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Rápido, poco exhaustivo y sin ninguna información
Crónica de lo que cómo se vive un vuelo Madrid-Nueva York
IDOIA NOAIN/NUEVA YORK / XORNAL
Antes de coger ayer el vuelo que me llevaría a Nueva York pasé por dos aeropuertos españoles, el de Pamplona y el de Madrid, y nadie, en ningún momento, ni en la primera ni en la segunda ciudad, me dijo nada sobre las nuevas medidas de seguridad. Sabía que se estaban aplicando, pero de no haberlo sabido, como no lo sabían muchos de mis compañeros de viaje, me habría topado con cierta sorpresa con que, después del control del escáner y después del control de pasaporte, me esperaba, ya en la puerta de embarque, un cacheo y una revisión de mi equipaje de mano. En cualquier caso, todo fue muy rápido. Rápido y poco exhaustivo.
“Tú hoy no vuelas”, dijo el vigilante de seguridad junto al control de metales por el que tienen que pasar todos los que se suben a un avión, vayan a EEUU o a cualquier otra parte. Eran las cuatro de la tarde y mi vuelo salía una hora después. Era también 28 de diciembre. Me había tocado un guardia guasón. “Es el día de los Santos Inocentes”, dijo, así que me quité las botas de tacón y el abrigo, coloqué el bolso y el ordenador portátil en la cinta del escáner, franqueé el arco y después pasé el control de pasaportes. Hasta ahí, todo normal.
El cacheo y la inspección de mi equipaje fue veloz. Me miraron el bolso y tuve que sacar la computadora de su mochila, pero tanto en ésta como en aquél otro hubo bolsillos que no se llegaron a escrutar. Ni siquiera me pidieron que abriese sus cremalleras. Ya en el avión, y en contra de las nuevas medidas, el abrigo y el portátil estaban en mis piernas y debajo del asiento, no en los compartimentos superiores. Faltaban minutos para despegar.
el anuncio de rubalcaba
Y ésta es la situación real después de que el Ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, anunciara ayer por la tarde que España no iba a ser menos y acataría las peticiones de seguridad que EEUU exigiera para todos los vuelos que tuvieran como destino su territorio nacional. Ahí fue cuando habló del “tercer filtro”, ése que antes no existía antes de llegar hasta el deseado asiento del vuelo y ahora retrasa aún más las salidas de los trasportes aéreos.
“Lamentamos que va a dificultar un poco la vida de los ciudadanos, pero tenemos que hacerlo. Nos lo ha pedido Estados Unidos y creemos que es razonable incrementar las medidas de control de los vuelos que abandonen nuestro país con destino a Estados Unidos”, explicó Rubalcaba a media tarde, cuando ya se estaba ofreciendo dichas “mejoras” en las condiciones de vigilancia en los aeropuertos españoles. Aunque fueron muchos los que en la jornada de ayer se quejaban de la obligación a partir de ahora de estar más de dos horas antes de la hora de embarque en el vuelo, fueron más los que aceptaban el argumento de la seguridad para excusar las nuevas medidas. “A mí, me parece perfecto, porque seguro que si pasa algo luego todo el mundo preguntaría cómo pudo pasar”, aseguraba un hombre que esperaba su tarjeta de embarque en la terminal de Madrid-Barajas.
Por contra, una mujer a escasos metros del pasajero citado expresaba su desconfianza: “Soy azafata y creo que en muchos sitios, como Estados Unidos, las acciones de seguridad son excesivas”. Por lo que ella respecta, la obligación de quitarse los zapatos y el límite de líquidos en el equipaje de mano es lo más molesto.
Crónica de lo que cómo se vive un vuelo Madrid-Nueva York
IDOIA NOAIN/NUEVA YORK / XORNAL
Antes de coger ayer el vuelo que me llevaría a Nueva York pasé por dos aeropuertos españoles, el de Pamplona y el de Madrid, y nadie, en ningún momento, ni en la primera ni en la segunda ciudad, me dijo nada sobre las nuevas medidas de seguridad. Sabía que se estaban aplicando, pero de no haberlo sabido, como no lo sabían muchos de mis compañeros de viaje, me habría topado con cierta sorpresa con que, después del control del escáner y después del control de pasaporte, me esperaba, ya en la puerta de embarque, un cacheo y una revisión de mi equipaje de mano. En cualquier caso, todo fue muy rápido. Rápido y poco exhaustivo.
“Tú hoy no vuelas”, dijo el vigilante de seguridad junto al control de metales por el que tienen que pasar todos los que se suben a un avión, vayan a EEUU o a cualquier otra parte. Eran las cuatro de la tarde y mi vuelo salía una hora después. Era también 28 de diciembre. Me había tocado un guardia guasón. “Es el día de los Santos Inocentes”, dijo, así que me quité las botas de tacón y el abrigo, coloqué el bolso y el ordenador portátil en la cinta del escáner, franqueé el arco y después pasé el control de pasaportes. Hasta ahí, todo normal.
El cacheo y la inspección de mi equipaje fue veloz. Me miraron el bolso y tuve que sacar la computadora de su mochila, pero tanto en ésta como en aquél otro hubo bolsillos que no se llegaron a escrutar. Ni siquiera me pidieron que abriese sus cremalleras. Ya en el avión, y en contra de las nuevas medidas, el abrigo y el portátil estaban en mis piernas y debajo del asiento, no en los compartimentos superiores. Faltaban minutos para despegar.
el anuncio de rubalcaba
Y ésta es la situación real después de que el Ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, anunciara ayer por la tarde que España no iba a ser menos y acataría las peticiones de seguridad que EEUU exigiera para todos los vuelos que tuvieran como destino su territorio nacional. Ahí fue cuando habló del “tercer filtro”, ése que antes no existía antes de llegar hasta el deseado asiento del vuelo y ahora retrasa aún más las salidas de los trasportes aéreos.
“Lamentamos que va a dificultar un poco la vida de los ciudadanos, pero tenemos que hacerlo. Nos lo ha pedido Estados Unidos y creemos que es razonable incrementar las medidas de control de los vuelos que abandonen nuestro país con destino a Estados Unidos”, explicó Rubalcaba a media tarde, cuando ya se estaba ofreciendo dichas “mejoras” en las condiciones de vigilancia en los aeropuertos españoles. Aunque fueron muchos los que en la jornada de ayer se quejaban de la obligación a partir de ahora de estar más de dos horas antes de la hora de embarque en el vuelo, fueron más los que aceptaban el argumento de la seguridad para excusar las nuevas medidas. “A mí, me parece perfecto, porque seguro que si pasa algo luego todo el mundo preguntaría cómo pudo pasar”, aseguraba un hombre que esperaba su tarjeta de embarque en la terminal de Madrid-Barajas.
Por contra, una mujer a escasos metros del pasajero citado expresaba su desconfianza: “Soy azafata y creo que en muchos sitios, como Estados Unidos, las acciones de seguridad son excesivas”. Por lo que ella respecta, la obligación de quitarse los zapatos y el límite de líquidos en el equipaje de mano es lo más molesto.
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