Se llama José Antonio Nieto, pero su nombre de guerra es ´Primo´, por el que le conocen en los Juzgados y fuera de ellos. Es cinturón negro en ocho estilos de artes marciales, ha sido campeón de España en lucha libre y subcampeón del mundo en lucha sambo, además de campeón de Balears en judo, buguei y kick boxing.
Tiene 42 años y es el más veterano del equipo de guardias de seguridad privada de los Juzgados. Su imagen ha salido en todos los medios de comunicación acompañando a imputados como Jaume Matas, Maria Antònia Munar, Miquel Nadal o Javier Rodrigo de Santos, entre otros.
–¿Impresiona tener que escoltar a personas que han sido los principales dirigentes de Balears?
–Trato igual a un chorizo que a un ex president, con la misma educación, aunque quizás sí impresiona un poco tener que acompañar a personas que has visto por la televisión. Pero el trato es el mismo.
–Sin embargo, el revuelo que se organiza a su alrededor no es similar.
–Es cierto, y mi objetivo es que no se les avasalle al tener que ir a declarar, que sea un proceso normal. En este aspecto, quizás la situación más compleja se produjo con Ana Torroja, porque todo el mundo quería su autógrafo, incluidos algunos funcionarios.
–¿Se detecta la angustia de una persona que ha ocupado cargos de gran responsabilidad política al verse obligada a comparecer ante la Justicia?
–Las entradas se producen con una gran naturalidad. Todavía no he visto llorar a nadie. Otra cosa es cuando salen de declarar ante el juez. No se les ve desmoralizados, sino más pensativos, quizás al repasar mentalmente su declaración.
–La avalancha de casos de corrupción ha debido trastocar la vida en los Juzgados.
–El trabajo se ha desbordado. Los jueces y los fiscales que se hacer cargo de estos temas ya no tienen horarios, trabajan mañana, tarde y noche, y es algo que también afecta a los funcionarios. Se detecta un aumento de la tensión, especialmente cuando se produce la llegada de personas conocidas que pueden desatar grandes simpatías pero también grandes aversiones y de las que hemos de garantizar su seguridad. Pero es un trabajo en equipo.
–¿Ha tenido que afrontar algún incidente grave durante la comparecencia de algún político?
–Gracias a Dios, todavía no hemos tenido ningún problema.
–¿Y la situación más conflictiva a la que ha tenido que hacer frente?
–Junto a dos compañeros, me tuve que meter en medio de un enfrentamiento en el que participaron unas 40 personas por la venta de una vivienda, aunque sin consecuencias. Varias veces me he visto obligado a inmovilizar a personas, pero para ello busco la forma más efectiva y menos dolorosa o escandalosa. Nunca recurro al puñetazo o a la patada. Tampoco hago uso de la porra, porque es algo que me podría complicar la vida.
–¿Alguna vez el golpeado ha sido usted?
–Lo máximo que he recibido fue una patada de una mujer que tuvimos que sacar de los juzgados. Tuve que pisarle el pie para que dejara de hacerlo.
–¿Cual es la situación más estrambótica que ha vivido?
–Una de ellas la protagonizó una persona que se debía desplazar con muletas porque tenía un pie mal. Se negaba a abandonar los Juzgados y se aferró a la silla en la que estaba sentado. Como teníamos miedo de dañarle el pie herido, lo que hicimos fue sacarle a pulso sobre la silla y dejarle sentado en mitad de la calle, hasta que optó por marcharse.
Tiene 42 años y es el más veterano del equipo de guardias de seguridad privada de los Juzgados. Su imagen ha salido en todos los medios de comunicación acompañando a imputados como Jaume Matas, Maria Antònia Munar, Miquel Nadal o Javier Rodrigo de Santos, entre otros.
–¿Impresiona tener que escoltar a personas que han sido los principales dirigentes de Balears?
–Trato igual a un chorizo que a un ex president, con la misma educación, aunque quizás sí impresiona un poco tener que acompañar a personas que has visto por la televisión. Pero el trato es el mismo.
–Sin embargo, el revuelo que se organiza a su alrededor no es similar.
–Es cierto, y mi objetivo es que no se les avasalle al tener que ir a declarar, que sea un proceso normal. En este aspecto, quizás la situación más compleja se produjo con Ana Torroja, porque todo el mundo quería su autógrafo, incluidos algunos funcionarios.
–¿Se detecta la angustia de una persona que ha ocupado cargos de gran responsabilidad política al verse obligada a comparecer ante la Justicia?
–Las entradas se producen con una gran naturalidad. Todavía no he visto llorar a nadie. Otra cosa es cuando salen de declarar ante el juez. No se les ve desmoralizados, sino más pensativos, quizás al repasar mentalmente su declaración.
–La avalancha de casos de corrupción ha debido trastocar la vida en los Juzgados.
–El trabajo se ha desbordado. Los jueces y los fiscales que se hacer cargo de estos temas ya no tienen horarios, trabajan mañana, tarde y noche, y es algo que también afecta a los funcionarios. Se detecta un aumento de la tensión, especialmente cuando se produce la llegada de personas conocidas que pueden desatar grandes simpatías pero también grandes aversiones y de las que hemos de garantizar su seguridad. Pero es un trabajo en equipo.
–¿Ha tenido que afrontar algún incidente grave durante la comparecencia de algún político?
–Gracias a Dios, todavía no hemos tenido ningún problema.
–¿Y la situación más conflictiva a la que ha tenido que hacer frente?
–Junto a dos compañeros, me tuve que meter en medio de un enfrentamiento en el que participaron unas 40 personas por la venta de una vivienda, aunque sin consecuencias. Varias veces me he visto obligado a inmovilizar a personas, pero para ello busco la forma más efectiva y menos dolorosa o escandalosa. Nunca recurro al puñetazo o a la patada. Tampoco hago uso de la porra, porque es algo que me podría complicar la vida.
–¿Alguna vez el golpeado ha sido usted?
–Lo máximo que he recibido fue una patada de una mujer que tuvimos que sacar de los juzgados. Tuve que pisarle el pie para que dejara de hacerlo.
–¿Cual es la situación más estrambótica que ha vivido?
–Una de ellas la protagonizó una persona que se debía desplazar con muletas porque tenía un pie mal. Se negaba a abandonar los Juzgados y se aferró a la silla en la que estaba sentado. Como teníamos miedo de dañarle el pie herido, lo que hicimos fue sacarle a pulso sobre la silla y dejarle sentado en mitad de la calle, hasta que optó por marcharse.
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