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Biden y los Clinton, a la caza del voto de la clase trabajadora en Pensilvania
Durante las últimas 48 horas, Pensilvania se ha convertido en lo más parecido al centro del universo electoral de Estados Unidos de cara al «big bang» del 4 de noviembre. Barack Obama, con cuatro mítines en cadena durante el sábado en Filadelfia; Sarah Palin, en Johnstown, haciendo los honores como «mamá de hockey» sin dejar de dar doctrina. Y por si fuera poco, Joe Biden y los Clinton ayer en Scranton a la búsqueda de los votos de una clase de trabajadora capaz de votar indistintamente a demócratas y republicanos.
Con su peculiar mezcla de industria, jubilados y suburbios, durante los últimos veinte años Pensilvania se ha decantado por los aspirantes del Partido Demócrata para la Casa Blanca pero cada vez por márgenes más y más reducidos. Por eso, Pensilvania -con su premio gordo de 21 votos electorales- es identificada de cara a las elecciones presidenciales como la Florida de Barack Obama. Es decir un Estado que el candidato demócrata tiene que ganar, casi de forma obligatoria, para que le cuadre la complicada matemática electoral requerida para llegar hasta la Casa Blanca.
Aunque el consenso de las encuestas insiste en ofrecer cierta ventaja al senador de Illinois, el problema de Obama en Pensilvania es fundamentalmente sociológico. Ya que una significativa porción de sus votantes parecen salidos directamente de Alabama. Es decir, valores conservadores arraigados como forma de vida. Incluso entre los votantes proclives hacia el Partido Demócrata para los que el primer candidato afroamericano supone forzar demasiado el «status quo».
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