La tecnología confirma que el humor cambia con las estaciones
Cuando se acerca el fin del verano, los días se hacen más cortos y disminuyen tanto las temperaturas como la energía. Si se siente malhumorado, deprimido, tiene problemas para conciliar el sueño y concentrarse, no se alarme. Todo está relacionado con la llegada del otoño y el menor número de horas de luz. Lo ha demostrado un grupo de científicos de la Universidad de Toronto (Canadá) gracias a la ayuda de una prueba de imagen que muestra cómo la circulación de los niveles de serotonina, una hormona, desciende con la caída de las hojas y con ella nuestro estado de ánimo.
Para el refranero popular la primavera la sangre altera, una capacidad que muchos hacen extensibles al verano y al buen tiempo. Las conclusiones del equipo liderado por los doctores Nicole Praschak-Rieder y Matthaeus Willeit, del Centro de Adicción y Salud Mental de la universidad canadiense, están de acuerdo con este dicho y con las investigaciones precedentes. La aportación de estos investigadores es que han echado mano de las tomografías por emisión de positrones (PET) para corroborar que la clave está en la adhesión de la serotonina a los trasmisores en las distintas áreas del cerebro. Mientras mayor es el potencial de adhesión de la serotonina, menor cantidad circula por el cerebro, lo que supone una bajada de nuestro estado de ánimo.
La serotonina es un neurotransmisor del sistema nervioso central que desempeña un papel muy importante en el estado de ánimo, la ansiedad, el sueño, el dolor, la conducta alimentaria y el comportamiento sexual. Los bajos niveles de serotonina en las personas implican la aparición de problemas para dormir, estados de agresión, depresión y ansiedad e incluso migrañas, debido a la dilatación que experimentan los vasos sanguíneos.
Para evaluar las cantidades de esta molécula en las distintas áreas del cerebro los investigadores sometieron a pruebas de imagen a 88 individuos sanos, 41 mujeres y 47 hombres, entre 1999 y 2003. Las tomografías (PET) se realizaron en dos periodos anuales, del 23 de septiembre al 20 de marzo, para obtener los resultados relacionados con el otoño y el invierno, y del 21 de marzo al 22 de septiembre, tomados como referencia para la primavera y el verano.
Pruebas de imagen
Los exámenes neurológicos corroboraron que el estado de adhesión de la serotonina a los transportadores variaban en las dos etapas del estudio y que eran proporcionalmente inversos al estado de ánimo de los pacientes. Los escáneres cerebrales realizados en época estival revelaban niveles superiores de serotonina en circulación en prácticamente todas las áreas cerebrales, lo que se correspondía con una actitud más positiva y más enérgica.
Por el contrario, los resultados de las pruebas realizadas en la fase invernal mostraban una adhesión mayor de la hormona en los transportadores de serotonina, disminuyendo la cantidad en circulación, lo que está asociado con una visión más negativa y apagada. Esta variación, según aclaran los autores, "viene explicada por la pérdida de serotonina extracelular en invierno", que motiva la aparición de la fatiga, además, del aumento de las sensaciones de hambre y sueño.
Los resultados detectados en estos exámenes subrayan que la variación de la cantidad de horas de luz en las distintas estaciones del año es la causa de esta descompensación. Además, los investigadores han descubierto que la edad también provoca alteraciones en los niveles de serotonina. Generalmente, según apuntan Praschak-Rieder y Willeit, con los años disminuye modestamente la densidad de los transportadores de la serotonina, sobre todo en las regiones del tálamo, mesencéfalo y putamen.
"No es casualidad que los individuos se sientan más felices y enérgicos en días soleados, de temperaturas cálidas, y decaiga el buen humor y la energía con la oscuridad del invierno", señalan los autores en el documento publicado en el 'Archives of General Psychiatry'. "Esto podría ofrecer una posible explicación para el aumento de episodios depresivos en otoño e invierno en los individuos genéticamente más vulnerables", apuntan los doctores.
El estudio supone un paso más en la investigación del rol de la serotonina en la patogénesis cerebral y los desórdenes psiquiátricos estacionales, que refuerza los resultados obtenidos con la precisión de las tecnologías médicas disponibles.
Cuando se acerca el fin del verano, los días se hacen más cortos y disminuyen tanto las temperaturas como la energía. Si se siente malhumorado, deprimido, tiene problemas para conciliar el sueño y concentrarse, no se alarme. Todo está relacionado con la llegada del otoño y el menor número de horas de luz. Lo ha demostrado un grupo de científicos de la Universidad de Toronto (Canadá) gracias a la ayuda de una prueba de imagen que muestra cómo la circulación de los niveles de serotonina, una hormona, desciende con la caída de las hojas y con ella nuestro estado de ánimo.
Para el refranero popular la primavera la sangre altera, una capacidad que muchos hacen extensibles al verano y al buen tiempo. Las conclusiones del equipo liderado por los doctores Nicole Praschak-Rieder y Matthaeus Willeit, del Centro de Adicción y Salud Mental de la universidad canadiense, están de acuerdo con este dicho y con las investigaciones precedentes. La aportación de estos investigadores es que han echado mano de las tomografías por emisión de positrones (PET) para corroborar que la clave está en la adhesión de la serotonina a los trasmisores en las distintas áreas del cerebro. Mientras mayor es el potencial de adhesión de la serotonina, menor cantidad circula por el cerebro, lo que supone una bajada de nuestro estado de ánimo.
La serotonina es un neurotransmisor del sistema nervioso central que desempeña un papel muy importante en el estado de ánimo, la ansiedad, el sueño, el dolor, la conducta alimentaria y el comportamiento sexual. Los bajos niveles de serotonina en las personas implican la aparición de problemas para dormir, estados de agresión, depresión y ansiedad e incluso migrañas, debido a la dilatación que experimentan los vasos sanguíneos.
Para evaluar las cantidades de esta molécula en las distintas áreas del cerebro los investigadores sometieron a pruebas de imagen a 88 individuos sanos, 41 mujeres y 47 hombres, entre 1999 y 2003. Las tomografías (PET) se realizaron en dos periodos anuales, del 23 de septiembre al 20 de marzo, para obtener los resultados relacionados con el otoño y el invierno, y del 21 de marzo al 22 de septiembre, tomados como referencia para la primavera y el verano.
Pruebas de imagen
Los exámenes neurológicos corroboraron que el estado de adhesión de la serotonina a los transportadores variaban en las dos etapas del estudio y que eran proporcionalmente inversos al estado de ánimo de los pacientes. Los escáneres cerebrales realizados en época estival revelaban niveles superiores de serotonina en circulación en prácticamente todas las áreas cerebrales, lo que se correspondía con una actitud más positiva y más enérgica.
Por el contrario, los resultados de las pruebas realizadas en la fase invernal mostraban una adhesión mayor de la hormona en los transportadores de serotonina, disminuyendo la cantidad en circulación, lo que está asociado con una visión más negativa y apagada. Esta variación, según aclaran los autores, "viene explicada por la pérdida de serotonina extracelular en invierno", que motiva la aparición de la fatiga, además, del aumento de las sensaciones de hambre y sueño.
Los resultados detectados en estos exámenes subrayan que la variación de la cantidad de horas de luz en las distintas estaciones del año es la causa de esta descompensación. Además, los investigadores han descubierto que la edad también provoca alteraciones en los niveles de serotonina. Generalmente, según apuntan Praschak-Rieder y Willeit, con los años disminuye modestamente la densidad de los transportadores de la serotonina, sobre todo en las regiones del tálamo, mesencéfalo y putamen.
"No es casualidad que los individuos se sientan más felices y enérgicos en días soleados, de temperaturas cálidas, y decaiga el buen humor y la energía con la oscuridad del invierno", señalan los autores en el documento publicado en el 'Archives of General Psychiatry'. "Esto podría ofrecer una posible explicación para el aumento de episodios depresivos en otoño e invierno en los individuos genéticamente más vulnerables", apuntan los doctores.
El estudio supone un paso más en la investigación del rol de la serotonina en la patogénesis cerebral y los desórdenes psiquiátricos estacionales, que refuerza los resultados obtenidos con la precisión de las tecnologías médicas disponibles.
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