España es un país bastante obsesivo. Nos dan neuras, y las llevamos hasta sus últimas consecuencias. ¡Nosotros llegamos siempre hasta el final, aunque nos vayamos a la kk!
Por ejemplo, a partir de Carlos I y sus Austrias, en España nos entró la obsesión con la honra. Nosotros éramos VALIENTES. Grandes SOLDADOS. Íbamos por el mundo llevando el catolicismo y el honor a todos los pueblos. Luego ocurrió que perdíamos casi todas las guerras y el país se empobrecía, pero nosotros seguimos así, erre que erre. Que si el Camino Español (cruzando media Europa de forma ruinosa) para reforzar Flandes… la propia guerra de Flandes, la MAYOR CAGADA DE NUESTRA HISTORIA. Éramos como pollos resucitados, sacando pecho, “¡somos españoles, tenemos HONRA, hideputas!”. Y venga a perder guerras. Muchos miles de paisanos muertos ¿para qué? Pues para nada, la verdad. Era evidente que siempre escogíamos el bando inadecuado, eso nos gustaba. Es nuestra idiosincrasia, con punto de partida en el Cid y ese “qué buen vasallo si tuviera buen señor” y punto final (salvo absurdos spin-off como la Guerra Civil) con la guerra de Cuba, aquel desastre del 98 que nos hizo decir “mejor honra sin barcos que barcos sin honra”.
Me gusta, a lo largo del día, hacer un recorrido por buena parte de la prensa. Empiezo por Público y acabo en el Libertad Digital, y por el camino caen El Periódico, El País, El Mundo, La Razón, ABC,… me gusta ver el mundo desde tantos prismas diferentes, pero al final aparece una idea que se repite casi en todos los diarios, de forma maniática e inquietante: EL FUTURO ESTÁ EN LAS EMPRESAS. Todo el discurso político y económico va en esta dirección.
Puedo compartirlo. Evidentemente, es mejor que formar un tercio y enviarlo a pegar tiros al culo del mundo. Y es la esencia del siglo. Alguien crea una empresa, se genera empleo, y se genera movimiento de capital, y así la cosa se mueve y el dinero entra y sale de muchas empresas juntas y acabas teniendo un país útil. Vale.
Pero, ¿son las empresas lo único útil de un país? Porque, según se desprende del discurso de la mayor parte de partidos políticos y de muchos generadores de opinión, la definición de un país parece ser sólo “un montón de empresas que producen dinero, dentro de unas fronteras”. Y ya está.
El ejemplo más cómico lo dio, como siempre, el confiable Mariano Rajoy, proponiendo que en el colegio se enseñe una asignatura de “Respeto al empresario”. Que es una de las ideas más gilipollas que ha producido un cerebro en varias décadas, a la altura de aquella gasolina sintética que pretendía inventarse el generalísimo.
Parece una broma, pero es nuestra nueva obsesión. Y ahí tienes al presidente del Instituto de Empresa Familiar dando recetas anti-crisis, una de ellas tan impresionante como “acercar la universidad a las empresas”.
Porque esa es nuestra nueva obsesión, amigos: todos somos empresarios. Es más, todos DEBEMOS SER EMPRESARIOS. En este país, sólo puedes ser o empresario o currito, o autónomo, que es una mezcla de ambos. Y no hay que formar a los niños para ser personas, hay que formarlos para que sean TRABAJADORES o EMPRESARIOS.
Y la Universidad ya no es un centro de formación avanzada, las universidades no deberían enseñar a pensar, deben prepararte para trabajar en una empresa, o para crearla. Imagino que mantendrán los créditos de las asignaturas para que te acostumbres a la palabra cuando tengas que pedir otro crédito para montar tu nena empresa.
¿Y la investigación pura? ¿El esfuerzo y la inversión en conocimiento? ¿Y el arte?
¡ESO NO SIRVE PARA NADA! ¡PARANOIAS DE IDIOTAS Y VAGOS! ¡LO QUE HAY QUE HACER ES TRABAJAR Y CREAR EMPRESAS!
Ciencias aplicadas. Investigar sólo aquello que puedas vender. Si no te da dinero, es absurdo malgastar tu tiempo con ello. La vida es demasiado corta como para PENSAR, tenemos mucho que PRODUCIR.
Ni siquiera entraré en la triste realidad de que produces y produces para que el dinero se lo queden otros y tú estés jodido, pensando en la cantidad de basura innecesaria que no puedes comprarte. Meterme ahí sería casi hacer demagogia con algo tan elemental, algo tan básico, como que una sociedad, un país, no lo forman empresarios y trabajadores, sino personas. Y que es necesario el equilibrio. Es necesario un fuerte tejido empresarial, pero también es necesario que alguien piense, que haya un sector de la sociedad dedicándose a investigar, a descubrir el mundo, a imaginar nuevas formas y conceptos, a crear nuevas obras. Y, sobretodo, es necesario preguntarnos qué cojones somos.
Estoy agotado, amigos. Yo no soy un “trabajador”. Soy una persona, que trabaja y quiere trabajar. La diferencia es sutil, pero ahí está. Estoy hasta los cojones de definirme por mi producción, de perder cincuenta horas semanales de mi vida en algo que ni me llena ni me importa una kk, en algo que no tiene sentido. Estoy hasta los cojones de definirme como un gasto de RRHH. El propio nombre de Recursos Humanos es un insulto: nos equiparamos a los Recursos Energéticos o a los Recursos Alimentarios. Persona-carbón-trigo. Somos parte de la cadena, en vez de amos sensatos de la cadena. Y estoy hasta los cojones de leer la prensa y ver que todo el mundo se obsesiona con ser trabajador y ser empresario, que el futuro es ese, un futuro sin pensamiento, sólo con producción.
Por mi parte, renuncio. Se acabó. No lo aguanto más. No pienso llegar a viejo para mirar atrás y ver que la mayor parte de mi vida la malgasté produciendo dinero para otros, en un trabajo que no me importaba mientras, a mi alrededor, mi mujer estaba fuera tantas horas como yo, mis hijos hacían miles de actividades extraescolares mientras yo andaba trabajando, y cuando llegaba estaba tan cansado que les enchufaba la tele para que no me tocaran los huevos. ¿En qué mundo creerán mis hijos que viven cuando sean mayores, con el ejemplo que les doy así?
Esa no es la vida que quiero vivir.
¿Cómo tiraré adelante? Pues no lo sé. Desgraciadamente, no puedo huir de este país vergonzante. Pero antes me pego un tiro que arrojar mi vida por el retrete con toda la kk.
Con todo, soy optimista. Estoy seguro de que hay una manera de ganar algo de dinero con una ocupación con sentido. Tiene que haberla, y yo tengo que encontrarla. Deseadme suerte. O cantad una canción alegre en mi entierro.
Por ejemplo, a partir de Carlos I y sus Austrias, en España nos entró la obsesión con la honra. Nosotros éramos VALIENTES. Grandes SOLDADOS. Íbamos por el mundo llevando el catolicismo y el honor a todos los pueblos. Luego ocurrió que perdíamos casi todas las guerras y el país se empobrecía, pero nosotros seguimos así, erre que erre. Que si el Camino Español (cruzando media Europa de forma ruinosa) para reforzar Flandes… la propia guerra de Flandes, la MAYOR CAGADA DE NUESTRA HISTORIA. Éramos como pollos resucitados, sacando pecho, “¡somos españoles, tenemos HONRA, hideputas!”. Y venga a perder guerras. Muchos miles de paisanos muertos ¿para qué? Pues para nada, la verdad. Era evidente que siempre escogíamos el bando inadecuado, eso nos gustaba. Es nuestra idiosincrasia, con punto de partida en el Cid y ese “qué buen vasallo si tuviera buen señor” y punto final (salvo absurdos spin-off como la Guerra Civil) con la guerra de Cuba, aquel desastre del 98 que nos hizo decir “mejor honra sin barcos que barcos sin honra”.
Me gusta, a lo largo del día, hacer un recorrido por buena parte de la prensa. Empiezo por Público y acabo en el Libertad Digital, y por el camino caen El Periódico, El País, El Mundo, La Razón, ABC,… me gusta ver el mundo desde tantos prismas diferentes, pero al final aparece una idea que se repite casi en todos los diarios, de forma maniática e inquietante: EL FUTURO ESTÁ EN LAS EMPRESAS. Todo el discurso político y económico va en esta dirección.
Puedo compartirlo. Evidentemente, es mejor que formar un tercio y enviarlo a pegar tiros al culo del mundo. Y es la esencia del siglo. Alguien crea una empresa, se genera empleo, y se genera movimiento de capital, y así la cosa se mueve y el dinero entra y sale de muchas empresas juntas y acabas teniendo un país útil. Vale.
Pero, ¿son las empresas lo único útil de un país? Porque, según se desprende del discurso de la mayor parte de partidos políticos y de muchos generadores de opinión, la definición de un país parece ser sólo “un montón de empresas que producen dinero, dentro de unas fronteras”. Y ya está.
El ejemplo más cómico lo dio, como siempre, el confiable Mariano Rajoy, proponiendo que en el colegio se enseñe una asignatura de “Respeto al empresario”. Que es una de las ideas más gilipollas que ha producido un cerebro en varias décadas, a la altura de aquella gasolina sintética que pretendía inventarse el generalísimo.
Parece una broma, pero es nuestra nueva obsesión. Y ahí tienes al presidente del Instituto de Empresa Familiar dando recetas anti-crisis, una de ellas tan impresionante como “acercar la universidad a las empresas”.
Porque esa es nuestra nueva obsesión, amigos: todos somos empresarios. Es más, todos DEBEMOS SER EMPRESARIOS. En este país, sólo puedes ser o empresario o currito, o autónomo, que es una mezcla de ambos. Y no hay que formar a los niños para ser personas, hay que formarlos para que sean TRABAJADORES o EMPRESARIOS.
Y la Universidad ya no es un centro de formación avanzada, las universidades no deberían enseñar a pensar, deben prepararte para trabajar en una empresa, o para crearla. Imagino que mantendrán los créditos de las asignaturas para que te acostumbres a la palabra cuando tengas que pedir otro crédito para montar tu nena empresa.
¿Y la investigación pura? ¿El esfuerzo y la inversión en conocimiento? ¿Y el arte?
¡ESO NO SIRVE PARA NADA! ¡PARANOIAS DE IDIOTAS Y VAGOS! ¡LO QUE HAY QUE HACER ES TRABAJAR Y CREAR EMPRESAS!
Ciencias aplicadas. Investigar sólo aquello que puedas vender. Si no te da dinero, es absurdo malgastar tu tiempo con ello. La vida es demasiado corta como para PENSAR, tenemos mucho que PRODUCIR.
Ni siquiera entraré en la triste realidad de que produces y produces para que el dinero se lo queden otros y tú estés jodido, pensando en la cantidad de basura innecesaria que no puedes comprarte. Meterme ahí sería casi hacer demagogia con algo tan elemental, algo tan básico, como que una sociedad, un país, no lo forman empresarios y trabajadores, sino personas. Y que es necesario el equilibrio. Es necesario un fuerte tejido empresarial, pero también es necesario que alguien piense, que haya un sector de la sociedad dedicándose a investigar, a descubrir el mundo, a imaginar nuevas formas y conceptos, a crear nuevas obras. Y, sobretodo, es necesario preguntarnos qué cojones somos.
Estoy agotado, amigos. Yo no soy un “trabajador”. Soy una persona, que trabaja y quiere trabajar. La diferencia es sutil, pero ahí está. Estoy hasta los cojones de definirme por mi producción, de perder cincuenta horas semanales de mi vida en algo que ni me llena ni me importa una kk, en algo que no tiene sentido. Estoy hasta los cojones de definirme como un gasto de RRHH. El propio nombre de Recursos Humanos es un insulto: nos equiparamos a los Recursos Energéticos o a los Recursos Alimentarios. Persona-carbón-trigo. Somos parte de la cadena, en vez de amos sensatos de la cadena. Y estoy hasta los cojones de leer la prensa y ver que todo el mundo se obsesiona con ser trabajador y ser empresario, que el futuro es ese, un futuro sin pensamiento, sólo con producción.
Por mi parte, renuncio. Se acabó. No lo aguanto más. No pienso llegar a viejo para mirar atrás y ver que la mayor parte de mi vida la malgasté produciendo dinero para otros, en un trabajo que no me importaba mientras, a mi alrededor, mi mujer estaba fuera tantas horas como yo, mis hijos hacían miles de actividades extraescolares mientras yo andaba trabajando, y cuando llegaba estaba tan cansado que les enchufaba la tele para que no me tocaran los huevos. ¿En qué mundo creerán mis hijos que viven cuando sean mayores, con el ejemplo que les doy así?
Esa no es la vida que quiero vivir.
¿Cómo tiraré adelante? Pues no lo sé. Desgraciadamente, no puedo huir de este país vergonzante. Pero antes me pego un tiro que arrojar mi vida por el retrete con toda la kk.
Con todo, soy optimista. Estoy seguro de que hay una manera de ganar algo de dinero con una ocupación con sentido. Tiene que haberla, y yo tengo que encontrarla. Deseadme suerte. O cantad una canción alegre en mi entierro.
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