El atentado que nunca existió
Dos turistas españoles apuñalados hace un año en Marruecos sostienen que fueron víctimas de un ataque terrorista. Rabat se niega a reconocerlo
Mohamed Hamza se acercó por la espalda a Ángel Olmos López, profirió unos gritos en árabe y le clavó un cuchillo en el cuello. Después, sin sacar el arma, la hundió en la herida con todas sus fuerzas. Hamza atacó a continuación a Juan Cristóbal Sánchez, y hubiese hecho otro tanto con Juan Ballesta, Juana Sánchez y Esther Messeguer, de no haber sido porque unos militares que observaron la agresión desde la su cuartel se apresuraron en reducirle. Ellos llamaron también a la Gendarmería y a una ambulancia.
Los cinco españoles, originarios de Murcia, habían parado, el 7 de abril de 2007, en plena Semana Santa, en Mrirt, un pueblo de Marruecos, para almorzar. Regresaban de hacer senderismo en el Alto Atlas. Aún no se habían sentado en el restaurante cuando Hamza, sorteando las mesas atestadas de clientes marroquíes, les alcanzó.
Los dos heridos fueron conducidos a una clínica local, pero la gravedad del estado de Ángel Olmos -tenía la yugular seccionada- requirió su traslado en helicóptero al hospital militar Moulay Ismail de Mequinez y de ahí al Mohamed V de Rabat, donde fue operado una primera vez. Un avión médicalizado le transportó a Madrid y después a Murcia, donde volvió a ser intervenido en el hospital Virgen de la Arrixaca. Padece parálisis facial, de una cuerda vocal, afonía, dificultad para ingerir alimentos y cojera. Lleva 19 meses de baja.
Horas después de la agresión, la agencia de prensa oficial marroquí, MAP, señaló escuetamente que dos jóvenes turistas españoles habían resultado heridos tras ser apuñalados por un "enajenado mental" que estaba sometido a tratamiento psiquiátrico. A los periodistas españoles que intentaron obtener más información, el Consulado de España en Rabat les indicó que las víctimas no deseaban que se revelara su identidad ni su lugar de origen.
"Fue la Embajada de España la que nos aconsejó que no diéramos publicidad a lo sucedido y nos mantuviéramos en el anonimato", afirma Ángel Olmos, desmintiendo la versión diplomática. "Se trataba, nos dijeron, de evitar el acoso de la prensa y tensiones innecesarias en las relaciones España-Marruecos".
Olmos -profesor de educación física-, su novia, Esther, y sus demás compañeros están ahora convencidos de que se trató de un "atentado terrorista", perpetrado por un integrista, que las autoridades marroquíes intentan disimular con la complicidad española.
"Primero, el agresor solo la emprendió con nosotros, los únicos extranjeros que estábamos allí, y no tocó un pelo a los demás clientes", recuerda Olmos. "Después, la policía preguntó una y otra vez a los compañeros ilesos si habían oído proferir al agresor la palabra Alá", prosigue. "Pero ellos corrieron a ponerse a salvo y no recordaban nada de sus alaridos".
La opacidad que rodea los trámites burocráticos y judiciales en torno a este asunto incrementa aún más las sospechas de las víctimas. El consulado se demoró casi un año en entregarles una copia en árabe -no la mandó traducida- de la denuncia que pusieron ante la Gendarmería contra el agresor, cuya identidad tardaron también meses en conocer. Y aún no han conseguido las declaraciones de los testigos de Mrirt.
El juicio de Hamza, inculpado de "asalto con intento de homicidio", fue fijado en Mequinez para el 30 de julio de 2007, pero aún no se ha celebrado, pese a que la justicia marroquí suele ser expeditiva en estos asuntos. Olmos cree que un abogado del consulado debería representarles ante el tribunal. Ante la situación creada, los cinco montañeros han recurrido ahora al Defensor del Pueblo.
"El consulado se ha dirigido en numerosas ocasiones al Tribunal de Mequinez para que le mantuviera informado", responde a las críticas el consejero de prensa de la Embajada de España en Rabat, Pablo López. Pero el juicio ha sido constantemente aplazado. Se sorprende porque "los interesados quedaron en su día muy satisfechos por la labor del consulado" y, según asegura, así lo manifestaron en una carta.
Si ahora creen que se trató de un atentado, "se podrían personar en el procedimiento, a través de un abogado", dice el consejero de la Embajada, "para ejercer sus derechos al margen de la acción pública que lleva a cabo el ministerio fiscal".
Al mes siguiente de la agresión de Mrirt, dos farmacéuticos australianos fueron heridos por un hombre que, con un mono de trabajo, se introdujo en el hotel Sofitel de Marraquech con un machete. La MAP le describió enseguida como un "desequilibrado". Igual que al que había atacado a los españoles.
Aunque no son muy frecuentes, hay otros casos de ataques similares contra turistas en Marruecos. El más dramático fue el asesinato a puñaladas en Fez, en 2005, de Benjamin Vanseveren, un francés de 17 años. Su padre, Eric, luchó con todas sus fuerzas para tratar de probar que el autor era un islamista, pero el tribunal rechazó el testimonio de cuatro testigos de la acusación particular.
Dos turistas españoles apuñalados hace un año en Marruecos sostienen que fueron víctimas de un ataque terrorista. Rabat se niega a reconocerlo
Mohamed Hamza se acercó por la espalda a Ángel Olmos López, profirió unos gritos en árabe y le clavó un cuchillo en el cuello. Después, sin sacar el arma, la hundió en la herida con todas sus fuerzas. Hamza atacó a continuación a Juan Cristóbal Sánchez, y hubiese hecho otro tanto con Juan Ballesta, Juana Sánchez y Esther Messeguer, de no haber sido porque unos militares que observaron la agresión desde la su cuartel se apresuraron en reducirle. Ellos llamaron también a la Gendarmería y a una ambulancia.
Los cinco españoles, originarios de Murcia, habían parado, el 7 de abril de 2007, en plena Semana Santa, en Mrirt, un pueblo de Marruecos, para almorzar. Regresaban de hacer senderismo en el Alto Atlas. Aún no se habían sentado en el restaurante cuando Hamza, sorteando las mesas atestadas de clientes marroquíes, les alcanzó.
Los dos heridos fueron conducidos a una clínica local, pero la gravedad del estado de Ángel Olmos -tenía la yugular seccionada- requirió su traslado en helicóptero al hospital militar Moulay Ismail de Mequinez y de ahí al Mohamed V de Rabat, donde fue operado una primera vez. Un avión médicalizado le transportó a Madrid y después a Murcia, donde volvió a ser intervenido en el hospital Virgen de la Arrixaca. Padece parálisis facial, de una cuerda vocal, afonía, dificultad para ingerir alimentos y cojera. Lleva 19 meses de baja.
Horas después de la agresión, la agencia de prensa oficial marroquí, MAP, señaló escuetamente que dos jóvenes turistas españoles habían resultado heridos tras ser apuñalados por un "enajenado mental" que estaba sometido a tratamiento psiquiátrico. A los periodistas españoles que intentaron obtener más información, el Consulado de España en Rabat les indicó que las víctimas no deseaban que se revelara su identidad ni su lugar de origen.
"Fue la Embajada de España la que nos aconsejó que no diéramos publicidad a lo sucedido y nos mantuviéramos en el anonimato", afirma Ángel Olmos, desmintiendo la versión diplomática. "Se trataba, nos dijeron, de evitar el acoso de la prensa y tensiones innecesarias en las relaciones España-Marruecos".
Olmos -profesor de educación física-, su novia, Esther, y sus demás compañeros están ahora convencidos de que se trató de un "atentado terrorista", perpetrado por un integrista, que las autoridades marroquíes intentan disimular con la complicidad española.
"Primero, el agresor solo la emprendió con nosotros, los únicos extranjeros que estábamos allí, y no tocó un pelo a los demás clientes", recuerda Olmos. "Después, la policía preguntó una y otra vez a los compañeros ilesos si habían oído proferir al agresor la palabra Alá", prosigue. "Pero ellos corrieron a ponerse a salvo y no recordaban nada de sus alaridos".
La opacidad que rodea los trámites burocráticos y judiciales en torno a este asunto incrementa aún más las sospechas de las víctimas. El consulado se demoró casi un año en entregarles una copia en árabe -no la mandó traducida- de la denuncia que pusieron ante la Gendarmería contra el agresor, cuya identidad tardaron también meses en conocer. Y aún no han conseguido las declaraciones de los testigos de Mrirt.
El juicio de Hamza, inculpado de "asalto con intento de homicidio", fue fijado en Mequinez para el 30 de julio de 2007, pero aún no se ha celebrado, pese a que la justicia marroquí suele ser expeditiva en estos asuntos. Olmos cree que un abogado del consulado debería representarles ante el tribunal. Ante la situación creada, los cinco montañeros han recurrido ahora al Defensor del Pueblo.
"El consulado se ha dirigido en numerosas ocasiones al Tribunal de Mequinez para que le mantuviera informado", responde a las críticas el consejero de prensa de la Embajada de España en Rabat, Pablo López. Pero el juicio ha sido constantemente aplazado. Se sorprende porque "los interesados quedaron en su día muy satisfechos por la labor del consulado" y, según asegura, así lo manifestaron en una carta.
Si ahora creen que se trató de un atentado, "se podrían personar en el procedimiento, a través de un abogado", dice el consejero de la Embajada, "para ejercer sus derechos al margen de la acción pública que lleva a cabo el ministerio fiscal".
Al mes siguiente de la agresión de Mrirt, dos farmacéuticos australianos fueron heridos por un hombre que, con un mono de trabajo, se introdujo en el hotel Sofitel de Marraquech con un machete. La MAP le describió enseguida como un "desequilibrado". Igual que al que había atacado a los españoles.
Aunque no son muy frecuentes, hay otros casos de ataques similares contra turistas en Marruecos. El más dramático fue el asesinato a puñaladas en Fez, en 2005, de Benjamin Vanseveren, un francés de 17 años. Su padre, Eric, luchó con todas sus fuerzas para tratar de probar que el autor era un islamista, pero el tribunal rechazó el testimonio de cuatro testigos de la acusación particular.
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