Miedo… esa sensación desagradable que nos inunda el cuerpo y nos hace sentir terriblemente mal ante una situación que nos asusta o nos puede hacer daño. Sentimos cómo se nos acelera el pulso y la adrenalina comienza a aflorar por entre cada poro de nuestra piel. Pero… ¿A que se debe ese miedo? Hay muchas circunstancias en las que experimentamos ese sentimiento tan humano y que la mayoría de las veces tratamos de ocultar o rechazar sin darnos cuenta de que es un mecanismo de protección reflejo de nuestra alma.
Cuando nos sentimos amenazados, tanto psíquica como físicamente, corremos el riesgo de tomar la decisión menos acorde con la situación que se nos presenta pero como toda decisión debemos afrontarla una vez llegada la calma nuevamente a nuestra vida. Para ello tenemos que convencernos de que ese error nos ha servido para aprender una nueva lección de la vida, haciéndonos más fuertes al intentar asimilarlo. Todo esto al ser tan abstracto tal vez puede ser difícil de entender, por ello, expondré a continuación una situación que ilustre estas afirmaciones y que nos puede ocurrir a cualquiera de nosotros:
Estamos trabajando como vigilantes de seguridad en un banco, y poseemos un arma corta, la cual no pensamos usar jamás. De repente entra un encapuchado con otra arma y amenaza con matar a alguien si no se le da lo que pide. Hasta aquí todo normal, pero este individuo tiene brotes asesinos y decide que lo mejor para imponer miedo es matar.
Ese día había una gran cantidad de personas presentes, y entre todas sus víctimas escoge a una joven embarazada. La coge de espaldas y sin mediar una palabra la dispara. Ella cae inerte al suelo, primeramente de rodillas y luego, debido al peso, termina cayendo entera. Es en ese momento de miedo cuando te toca tomar una decisión: Tienes que escoger entre si dejas a todas las demás personas a merced de su suerte o si vas a utilizar el arma.
Evidentemente, en esa situación la mayoría no meditará a decisión tomada y la acción que va a llevar a cabo, ante la amenaza dispararás directamente a la sien de ese encapuchado. Una vez llegada la calma empiezan los tormentos: para los demás serás un héroe, pero para ti mismo serás un monstruo que ha matado a otro ser humano. Es ahí cuando tenemos que aceptar lo ocurrido y hacerlo lo más llevadero posible. Este es el tipo de miedo físico, donde tememos por la integridad física.
El miedo al rechazo: ¿Cuántas veces hemos dejado de hacer cosas por miedo a ser rechazados? Seguramente si nos pusiéramos a enumerar todas las veces que esto ha ocurrido tendríamos que usar más de los diez dedos que poseemos en las manos. El miedo al rechazo está presente en el día a día de nuestra vida cotidiana y como, en el caso anterior en el que el miedo puede salvar vidas y ayudarnos, el miedo al rechazo también puede boquearnos y no dejarnos decidir según nuestro criterio y nuestros valores. Esto es debido a lo que la sociedad o el grupo que nos rodea espera de nosotros.
El miedo al rechazo se experimenta cuando sabemos que si realizamos una determinada acción puede ser mal vista y como consecuencia, seremos rechazados. Por ejemplo: ¿Qué dos personas no se han sentido atraídas mutuamente y por miedo al rechazo no han dado el paso para establecer una relación más intima? O ¿Alguien que ha querido formar parte de un círculo de amigos ya compuesto y por miedo a ser rechazado se ha limitado a mirar de lejos y no acercarse para iniciar una conversación? Y como estas dos situaciones habrán muchas más en las que eso suceda… pero, ¿A qué se debe? Es decir, ¿Qué trasfondo hay? Existe algo llamado inseguridad, que muchas veces es la causante del miedo al rechazo.
Cuando nos sentimos inseguros tememos no gustar a los demás, pues no nos gustamos a nosotros mismos y no me refiero solamente al aspecto físico, sino también a cómo somos por dentro. Primeramente, para no sentir este tipo de miedo tenemos que aceptarnos, sentirnos seguros de lo que somos y de lo que queremos, pero sobre todo arriesgarnos para conseguirlo. Es verdad que podemos estar equivocados y llevarnos una decepción, pero también puede que funcione y sintamos una gran satisfacción personal. Como dice un dicho muy conocido: el que nada arriesga nada gana.
Además existe otro tipo de miedo, el llamado miedo al fracaso. Al igual que en el miedo al rechazo dejamos de hacer cosas para no fracasar, pensando que como no nos arriesgamos no hay nada que perder. Este miedo aparece frente a lo desconocido, a lo nuevo, en definitiva miedo a lo menos seguro, pero menos porque no sabemos las consecuencias que vendrán posteriormente a la decisión tomada.
Este miedo produce que nos opongamos a algo que tal vez a la larga nos favorecerá. Porque tal vez con el nuevo método adquiramos una nueva capacidad de la que antes carecíamos.
Podría seguir hablando de tipos de miedos y de sus consecuencias, pues mi vida ha estado marcada por muchos de ellos que no he citado en este texto, pero entonces me extendería demasiado, si es que no lo he hecho aun. Así que en definitiva, el miedo puede protegernos y salvarnos ante una situación pero también puede cohibirnos e impedirnos hacer algo que tal debiéramos. Yo antes era una persona muy insegura y debido a ello he perdido muchas oportunidades en esta vida, bueno perdido o ganado, todo depende de cómo se mire, pues al perder esa oportunidad he ganado otra por que el camino esta lleno de puertas que se abren y cierran.
Bueno voy a dejar de enrollarme, mi consejo es que dejéis todos los prejuicios y miedos atrás y que hagáis lo que os pida vuestro interior, luchando por lo que en el fondo se desee hacer porque solo así se podrán aceptar las consecuencias de la elección.
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Cuando nos sentimos amenazados, tanto psíquica como físicamente, corremos el riesgo de tomar la decisión menos acorde con la situación que se nos presenta pero como toda decisión debemos afrontarla una vez llegada la calma nuevamente a nuestra vida. Para ello tenemos que convencernos de que ese error nos ha servido para aprender una nueva lección de la vida, haciéndonos más fuertes al intentar asimilarlo. Todo esto al ser tan abstracto tal vez puede ser difícil de entender, por ello, expondré a continuación una situación que ilustre estas afirmaciones y que nos puede ocurrir a cualquiera de nosotros:
Estamos trabajando como vigilantes de seguridad en un banco, y poseemos un arma corta, la cual no pensamos usar jamás. De repente entra un encapuchado con otra arma y amenaza con matar a alguien si no se le da lo que pide. Hasta aquí todo normal, pero este individuo tiene brotes asesinos y decide que lo mejor para imponer miedo es matar.
Ese día había una gran cantidad de personas presentes, y entre todas sus víctimas escoge a una joven embarazada. La coge de espaldas y sin mediar una palabra la dispara. Ella cae inerte al suelo, primeramente de rodillas y luego, debido al peso, termina cayendo entera. Es en ese momento de miedo cuando te toca tomar una decisión: Tienes que escoger entre si dejas a todas las demás personas a merced de su suerte o si vas a utilizar el arma.
Evidentemente, en esa situación la mayoría no meditará a decisión tomada y la acción que va a llevar a cabo, ante la amenaza dispararás directamente a la sien de ese encapuchado. Una vez llegada la calma empiezan los tormentos: para los demás serás un héroe, pero para ti mismo serás un monstruo que ha matado a otro ser humano. Es ahí cuando tenemos que aceptar lo ocurrido y hacerlo lo más llevadero posible. Este es el tipo de miedo físico, donde tememos por la integridad física.
El miedo al rechazo: ¿Cuántas veces hemos dejado de hacer cosas por miedo a ser rechazados? Seguramente si nos pusiéramos a enumerar todas las veces que esto ha ocurrido tendríamos que usar más de los diez dedos que poseemos en las manos. El miedo al rechazo está presente en el día a día de nuestra vida cotidiana y como, en el caso anterior en el que el miedo puede salvar vidas y ayudarnos, el miedo al rechazo también puede boquearnos y no dejarnos decidir según nuestro criterio y nuestros valores. Esto es debido a lo que la sociedad o el grupo que nos rodea espera de nosotros.
El miedo al rechazo se experimenta cuando sabemos que si realizamos una determinada acción puede ser mal vista y como consecuencia, seremos rechazados. Por ejemplo: ¿Qué dos personas no se han sentido atraídas mutuamente y por miedo al rechazo no han dado el paso para establecer una relación más intima? O ¿Alguien que ha querido formar parte de un círculo de amigos ya compuesto y por miedo a ser rechazado se ha limitado a mirar de lejos y no acercarse para iniciar una conversación? Y como estas dos situaciones habrán muchas más en las que eso suceda… pero, ¿A qué se debe? Es decir, ¿Qué trasfondo hay? Existe algo llamado inseguridad, que muchas veces es la causante del miedo al rechazo.
Cuando nos sentimos inseguros tememos no gustar a los demás, pues no nos gustamos a nosotros mismos y no me refiero solamente al aspecto físico, sino también a cómo somos por dentro. Primeramente, para no sentir este tipo de miedo tenemos que aceptarnos, sentirnos seguros de lo que somos y de lo que queremos, pero sobre todo arriesgarnos para conseguirlo. Es verdad que podemos estar equivocados y llevarnos una decepción, pero también puede que funcione y sintamos una gran satisfacción personal. Como dice un dicho muy conocido: el que nada arriesga nada gana.
Además existe otro tipo de miedo, el llamado miedo al fracaso. Al igual que en el miedo al rechazo dejamos de hacer cosas para no fracasar, pensando que como no nos arriesgamos no hay nada que perder. Este miedo aparece frente a lo desconocido, a lo nuevo, en definitiva miedo a lo menos seguro, pero menos porque no sabemos las consecuencias que vendrán posteriormente a la decisión tomada.
Este miedo produce que nos opongamos a algo que tal vez a la larga nos favorecerá. Porque tal vez con el nuevo método adquiramos una nueva capacidad de la que antes carecíamos.
Podría seguir hablando de tipos de miedos y de sus consecuencias, pues mi vida ha estado marcada por muchos de ellos que no he citado en este texto, pero entonces me extendería demasiado, si es que no lo he hecho aun. Así que en definitiva, el miedo puede protegernos y salvarnos ante una situación pero también puede cohibirnos e impedirnos hacer algo que tal debiéramos. Yo antes era una persona muy insegura y debido a ello he perdido muchas oportunidades en esta vida, bueno perdido o ganado, todo depende de cómo se mire, pues al perder esa oportunidad he ganado otra por que el camino esta lleno de puertas que se abren y cierran.
Bueno voy a dejar de enrollarme, mi consejo es que dejéis todos los prejuicios y miedos atrás y que hagáis lo que os pida vuestro interior, luchando por lo que en el fondo se desee hacer porque solo así se podrán aceptar las consecuencias de la elección.
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