El viernes día 17 se produjo una nueva pelea, en el módulo 6, esta vez entre un interno de origen árabe francés y un español, consecuencia de los cambios intermodulares que se están produciendo en Topas para desocupar el módulo 9, con el objetivo de destinarlo a los internos preventivos que enviarán desde las prisiones de Madrid.
J. R.
El citado interno árabe, tras la pelea, fue trasladado al módulo 4, con internos mayoritariamente de buen comportamiento. Media hora después el interno español agredido solicitó ser sacado del módulo 6 por estar recibiendo amenazas por correligionarios del interno que había sido trasladado tras la pelea. Y es que, tan sólo días después de la reyerta multitudinaria del pasado 12 de octubre, Topas arde por sus cuatro costados con un frente abierto inminente en ese módulo, hasta ahora reducto de los reos musulmanes y lugar de gestación de la célula que planeó volar la Audiencia Nacional. Allí, los trabajadores temen que se registren incidentes con la llegada de presos preventivos procedentes de las saturadas cárceles madrileñas. “Algo que no nos hace mucho gracia porque nos va a traer muchos problemas que añadir a los ya existentes”. La dirección del penal ha casi vaciado en las últimas semanas las celdas del pabellón nueve, que albergaba el día 14 de este mes a un total de 36 reclusos.
Es el único módulo que no se encuentra sobreocupado, una
realidad que se repite en todo el centro penitenciario, pero apenas un espejismo que desaparecerá cuando lleguen los preventivos de Madrid. “Se han limitado a hacerles sitio”, denuncian los funcionarios, que sólo atisban más nubarrones en el horizonte cercano de Topas con esta redistribución de la población reclusa. El cambio supondrá además aumentar el número de internos, algo menos de 1.900 en el comienzo de octubre, un alivio para una cárcel en funcionamiento desde 1995 y diseñada con una capacidad de 1.008 plazas funcionales como máximo, más otras 166 entre enfermería, aislamiento, ingresos, salidas y tránsitos. “En cuanto comiencen a llegar los preventivos de Madrid, creemos que volveremos a alcanzar las cifras de hace unas semanas, y seguramente incluso a sobrepasarla, todo depende de cómo evolucione el tema de los delitos”, advierten responsables del sindicato Acaip.
El problema de seguridad que
se avecina en el módulo nueve se suma a la tensa situación que se respira en más lugares de Topas. La sobreocupación en las celdas surge, en mayor o menor medida, en todos los módulos, salvo el que cobija a los internos más peligrosos, el número tres. 76 presos para un total de 72 habitaciones, prácticamente uno por cada habitación para evitar reyertas. “Y luego hay quien dice que la masificación no importa”, ironizan fuentes de Acaip. La peor situación se vive en el pabellón cinco, que excede en hasta 56 reclusos la capacidad de 72 personas prevista por el centro. El módulo
reúne en especial a presos con politoxicomanías y problemas de salud. Los funcionarios insisten en el carácter decisivo del exceso de internos para explicar el alza de la violencia en la cárcel salmantina, una de las más modernas de España y con mayor población extranjera. Pero el último altercado se produjo en uno de los módulos supuestamente más tranquilos de Topas, el número doce. “En teoría de internos a los que les gusta el deporte”. Pero la violencia tampoco escapa de sus paredes. Una disputa entre un recluso rumano y otro de procedencia árabe desencadenó una multitudinaria pelea en la que intervinieron media centenar de personas que emplearon medios contundentes: barras de hierro, patadas, golpes, puñetazos e incluso armas rudimentarias “de grandes proporciones”, los ‘pinchos’ carcelarios. Hasta cuatro arrebataron los funcionarios a los presuntos amantes del deporte y de la vida tranquila de Topas. Una demostración de los problemas de seguridad que atraviesa la prisión. La pelea se saldó incluso con un recluso apuñalado en el cuello y decenas de contusionados. La dirección zanjó el incidente mandando a cuatro internos al módulo nueve y castigando a otros tres al módulo de aislamiento. Una salida en falso porque allí los problemas de falta de celdas son extremos. Treinta reclusos ocupan la totalidad de las dependencias individuales de un pabellón de máxima seguridad. “Normalmente, nunca hay celdas libres, por lo que cuando se produce un incidente como el del otro día se vuelven locos intentando sacar a alguno de los que hay. Más líos”, consideran trabajadores de la prisión de Topas.
J. R.
El citado interno árabe, tras la pelea, fue trasladado al módulo 4, con internos mayoritariamente de buen comportamiento. Media hora después el interno español agredido solicitó ser sacado del módulo 6 por estar recibiendo amenazas por correligionarios del interno que había sido trasladado tras la pelea. Y es que, tan sólo días después de la reyerta multitudinaria del pasado 12 de octubre, Topas arde por sus cuatro costados con un frente abierto inminente en ese módulo, hasta ahora reducto de los reos musulmanes y lugar de gestación de la célula que planeó volar la Audiencia Nacional. Allí, los trabajadores temen que se registren incidentes con la llegada de presos preventivos procedentes de las saturadas cárceles madrileñas. “Algo que no nos hace mucho gracia porque nos va a traer muchos problemas que añadir a los ya existentes”. La dirección del penal ha casi vaciado en las últimas semanas las celdas del pabellón nueve, que albergaba el día 14 de este mes a un total de 36 reclusos.
Es el único módulo que no se encuentra sobreocupado, una
realidad que se repite en todo el centro penitenciario, pero apenas un espejismo que desaparecerá cuando lleguen los preventivos de Madrid. “Se han limitado a hacerles sitio”, denuncian los funcionarios, que sólo atisban más nubarrones en el horizonte cercano de Topas con esta redistribución de la población reclusa. El cambio supondrá además aumentar el número de internos, algo menos de 1.900 en el comienzo de octubre, un alivio para una cárcel en funcionamiento desde 1995 y diseñada con una capacidad de 1.008 plazas funcionales como máximo, más otras 166 entre enfermería, aislamiento, ingresos, salidas y tránsitos. “En cuanto comiencen a llegar los preventivos de Madrid, creemos que volveremos a alcanzar las cifras de hace unas semanas, y seguramente incluso a sobrepasarla, todo depende de cómo evolucione el tema de los delitos”, advierten responsables del sindicato Acaip.
El problema de seguridad que
se avecina en el módulo nueve se suma a la tensa situación que se respira en más lugares de Topas. La sobreocupación en las celdas surge, en mayor o menor medida, en todos los módulos, salvo el que cobija a los internos más peligrosos, el número tres. 76 presos para un total de 72 habitaciones, prácticamente uno por cada habitación para evitar reyertas. “Y luego hay quien dice que la masificación no importa”, ironizan fuentes de Acaip. La peor situación se vive en el pabellón cinco, que excede en hasta 56 reclusos la capacidad de 72 personas prevista por el centro. El módulo
reúne en especial a presos con politoxicomanías y problemas de salud. Los funcionarios insisten en el carácter decisivo del exceso de internos para explicar el alza de la violencia en la cárcel salmantina, una de las más modernas de España y con mayor población extranjera. Pero el último altercado se produjo en uno de los módulos supuestamente más tranquilos de Topas, el número doce. “En teoría de internos a los que les gusta el deporte”. Pero la violencia tampoco escapa de sus paredes. Una disputa entre un recluso rumano y otro de procedencia árabe desencadenó una multitudinaria pelea en la que intervinieron media centenar de personas que emplearon medios contundentes: barras de hierro, patadas, golpes, puñetazos e incluso armas rudimentarias “de grandes proporciones”, los ‘pinchos’ carcelarios. Hasta cuatro arrebataron los funcionarios a los presuntos amantes del deporte y de la vida tranquila de Topas. Una demostración de los problemas de seguridad que atraviesa la prisión. La pelea se saldó incluso con un recluso apuñalado en el cuello y decenas de contusionados. La dirección zanjó el incidente mandando a cuatro internos al módulo nueve y castigando a otros tres al módulo de aislamiento. Una salida en falso porque allí los problemas de falta de celdas son extremos. Treinta reclusos ocupan la totalidad de las dependencias individuales de un pabellón de máxima seguridad. “Normalmente, nunca hay celdas libres, por lo que cuando se produce un incidente como el del otro día se vuelven locos intentando sacar a alguno de los que hay. Más líos”, consideran trabajadores de la prisión de Topas.
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