Amas de casa que encargan la lista de la compra a los «chorizos», cajeras que cobran sólo parte de la mercancía, la salida en estampida del comercio con el carro lleno... son muchos los métodos para robar
Del aumento espectacular de robos en comercios dan fe, mejor que nadie, los propios policías. Un rápido «sondeo» por ocho de las comisarías más conflictivas de Madrid evidencia que los hurtos en viviendas han crecido un 100% (de 20 al mes se ha pasado a casi 40), y un 60% los de supermercados, según el portavoz del sindicato UFP, Alfredo Perdiguero.
«Estamos realmente preocupados porque no sabemos a dónde llegará esto», admite. Sólo en 2008 desaparecieron de los comercios españoles artículos por valor de 1.200 millones de euros (1% de su facturación), según los datos de la patronal Aecoc. Hasta ahora, el «top five» era el de siempre: cosmética, cuchillas de afeitar, perfumes, alcohol y charcutería selecta, productos todos ellos fáciles de colocar en el mercado negro.
Pero la crisis ha cambiado el objeto de deseo y el perfil del ladrón. ¿Negocio o necesidad? A medio camino entre los dos, las técnicas de robo se sirven, ante todo, de mucha picaresca.
1. El «carro temático». Todo un clásico en los robos de supermercados, que se eleva a la categoría de «grandes éxitos» cuando aprieta la crisis y el mercado negro se reactiva. La técnica es sencilla: se llena el carro hasta los topes de un mismo producto, se escapa con él a la carrera y luego se «coloca» a un intermediario. «Hace poco uno intentó llevarse un carro lleno de bandejas de carne y poco después otro con botellas de aceite Carbonell», confiesa una cajera de Mercadona. A favor: fácil de colocar en la «reventa». En contra: es sólo para ladrones sin complejos, a los que no les importa llevar tatuado en la frente el lema «soy un chorizo». ¿Qué barbacoa necesita un carro hasta los topes de chuletas de cordero?
2. Ésta sí, ésta no, ésta sí... El «plan B» requiere de la complicidad de una cajera. Por cada producto que se pasa por el lector de código de barras se mete otro en las bolsas sin cobrarlo. Hace poco, la Guardia Civil descubrió en la sierra de Madrid a uno de estos fans del 2x1.
3. Ladrones con la lista de la compra. Otra modalidad que ahora persigue la Policía: el robo por encargo. Ancianos y amas de casa sin fuerzas ni valor para meterse un paquete de arroz en el bolsillo le encargan la lista de la compra a los «raterillos» del barrio, y luego se les pagan por ella la mitad de su valor. Todos ganan, menos el tendero.
4. El «picnic protesta». El último ocurrió hace diez días en un hipermercado de París. Dos docenas de clientes («activistas», se definen ellos) despliegan una mesa, ponen música y toman de los estantes toda la comida que les apetece. Con un poco de suerte, en lo que llega la Policía para echarles se han tomado ya el postre.
5. El truco de la propaganda. Es la aportación que deja un ladrón en internet. Un robo en tres actos: se coge de la entrada el folleto con las ofertas, se mete dentro chopped en lonchas o la bandeja de salchichón y se saca con disimulo.
6. La mano en la caja. Ha existido siempre. El «chorizo» llega corriendo, mete la mano en la caja sin reparar en el valor de los billetes y huye. Un verdadero estropicio para las tiendas pequeñas.
7. Ojo con el cierre. Los momentos más vulnerables son los cambios de turno y el cierre a mediodía. El pasado viernes, sin ir más lejos, la Policía de Burjassot (Valencia) pidió a los comerciantes que bajaran las persianas y cerraran con llave ante la ola de robos por el método del «resbalón» (hacer ceder el pestillo con una radiografía).
8. Con pegatina o sin ella. Lo más fácil es quitar el producto de su envoltorio original o incluso comérselo ahí. Si no, cubrir la pegatina antirobo con papel de plata.
9. El menú degustación. Otro clásico que, según comentan medio en broma medio en serio los dependientes, tiene ahora más seguidores que nunca. Ojo: se puede pasar dos veces por el mostrador del jamón de degustación. A la tercera loncha «canta» un poco.
10. «Esto lo traigo de casa». Y la última, que nunca funciona. Ningún vigilante de seguridad se creerá que la bandeja de langostinos congelados oculta en la gabardina la traía de casa. Ni lo intente.
El colmo: engañar al banco con el "timo del monopoly"
La picaresca es un buen recurso para escapar de la crisis económica, pero no es, ni mucho menos, patrimonio exclusivo de los consumidores españoles. El colmo de las soluciones «ingeniosas» se ha vivido esta semana.
Una mujer de 61 años, de nacionalidad sueca, acudió a un banco de la ciudad danesa de Svendborg y pidió que le cambiaran en coronas noruegas cerca de 190 euros en billetes... ¡del juego del Monopoly! Con todo, lo sorprendente no es que ella lo intentara, sino que el empleado que estaba tras la caja aceptó la operación sin darse cuenta de que era un fraude.
Al parecer, la mujer convenció al cajero de que los billetes eran suecos y de curso legal. Alentada por el éxito, la timadora regresó una semana después a la misma sucursal con la intención de cambiar, en esta ocasión, 8.000 coronas, cerca de 750 euros. Su buena estrella, sin embargo, se apagó. Detrás del cristal no estaba el mismo cajero, sino otro compañero que se dio cuenta del timo y llamó a la Policía.
Para intentar salir del aprieto, la señora explicó a los agentes que estaba siendo obligada «por una tercera persona». El empleado del banco fue más comprensivo: «Errar es humano».
Del aumento espectacular de robos en comercios dan fe, mejor que nadie, los propios policías. Un rápido «sondeo» por ocho de las comisarías más conflictivas de Madrid evidencia que los hurtos en viviendas han crecido un 100% (de 20 al mes se ha pasado a casi 40), y un 60% los de supermercados, según el portavoz del sindicato UFP, Alfredo Perdiguero.
«Estamos realmente preocupados porque no sabemos a dónde llegará esto», admite. Sólo en 2008 desaparecieron de los comercios españoles artículos por valor de 1.200 millones de euros (1% de su facturación), según los datos de la patronal Aecoc. Hasta ahora, el «top five» era el de siempre: cosmética, cuchillas de afeitar, perfumes, alcohol y charcutería selecta, productos todos ellos fáciles de colocar en el mercado negro.
Pero la crisis ha cambiado el objeto de deseo y el perfil del ladrón. ¿Negocio o necesidad? A medio camino entre los dos, las técnicas de robo se sirven, ante todo, de mucha picaresca.
1. El «carro temático». Todo un clásico en los robos de supermercados, que se eleva a la categoría de «grandes éxitos» cuando aprieta la crisis y el mercado negro se reactiva. La técnica es sencilla: se llena el carro hasta los topes de un mismo producto, se escapa con él a la carrera y luego se «coloca» a un intermediario. «Hace poco uno intentó llevarse un carro lleno de bandejas de carne y poco después otro con botellas de aceite Carbonell», confiesa una cajera de Mercadona. A favor: fácil de colocar en la «reventa». En contra: es sólo para ladrones sin complejos, a los que no les importa llevar tatuado en la frente el lema «soy un chorizo». ¿Qué barbacoa necesita un carro hasta los topes de chuletas de cordero?
2. Ésta sí, ésta no, ésta sí... El «plan B» requiere de la complicidad de una cajera. Por cada producto que se pasa por el lector de código de barras se mete otro en las bolsas sin cobrarlo. Hace poco, la Guardia Civil descubrió en la sierra de Madrid a uno de estos fans del 2x1.
3. Ladrones con la lista de la compra. Otra modalidad que ahora persigue la Policía: el robo por encargo. Ancianos y amas de casa sin fuerzas ni valor para meterse un paquete de arroz en el bolsillo le encargan la lista de la compra a los «raterillos» del barrio, y luego se les pagan por ella la mitad de su valor. Todos ganan, menos el tendero.
4. El «picnic protesta». El último ocurrió hace diez días en un hipermercado de París. Dos docenas de clientes («activistas», se definen ellos) despliegan una mesa, ponen música y toman de los estantes toda la comida que les apetece. Con un poco de suerte, en lo que llega la Policía para echarles se han tomado ya el postre.
5. El truco de la propaganda. Es la aportación que deja un ladrón en internet. Un robo en tres actos: se coge de la entrada el folleto con las ofertas, se mete dentro chopped en lonchas o la bandeja de salchichón y se saca con disimulo.
6. La mano en la caja. Ha existido siempre. El «chorizo» llega corriendo, mete la mano en la caja sin reparar en el valor de los billetes y huye. Un verdadero estropicio para las tiendas pequeñas.
7. Ojo con el cierre. Los momentos más vulnerables son los cambios de turno y el cierre a mediodía. El pasado viernes, sin ir más lejos, la Policía de Burjassot (Valencia) pidió a los comerciantes que bajaran las persianas y cerraran con llave ante la ola de robos por el método del «resbalón» (hacer ceder el pestillo con una radiografía).
8. Con pegatina o sin ella. Lo más fácil es quitar el producto de su envoltorio original o incluso comérselo ahí. Si no, cubrir la pegatina antirobo con papel de plata.
9. El menú degustación. Otro clásico que, según comentan medio en broma medio en serio los dependientes, tiene ahora más seguidores que nunca. Ojo: se puede pasar dos veces por el mostrador del jamón de degustación. A la tercera loncha «canta» un poco.
10. «Esto lo traigo de casa». Y la última, que nunca funciona. Ningún vigilante de seguridad se creerá que la bandeja de langostinos congelados oculta en la gabardina la traía de casa. Ni lo intente.
El colmo: engañar al banco con el "timo del monopoly"
La picaresca es un buen recurso para escapar de la crisis económica, pero no es, ni mucho menos, patrimonio exclusivo de los consumidores españoles. El colmo de las soluciones «ingeniosas» se ha vivido esta semana.
Una mujer de 61 años, de nacionalidad sueca, acudió a un banco de la ciudad danesa de Svendborg y pidió que le cambiaran en coronas noruegas cerca de 190 euros en billetes... ¡del juego del Monopoly! Con todo, lo sorprendente no es que ella lo intentara, sino que el empleado que estaba tras la caja aceptó la operación sin darse cuenta de que era un fraude.
Al parecer, la mujer convenció al cajero de que los billetes eran suecos y de curso legal. Alentada por el éxito, la timadora regresó una semana después a la misma sucursal con la intención de cambiar, en esta ocasión, 8.000 coronas, cerca de 750 euros. Su buena estrella, sin embargo, se apagó. Detrás del cristal no estaba el mismo cajero, sino otro compañero que se dio cuenta del timo y llamó a la Policía.
Para intentar salir del aprieto, la señora explicó a los agentes que estaba siendo obligada «por una tercera persona». El empleado del banco fue más comprensivo: «Errar es humano».
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