¿Tienen los ricos un don para defender su riqueza?

¿Tienen los ricos un don para defender su riqueza?
Existen algunas proposiciones falaces que forman parte de un cierto saber colectivo: por ejemplo que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, unos a costa de los otros.
La falacia reside en la base del argumento, la riqueza conjunta no es un dato fijo, como si fuera una manta, que cubre más a uno a costa de descubrir a los otros. La riqueza es variable y no necesariamente su aumento se hace a costa de la pobreza de otros.
Lo que parece más probable es que las oportunidades de un rico para defender su patrimonio son mayores que las de un pobre respecto al suyo, por modesto que este sea. No es que dispongan de un don especial o un gen adicional para defender su dinero, más bien es que disfrutan de más oportunidades y atenciones.
La industria al servicio de la defensa del patrimonio y el ahorro es potente, creciente y cada vez más creativa y audaz. Es fruto del crecimiento de la propia riqueza que genera nuevos intereses.
Quizá nunca hubo en el mundo tantos ricos como ahora, ni tantos profesionales avezados dedicados a imaginar como proteger y acrecentar esa riqueza. Algunos de esos expertos en cuidar a los ricos ofrecen malos consejos, productos mal diseñados que producen desastres, pero en general es una industria capaz.
En cualquier caso, algunas reglas básicas son permanentes, al margen de la complejidad de esos productos financieros con nombres cada vez más enigmáticos.
Un principio elemental, reflejado en el lenguaje popular, dice que no hay que poner todos los huevos en la misma cesta, diversificar el riesgo. Pero para diversificar hay que disponer de riesgos. Porque no es más virtuoso el que menos peca sino el que más resiste la tentación, porque sin tentación no hay posibilidad de virtud, sólo inocencia.
Otro principio permanente es la prudencia, que se traduce en una gestión cautelosa de la deuda, así como andar atento a la liquidez que permite aprovechar las oportunidades y taponar los boquetes que producen las tempestades.
Andar líquido parecía de tontos cuando los tipos reales del crédito estaban por debajo de cero, pero meses después los que disfrutaban de liquidez eran los más listos de la clase.
Una vez más, como casi siempre en la historia, la riqueza tiene mucho ver con la deuda, las cosas valen lo que alguien paga por ellas, una vez descontada la deuda y sus colaterales.
Los ricos no son los que lo aparentan, ni sus estrategias más acertadas son las de los que hacen ostentación de ellas. En esto de la riqueza hay trecho entre realidad y apariencia.

El honrado de vocación rara vez se harà rico,

Saludos