¿Realmente los trabajadores son gilipollas?
dado que no defienden sus derechos, porque se prestan voluntariamente a los incumplimientos reiterados en los contratos de trabajo por parte de las empresas en materia de horarios, vacaciones, nóminas… Yo lo afirmo: los trabajadores son gilipollas.
La conclusión es abrumadora; la culpa no la tiene ni ZP, ni el PP, ni los sindicatos ni la patronal, dado que en el fondo, la mejora y estabilidad laboral sólo se puede conseguir cuando el trabajador de manera global deje de ser gilipollas.
No puedo estar más de acuerdo con este artículo puesto que el trabajador sigue anclado en el esquema laboral del siglo XV, en pleno siglo XXI.
La conciencia colectiva debe evolucionar del término que gira alrededor de la oferta y demanda de trabajo. Las empresas no ofertan trabajo, demandan trabajo y en los mercados, el poder lo tiene la oferta, no la demanda, que en este caso es imprescindible.
En esta línea, si toda la masa laboral pone sus condiciones encima de la mesa, se atenderán las peticiones de los oferentes de trabajo, antes que los demandantes. Pero claro, el tópico de si yo no lo hago, lo hará otro, pesa mucho. Esto vale para mileuristas, empresas que por norma no respetan las condiciones laborales iniciales o directamente cambian las reglas de juego a mitad del partido.
En estos casos, si no se abandona el barco de manera inmediata, el daño irreparable ya está hecho. Y el marco laboral actual protege frente a estos abusos y estos cambios de criterio, pero los propios trabajadores, siguen agachándose cada vez más y más, antes de tomar medidas contra estas actuaciones.
Es obvio que es necesario comer, al igual que también es obvio que las empresas necesitan trabajadores para comer ellas mismas, con lo cual si los trabajadores siguen aganchándose cada día más e infravaloran su trabajo día tras día, llegará un punto que su lengua estará a la altura de los zapatos del empresario, con el culo totalmente al aire.
En estas circunstancias, esperar a que un sindicato o gobierno resuelva la falta de testiculina de los trabajadores y venga a dar un tirón de orejas al empresario es imposible. No tiene sentido debatir sobre productividad, indemnizaciones ni mejoras sociales cuando un 80% de los trabajadores no están agusto en su empresa y sorprendentemente no cambian de trabajo. ¿Imagináis sólo por un momento lo que puede ser 13 millones de trabajadores abandonando sus empresas? ¿Quién tiene ahí el poder, la empresa que se ve abocada al cierre o el trabajador que defiende su trabajo, lo valora, le pone precio y pacta unas condiciones?
La incultura, la baja cualificación y el criterio de opresión laboral es el mejor caldo para que la sociedad no avance, no evolucione, no se sienta libre y necesite pararse a debatir una indemnización por contratos indefinidos en trabajos que hacen a desgana, que no les gusta y que tampoco tienen ganas de pelear abiertamente para mejorar sus condiciones. El día que los trabajadores dejen de ser gilipollas, la economía comenzará a funcionar de verdad y dejaremos atrás los esquemas laborales del siglo XVIII. Pero esto, no va a ocurrir nunca porque el trabajadr seguirá siendo gilipollas por muchos años.
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dado que no defienden sus derechos, porque se prestan voluntariamente a los incumplimientos reiterados en los contratos de trabajo por parte de las empresas en materia de horarios, vacaciones, nóminas… Yo lo afirmo: los trabajadores son gilipollas.
La conclusión es abrumadora; la culpa no la tiene ni ZP, ni el PP, ni los sindicatos ni la patronal, dado que en el fondo, la mejora y estabilidad laboral sólo se puede conseguir cuando el trabajador de manera global deje de ser gilipollas.
No puedo estar más de acuerdo con este artículo puesto que el trabajador sigue anclado en el esquema laboral del siglo XV, en pleno siglo XXI.
La conciencia colectiva debe evolucionar del término que gira alrededor de la oferta y demanda de trabajo. Las empresas no ofertan trabajo, demandan trabajo y en los mercados, el poder lo tiene la oferta, no la demanda, que en este caso es imprescindible.
En esta línea, si toda la masa laboral pone sus condiciones encima de la mesa, se atenderán las peticiones de los oferentes de trabajo, antes que los demandantes. Pero claro, el tópico de si yo no lo hago, lo hará otro, pesa mucho. Esto vale para mileuristas, empresas que por norma no respetan las condiciones laborales iniciales o directamente cambian las reglas de juego a mitad del partido.
En estos casos, si no se abandona el barco de manera inmediata, el daño irreparable ya está hecho. Y el marco laboral actual protege frente a estos abusos y estos cambios de criterio, pero los propios trabajadores, siguen agachándose cada vez más y más, antes de tomar medidas contra estas actuaciones.
Es obvio que es necesario comer, al igual que también es obvio que las empresas necesitan trabajadores para comer ellas mismas, con lo cual si los trabajadores siguen aganchándose cada día más e infravaloran su trabajo día tras día, llegará un punto que su lengua estará a la altura de los zapatos del empresario, con el culo totalmente al aire.
En estas circunstancias, esperar a que un sindicato o gobierno resuelva la falta de testiculina de los trabajadores y venga a dar un tirón de orejas al empresario es imposible. No tiene sentido debatir sobre productividad, indemnizaciones ni mejoras sociales cuando un 80% de los trabajadores no están agusto en su empresa y sorprendentemente no cambian de trabajo. ¿Imagináis sólo por un momento lo que puede ser 13 millones de trabajadores abandonando sus empresas? ¿Quién tiene ahí el poder, la empresa que se ve abocada al cierre o el trabajador que defiende su trabajo, lo valora, le pone precio y pacta unas condiciones?
La incultura, la baja cualificación y el criterio de opresión laboral es el mejor caldo para que la sociedad no avance, no evolucione, no se sienta libre y necesite pararse a debatir una indemnización por contratos indefinidos en trabajos que hacen a desgana, que no les gusta y que tampoco tienen ganas de pelear abiertamente para mejorar sus condiciones. El día que los trabajadores dejen de ser gilipollas, la economía comenzará a funcionar de verdad y dejaremos atrás los esquemas laborales del siglo XVIII. Pero esto, no va a ocurrir nunca porque el trabajadr seguirá siendo gilipollas por muchos años.
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