Galicia tiene que hacer de la crisis una oportunidad
Las fuerzas políticas gallegas han coincidido en el debate del Estado de la Autonomía celebrado esta semana en el Parlamento en identificar la crisis económica como el principal problema a afrontar en Galicia, pero sin mucho más recorrido en su exposición.
Mientras el bipartito y la oposición se lanzaban invectivas, intercalando llamamientos al diálogo para ver cómo alejar el declive que se avecina, este periódico difundía el último sondeo del Instituto Galego de Estatística, que sitúa la confianza de los gallegos en la economía en general en el nivel más bajo de los últimos seis años. En la misma línea el pesimismo ante el mercado laboral se ha multiplicado por dos en un año, en consonancia con la tormenta que azota la economía mundial.
Pese a la coincidencia en el problema, está por ver que esas llamadas al diálogo sean más reales que aparentes. El hecho de que el debate de la Autonomía se celebrase a pocos meses de la cita electoral arrastró a todos los grupos a fajarse más en marcar diferencias y sacar réditos de cara a la campaña que en remar en común ante lo que se avecina.
El presidente gallego, Emilio Pérez Touriño, admitió ante la sociedad que Galicia sufrirá la crisis y acusará el impacto, aunque transmitió confianza. Dibujó una Galicia "mejor preparada para afrontarla", alegó que se reaccionó "con anticipación y contundencia" y anunció un plan de 430 millones para que las empresas logren créditos blandos e incentivar la contratación de 20.000 parados.
El nacionalista Anxo Quintana puso el acento en el autogobierno como mejor blindaje ante la crisis, en la reforma del Estatuto y en elevar a rango de ley el compromiso de que las grandes infraestructuras pendientes estén listas en 2012. Mientras, el líder del PPdeG, Alberto Núñez Feijóo, se postulaba para tomar el relevo en la Xunta con un plan que incluye adelgazar la Administración con menos consellerías y asesores.
Pero lo peor que puede ocurrir es que la cercanía de la campaña electoral lo emponzoñe todo y convierta el día a día en un campo de batalla, con discusiones estériles y acusaciones maniqueas, y que se pierdan unos meses cruciales para impulsar medidas.
Ahora lo urgente es que las administraciones aceleren las inversiones comprometidas, indispensables para mantener la actividad económica en la situación actual. Urgen unos presupuestos al servicio de la recuperación económica, con políticas que incrementen la capacidad productiva y que no sean meramente asistenciales. Hacen faltan actuaciones que incentiven la inversión pública y generen empleo. Se requiere seguir en la línea de arbitrar préstamos blandos que ayuden a las empresas y den confianza a los inversores.
Cuando el sector de la construcción atraviesa un momento delicado, más necesario resulta licitar obra pública. Hay que adjudicar cuanto antes las infraestructuras pendientes en Galicia y no retrasarlas. Las obras de la alta velocidad, la estación del AVE en Vigo, el cuarto hospital, son necesarias para contribuir a esa reactivación. Se requiere generar confianza para que ahorradores, inversores y la ciudadanía en general esquiven el miedo y vuelvan a sus preocupaciones habituales. Es necesario recuperar los valores tradicionales del trabajo, la honradez y el ahorro, y apostar por una economía productiva frente al capitalismo especulativo y la ingeniería financiera que han originado el difícil momento actual.
La mejoría experimentada por la economía gallega en los últimos años es fruto de la iniciativa privada, de empresarios que han sabido crear riqueza y competir abiertamente en los mercados internacionales. Y de una clase trabajadora preparada para ello. Lo más importante para que Galicia salga airosa de esta compleja situación económica es ser capaces de crear las condiciones para que esos emprendedores ca-peen con éxito el temporal y sigan adelante con sus proyectos generando riqueza.
Galicia vive una esperanzadora vitalidad económica gracias a estas generaciones de empresarios y trabajadores que han sabido tejer potentes redes de producción en el sector del naval, del textil, del automóvil, de la acuicultura y de pesca, entre otras.
Es hora de que las distintas administraciones entiendan esto y ayuden al objetivo común de que Galicia haga de la crisis una oportunidad.
Las fuerzas políticas gallegas han coincidido en el debate del Estado de la Autonomía celebrado esta semana en el Parlamento en identificar la crisis económica como el principal problema a afrontar en Galicia, pero sin mucho más recorrido en su exposición.
Mientras el bipartito y la oposición se lanzaban invectivas, intercalando llamamientos al diálogo para ver cómo alejar el declive que se avecina, este periódico difundía el último sondeo del Instituto Galego de Estatística, que sitúa la confianza de los gallegos en la economía en general en el nivel más bajo de los últimos seis años. En la misma línea el pesimismo ante el mercado laboral se ha multiplicado por dos en un año, en consonancia con la tormenta que azota la economía mundial.
Pese a la coincidencia en el problema, está por ver que esas llamadas al diálogo sean más reales que aparentes. El hecho de que el debate de la Autonomía se celebrase a pocos meses de la cita electoral arrastró a todos los grupos a fajarse más en marcar diferencias y sacar réditos de cara a la campaña que en remar en común ante lo que se avecina.
El presidente gallego, Emilio Pérez Touriño, admitió ante la sociedad que Galicia sufrirá la crisis y acusará el impacto, aunque transmitió confianza. Dibujó una Galicia "mejor preparada para afrontarla", alegó que se reaccionó "con anticipación y contundencia" y anunció un plan de 430 millones para que las empresas logren créditos blandos e incentivar la contratación de 20.000 parados.
El nacionalista Anxo Quintana puso el acento en el autogobierno como mejor blindaje ante la crisis, en la reforma del Estatuto y en elevar a rango de ley el compromiso de que las grandes infraestructuras pendientes estén listas en 2012. Mientras, el líder del PPdeG, Alberto Núñez Feijóo, se postulaba para tomar el relevo en la Xunta con un plan que incluye adelgazar la Administración con menos consellerías y asesores.
Pero lo peor que puede ocurrir es que la cercanía de la campaña electoral lo emponzoñe todo y convierta el día a día en un campo de batalla, con discusiones estériles y acusaciones maniqueas, y que se pierdan unos meses cruciales para impulsar medidas.
Ahora lo urgente es que las administraciones aceleren las inversiones comprometidas, indispensables para mantener la actividad económica en la situación actual. Urgen unos presupuestos al servicio de la recuperación económica, con políticas que incrementen la capacidad productiva y que no sean meramente asistenciales. Hacen faltan actuaciones que incentiven la inversión pública y generen empleo. Se requiere seguir en la línea de arbitrar préstamos blandos que ayuden a las empresas y den confianza a los inversores.
Cuando el sector de la construcción atraviesa un momento delicado, más necesario resulta licitar obra pública. Hay que adjudicar cuanto antes las infraestructuras pendientes en Galicia y no retrasarlas. Las obras de la alta velocidad, la estación del AVE en Vigo, el cuarto hospital, son necesarias para contribuir a esa reactivación. Se requiere generar confianza para que ahorradores, inversores y la ciudadanía en general esquiven el miedo y vuelvan a sus preocupaciones habituales. Es necesario recuperar los valores tradicionales del trabajo, la honradez y el ahorro, y apostar por una economía productiva frente al capitalismo especulativo y la ingeniería financiera que han originado el difícil momento actual.
La mejoría experimentada por la economía gallega en los últimos años es fruto de la iniciativa privada, de empresarios que han sabido crear riqueza y competir abiertamente en los mercados internacionales. Y de una clase trabajadora preparada para ello. Lo más importante para que Galicia salga airosa de esta compleja situación económica es ser capaces de crear las condiciones para que esos emprendedores ca-peen con éxito el temporal y sigan adelante con sus proyectos generando riqueza.
Galicia vive una esperanzadora vitalidad económica gracias a estas generaciones de empresarios y trabajadores que han sabido tejer potentes redes de producción en el sector del naval, del textil, del automóvil, de la acuicultura y de pesca, entre otras.
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