Anda, la píldora!

Anda, la píldora!


Lo recordarán, sin duda, porque fue de esos anuncios que pasan a la historia de la publicidad. Iba el niño camino de la escuela y al ver a sus compañeros morder donuts, decía «¡Anda, los donuts!» El niño volvía corriendo a su casa, cogía su donut y, mordiéndolo camino del colegio, decía esta vez: «¡Anda, la cartera!» El niño tenía en casa donuts y cartera, y si tenía un olvido de alguno de los dos, le bastaba con desandar el camino y darse más prisas. La mal llamada «Píldora del día después» —supongo que habrán querido decir «del día siguiente»— se va a convertir en el nuevo donut o la nueva cartera. El personal joven, que, como es natural en esa edad, está más pendiente de avivar el incendio interior que de colocar extintores de profilaxis, si hasta ahora se daba al revolcón oportuno y ninguno de los dos tenía maneras de poner medios, ella ponía remedio: al día siguiente iba al centro sanitario, solicitaba la píldora y hacía algo así como el que toma bicarbonato tras una ingesta copiosa. O bien, como conozco algún caso, las había tan seguras de lo que iban a hacer, que pedían la píldora del día después para la cópula de mañana, que mañana seguro que cae algo, que para eso es fin de semana. O sea, por si hay banquete, me echo el omeprazol en el bolsillo.
Ya recetan en las farmacias las famosas píldoras que alguien ha aireado como una de las mil banderas de la igualdad femenina. Bien. La píldora no es familia directa del aborto, pero al final, en este plan, todo acabará en endogamia. Ya veremos. No nos oponemos, todo lo contrario, a ninguna medida que le facilite a la mujer —o al hombre— su vida, ya sea sexual, religiosa o laboral. Lo que sorprende es que el Gobierno, en cuanto a píldoras del «día después» y abortos a los dieciséis años, parezca más interesado en dar cursos que enseñen a tomarse la aspirina en vez de aleccionar para evitar el dolor de cabeza. Es preferible llevar una dieta equilibrada que tener que matarse después con ejercicios para rebajar peso. Si pregona el lema «contra cópula, píldora», y «contra preñez, aborto», es como si quisiera convencernos de que una paliza no tiene importancia si tenemos a mano una pomada que alivia el dolor y quita los cardenales. Ahora —quién sabe si camino del colegio—, alguna niña que la noche anterior haya holgado a pierna suelta, ante el asombro de sus compañeros, quizá exclame: «¡Anda, la píldora!»