"Ahora hay todavía 100 personas dentro y el miércoles había 300, pero esperamos que a lo largo del día sólo queden unas 50 y reducir así el grupo a la gente de seguridad y a los equipos de trabajo", señala desde el interior de la legación diplomática. "En algunos momentos nos han cortado la luz, el agua y el teléfono, pero finalmente los han restablecido tras las fuertes presiones. También gracias a la comunidad internacional se ha disipado un plan para matarme y decir que me había suicidado. Hoy todavía corremos el riesgo de que la embajada sea asaltada y de que anuncien que me había suicidado para simular que nosotros habíamos decidido morir antes de que entraran aquí. El plan se frustró porque de nuevo la comunidad internacional, incluidos EEUU y la OEA (Organización de Estados Americanos), intervino inmediatamente", aclara el depuesto mandatario.
Frente a los muros de la embajada los militares van y vienen. Primero unos soldados, luego unos policías y más tarde un cuerpo de élite, encapuchados y con rifles de precisión. El chalé de la embajada en el barrio de Palmira se ha convertido en un fortín al ser considerado como en el objetivo número uno para los que pretenden llegar a todas las manifestaciones de protesta que se suceden diariamente en la capital. Los enfrentamientos con las fuerzas del orden controlada por el presidente de facto, Roberto Micheletti, dejaron los dos primeros muertos de la semana. El Gobierno pidió calma tras una serie de saqueos que dejaron vacíos algunos supermercados.
'Han contestado a mi oferta de diálogo con bombas'
"El país está en estado de sitio total, con los aeropuertos cerrados, las carreteras, las empresas y las fábricas cerradas y con la gente que no puede circular por las calles. Los policías están reprimiendo [a los manifestantes] y no dejan que la gente llegue a la embajada. El país no volverá a la calma mientras el presidente esté encerrado", explica Zelaya. "La propuesta de diálogo con la que llegué ha sido contestada con bombas y soldados", agrega.
Tal es la tensión en Honduras que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, aseguró el miércoles que la situación de inestabilidad no proporciona las condiciones necesarias para celebrar unas elecciones creíbles, por lo que decidió suspender la asistencia electoral al país centroamericano.
Un equipo de la ONU llega hasta las inmediaciones de la militarizada puerta de acceso a la sede diplomática. El vehículo lleva, entre otras cosas, patatas fritas, queso, agua, galletas, pan, leche y papel higiénico. Todo es registrado meticulosamente y hasta las cajas precintadas son revisadas una a una. Finalmente las linternas y las pilas no pasan.
'Los hondureños me ayudaron a entrar'
Después de tres días en el país, su llegada a Tegucigalpa es todavía un misterio que ha dejado perplejo a Micheletti. "Tuve que recorrer muchos caminos en distintos espacios y superar controles policiales y retenes militares. Fueron varios medios de transporte, primero aéreo y después vía terrestre, con varios vehículos. Al final fueron más de 15 ó 16 horas hasta llegar a Tegucigalpa, pero no le puedo dar más detalles, porque fueron hondureños los que me ayudaron a avanzar", dice Zelaya.
A falta de un apoyo claro en el interior del país, donde la Corte Suprema, el Congreso, el Ejército y hasta su propio partido respaldaron su salida del poder, la gran apuesta de Zelaya sigue siendo la calle y la comunidad internacional. Entre los líderes mundiales, Zelaya reconoce el apoyo de Zapatero y admite que "ha sido muy firme pidiendo mi regreso al poder, señalando que la democracia pasa por mi restitución y...".
Zelaya no logra terminar la frase cuando se corta la comunicación. Acaba de saberse también que Francisco Alvarado, un albañil de 65 años, al que las refriegas pillaron en medio, es la segunda víctima mortal desde el golpe de Estado. Horas después, llegaría el tercero (el segundo desde que Zelaya regresó a Honduras): un militante del Frente Nacional de Resistencia que participaba en una manifestación en contra del golpe.
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