Vigilantes V.S.
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vitoria. No es una fábula de Esopo, pero bien podría pasar a formar parte del amplio repertorio del clásico griego bajo el título de El ladrón despistado. Algo así debió pensar el joven de 35 años de edad que fue detenido a primera hora del pasado domingo acusado de un presunto delito de robo con fuerza. Y es que no se sabe muy bien si los nervios del momento o un mero despiste le jugaron una mala pasada.
El arrestado acudió a la cafetería de Txagorritxu la madrugada del sábado con la intención de robar en el establecimiento. De esta forma, accedió al recinto y se apresuró a hacerse con el dinero de la recaudación, que se encontraba en una de las cajas registradoras, y que sumaba 1.200 euros en billetes.
El movimiento lo realizó con gran celeridad. Pero las prisas no son buenas, en el fragor del momento no estuvo a todos los detalles. No olvidó, por supuesto, el suculento botín que atesoraba la caja, pero sí cometió otro despiste y en sus ansias por huir, dejó un regalo a los dueños del establecimiento: varios documentos a su nombre, como un parte de asistencia y varias recetas, que sirvieron para su identificación ulterior y para su ingreso en el club de los ladrones de risa.
No obstante, ni siquiera fue necesaria su búsqueda ya que el despistado ladrón, considerado por la Ertzaintza como un delincuente habitual, retornó al día siguiente al mismo hospital. Esta sencilla rueda de reconocimiento fue suficiente para que los vigilantes de seguridad del centro sanitario no fallaran. Así, el joven fue detenido por la Ertzaintza bajo la acusación de un delito de robo con fuerza.
El arrestado acudió a la cafetería de Txagorritxu la madrugada del sábado con la intención de robar en el establecimiento. De esta forma, accedió al recinto y se apresuró a hacerse con el dinero de la recaudación, que se encontraba en una de las cajas registradoras, y que sumaba 1.200 euros en billetes.
El movimiento lo realizó con gran celeridad. Pero las prisas no son buenas, en el fragor del momento no estuvo a todos los detalles. No olvidó, por supuesto, el suculento botín que atesoraba la caja, pero sí cometió otro despiste y en sus ansias por huir, dejó un regalo a los dueños del establecimiento: varios documentos a su nombre, como un parte de asistencia y varias recetas, que sirvieron para su identificación ulterior y para su ingreso en el club de los ladrones de risa.
No obstante, ni siquiera fue necesaria su búsqueda ya que el despistado ladrón, considerado por la Ertzaintza como un delincuente habitual, retornó al día siguiente al mismo hospital. Esta sencilla rueda de reconocimiento fue suficiente para que los vigilantes de seguridad del centro sanitario no fallaran. Así, el joven fue detenido por la Ertzaintza bajo la acusación de un delito de robo con fuerza.
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