El debate sobre la moderación salarial
La disputa del salario es siempre un elemento central en la acción sindical en tanto que “precio de la fuerza del trabajo”, o, en formulación del art. 26 del Estatuto de los Trabajadores: “las percepciones económicas de los trabajadores …por la prestación profesional de los servicios laborales por cuenta ajena”, que viene a ser lo mismo.
09-11-2009 - Por ello resulta legítima, y necesaria siempre, la voluntad sindical de mejorar el precio de tal prestación (o mercancía), sin olvidar que implica una concreta relación con las condiciones de la misma, es decir las condiciones concretas de trabajo en cada momento. Y hoy el empleo, sus particulares condiciones y sus perspectivas, constituye un elemento esencial de éstas.
Desde hace años considero que la reivindicación salarial no puede reducirse a la cifra del incremento, aunque éste sea un aspecto no secundario de la misma. Entiendo que hay que plantear en cada ámbito de negociación efectivamente una cuantía de incremento, o varias cifras según pudiera desprenderse de otras cuestiones como resultan de poner sobre la mesa la estructura salarial, el incremento a aplicar en los diversos niveles de la escala salarial (para afirmar o corregir lo adecuado o inadecuado de ésta), a las retribuciones fijas y a las variables, a las relacionadas con la estructura profesional y a las vinculadas a los resultados (individuales y/o colectivos) del trabajo y/o de la empresa, los complementos personales heredados de las mil historias que se cruzan en cada empresa, … Por ello, como criterio general, entiendo que la compleja reivindicación salarial debería elaborarse a partir de un conocimiento concreto de la masa salarial de la empresa, de su historia, de su relación con la coyuntura de la misma y la general, y su detallado desglose por grupos profesionales, por modalidades contractuales, por género, por edad, … Diverso debería ser también el planteamiento según se trate de una negociación de empresa o sectorial, en cuyo caso debe haber una exigencia sindical sectorial y otra de empresa (articulada) según la realidad e historia de ésta. La pregunta hecha en este momento apunta además (aunque lo anterior lo considero también vigente ahora) a la relación de las reivindicaciones salariales con la crisis.
La CES se equivoca
No comparto la apariencia de la campaña de la Confederación Europea de Sindicatos, ya antes de la crisis, situando la exigencia de mejora del poder adquisitivo como el eje del sindicalismo europeo. Creo que los dos retos principales del sindicalismo europeo en el Siglo XXI son el de la competitividad de la economía europea (indisoluble y necesariamente ligada a la exigencia de poder sindical para intervenir en su gobierno) y la defensa de los derechos fundamentales del trabajo en el mundo para enfrentar la presión hacia inevitables retrocesos en el “modelo social europeo” que resultan de la violación de tales derechos en lo que genéricamente denominamos “el Sur” (también en el Sur del propio Norte).
Tampoco comparto el razonamiento, en mi opinión demasiado simple, que afirma que con mejores salarios aumentaría la demanda y ello resultaría decisivo para superar la crisis. Es cierto en parte, pero hay que considerar además el evidente incremento en la actual etapa de la proporción de ingresos derivados hacia el ahorro. Y no sólo en Europa, lo mismo me han explicado sucede en China.
Pero volviendo al tema planteado sobre la “moderación salarial”. Creo que existe una cultura sindical española en torno a este tema, para estar a favor o en contra, muchas veces a partir de la propia palabra (un resultado, uno más, de la cultura de las palabras), y de ello en CC.OO. hemos vivido largos debates. Se planteó ya en los Pactos de la Moncloa, y luego con ocasión de pactos sindicales, unos conjuntos CC.OO. y UGT con la patronal, otros sólo de UGT. Quiero señalar que en líneas generales comparto las razones sindicales para la firma de todos ellos, no tanto porque la moderación salarial signifique automáticamente creación de empleo (considero que lo que crea empleo es la necesidad de producción de bienes o servicios de la empresa, aunque ello ciertamente va ligado a sus posibilidades, de gasto, de inversiones, …, y en tales posibilidades inciden los costes salariales), sino por la apuesta sindical que suponen en pro de un clima de consenso social ligado a negociaciones de diverso sentido (más político en los Pactos de la Moncloa, más social y económico en otras ocasiones).
Volviendo a la actual situación, considero que con los bajos niveles de inflación, apuntando ya a la deflación, el incremento salarial, como siempre importante, no debe ser sin embargo el tema central. Debe, eso sí, plantearse la voluntad de mejora del poder adquisitivo, con el objetivo de conseguirlo allí donde la situación actual de la empresa, y sus perspectivas futuras ligadas a proyectos concretos, lo permita, y la fuerza sindical lo posibilite. Pero el paquete reivindicativo debe ser coherente y debe tener como eje principal el empleo, es decir las perspectivas de desarrollo de la producción de la empresa y la defensa de las garantías del actual empleo, su potencial desarrollo, y las posibles correcciones en su distribución entre sus diversas modalidades de contratación, subcontratación incluida. Un tema, el del empleo, que debe hoy vincularse con las inversiones de la propia empresa, el diseño de sus proyectos de producción, de inversiones particularmente en tecnología, en formación, en innovación, medioambientales, con el examen de su mercado presente y potencial, su política de contratación y formación adecuada a todo ello, así como con su integración en los proyectos industriales y económicos del sector y del país.
La coherencia reivindicativa
Desde esta perspectiva se trata de concretar propuestas teniendo en cuenta el ámbito en que se plantean y su específica coyuntura, combinando las diversas reivindicaciones, tanto salariales (con las cláusulas de descuelgue rigurosas, pero efectivas, en los convenios sectoriales) como de condiciones de trabajo, las apuestas de futuro, los derechos de intervención sindicales, etc. Si siempre ha sido importante, hoy lo es mucho más la coherencia del conjunto de las propuestas reivindicativas, que no pueden establecerse a partir de la suma de las reivindicaciones de cada uno de los grupos, o individuos, que componen el colectivo base de la negociación.
Sería por otra parte útil analizar con mayor rigor las experiencias de los acuerdos de empresa y de sector que se van dando, para evitar lo que sucede demasiadas veces en nuestro sindicalismo, europeo e internacional, también español (aunque quizás menos), y es el divorcio entre lo que decimos y lo que hacemos (o lo que hacen importantes estructuras sindicales formalmente muy ligadas a los órganos de dirección sindicales). Así sucedió en los últimos años en acuerdos de aumento de jornada con menor aumento salarial en importantes centros de trabajo de multinacionales europeas, y así creo que está empezando a suceder con acuerdos que contemplan medidas de congelación salarial y que pudieran no ser erróneos en su contexto concreto. Convendría ver a este respecto el conjunto de medidas pactadas y su proyección sobre el futuro de la empresa y la intervención sindical en ello, sobre el empleo y condiciones de trabajo a corto y medio plazo. Desgraciadamente tal análisis y la formulación de las propuestas sindicales, no viene facilitado por los planteamientos patronales, en general mucho más primarios que los sindicales. Pero sería un triste consuelo (y una expresión de la falta de capacidad de propuesta e iniciativa de la que en general alardeamos) escudarse en esta constatación.
Dos apostillas aún:
* Los empresarios no tienen por objetivo destruir empleo (ya que éste es precisamente el que les facilita los beneficios), ni los trabajadores, individual y colectivamente, pueden estar interesados en que se creen puestos de trabajo sin contenido.
* La crisis no es un problema moral (la lucha de clases tampoco), por lo que no tiene mucho sentido intentar encontrar soluciones buscando “culpables” para que “paguen”.
Para terminar quisiera recordar un planteamiento no nuevo, pero que seguramente tiene traducciones nuevas, distintas, en la actual coyuntura. Me refiero a que la respuesta a los problemas del necesario desarrollo económico e industrial en España, en Europa, en el mundo, han venido exigiendo un mayor poder sindical, también a todos los niveles, para poder impulsar una mayor implicación sindical en las necesarias respuestas de política económica a industrial en todos los ámbitos. Un mayor poder sindical que, para que sea real, precisa de estructuras sindicales de un sindicalismo “global”, con efectivos poderes delegados desde ámbitos inferiores, como probablemente no existen aún suficientemente desarrollados. Sólo con más poder sindical, y con más implicación sindical, será posible concluir acuerdos que vayan más allá de la cifra del incremento salarial, como creo que se necesitan.
Isidor Boix.
Secretario de Acción Sindical Internacional de FITEQA-CC.OO.
REvista La Factoría
La disputa del salario es siempre un elemento central en la acción sindical en tanto que “precio de la fuerza del trabajo”, o, en formulación del art. 26 del Estatuto de los Trabajadores: “las percepciones económicas de los trabajadores …por la prestación profesional de los servicios laborales por cuenta ajena”, que viene a ser lo mismo.
09-11-2009 - Por ello resulta legítima, y necesaria siempre, la voluntad sindical de mejorar el precio de tal prestación (o mercancía), sin olvidar que implica una concreta relación con las condiciones de la misma, es decir las condiciones concretas de trabajo en cada momento. Y hoy el empleo, sus particulares condiciones y sus perspectivas, constituye un elemento esencial de éstas.
Desde hace años considero que la reivindicación salarial no puede reducirse a la cifra del incremento, aunque éste sea un aspecto no secundario de la misma. Entiendo que hay que plantear en cada ámbito de negociación efectivamente una cuantía de incremento, o varias cifras según pudiera desprenderse de otras cuestiones como resultan de poner sobre la mesa la estructura salarial, el incremento a aplicar en los diversos niveles de la escala salarial (para afirmar o corregir lo adecuado o inadecuado de ésta), a las retribuciones fijas y a las variables, a las relacionadas con la estructura profesional y a las vinculadas a los resultados (individuales y/o colectivos) del trabajo y/o de la empresa, los complementos personales heredados de las mil historias que se cruzan en cada empresa, … Por ello, como criterio general, entiendo que la compleja reivindicación salarial debería elaborarse a partir de un conocimiento concreto de la masa salarial de la empresa, de su historia, de su relación con la coyuntura de la misma y la general, y su detallado desglose por grupos profesionales, por modalidades contractuales, por género, por edad, … Diverso debería ser también el planteamiento según se trate de una negociación de empresa o sectorial, en cuyo caso debe haber una exigencia sindical sectorial y otra de empresa (articulada) según la realidad e historia de ésta. La pregunta hecha en este momento apunta además (aunque lo anterior lo considero también vigente ahora) a la relación de las reivindicaciones salariales con la crisis.
La CES se equivoca
No comparto la apariencia de la campaña de la Confederación Europea de Sindicatos, ya antes de la crisis, situando la exigencia de mejora del poder adquisitivo como el eje del sindicalismo europeo. Creo que los dos retos principales del sindicalismo europeo en el Siglo XXI son el de la competitividad de la economía europea (indisoluble y necesariamente ligada a la exigencia de poder sindical para intervenir en su gobierno) y la defensa de los derechos fundamentales del trabajo en el mundo para enfrentar la presión hacia inevitables retrocesos en el “modelo social europeo” que resultan de la violación de tales derechos en lo que genéricamente denominamos “el Sur” (también en el Sur del propio Norte).
Tampoco comparto el razonamiento, en mi opinión demasiado simple, que afirma que con mejores salarios aumentaría la demanda y ello resultaría decisivo para superar la crisis. Es cierto en parte, pero hay que considerar además el evidente incremento en la actual etapa de la proporción de ingresos derivados hacia el ahorro. Y no sólo en Europa, lo mismo me han explicado sucede en China.
Pero volviendo al tema planteado sobre la “moderación salarial”. Creo que existe una cultura sindical española en torno a este tema, para estar a favor o en contra, muchas veces a partir de la propia palabra (un resultado, uno más, de la cultura de las palabras), y de ello en CC.OO. hemos vivido largos debates. Se planteó ya en los Pactos de la Moncloa, y luego con ocasión de pactos sindicales, unos conjuntos CC.OO. y UGT con la patronal, otros sólo de UGT. Quiero señalar que en líneas generales comparto las razones sindicales para la firma de todos ellos, no tanto porque la moderación salarial signifique automáticamente creación de empleo (considero que lo que crea empleo es la necesidad de producción de bienes o servicios de la empresa, aunque ello ciertamente va ligado a sus posibilidades, de gasto, de inversiones, …, y en tales posibilidades inciden los costes salariales), sino por la apuesta sindical que suponen en pro de un clima de consenso social ligado a negociaciones de diverso sentido (más político en los Pactos de la Moncloa, más social y económico en otras ocasiones).
Volviendo a la actual situación, considero que con los bajos niveles de inflación, apuntando ya a la deflación, el incremento salarial, como siempre importante, no debe ser sin embargo el tema central. Debe, eso sí, plantearse la voluntad de mejora del poder adquisitivo, con el objetivo de conseguirlo allí donde la situación actual de la empresa, y sus perspectivas futuras ligadas a proyectos concretos, lo permita, y la fuerza sindical lo posibilite. Pero el paquete reivindicativo debe ser coherente y debe tener como eje principal el empleo, es decir las perspectivas de desarrollo de la producción de la empresa y la defensa de las garantías del actual empleo, su potencial desarrollo, y las posibles correcciones en su distribución entre sus diversas modalidades de contratación, subcontratación incluida. Un tema, el del empleo, que debe hoy vincularse con las inversiones de la propia empresa, el diseño de sus proyectos de producción, de inversiones particularmente en tecnología, en formación, en innovación, medioambientales, con el examen de su mercado presente y potencial, su política de contratación y formación adecuada a todo ello, así como con su integración en los proyectos industriales y económicos del sector y del país.
La coherencia reivindicativa
Desde esta perspectiva se trata de concretar propuestas teniendo en cuenta el ámbito en que se plantean y su específica coyuntura, combinando las diversas reivindicaciones, tanto salariales (con las cláusulas de descuelgue rigurosas, pero efectivas, en los convenios sectoriales) como de condiciones de trabajo, las apuestas de futuro, los derechos de intervención sindicales, etc. Si siempre ha sido importante, hoy lo es mucho más la coherencia del conjunto de las propuestas reivindicativas, que no pueden establecerse a partir de la suma de las reivindicaciones de cada uno de los grupos, o individuos, que componen el colectivo base de la negociación.
Sería por otra parte útil analizar con mayor rigor las experiencias de los acuerdos de empresa y de sector que se van dando, para evitar lo que sucede demasiadas veces en nuestro sindicalismo, europeo e internacional, también español (aunque quizás menos), y es el divorcio entre lo que decimos y lo que hacemos (o lo que hacen importantes estructuras sindicales formalmente muy ligadas a los órganos de dirección sindicales). Así sucedió en los últimos años en acuerdos de aumento de jornada con menor aumento salarial en importantes centros de trabajo de multinacionales europeas, y así creo que está empezando a suceder con acuerdos que contemplan medidas de congelación salarial y que pudieran no ser erróneos en su contexto concreto. Convendría ver a este respecto el conjunto de medidas pactadas y su proyección sobre el futuro de la empresa y la intervención sindical en ello, sobre el empleo y condiciones de trabajo a corto y medio plazo. Desgraciadamente tal análisis y la formulación de las propuestas sindicales, no viene facilitado por los planteamientos patronales, en general mucho más primarios que los sindicales. Pero sería un triste consuelo (y una expresión de la falta de capacidad de propuesta e iniciativa de la que en general alardeamos) escudarse en esta constatación.
Dos apostillas aún:
* Los empresarios no tienen por objetivo destruir empleo (ya que éste es precisamente el que les facilita los beneficios), ni los trabajadores, individual y colectivamente, pueden estar interesados en que se creen puestos de trabajo sin contenido.
* La crisis no es un problema moral (la lucha de clases tampoco), por lo que no tiene mucho sentido intentar encontrar soluciones buscando “culpables” para que “paguen”.
Para terminar quisiera recordar un planteamiento no nuevo, pero que seguramente tiene traducciones nuevas, distintas, en la actual coyuntura. Me refiero a que la respuesta a los problemas del necesario desarrollo económico e industrial en España, en Europa, en el mundo, han venido exigiendo un mayor poder sindical, también a todos los niveles, para poder impulsar una mayor implicación sindical en las necesarias respuestas de política económica a industrial en todos los ámbitos. Un mayor poder sindical que, para que sea real, precisa de estructuras sindicales de un sindicalismo “global”, con efectivos poderes delegados desde ámbitos inferiores, como probablemente no existen aún suficientemente desarrollados. Sólo con más poder sindical, y con más implicación sindical, será posible concluir acuerdos que vayan más allá de la cifra del incremento salarial, como creo que se necesitan.
Isidor Boix.
Secretario de Acción Sindical Internacional de FITEQA-CC.OO.
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