McCain centra en Pensilvania sus últimas esperanzas de ganar las presidenciales

McCain centra en Pensilvania sus últimas esperanzas de ganar las presidenciales







«No he podido entrar a verle. Pero no me importa porque le he sentido en mi corazón». La señora mayor, una afro-americana vestida con un chándal rosa, no ha encontrado sitio en uno de los últimos y abarrotados mítines de Barack Obama en «West Philly», la barriada negra de Filadelfia donde está muy claro quién va a ganar el próximo 4 de noviembre. Junto a la mujer emocionada, espontáneos empresarios venden camisetas con un hagiográfico estampado que combina la imagen del candidato demócrata y la de Martin Luther King con el mensaje de que «el sueño está todavía vivo».

Con todo, el entusiasmado gentío no logra ocultar un inconfundible paisaje de pobreza urbana y marginalidad. Las pocas tiendas que se ven carecen de escaparates, como si estuvieran fortificadas a la espera de un próximo asalto. Los puestos en la calle parecen vender exactamente lo mismo: accesorios pirateados para el teléfono móvil y bisutería exageradamente dorada para satisfacer las necesidades de aparentar. La «bella figura» se mezcla con el «bling-bling». Quizá lo único que parece funcionar en el barrio son los restaurantes de «fast-food».


Demócratas y republicanos se disputan en los últimos días un estado que resume la sociología de EE.UU.

21 votos electorales
La media de los sondeos de intención de voto en Pensilvania, donde los demócratas ganaron en el 2004 por un ajustado 2,5%, dan una ventaja de 10 puntos a favor de Obama. Pero entre el margen de error y un contumaz porcentaje de indecisos, durante estos últimos días McCain y su rival siguen disputándose lo más parecido a una especie de microcosmos de todo el país: los demócratas dominan los extremos en torno a las ciudades de Pittsburgh y Filadelfia, mientras los republicanos controlan el centro tan conservador como cualquier Estado sureño de pura cepa.

Con su «premio gordo» de 21 votos electorales, Pensilvania se ha convertido este año en piedra angular para la complicada y ajustada matemática electoral de McCain. Ya que de no ganar aquí, dependería para sobrevivir de una combinación de Estados más pequeños donde Obama parece tener todavía mayor ventaja. Aunque el principal especialista en demoscopia de la campaña republicana, Bill McInturff, no hace más que insistir en que la situación es mucho más empatada de lo que se percibe, con promesas de una larga noche de recuento.

Comparaciones
Las esperanzas de McCain pasan por votantes como Ed Darragh e Isabel Armengol, matrimonio que vive en la zona York y que considera al candidato republicano como una especie de mal menor. Para Ed, veterano de Vietnam y funcionario jubilado del gobierno federal, «Barack Obama tiene demasiadas amistades cuestionables y demasiadas promesas sin dinero detrás». Pero con sorna irlandesa, argumenta que «si fuimos capaces de sobrevivir a Jimmy Carter, que decía votadme porque no soy de Washington y lo demostró, también vamos a poder sobrevivir a Obama».

Su esposa Isabel, de origen cubano, es mucho más vehemente: «No sabes la tensión que tengo porque Obama, con todo su socialismo y carisma, me recuerda demasiado a Fidel, lo cual me quita el sueño». Para ella, McCain no hubiera sido su primera opción pero «la verdad es que no encontré a nadie entre los republicanos que me gustase mucho». Aunque a su juicio, por lo menos el senador de Arizona «es un tipo decente, que no te va a engañar, o a vender, o creerse el salvador del mundo».