Rumanos, rusos, ucranianos, egipcios, colombianos, españoles... El crimen organizado no sabe de fronteras. Ya sea desde un pueblecito de nuestra región o desde Miami, estas bandas trafican con drogas, blanquean o «hackean» cuentas corrientes
CARLOS HIDALGO | MADRID «El Guapo», apodo de un español que dio sus primeros pasos delictivos como «mula» de la droga, creyó que se le abría el cielo el día que, con la ayuda de una colombiana llamada Rubiela, alias «Mona», pasó de ser un simple «currito» de las sucursales de la droga a montar su propia «agencia». Él ponía sus conocimientos en la manera de introducir droga en España y ella ofrecía una amplia agenda de contactos con los cárteles de su país, Perú y la República Dominicana.
Son los dos protagonistas de la operación «Fado», llevada a cabo este mismo año por los investigadores del Greco, la Brigada Central de Estupefacientes de la Udyco Central y el Grupo de Estupefacientes de Madrid-Barajas. El dispositivo arrancaba a finales de diciembre pasado. La Policía detectó que dos individuos (uno de ellos, Jesús, «El Guapo») traficaban en Madrid y que «Mona» lo hacía en Tomelloso (Ciudad Real). Esta última había acudido a Colombia a comprar una partida de «merca», mientras que Jesús movía sus hilos con una de los dos empleados de la empresa de seguridad International Consultant Targeted Security que fueron detenidas y que trabajaban en el aeropuerto madrileño. El otro era un «socio» de ella.
Eran los cuatro puntales del grupo. Cuatro de los nueve detenidos. También se identificó a una joven rumana de 18 años que acudió a Lima para traerse otra partida, pero ésta tardaría más de lo previsto en llegar. Le darían finalmente la droga en el mismo avión. Había otra «mula», que llegó a la T-1 con 12 kilos de droga en un bolso de mano. Ahí es donde entraban en juego los empleados infieles de Barajas: uno de ellos se le acercó y le abrazó, antes de llegar al control policial, en el mismo «finger». Pero ya estaban siendo vigilados.
«Mona» vendía, con su compañero sentimental, la droga en locales de ocio de Tomelloso. Otra partida iba a Madrid. Jesús reclutaba a los «correos», a los que pagaba 10.000 euros, mientras que al vigilantes de seguridad, 3.000 por bolsa. Su compañera iba a comisión.
No es más que un ejemplo del carácter internacional o, si se quiere, como es este caso, transoceánico del crimen organizado en Madrid. Según los parámetros de la Udyco, el clan del «Guapo» entraría dentro de los llamados grupos de nivel básico y de ámbito internacional.
Operación «Típex»
Diferente eran los objetivos y la envergadura de la red comandada por el rumano Ionut Adruian Avram, alias «Cumatru», de tan sólo 23 años. Encabezaba una red de 15 personas dedicada a la estafa bancaria «on line» y de tarjetas de crédito. El delincuente carece de estudios, pero sus tentáculos se habían extendido a fraudes en Italia, Estados Unidos y Canadá... Y todo, desde su escondite en la localidad madrileña de Valdilecha, de poco más de dos mil habitantes. De hecho, en el momento de su captura, no dudó en preguntar a los agentes: «¿Cómo es posible que me hayáis localizado?».
«Cumatru» no tenía un pelo de tonto. Pagaba a «hackers» rusos, ucranianos y egipcios para que le pasaran datos bancarios de ciudadanos. Todo comenzó por las sospechas de la comisaría de Coslada-San Fernando, ante el incremento de compras con tarjetas falsas en centros comerciales del Corredor del Henares. La red lo tenía todo perfectamente estructurado: una parte de sus integrantes (de los 15 imputados, doce eran rumanos y tres españoles, una denominada banda mixta) se dedicaba a comprar a los «hackers»: 20 dólares por cliente; 15 por cada uno si eran 50; 6 por 100. Los españoles, según descubrió el Grupo XX de la Udyco, se dedicaban a recibir las tarjetas falsas con sus respectivos nombres, para levantar menos sospechas. Iban a comisión. Compraban en los comercios enseres que luego vendían de manera ilegal.
La complejidad de la trama llevó a actuar en la operación a los servicios secretos de Estados Unidos, la Oficina del Agregado de Interior de Rumanía y al Sepblac español, expertos en el blanqueo de capitales del Banco de España. También se contó con la colaboración de la policía de Nueva York.
CARLOS HIDALGO | MADRID «El Guapo», apodo de un español que dio sus primeros pasos delictivos como «mula» de la droga, creyó que se le abría el cielo el día que, con la ayuda de una colombiana llamada Rubiela, alias «Mona», pasó de ser un simple «currito» de las sucursales de la droga a montar su propia «agencia». Él ponía sus conocimientos en la manera de introducir droga en España y ella ofrecía una amplia agenda de contactos con los cárteles de su país, Perú y la República Dominicana.
Son los dos protagonistas de la operación «Fado», llevada a cabo este mismo año por los investigadores del Greco, la Brigada Central de Estupefacientes de la Udyco Central y el Grupo de Estupefacientes de Madrid-Barajas. El dispositivo arrancaba a finales de diciembre pasado. La Policía detectó que dos individuos (uno de ellos, Jesús, «El Guapo») traficaban en Madrid y que «Mona» lo hacía en Tomelloso (Ciudad Real). Esta última había acudido a Colombia a comprar una partida de «merca», mientras que Jesús movía sus hilos con una de los dos empleados de la empresa de seguridad International Consultant Targeted Security que fueron detenidas y que trabajaban en el aeropuerto madrileño. El otro era un «socio» de ella.
Eran los cuatro puntales del grupo. Cuatro de los nueve detenidos. También se identificó a una joven rumana de 18 años que acudió a Lima para traerse otra partida, pero ésta tardaría más de lo previsto en llegar. Le darían finalmente la droga en el mismo avión. Había otra «mula», que llegó a la T-1 con 12 kilos de droga en un bolso de mano. Ahí es donde entraban en juego los empleados infieles de Barajas: uno de ellos se le acercó y le abrazó, antes de llegar al control policial, en el mismo «finger». Pero ya estaban siendo vigilados.
«Mona» vendía, con su compañero sentimental, la droga en locales de ocio de Tomelloso. Otra partida iba a Madrid. Jesús reclutaba a los «correos», a los que pagaba 10.000 euros, mientras que al vigilantes de seguridad, 3.000 por bolsa. Su compañera iba a comisión.
No es más que un ejemplo del carácter internacional o, si se quiere, como es este caso, transoceánico del crimen organizado en Madrid. Según los parámetros de la Udyco, el clan del «Guapo» entraría dentro de los llamados grupos de nivel básico y de ámbito internacional.
Operación «Típex»
Diferente eran los objetivos y la envergadura de la red comandada por el rumano Ionut Adruian Avram, alias «Cumatru», de tan sólo 23 años. Encabezaba una red de 15 personas dedicada a la estafa bancaria «on line» y de tarjetas de crédito. El delincuente carece de estudios, pero sus tentáculos se habían extendido a fraudes en Italia, Estados Unidos y Canadá... Y todo, desde su escondite en la localidad madrileña de Valdilecha, de poco más de dos mil habitantes. De hecho, en el momento de su captura, no dudó en preguntar a los agentes: «¿Cómo es posible que me hayáis localizado?».
«Cumatru» no tenía un pelo de tonto. Pagaba a «hackers» rusos, ucranianos y egipcios para que le pasaran datos bancarios de ciudadanos. Todo comenzó por las sospechas de la comisaría de Coslada-San Fernando, ante el incremento de compras con tarjetas falsas en centros comerciales del Corredor del Henares. La red lo tenía todo perfectamente estructurado: una parte de sus integrantes (de los 15 imputados, doce eran rumanos y tres españoles, una denominada banda mixta) se dedicaba a comprar a los «hackers»: 20 dólares por cliente; 15 por cada uno si eran 50; 6 por 100. Los españoles, según descubrió el Grupo XX de la Udyco, se dedicaban a recibir las tarjetas falsas con sus respectivos nombres, para levantar menos sospechas. Iban a comisión. Compraban en los comercios enseres que luego vendían de manera ilegal.
La complejidad de la trama llevó a actuar en la operación a los servicios secretos de Estados Unidos, la Oficina del Agregado de Interior de Rumanía y al Sepblac español, expertos en el blanqueo de capitales del Banco de España. También se contó con la colaboración de la policía de Nueva York.
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