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Domingo 26, abril 2009 - Últ. actualización 21:17h
Guardia Civil: De la lucha contra ETA a Afganistán
Un grupo de guardias civiles entrena y adiestra a la nueva Policía afgana. Una tarea nada sencilla en un país salvaje, donde la ley y el orden siguen siendo una utopía para un futuro cada vez más remoto
Puesto de control de la carretera de Jalalabad,
la principal entrada a la capital desde el sur
MIKEL AYESTARAN | KABUL
Domingo, 26-04-09
«Nuestra experiencia en la lucha contra el terrorismo en España es muy valorada en el seno de la misión ya que somos los únicos, junto a los británicos, que sabemos lo que es enfrentarse día a día a la amenaza terrorista». El inspector Raúl Correa llegó hace tres meses a Kabul, está al mando del Contingente Policial Español en Afganistán y es el Jefe del Despliegue Regional de la Misión Policial de la Unión Europea (EUPOL) en el país. España aporta trece agentes, pertenecientes al Cuerpo Nacional de Policía y a la Guardia Civil, para intentar contribuir a la creación de «unas fuerzas de seguridad afganas sostenibles, profesionales y efectivas, en consonancia con los estándares internacionales». La misión comenzó en junio de 2007 y en la actualidad cuenta con 226 policías repartidos entre Kabul y otras quince provincias. La participación española combina hombres con experiencia en Balcanes, Haití y Timor, con otros que acuden a Afganistán como primer destino internacional.
«Desactivación de explosivos, temas de inteligencia, seguimientos… los mismos métodos de prevención que usamos en España son útiles en Kabul y no hay que perder de vista que los terroristas que actúan aquí son también una amenaza para Europa», explica el inspector Correa, al mando también durante cinco años de la División Policial de la Organización para la OSCE en los Balcanes, y quien ve también «una gran diferencia entre las acciones organizadas y planificadas de ETA y la improvisación casi absoluta de la mayor parte de ataques que se dan aquí, aunque el riesgo se compensa con la presencia del factor suicida que ETA no utiliza». A su lado, Jorge Gaspar, policía nacional y uno de los veteranos de EUPOL, señala que «nosotros les enseñamos (a los policías afganos en formación) a montar controles no desde la teoría, sino desde la práctica porque sabemos lo que es parar un coche con la amenaza real de que el conductor sea un terrorista».
Afganistán cuenta en estos momentos con 82.000 agentes desplegados en todo el país. La UE se encarga de pagar sus sueldos que ascienden a una media de 120 dólares mensuales, más otros 40 para comida. El ministro del Interior, Hanif Atmar, realizó a comienzos de semana un llamamiento urgente para el reclutamiento y entrenamiento de 15.000 nuevos agentes en los próximos cuatro meses para garantizar la seguridad en las elecciones, pero la UE aún no ha dado el visto bueno. Atmar solicitó además un esfuerzo adicional a los países donantes con el objetivo de doblar el número de agentes afganos en el futuro próximo. «Hay dos teorías. Los americanos centran la formación en aspectos relacionados con la acción, mientras que nosotros insistimos en el trabajo rutinario policial en el proceso jurídico-penal, formamos a los miembros del las fuerzas de seguridad y del sistema judicial y penal y llevamos a cabo programas encaminados a aumentar su profesionalidad y eficacia», destaca el inspector Correa. Dos conceptos antagónicos que precisan de plazos muy diferentes y que muestran una vez más las diferencias de criterio en una misión internacional en la que EE.UU. marca la pauta.
El próximo 20 de agosto Afganistán celebra las segundas elecciones democráticas de su historia. Una cita que, según el ministro de Defensa, General Abdul Rahim Wardak, «estará en la agenda de la insurgencia». En una rueda de prensa conjunta con el jefe de la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad a Afganistán (ISAF), el general David McKiernan, Wardak esbozó el esquema de seguridad en el que aunarán esfuerzos el Ejército, la Policía y el Departamento de Inteligencia afganos con las fuerzas internacionales. Y es que el plan de prevención de ataques situará «en la primera línea a la Policía, seguida por los militares y, en tercer lugar, las tropas internacionales».
Policías afganos en el interior del contenedor
en el que viven y trabajan en turnos de 24 horas
«Anillo de acero»
Tres sargentos de la Guardia Civil, Pablo González, Fernando Trallero y Fernando Granado trabajan de lleno en la formación de esa «primera línea» dentro de la capital a través del proyecto denominado «Kabul City Police Project», uno de cuyos objetivos es establecer lo que han bautizado como un «anillo de acero» para evitar ataques en el centro urbano, que se convertiría así en una «Zona Verde» al estilo de la de Bagdad. Treinta puestos de control ocupados por cuatrocientos agentes vigilarán los principales accesos a una capital cuya seguridad es competencia afgana desde el pasado 31 de diciembre.
González y Trallero visitan los puestos de control para interesarse por la opinión de sus colegas afganos y anotar sus demandas. «Tienen un uniforme para todo el año, trabajan en turnos de veinticuatro horas y muchos de ellos viven en los mismos contenedores que hacen las veces de comisaría. Les faltan muchos medios y años de preparación», destacan los agentes de la Guardia Civil que piensan que el mayor problema es la fama de corrupción que rodea a los agentes locales acostumbrados a pedir dinero en los puestos de control e incluso a vender el equipamiento donado por la comunidad internacional, incluido el armamento.
El puesto de control de la carretera de Jalalabad es la puerta de entrada a la capital desde el sur. Estamos en la «complicada» ruta en la que cientos de camiones de ISAF han sido atacados en su camino desde Pakistán. Tan sólo unos conos de plástico en mitad de la calzada indican la presencia de un control. Un agente armado con un AK-47 se pierde en un mar polvoriento de coches, camiones, bicicletas y motos que le pasan por todos lados. A un lado de la calzada un contenedor verde en mitad de un barrizal con la inscripción «Police» indica que estamos ante un puesto de vigilancia. En cuanto el vehículo blindado de EUPOL aparca sobre el barro, empiezan a surgir agentes de los comercios cercanos. En el interior del contenedor dos jóvenes en camiseta se desperezan mientras se apresuran a vestirse la camisa reglamentaria. «¿Dónde está el responsable?», preguntan los agentes de la Guardia Civil. Inmediatamente un hombre cruza la carretera y mientras se arregla la gorra se presenta como Mahsoud Bahrani, jefe de la unidad.
Empieza el interrogatorio. «Aquí estamos doce personas, pero yo creo que necesitamos quince como mínimo», informa el agente afgano. El puesto cuenta con una radio, ocho AK-47, una pistola y tres chalecos antibalas. Un intérprete de EUPOL traduce al detalle cada respuesta y todo queda anotado en el informe. Terminadas las preguntas los guardias civiles agradecen su atención al jefe de unidad afgano que se muestra un tanto contrariado porque la semana pasada, en un trámite similar, otro equipo de EUPOL le prometió el envío de un material que sigue sin llegar.
A las puertas del contenedor, una nube de niños espera a los extranjeros al grito de «¡jauar yu, mister!» Los agentes españoles tratan de ser amables e inician un reparto de botellas de agua que está a punto de desencadenar una batalla campal y que acaba disuelto por los policías afganos a gritos y empujones. «En todas estas misiones hay que tener cuidado con los niños, la necesidad es extrema y en cuanto ven a un extranjero se ponen a pedir cualquier cosa como locos», lamentan los sargentos de la Guardia Civil a los que la escena no les ha gustado nada.
El vehículo blindado abandona el puesto entre las indicaciones de unos agentes ahora visibles que detienen el tráfico para dejar paso a los agentes españoles. A pocos kilómetros el coche se detiene en un nuevo puesto en el que la Policía afgana cuenta con perros para la detección de explosivos. Tan solo en la última semana la oficina de la Seguridad Nacional ha informado de la captura de quinientos kilos de explosivos en los controles de entrada a la capital y se han detenido a cuatro presuntos terroristas. El perro no es un animal muy común en este país, pero «son muy útiles y gracias a ellos hemos detectado armas y municiones en varios vehículos», informa a la Guardia Civil un agente afgano mientras acaricia a un pastor alemán que ha sido bautizado como «Ronaldo», en honor al delantero brasileño y ex jugador del Real Madrid. Los perros cuentan con modernas casetas de plástico y descansan junto a una especie de jaula metálica de poco más de un metro en la que un joven policía hace fuego para calentar la comida del día. Al lado de esta especie de cocina, se encuentra el típico contenedor verde con literas.
Agentes vigilan la zona junto a una chiquillería
que siempre acude allí donde ve extranjeros
«Hay que ir con mucha calma porque estamos intentando preparar a una Policía del siglo XXI para una sociedad que en las zonas rurales sigue anclada en la Edad Media. Si no saben leer ni escribir, ¿cómo vamos a pedirles que utilicen ordenadores o pidan pruebas de ADN?», se pregunta el inspector Correa. Las academias militares y de policía están a rebosar. El trabajo en seguridad, pese al gran riego que comporta —ellos sufren el mayor número de bajas, muy por encima de las registradas por ls fuerzas de la coalición—, se ha convertido en una buena salida para los jóvenes de un país en el que el desempleo es endémico. «No es nada fácil dar cursos a personas que no están acostumbradas y que después de cuatro horas en un aula están exhaustas», comenta Jorge Gaspar, que destaca que «en lo único que no hay que adiestrarles es en el manejo de armas».
Junto a militares y policías, Estados Unidos también ha puesto en marcha el entrenamiento de fuerzas paramilitares en las provincias que rodean Kabul. Afganos sin uniformar que tras un mes de instrucción en las bases americanas salen a patrullar las calles. Una milicia urbana al estilo de la empleada en Irak, pero con la que EUPOL no está de acuerdo, pues considera que ésta no hará sentirse nada cómodo al ciudadano.
Zona española de acción
A diferencia de la misión que las Fuerzas Armadas españolas desempeñan dentro de ISAF —y cuyas zonas de acción se centran en las provincias de Herat y Badghis— los agentes del Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil no tienen los polémicos «caveats» o restricciones que les impidan desplegarse en cualquier parte del país. «Sin embargo, procuramos enviar a nuestros hombres a los PRT (siglas en inglés de Equipo de Reconstrucción Provincial) que tiene cada país en las provincias», informa el inspector Correa, y que en el caso de España se localiza en Qala-i-Nao, capital de la provincia de Badghis, donde trabajan de forma permanente dos policías y dos guardias civiles.
Si España aporta su experiencia en la lucha contra el terrorismo, los agentes que participan en la misión también coinciden al señalar lo enriquecedor de la experiencia ya que «esto te abre la mente y te ayuda a hacer contactos con los demás colegas aquí desplegados y sus países, con lo que se abre una red muy interesante para futuras investigaciones dentro de Europa», señala el Inspector Correa.
La Unión Europea ha incrementado el presupuesto de EUPOL de 43 millones de euros en 2008 a 64 en el año 2009 y busca donantes para que la misión siga creciendo en los próximos años. Existe un gran debate sobre la efectividad del trabajo desarrollado por los agentes europeos en Afganistán y en el plazo de tres meses se conocerá el primer informe de evaluación de una misión que, como otras muchas iniciativas de la comunidad internacional, está más sujeta a las decisiones políticas occidentales, que a las necesidades reales del país.
Domingo 26, abril 2009 - Últ. actualización 21:17h
Guardia Civil: De la lucha contra ETA a Afganistán
Un grupo de guardias civiles entrena y adiestra a la nueva Policía afgana. Una tarea nada sencilla en un país salvaje, donde la ley y el orden siguen siendo una utopía para un futuro cada vez más remoto
Puesto de control de la carretera de Jalalabad,
la principal entrada a la capital desde el sur
MIKEL AYESTARAN | KABUL
Domingo, 26-04-09
«Nuestra experiencia en la lucha contra el terrorismo en España es muy valorada en el seno de la misión ya que somos los únicos, junto a los británicos, que sabemos lo que es enfrentarse día a día a la amenaza terrorista». El inspector Raúl Correa llegó hace tres meses a Kabul, está al mando del Contingente Policial Español en Afganistán y es el Jefe del Despliegue Regional de la Misión Policial de la Unión Europea (EUPOL) en el país. España aporta trece agentes, pertenecientes al Cuerpo Nacional de Policía y a la Guardia Civil, para intentar contribuir a la creación de «unas fuerzas de seguridad afganas sostenibles, profesionales y efectivas, en consonancia con los estándares internacionales». La misión comenzó en junio de 2007 y en la actualidad cuenta con 226 policías repartidos entre Kabul y otras quince provincias. La participación española combina hombres con experiencia en Balcanes, Haití y Timor, con otros que acuden a Afganistán como primer destino internacional.
«Desactivación de explosivos, temas de inteligencia, seguimientos… los mismos métodos de prevención que usamos en España son útiles en Kabul y no hay que perder de vista que los terroristas que actúan aquí son también una amenaza para Europa», explica el inspector Correa, al mando también durante cinco años de la División Policial de la Organización para la OSCE en los Balcanes, y quien ve también «una gran diferencia entre las acciones organizadas y planificadas de ETA y la improvisación casi absoluta de la mayor parte de ataques que se dan aquí, aunque el riesgo se compensa con la presencia del factor suicida que ETA no utiliza». A su lado, Jorge Gaspar, policía nacional y uno de los veteranos de EUPOL, señala que «nosotros les enseñamos (a los policías afganos en formación) a montar controles no desde la teoría, sino desde la práctica porque sabemos lo que es parar un coche con la amenaza real de que el conductor sea un terrorista».
«Desactivación de explosivos,
temas de inteligencia,
seguimientos…
los mismos métodos de prevención
que usamos en España
son útiles en Kabul »
Afganistán cuenta en estos momentos con 82.000 agentes desplegados en todo el país. La UE se encarga de pagar sus sueldos que ascienden a una media de 120 dólares mensuales, más otros 40 para comida. El ministro del Interior, Hanif Atmar, realizó a comienzos de semana un llamamiento urgente para el reclutamiento y entrenamiento de 15.000 nuevos agentes en los próximos cuatro meses para garantizar la seguridad en las elecciones, pero la UE aún no ha dado el visto bueno. Atmar solicitó además un esfuerzo adicional a los países donantes con el objetivo de doblar el número de agentes afganos en el futuro próximo. «Hay dos teorías. Los americanos centran la formación en aspectos relacionados con la acción, mientras que nosotros insistimos en el trabajo rutinario policial en el proceso jurídico-penal, formamos a los miembros del las fuerzas de seguridad y del sistema judicial y penal y llevamos a cabo programas encaminados a aumentar su profesionalidad y eficacia», destaca el inspector Correa. Dos conceptos antagónicos que precisan de plazos muy diferentes y que muestran una vez más las diferencias de criterio en una misión internacional en la que EE.UU. marca la pauta.
El próximo 20 de agosto Afganistán celebra las segundas elecciones democráticas de su historia. Una cita que, según el ministro de Defensa, General Abdul Rahim Wardak, «estará en la agenda de la insurgencia». En una rueda de prensa conjunta con el jefe de la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad a Afganistán (ISAF), el general David McKiernan, Wardak esbozó el esquema de seguridad en el que aunarán esfuerzos el Ejército, la Policía y el Departamento de Inteligencia afganos con las fuerzas internacionales. Y es que el plan de prevención de ataques situará «en la primera línea a la Policía, seguida por los militares y, en tercer lugar, las tropas internacionales».
Policías afganos en el interior del contenedor
en el que viven y trabajan en turnos de 24 horas
«Anillo de acero»
Tres sargentos de la Guardia Civil, Pablo González, Fernando Trallero y Fernando Granado trabajan de lleno en la formación de esa «primera línea» dentro de la capital a través del proyecto denominado «Kabul City Police Project», uno de cuyos objetivos es establecer lo que han bautizado como un «anillo de acero» para evitar ataques en el centro urbano, que se convertiría así en una «Zona Verde» al estilo de la de Bagdad. Treinta puestos de control ocupados por cuatrocientos agentes vigilarán los principales accesos a una capital cuya seguridad es competencia afgana desde el pasado 31 de diciembre.
González y Trallero visitan los puestos de control para interesarse por la opinión de sus colegas afganos y anotar sus demandas. «Tienen un uniforme para todo el año, trabajan en turnos de veinticuatro horas y muchos de ellos viven en los mismos contenedores que hacen las veces de comisaría. Les faltan muchos medios y años de preparación», destacan los agentes de la Guardia Civil que piensan que el mayor problema es la fama de corrupción que rodea a los agentes locales acostumbrados a pedir dinero en los puestos de control e incluso a vender el equipamiento donado por la comunidad internacional, incluido el armamento.
«Hay que ir con mucha calma
porque estamos intentando preparar
a una Policía del siglo XXI para
una sociedad que en las zonas rurales
sigue anclada en la Edad Media.»
El puesto de control de la carretera de Jalalabad es la puerta de entrada a la capital desde el sur. Estamos en la «complicada» ruta en la que cientos de camiones de ISAF han sido atacados en su camino desde Pakistán. Tan sólo unos conos de plástico en mitad de la calzada indican la presencia de un control. Un agente armado con un AK-47 se pierde en un mar polvoriento de coches, camiones, bicicletas y motos que le pasan por todos lados. A un lado de la calzada un contenedor verde en mitad de un barrizal con la inscripción «Police» indica que estamos ante un puesto de vigilancia. En cuanto el vehículo blindado de EUPOL aparca sobre el barro, empiezan a surgir agentes de los comercios cercanos. En el interior del contenedor dos jóvenes en camiseta se desperezan mientras se apresuran a vestirse la camisa reglamentaria. «¿Dónde está el responsable?», preguntan los agentes de la Guardia Civil. Inmediatamente un hombre cruza la carretera y mientras se arregla la gorra se presenta como Mahsoud Bahrani, jefe de la unidad.
Empieza el interrogatorio. «Aquí estamos doce personas, pero yo creo que necesitamos quince como mínimo», informa el agente afgano. El puesto cuenta con una radio, ocho AK-47, una pistola y tres chalecos antibalas. Un intérprete de EUPOL traduce al detalle cada respuesta y todo queda anotado en el informe. Terminadas las preguntas los guardias civiles agradecen su atención al jefe de unidad afgano que se muestra un tanto contrariado porque la semana pasada, en un trámite similar, otro equipo de EUPOL le prometió el envío de un material que sigue sin llegar.
A las puertas del contenedor, una nube de niños espera a los extranjeros al grito de «¡jauar yu, mister!» Los agentes españoles tratan de ser amables e inician un reparto de botellas de agua que está a punto de desencadenar una batalla campal y que acaba disuelto por los policías afganos a gritos y empujones. «En todas estas misiones hay que tener cuidado con los niños, la necesidad es extrema y en cuanto ven a un extranjero se ponen a pedir cualquier cosa como locos», lamentan los sargentos de la Guardia Civil a los que la escena no les ha gustado nada.
El vehículo blindado abandona el puesto entre las indicaciones de unos agentes ahora visibles que detienen el tráfico para dejar paso a los agentes españoles. A pocos kilómetros el coche se detiene en un nuevo puesto en el que la Policía afgana cuenta con perros para la detección de explosivos. Tan solo en la última semana la oficina de la Seguridad Nacional ha informado de la captura de quinientos kilos de explosivos en los controles de entrada a la capital y se han detenido a cuatro presuntos terroristas. El perro no es un animal muy común en este país, pero «son muy útiles y gracias a ellos hemos detectado armas y municiones en varios vehículos», informa a la Guardia Civil un agente afgano mientras acaricia a un pastor alemán que ha sido bautizado como «Ronaldo», en honor al delantero brasileño y ex jugador del Real Madrid. Los perros cuentan con modernas casetas de plástico y descansan junto a una especie de jaula metálica de poco más de un metro en la que un joven policía hace fuego para calentar la comida del día. Al lado de esta especie de cocina, se encuentra el típico contenedor verde con literas.
Agentes vigilan la zona junto a una chiquillería
que siempre acude allí donde ve extranjeros
«Hay que ir con mucha calma porque estamos intentando preparar a una Policía del siglo XXI para una sociedad que en las zonas rurales sigue anclada en la Edad Media. Si no saben leer ni escribir, ¿cómo vamos a pedirles que utilicen ordenadores o pidan pruebas de ADN?», se pregunta el inspector Correa. Las academias militares y de policía están a rebosar. El trabajo en seguridad, pese al gran riego que comporta —ellos sufren el mayor número de bajas, muy por encima de las registradas por ls fuerzas de la coalición—, se ha convertido en una buena salida para los jóvenes de un país en el que el desempleo es endémico. «No es nada fácil dar cursos a personas que no están acostumbradas y que después de cuatro horas en un aula están exhaustas», comenta Jorge Gaspar, que destaca que «en lo único que no hay que adiestrarles es en el manejo de armas».
Junto a militares y policías, Estados Unidos también ha puesto en marcha el entrenamiento de fuerzas paramilitares en las provincias que rodean Kabul. Afganos sin uniformar que tras un mes de instrucción en las bases americanas salen a patrullar las calles. Una milicia urbana al estilo de la empleada en Irak, pero con la que EUPOL no está de acuerdo, pues considera que ésta no hará sentirse nada cómodo al ciudadano.
Zona española de acción
A diferencia de la misión que las Fuerzas Armadas españolas desempeñan dentro de ISAF —y cuyas zonas de acción se centran en las provincias de Herat y Badghis— los agentes del Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil no tienen los polémicos «caveats» o restricciones que les impidan desplegarse en cualquier parte del país. «Sin embargo, procuramos enviar a nuestros hombres a los PRT (siglas en inglés de Equipo de Reconstrucción Provincial) que tiene cada país en las provincias», informa el inspector Correa, y que en el caso de España se localiza en Qala-i-Nao, capital de la provincia de Badghis, donde trabajan de forma permanente dos policías y dos guardias civiles.
Si España aporta su experiencia en la lucha contra el terrorismo, los agentes que participan en la misión también coinciden al señalar lo enriquecedor de la experiencia ya que «esto te abre la mente y te ayuda a hacer contactos con los demás colegas aquí desplegados y sus países, con lo que se abre una red muy interesante para futuras investigaciones dentro de Europa», señala el Inspector Correa.
La Unión Europea ha incrementado el presupuesto de EUPOL de 43 millones de euros en 2008 a 64 en el año 2009 y busca donantes para que la misión siga creciendo en los próximos años. Existe un gran debate sobre la efectividad del trabajo desarrollado por los agentes europeos en Afganistán y en el plazo de tres meses se conocerá el primer informe de evaluación de una misión que, como otras muchas iniciativas de la comunidad internacional, está más sujeta a las decisiones políticas occidentales, que a las necesidades reales del país.
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