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Roban obras valuadas en US$ 620 millones de museo París



08:33</SPAN>Fueron hurtados cuadros de Pablo Picasso, Fernand Léger, Henri Matisse, Georges Braque y Amedeo Modigliani.
Cinco cuadros de Pablo Picasso, Fernand Léger, Henri Matisse, Georges Braque y Amedeo Modigliani, valuados en 620.8 millones de dólares, fueron robados de un museo de París, dijeron el jueves una fuente policial y la fiscalía.
El robo fue descubierto por empleados en el Musee d’Art Moderne de París cuando abrieron sus puertas el jueves y se dieron cuenta de que el panel de una ventana estaba roto.
Según los medios franceses, las obras robadas son “Le pigeon aux petits pois” de Picasso, “La pastorale” de Matisse, “L’olivier pr Ees de l’Estaque” de Braque, “La femme Ga l’éventail” de Modigliani y “Nature morte aux chandeliers” de Léger.
La policía inició una investigación sobre el robo, dijo un portavoz de la oficina del fiscal en París.
El Museo de Arte Moderno está situado en el acomodado distrito 16 de la capital, separado de la torre Eiffel por el río Sena.
REUTERS 20/05/2010

A lo mejor es simplemente porque todo se pega, pero a los ladrones de arte se les suele ver como artistas del robo. Muchas veces actúan limpiamente, sin violencia, burlando las medidas de seguridad, y se les supone el conocimiento o la sensibilidad para saber qué diablos deben llevarse de una sala repleta de pintura moderna, algo que a veces tiene mucho mérito. Además, son la cara visible -bueno, tal vez sea mejor decir la mano ejecutora, ya que su oficio obliga a cubrirse bien el rostro- de un mercado de coleccionismo intrigante, misterioso, tan novelesco que seguramente no sea más que pura ficción. Porque en la realidad, según los expertos, estos tipos suelen estar vinculados al crimen organizado, que tiene poco de sugerente, o roban los cuadros simplemente para pedir un rescate, o son rateros ambiciosos que ni siquiera saben muy bien dónde se están metiendo. El último gran golpe de este tipo ocurrió ayer mismo en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de París, de donde se llevaron un 'picasso', un 'modigliani', un 'matisse', un 'braque' y un 'léger'. Las cinco piezas se han valorado en casi cien millones de euros, pero los especialistas coinciden en puntualizar que son sencillamente invendibles.
El robo fue descubierto por los vigilantes a primera hora de la mañana, cuando realizaban la ronda previa a la apertura. Según fuentes próximas a la investigación, las cámaras de seguridad grabaron cómo un hombre encapuchado rompía el vidrio de un ventanal, cizallaba una cadena y se colaba en el edificio sin que sonase ninguna alarma, ya que -según ha informado la prensa francesa, aunque las autoridades no lo han confirmado- el sistema estaba averiado desde hacía dos meses. El museo, de propiedad municipal, se encuentra en el elegante distrito XVI, en la llamada Colina de los Museos, y ocupa un ala del Palacio de Tokio, construido para la Exposición Universal de 1937. Dentro hay 8.000 obras, procedentes de la colección del Petit Palais y de diversas donaciones privadas. El responsable de Cultura del Ayuntamiento parisino, Christophe Girard, atribuyó el robo a «uno o dos individuos», hizo hincapié en que la zona -próxima al Pont de l'Alma, donde Lady Di sufrió el accidente mortal- se queda muy solitaria por la noche y rechazó las primeras estimaciones, que habían tasado las obras robadas en 500 millones de euros. Según detalló, el más caro de los cinco cuadros es 'Le pigeon aux petits pois', de Picasso, que anda por los 22 o 23 millones. «Tenemos que ver cómo lograron los ladrones burlar el sistema de seguridad», insistió.
Pero éste es uno de esos raros casos en los que la intriga no está tanto en cómo lo han conseguido los ladrones, sino en lo que pretenden hacer a partir de ahora. «Las obras de esta relevancia no tienen salida, porque ya están en las bases de datos de todo el mundo. Es como si robas 'La rendición de Breda': ¿qué haces con ella después, la dejas colgada en casa sin que la vea nadie? Por mucha medida de seguridad que haya, este tipo de obras es más fácil robarlas que 'colocarlas'. Tendrían que 'dormir' durante siglos antes de salir al mercado», resume Antonio Tenorio, de la Brigada del Patrimonio Histórico del Cuerpo Nacional de Policía. La figura de algún coleccionista multimillonario y sin escrúpulos que se sirve del crimen para satisfacer su refinado apetito estético no parece convencer a ningún especialista. «Esa idea de algún personaje turbio al estilo del Doctor No, encargando robos de alto perfil para su colección privada, es una ficción creada por novelistas y guionistas de Hollywood -rechaza desde Londres el historiador del arte Tom Flynn, consultor especializado en escultura contemporánea-. La realidad es más prosaica. Estos objetos podrían ser usados como garantía en tratos de drogas o armas o podrían servir para pedir un rescate a las compañías de seguros, por una fracción de su valor real».
Una última posibilidad es que se trate de alguien que «no sabe ni lo que se ha llevado», en palabras de Tenorio: «En ese caso, quedará expuesto en cuanto ofrezca los cuadros a alguien que entienda un poco». En la Guardia Civil, otro investigador dibuja el perfil más habitual de estos delincuentes como «ladrones 'freelance'» que se engañan al pensar que pueden hacer mucho dinero muy rápido: «¡Hay tantos ejemplos de obras de nivel que nunca han podido ser colocadas! -comenta-. Desde 'El grito' de Munch, hasta el códice del Beato de Liébana que se llevaron de Seu d'Urgell, pasando por lo que robó la banda de 'Casper' a Esther Koplowitz». Quizá convenga citar a una tercera autoridad en apoyo de estas tesis: «Si alguien roba un cuadro, ya no vale nada, porque nadie lo va a comprar». Lo dijo hace seis años en una entrevista Erik 'el Belga', uno de los grandes ladrones de arte del siglo XX. De hecho, en la historia de los grandes golpes, no escasean los casos en los que una obra maestra ha acabado en algún contenedor de basura.
Pero el caso es que los robos continúan y, cada cierto tiempo, un golpe audaz salta a los titulares. En un mercado tan peculiar, las estimaciones económicas siempre son relativas: se suele hablar de 4.000 o 5.000 millones de euros anuales en pérdidas, pero la propia Interpol considera «imposible» cuantificarlo, y más aún si se pretende incluir en la suma las excavaciones arqueológicas clandestinas. Aunque este cuerpo policial identifica Francia, Polonia, Rusia e Italia como los países del mundo más afectados por esta modalidad delictiva, también hace la salvedad de que «es poco probable que existan estadísticas precisas alguna vez». El fenómeno está infradeclarado y es universal, como demuestran los carteles con «las obras de arte más buscadas» que elabora periódicamente la Interpol. En el último conviven un icono robado en Vilnius, un saco preincaico de Lima, un cuadro de Salvador Dalí que se llevaron en La Haya y una antigua baldosa de mármol de Beirut.
Se suele hablar de un 10% de piezas recuperadas, aunque esta proporción es muy superior si nos centramos en obras de primera fila. De los grandes robos que siguen sin resolver, el más importante fue el perpetrado en el Museo Isabella Stewart Gardner de Boston en 1990. En plena fiesta de San Patricio, poco después de medianoche, dos hombres vestidos de policías y con bigotes postizos consiguieron que los vigilantes, dos estudiantes de música que trabajaban a tiempo parcial, les dejasen entrar por una puerta lateral. Los esposaron, los encerraron en un sótano y se llevaron obras de Rembrandt, Vermeer, Manet y Degas. El botín está valorado a día de hoy entre 250 y 400 millones de euros y hay una recompensa de cuatro millones para quien ayude a recuperar las piezas.
Dos toneladas de chatarra
Otro de los robos más misteriosos, en el que ya no hay esperanza de solución feliz, fue el de 'Figura reclinada', una escultura de bronce de Henry Moore que tenía entre sus características más destacadas la de pesar dos toneladas. Se la llevaron de la Fundación Henry Moore, en Gran Bretaña, a bordo de un camión con grúa, y la Policía cree que la acabaron vendiendo como chatarra para reciclar: estaba valorada en 3,5 millones de euros y obtuvieron menos de 2.000. ¿Y qué ocurre en España? «Aquí las medidas de seguridad en los museos son extraordinarias. Por una ventana, desde luego, no entran», descarta Tenorio. Su colega de la Guardia Civil coincide en apuntar que, en nuestro país, se lleva más afanar tallas en iglesias y ermitas: «También ha habido casos como el de aquel ciudadano húngaro que robaba páginas de códices en bibliotecas españolas. Usaba como cúter una de esas láminas de plástico que se ponen en los cuellos de las camisas, bien afilada. Pero a nadie aquí se le ocurre robar en el Prado o en el Reina Sofía».
Con Picasso en la cúspide de los artistas más robados, gracias a las 700 obras suyas que siguen en paradero desconocido, resulta llamativa la preferencia de los ladrones por las vanguardias del siglo XX. «Eso podría deberse al ascenso exponencial que han experimentado sus precios en el mercado internacional. Los precios muy altos pagados por piezas de arte moderno de primera categoría suelen obtener un montón de publicidad en los medios de comunicación», explica el experto británico, Tom Flynn. Y, a continuación, cubre con un último brochazo la idea de un ladrón enciclopédico y sensible: «Después de todo, no necesitas un doctorado en historia del arte para saber quién es Picasso o que su trabajo está muy cotizado entre los coleccionistas ricos. El verdadero arte contemporáneo, el que se hace hoy, no suele ser un objetivo porque no 'parece' valioso. A menudo, es demasiado complejo y esotérico».

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Dos hombres vestidos de policías llegan a la una de la noche al museo. Acceden sin problemas, hola, qué tal, y maniatan a los vigilantes con cinta adhesiva y esposas. Luego se regalan 81 minutos de paseo por las galerías y seleccionan cuidadosamente las obras. Eligen piezas de Rembrandt, Vermeer, Degas y Manet. Incluso tienen tiempo de despreciar al gran Botticelli, llevarse la cinta de la grabación y desaparecer para siempre. Hace dos meses se cumplieron 20 años del robo del museo Isabella Stewart Gardner, en Boston, el más importante de la historia.
Los ladrones se llevaron aquella noche piezas valoradas en 400 millones de euros. Ese récord sigue vigente, pero el jueves por la noche, dos aspirantes amenazaron su cetro con un asalto al Museo de Arte Contemporáneo de París. Esta vez el valor de los cuadros suma unos 200 millones de euros. Los expertos coinciden en que no podrán venderlos.

Romanticismos al margen, desvalijar un museo es difícil, peligroso y, sobre todo, bastante absurdo. Colocar un picasso que ha salido en todos los telediarios y que busca medio mundo es casi imposible. "Si eres un coleccionista no compras arte robado. Estas obras no tienen mercado, no se pueden vender. Si tiene un comprador, olvídese, seguro que es un policía. Recuperamos el 95% de piezas de este tipo", explica
Robert K. Wittman, fundador de la brigada del FBI contra estos delitos (en sus 20 años de servicio recuperó 180 millones de euros en obra) y propietario de una consultora que sigue el rastro de estas piezas. Buen
negocio, porque cada año desaparece arte en el mundo por valor de 3.185 millones de euros.Para este experto, el caso de París fue obra deuna de las bandas del sur de Francia (el segundo país más saqueado,
detrás de Italia) que se dedican al robo de coches y al tráfico de drogas. Según Wittman, es probable que estén conectados con los grupos que hicieron los últimos trabajos en Niza, donde encañonaron al personal y se llevaron cuadros de Alfred Sisley, Monet y Jean Brueghel.Pero, ¿por qué robar arte que luego no venderán? En algunos casos, simplemente, son así de estúpidos. "Aunque también pueden pedir un rescate económico o utilizarlo como moneda de cambio cuando los detienen por otros delitos. Ofrecen el paradero de un valioso picasso a cambio de una rebaja de pena. El verdadero arte no es robar un cuadro, es venderlo", explica Wittman. Además, los cuadros de este tipo de museos no están asegurados por ninguna compañía, es el Estado quien responde de su desaparición. Y chantajear al Gobierno sin nadie vivo de por medio es complicado.Si consiguieran colocar la obra en el mercado, su valor sería como máximo el 10% del precio real. ¿Quién puede comprarlo? Según los expertos, algún millonario "caprichoso" e "imprudente" a quien tarde o temprano cazarán. Pese a eso, quedan grandes robos sin resolver. El más importante es el de Boston, que
mantiene colgados en sus salas los marcos vacíos de las obras. Interpol también sigue la pista de lienzos como Natividad de los santos, de Caravaggio; Marina, de Claude Monet, o La danza, de Picasso. Este organismo edita cada semestre un CD y carteles con las 100 obras más buscadas del momento.Por una vez, España no alimenta el top 100 del choriceo. Aquí no hay robos en grandes museos, la mayoría se producen en basílicas e iglesias sin vigilancia o en domicilios privados. El último fue el de la casa de la empresaria Esther Koplowitz, en el que se llevaron 19 valiosas piezas, entre ellas El columpio, de Goya. Precisamente, Wittman -que publica en junio el libro Priceless- trabajó en la operación y se hizo pasar por un comprador (ofreció 10 millones) para dar con los ladrones. "Picaron", recuerda.En España, la profesión se concentra en el robo de antigüedades y obra menor, de la que se recupera alrededor de un 10%.
"Sucede en ermitas y capillas desprotegidas de la Iglesia. Pero esa falta de seguridad ya se está corrigiendo", explica Antonio Tenorio, jefe de la Brigada de Patrimonio del Cuerpo Nacional de Policía, que el viernes a primera hora ya tenía en su mesa el informe de Interpol sobre los cuadros robados en París. La documentación llega enseguida a las asociaciones de galeristas y a aeropuertos e impide que las obras se incluyan en ningún trato legal. Sin embargo, los museos en España, explica este policía, tienen unas medidas de protección suficientes para evitar robos.El Prado, por ejemplo, destina el 30% de su presupuesto a la seguridad. "Más de la mitad de la plantilla forma parte de esa área. Además, tenemos la suerte de contar con la colaboración de
la Policía Nacional controlando el perímetro. También en movimientos de obra de arte. Y eso ofrece una seguridad adicional muy importante", explica el director del centro, Miguel Zugaza, que reconoce que a veces
es difícil compaginar esa seguridad con la accesibilidad del público a las obras. En cualquier caso, parece difícil que alguien pudiera llevarse un velázquez de El Prado por una de las ventanas tras romper un candado de la verja como sucedió el jueves en París.

Casos sin resolver

- 1969. Roban Natividad de los santos, de Caravaggio, en la iglesia de San Lorenzo de Palermo (Italia). Todo apunta a que lo tiene la mafia. Uno de sus miembros intentó negociar un mejor trato carcelario a cambio de informar sobre su paradero.
- 1990. Dos hombres disfrazados de policías roban 11 obras maestras (Rembrandt, Degas, Manet y Vermeer) valoradas en 400 millones de euros en el Isabella Stewart Gardner de Boston. Es el robo más importante de la historia.
- 1997. Con un gancho deslizado desde una claraboya, los ladrones se llevaron el 21 de febrero de 1997 de la
Galería de Arte Moderno Ricci Oddi, en el centro de Piacenza, el Retratode señora, lienzo de incalculable valor de Gustav Klimt fechado entre 1916 y 1917.
- 2002. Dos ladrones usaron una escalera para subir al techo del museo Vincent Van Gogh. En pocos minutos se llevaron dos cuadros valorados en 30 millones de euros. Los dos hombres fueron arrestados, pero las pinturas no aparecieron.

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El alcalde de París se subía por las paredes (cosa ardua porque superan los cuatro metros) de su despacho del Hôtel de Ville cuando se enteró del golpe perpetrado por los ladrones en la madrugada del jueves en las salas del Museo de Arte Moderno. Los cuadros robados son obra de Pablo Picasso, Henry Matisse, Georges Braque, Fernand Léger y Amedeo Modigliani. Obras espléndidas, únicas, que podrían alcanzar más de cien millones de euros en el mercado. El alcalde Bertrand Delanoë ha denunciado que el sistema de seguridad no
funcionaba y que los tres vigilantes no estuvieron demasiado atentos.
Los ladrones no eran gente especialmente sofisticada en su proceder: rompieron el cristal de una ventana por la que entraron, quitaron las telas de los marcos y se marcharon por donde habían venido.

A lo largo de las últimas décadas los saqueos de arte en centros públicos y en residencias privadas se suceden, hasta el punto que estas sustracciones alcanzan en ocasiones carácter de obra maestra. Uno de los más espectaculares y estudiados fue el robo de dos docenas de pinturas de Van Gogh, de valor incalculable, del Museo Van Gogh de Amsterdam. Según el FBI, los delitos contra el patrimonio cultural en el mundo mueven 8.000 millones de dólares anuales, lo que sitúa el saqueo de arte en el tercer lugar del ranking de delitos, tras
el tráfico de drogas y el de personas.

Por lo general, cada vez que se produce un asalto a una galería o museo se multiplican las medidas de seguridad y se sofistican los dispositivos de alarma. Pero hay casos que cuestionan su efectividad o al menos sugieren que los ladrones van por delante de la tecnología. Así la Galería Bollard de Zurich fue asaltada en 1987 y 1988, pero dos años después desaparecieron de nuevo tres cuadros de Picasso. En 1994, los ladrones regresaron, aunque esta vez accedieron a la sala a través de un sótano excavado desde el edificio contiguo, y se llevaron otras siete obras de Picasso y un Jules Pascin, que fueron recuperados. En el 2001, la galería pasó a manos de su hija, quien reformó todo el edificio y encargó una cámara acorazada, convirtiendo la galería en un búnker.

Es curioso saber que Picasso es el artista que más atrae a los ladrones, aunque también es cierto que fue uno de los más prolíficos de la historia del arte. Pero 600 obras con su firma están por recuperar. Las más valiosa
es Cabeza de mujer (Dora Maar), robada de un yate de Antibes, que está valorada en casi cinco millones de euros. Otras obras maestras de valor incalculable siguen sin aparecer, como La Virgen de la rueca, de Leonardo Da Vinci, sustraída de un castillo escocés, o Tormenta en el mar de Galilea, de Rembrandt,
desaparecida del museo Isabella de Boston. La mayoría de los robos son encargos de coleccionistas que desean disfrutar privadamente de lo que antes gozábamos todos.

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¿Por qué había un fallo en el sistema de alarmas desde hacía meses?
¿Quién conocía el problema? ¿Por qué las obras no estaban aseguradas?
¿Cómo es posible que los vigilantes no viesen nada?

Una pieza que nunca llegó

"Así como en el Centro Pompidou y en el Louvre, las obras sólo son aseguradas cuando salen del museo", dijo Girard a Le Journal du Dimanche.

¿Y los vigilantes nocturnos?