¡Mi jefe es lo peor!
En tiempos difíciles, la necesidad de líderes cualificados hace más evidentes las carencias de una ‘profesión’ que no admite mediocridades. Los ejecutivos españoles salen bastante mal parados en los análisis sobre su capacidad para guiar los cambios en el futuro.
29-09-2009 -
Hay profesiones que no admiten mucho margen de error. ¿Cuánto le daría usted a la "profesión" de jefe? Un reciente estudio de Otto Walter, en el que 4.312 colaboradores han evaluado a 712 mandos de empresas grandes y medianas, puede ayudar a contestar esta pregunta. La investigación, que otorga el nivel de "bueno" a todo jefe que alcance o supere la calificación de 45 sobre 50, revela que el 42% de los mandos directivos españoles no alcanza el nivel mínimo exigible.
Paco Muro, presidente ejecutivo de Otto Walter, recuerda que "un 80% de profesionales válidos y un 20% de mediocres no es viable en ninguna organización. Hay demasiados puestos de trabajo y demasiados resultados en juego. No es admisible ni válido estar por debajo de un nivel mínimo". Muro se pregunta si alguien daría por válido a un soldador que hiciera bien sólo un 80% de las soldaduras que realiza, o a un arquitecto al que sólo se le cayera un 10% de los edificios que construye.
El informe concluye que sólo dos de cada tres trabajadores afirma que la presencia de su jefe supone una ayuda útil para el equipo. Un 59,7% de los empleados contrataría a su superior si fueran ellos los que tuvieran una empresa y necesitaran un buen mando, mientras que tres de cada cuatro evalúa a su jefe como competente. Y un 22% prefiere arriesgarse a que venga uno nuevo en vez de seguir con el que tiene.
Para la mayoría de los encuestados, estos son los puntos más flojos de sus mandos directivos:
Reconocimiento
Apenas un 43% de los encuestados logra que su jefe le diga de manera formal que está satisfecho de su trabajo, al menos una vez al año.
El estudio destaca que, en términos de reconocimiento, los directivos se autoevalúan muy por encima de lo que valoran sus subordinados.
Paco Muro explica que "la cuestión va más allá de felicitar más. Esto parece ser un mero síntoma de un mal mayor. Un gran porcentaje de jefes no comprende la relación con sus equipos, no asume su papel como director de personas, sino más bien como encargado de la tarea o el objetivo. Parece algo cultural que se instala en la mente y el estilo de muchas empresas. Prueba de ello es que en la mayoría de las compañías grandes existe el cargo de director de recursos humanos, dando a entender que es ese departamento el que asume la responsabilidad de la dirección de las personas y no cada jefe con cada uno de los empleados asignados a su cargo, como realmente es". El informe concluye que esa confusión hace que el jefe novel acabe fácilmente más orientado a los números que al equipo, y se crea en muchos la percepción de que si se alcanzan los objetivos, aunque sea aparentemente, todo está bien, sin prestar interés al hecho de alcanzarlos siempre con las personas del equipo, en vez de "utilizarlas".
Gestión de las emociones
Sólo el 60% de los jefes gestiona creando un clima de exigencia positiva, frente a un 40% que genera presión negativa, estrés y agobio.
Un 44% de los empleados afirma que su jefe no es capaz de reconocer sus errores o limitaciones, y casi un tercio manifiesta que tampoco sabe aguantar sus prontos y se descontrola más de lo debido; idéntico resultado que el obtenido con la incapacidad para llevar con templanza los momentos de presión o carga de trabajo.
Tan sólo 1 de cada 3 jefes es reconocido como capaz de cambiar fácilmente de opinión cuando se le argumentan otras alternativas, y sólo la mitad (55%) suele sumar ideas en vez de imponer siempre la suya. Además, apenas la mitad de los jefes (55%) toleran bien que los demás se equivoquen.
Todo esto trastoca el clima laboral y merma la productividad y el afán por la calidad. Además supone un freno al talento y al potencial del grupo.
Trato y Orientación
Un 44% de los empleados reconoce que su jefe suele citarles súbitamente en vez de mostrarse más considerado con el tiempo y las tareas que está realizando el trabajador y buscar el momento más adecuado para hablar las cosas.
Sólo la mitad de los colaboradores afirma que su jefe dedica tiempo suficiente a su gente (49,7%), una muestra de que la gestión de las personas del equipo se sigue relegando en las prioridades del mando.
Sólo un 42% de los empleados afirma que su jefe sabe cuidar su vida personal y no trabajar demasiado. Los trabajadores ven que sus superiores se atarean mucho, incluso demasiado, cosa que ni aprueban, ni admiran, pues dejan claro que no valoran positivamente el rendimiento de ese exceso de trabajo, ya que a pesar de eso no ven que atienda como debe las cuestiones prioritarias.
Como muestra anecdótica de una cierta desorganización, sólo un 55% de los colaboradores afirma que en su departamento, cuando el jefe no está, se sabe cuando regresará y por tanto cuando se podrá contar con su presencia.
El desastre de las reuniones
La gestión de reuniones parece el espejo en el que afloran las virtudes y defectos de los jefes. Es un momento de alta exposición al público, ya que todo queda a la vista del grupo.
Sólo un 44,4% de los jefes es reconocido como cumplidor de los horarios establecidos. Más de 1 de cada 4 trabajadores manifiesta que suele acudir a las reuniones a las que se le convoca sin saber ni para qué es porque el jefe no lo comunica.
Ni siquiera la mitad de los jefes (48%) tiene planificadas reuniones periódicas del equipo en las que se comparta información y se hagan puestas en común útiles.
Dirección y seguimiento
La mitad de los jefes, cuando delegan algo importante, se limitan a dar el objetivo y aplicar el búscate la vida en vez de dedicar tiempo para que queden claras las acciones y posibles incidencias.
Sin embargo, el 78% de los trabajadores reconoce que sus mandos dejan muy claros los objetivos, tanto los individuales como los de la empresa, aunque sólo un 67% percibe que su jefe cree en los objetivos que transmite. Sólo 2 de cada 3 jefes deja claras las prioridades cuando se acumulan tareas y objetivos; el mismo porcentaje que proporciona la información suficiente para que los colaboradores puedan hacer su trabajo eficazmente.
Optimismo y valores
Sólo el 68% ha sido reconocido como persona que tiende a ver el lado positivo de las cosas y de las personas.
Uno de cada tres trabajadores no ha podido afirmar que su jefe sea un buen comunicador o que les traslade valores y normas de la compañía.
Si añadimos a esto que sólo el 64% de los trabajadores es capaz de afirmar que sus jefes cumplen rigurosamente los compromisos y promesas dadas, resulta difícil trasladar credibilidad y valores.
Tino Fernández y Montse Mateos. Madrid.
Expansión y Empleo
En tiempos difíciles, la necesidad de líderes cualificados hace más evidentes las carencias de una ‘profesión’ que no admite mediocridades. Los ejecutivos españoles salen bastante mal parados en los análisis sobre su capacidad para guiar los cambios en el futuro.
29-09-2009 -
Hay profesiones que no admiten mucho margen de error. ¿Cuánto le daría usted a la "profesión" de jefe? Un reciente estudio de Otto Walter, en el que 4.312 colaboradores han evaluado a 712 mandos de empresas grandes y medianas, puede ayudar a contestar esta pregunta. La investigación, que otorga el nivel de "bueno" a todo jefe que alcance o supere la calificación de 45 sobre 50, revela que el 42% de los mandos directivos españoles no alcanza el nivel mínimo exigible.
Paco Muro, presidente ejecutivo de Otto Walter, recuerda que "un 80% de profesionales válidos y un 20% de mediocres no es viable en ninguna organización. Hay demasiados puestos de trabajo y demasiados resultados en juego. No es admisible ni válido estar por debajo de un nivel mínimo". Muro se pregunta si alguien daría por válido a un soldador que hiciera bien sólo un 80% de las soldaduras que realiza, o a un arquitecto al que sólo se le cayera un 10% de los edificios que construye.
El informe concluye que sólo dos de cada tres trabajadores afirma que la presencia de su jefe supone una ayuda útil para el equipo. Un 59,7% de los empleados contrataría a su superior si fueran ellos los que tuvieran una empresa y necesitaran un buen mando, mientras que tres de cada cuatro evalúa a su jefe como competente. Y un 22% prefiere arriesgarse a que venga uno nuevo en vez de seguir con el que tiene.
Para la mayoría de los encuestados, estos son los puntos más flojos de sus mandos directivos:
Reconocimiento
Apenas un 43% de los encuestados logra que su jefe le diga de manera formal que está satisfecho de su trabajo, al menos una vez al año.
El estudio destaca que, en términos de reconocimiento, los directivos se autoevalúan muy por encima de lo que valoran sus subordinados.
Paco Muro explica que "la cuestión va más allá de felicitar más. Esto parece ser un mero síntoma de un mal mayor. Un gran porcentaje de jefes no comprende la relación con sus equipos, no asume su papel como director de personas, sino más bien como encargado de la tarea o el objetivo. Parece algo cultural que se instala en la mente y el estilo de muchas empresas. Prueba de ello es que en la mayoría de las compañías grandes existe el cargo de director de recursos humanos, dando a entender que es ese departamento el que asume la responsabilidad de la dirección de las personas y no cada jefe con cada uno de los empleados asignados a su cargo, como realmente es". El informe concluye que esa confusión hace que el jefe novel acabe fácilmente más orientado a los números que al equipo, y se crea en muchos la percepción de que si se alcanzan los objetivos, aunque sea aparentemente, todo está bien, sin prestar interés al hecho de alcanzarlos siempre con las personas del equipo, en vez de "utilizarlas".
Gestión de las emociones
Sólo el 60% de los jefes gestiona creando un clima de exigencia positiva, frente a un 40% que genera presión negativa, estrés y agobio.
Un 44% de los empleados afirma que su jefe no es capaz de reconocer sus errores o limitaciones, y casi un tercio manifiesta que tampoco sabe aguantar sus prontos y se descontrola más de lo debido; idéntico resultado que el obtenido con la incapacidad para llevar con templanza los momentos de presión o carga de trabajo.
Tan sólo 1 de cada 3 jefes es reconocido como capaz de cambiar fácilmente de opinión cuando se le argumentan otras alternativas, y sólo la mitad (55%) suele sumar ideas en vez de imponer siempre la suya. Además, apenas la mitad de los jefes (55%) toleran bien que los demás se equivoquen.
Todo esto trastoca el clima laboral y merma la productividad y el afán por la calidad. Además supone un freno al talento y al potencial del grupo.
Trato y Orientación
Un 44% de los empleados reconoce que su jefe suele citarles súbitamente en vez de mostrarse más considerado con el tiempo y las tareas que está realizando el trabajador y buscar el momento más adecuado para hablar las cosas.
Sólo la mitad de los colaboradores afirma que su jefe dedica tiempo suficiente a su gente (49,7%), una muestra de que la gestión de las personas del equipo se sigue relegando en las prioridades del mando.
Sólo un 42% de los empleados afirma que su jefe sabe cuidar su vida personal y no trabajar demasiado. Los trabajadores ven que sus superiores se atarean mucho, incluso demasiado, cosa que ni aprueban, ni admiran, pues dejan claro que no valoran positivamente el rendimiento de ese exceso de trabajo, ya que a pesar de eso no ven que atienda como debe las cuestiones prioritarias.
Como muestra anecdótica de una cierta desorganización, sólo un 55% de los colaboradores afirma que en su departamento, cuando el jefe no está, se sabe cuando regresará y por tanto cuando se podrá contar con su presencia.
El desastre de las reuniones
La gestión de reuniones parece el espejo en el que afloran las virtudes y defectos de los jefes. Es un momento de alta exposición al público, ya que todo queda a la vista del grupo.
Sólo un 44,4% de los jefes es reconocido como cumplidor de los horarios establecidos. Más de 1 de cada 4 trabajadores manifiesta que suele acudir a las reuniones a las que se le convoca sin saber ni para qué es porque el jefe no lo comunica.
Ni siquiera la mitad de los jefes (48%) tiene planificadas reuniones periódicas del equipo en las que se comparta información y se hagan puestas en común útiles.
Dirección y seguimiento
La mitad de los jefes, cuando delegan algo importante, se limitan a dar el objetivo y aplicar el búscate la vida en vez de dedicar tiempo para que queden claras las acciones y posibles incidencias.
Sin embargo, el 78% de los trabajadores reconoce que sus mandos dejan muy claros los objetivos, tanto los individuales como los de la empresa, aunque sólo un 67% percibe que su jefe cree en los objetivos que transmite. Sólo 2 de cada 3 jefes deja claras las prioridades cuando se acumulan tareas y objetivos; el mismo porcentaje que proporciona la información suficiente para que los colaboradores puedan hacer su trabajo eficazmente.
Optimismo y valores
Sólo el 68% ha sido reconocido como persona que tiende a ver el lado positivo de las cosas y de las personas.
Uno de cada tres trabajadores no ha podido afirmar que su jefe sea un buen comunicador o que les traslade valores y normas de la compañía.
Si añadimos a esto que sólo el 64% de los trabajadores es capaz de afirmar que sus jefes cumplen rigurosamente los compromisos y promesas dadas, resulta difícil trasladar credibilidad y valores.
Tino Fernández y Montse Mateos. Madrid.
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