El ministro británico de Trabajo presenta su dimisión y pide a Brown que se vaya
El ministro de Trabajo británico, James Purnell, junto a Gordon Brown. | AP
Ni siquiera hubo que esperar a los resultados electorales. Anoche el suelo empezó a desplomarse bajo los pies del primer ministro británico, Gordon Brown. El responsable fue el ministro de Trabajo, James Purnell, que anunció por sorpresa su renuncia y le pidió a Brown que dimitiera para evitar un descalabro electoral.
Purnell comunicó al premier su decisión en una carta cuyos fragmentos clave rezan así: "Ambos amamos al Partido Laborista. Yo he trabajado por él durante 20 años y tú mucho más que yo. Ambos sabemos que se lo debemos todo al partido y que el partido no nos debe nada. Yo le debo a nuestro partido decir lo que pienso sin importar lo duro que sea. Y ahora pienso que tu liderazgo continuado hace que una victoria conservadora sea cada vez menos probable".
Y añade Purnell: "El partido estaba aquí antes de nosotros y los dos queremos que siga aquí cuando no estemos. Por eso debemos hacer lo correcto y debemos demostrar que estamos preparados para luchar por ser un Gobierno creíble y que tenemos el coraje de ofrecer un futuro alternativo. Por eso le pido que te vayas para dar a nuestro partido la oportunidad de pelear por ganar".
Según el entorno del ministro cesante, Brown intentó convencerle de que siguiera ofreciéndole el Ministerio de Educación, que quedaría vacante al asumir Ed Balls la cartera de Economía. Pero Purnell no dio marcha atrás. Llevaba semanas meditando su decisión y conocía sus consecuencias.
La dimisión noqueó al círculo íntimo de Brown, que durante el día anduvo afanado intentando hilvanar una crisis de gobierno que neutralizara a quienes conspiran desde hace días para derrocarlo. La renuncia de Purnell les cogió, sin embargo, con el pie cambiado. Justo cuando pensaban que había pasado lo peor.
Esta dimisión lo ha cambiado todo
Porque el jueves en Westminster había signos de que no terminaba de prender la mecha del golpe contra el primer ministro. Era imposible encontrar un solo diputado que reconociera haber firmado el ya célebre correo electrónico pidiendo la dimisión de Brown y la secretaria de Estado para Europa Caroline Flint –etiquetada por muchos como la próxima rebelde- acaba de respaldar al primer ministro en una entrevista en la BBC. Incluso Alistair Darling –presuntamente molesto con una más que probable destitución- empezaba a asumir pacíficamente la idea de dejar su cartera de Economía en manos del ambicioso Ed Balls.
Y sin embargo la renuncia de Purnell lo cambió todo. Los conspiradores insinuaron, por ejemplo, que habían reunido 75 firmas. Más de las necesarias para retar el liderazgo de Brown. Y los rumores prendieron de nuevo por Westminster. El más inquietante decía que otros dos ministros se disponían en las próximas horas a seguir los pasos del temerario Purnell.
Temerario al menos en apariencia. Porque según su entorno el ministro de Trabajo ha actuado en solitario y no es el mascarón de proa de ninguna conspiración. Ni siquiera se puede decir a priori que trabaja para sí mismo porque ha advertido de antemano que de haber una elección por el liderazgo, él no se presentará. Tampoco, asegura, respaldará a ningún otro candidato. Aunque esas frases en política suelen tener casi siempre fecha de caducidad.
La del ministro de Trabajo es la tercera dimisión que afronta Gordon Brown en sólo tres días. Pero su trascendencia es mucho mayor que la de las otras dos. Y no sólo porque el peso político de Purnell es mucho mayor que el de Jacqui Smith y Hazel Blears sino porque no está tan quemado como ellas por el escándalo de los gastos y porque su salida no se daba por hecha.
Ahora queda esperar qué ocurre con los resultados de los comicios del jueves. Los de las elecciones locales se conocerán este viernes. Los de las europeas, el próximo domingo. Según los sondeos, unos y otros dibujarán un escenario de catástrofe para el laborismo. El sabado, Brown viajará a Normandía para los fastos del 65º aniversario del Desembarco. A la luz de la dimisión de Purnell, ya hay quien ya piensa que no regresará vivo.
El ministro de Trabajo británico, James Purnell, junto a Gordon Brown. | AP
- Brown intentó convencerle de que siguiera dándole el Ministerio de Educación
- Su dimisión no conllevará una lucha por el liderazgo del partido laborista
Ni siquiera hubo que esperar a los resultados electorales. Anoche el suelo empezó a desplomarse bajo los pies del primer ministro británico, Gordon Brown. El responsable fue el ministro de Trabajo, James Purnell, que anunció por sorpresa su renuncia y le pidió a Brown que dimitiera para evitar un descalabro electoral.
Purnell comunicó al premier su decisión en una carta cuyos fragmentos clave rezan así: "Ambos amamos al Partido Laborista. Yo he trabajado por él durante 20 años y tú mucho más que yo. Ambos sabemos que se lo debemos todo al partido y que el partido no nos debe nada. Yo le debo a nuestro partido decir lo que pienso sin importar lo duro que sea. Y ahora pienso que tu liderazgo continuado hace que una victoria conservadora sea cada vez menos probable".
Y añade Purnell: "El partido estaba aquí antes de nosotros y los dos queremos que siga aquí cuando no estemos. Por eso debemos hacer lo correcto y debemos demostrar que estamos preparados para luchar por ser un Gobierno creíble y que tenemos el coraje de ofrecer un futuro alternativo. Por eso le pido que te vayas para dar a nuestro partido la oportunidad de pelear por ganar".
Según el entorno del ministro cesante, Brown intentó convencerle de que siguiera ofreciéndole el Ministerio de Educación, que quedaría vacante al asumir Ed Balls la cartera de Economía. Pero Purnell no dio marcha atrás. Llevaba semanas meditando su decisión y conocía sus consecuencias.
La dimisión noqueó al círculo íntimo de Brown, que durante el día anduvo afanado intentando hilvanar una crisis de gobierno que neutralizara a quienes conspiran desde hace días para derrocarlo. La renuncia de Purnell les cogió, sin embargo, con el pie cambiado. Justo cuando pensaban que había pasado lo peor.
Esta dimisión lo ha cambiado todo
Porque el jueves en Westminster había signos de que no terminaba de prender la mecha del golpe contra el primer ministro. Era imposible encontrar un solo diputado que reconociera haber firmado el ya célebre correo electrónico pidiendo la dimisión de Brown y la secretaria de Estado para Europa Caroline Flint –etiquetada por muchos como la próxima rebelde- acaba de respaldar al primer ministro en una entrevista en la BBC. Incluso Alistair Darling –presuntamente molesto con una más que probable destitución- empezaba a asumir pacíficamente la idea de dejar su cartera de Economía en manos del ambicioso Ed Balls.
Y sin embargo la renuncia de Purnell lo cambió todo. Los conspiradores insinuaron, por ejemplo, que habían reunido 75 firmas. Más de las necesarias para retar el liderazgo de Brown. Y los rumores prendieron de nuevo por Westminster. El más inquietante decía que otros dos ministros se disponían en las próximas horas a seguir los pasos del temerario Purnell.
Temerario al menos en apariencia. Porque según su entorno el ministro de Trabajo ha actuado en solitario y no es el mascarón de proa de ninguna conspiración. Ni siquiera se puede decir a priori que trabaja para sí mismo porque ha advertido de antemano que de haber una elección por el liderazgo, él no se presentará. Tampoco, asegura, respaldará a ningún otro candidato. Aunque esas frases en política suelen tener casi siempre fecha de caducidad.
La del ministro de Trabajo es la tercera dimisión que afronta Gordon Brown en sólo tres días. Pero su trascendencia es mucho mayor que la de las otras dos. Y no sólo porque el peso político de Purnell es mucho mayor que el de Jacqui Smith y Hazel Blears sino porque no está tan quemado como ellas por el escándalo de los gastos y porque su salida no se daba por hecha.
Ahora queda esperar qué ocurre con los resultados de los comicios del jueves. Los de las elecciones locales se conocerán este viernes. Los de las europeas, el próximo domingo. Según los sondeos, unos y otros dibujarán un escenario de catástrofe para el laborismo. El sabado, Brown viajará a Normandía para los fastos del 65º aniversario del Desembarco. A la luz de la dimisión de Purnell, ya hay quien ya piensa que no regresará vivo.
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