Martín Carlos Martín sufrió en 1991 un accidente laboral que le dejó graves secuelas físicas. Tras perder un primer juicio social, una sentencia ha condenado ahora al empresario a indemnizarlo con 300.000 euros
«Lo único que quiero es que todo esto acabe de una vez. Que pague lo que ha dicho el juez y que pueda descansar en paz, tanto yo como él». Esto es lo único que pide Martín Carlos Martín, un vecino de Nerja que 17 años después ha conseguido una sentencia favorable, tras sufrir un grave accidente laboral, que le dejó secuelas de por vida. Este nerjeño, que ahora tiene 35 años, jamás olvidará aquella fatídica mañana del 23 de abril de 1991, cuando sufrió una descarga eléctrica en el tejado de una vivienda en construcción, que lo mantuvo hospitalizado 400 días.
Martín reconoce que trabajaba sin asegurar, pero que en aquellos años eso era «algo habitual». «Imagínate, si todavía hoy está la cosa como está, cómo no sería entonces», explica, al tiempo que confiesa que se le ponen los vellos de punta cada vez que se produce un accidente laboral. Él, por suerte, puede contarlo, aunque el precio que tuvo que pagar fue muy alto. «Era un joven con ganas de vivir, me iba a ir a la academia de la Guardia Civil en tres meses. Pero aquello me destrozó. Hasta los 30 años no he podido normalizar algo mi vida y encontrar un trabajo estable», confiesa.
La sentencia, a la que ha tenido acceso este periódico, ha sido dictada por el Juzgado de lo Penal número seis de Málaga y condena a uno de los empresarios -al encargado de la obra, que responde a las iniciales Antonio M. C.-, al pago de una indemnización de 300.000 euros y a tres meses de prisión, por un delito de lesiones imprudentes, cometido contra Martín. Los hechos tuvieron lugar poco antes de las 13.00 horas de aquel 23 de abril de 1991, cuando el hombre, siguiendo las instrucciones del encargado de las obras de construcción de una casa en la urbanización Nerja Golf, condujo un dumper cargado de ladrillos hasta la tercera planta del edificio, sobre la cual sobrevolaba, a una altura aproximada de entre 1,5 y dos metros de desnivel, una línea de alta tensión.
Martín Carlos no recuerda exactamente cómo ocurrió el accidente. «Lo único que sé es que me quedé inconsciente y desperté en la cama de un hospital, con la cara y el cuerpo vendados», rememora este joven, que ahora trabaja como locutor de radio en una emisora local. La fuerte descarga eléctrica que sufrió tras tocar el tendido le originó una limitación total de movimientos en el cuello, dolor en el muñón de la pierna izquierda, que hubo de serle amputada a nivel del tercio medio, lo que le obliga a usar una prótesis, conjuntivitis crónica bilateral, con lagrimeo constante y pérdida de visión de 12,5 dioptrías en el ojo izquierdo y 2,5 en el ojo derecho, pérdida del primer dedo del pie derecho y pérdida de la última falange del cuarto dedo del pie derecho, además de importantes cicatrices.
A pesar de ello, Martín se siente «un hombre afortunado», ya que pudo salvar la vida, aunque ha tenido que salir adelante con una invalidez reconocida del 68%. Debido a que cuando ocurrió el accidente era menor de edad, durante años sólo ha cobrado una pensión no contributiva. «Por suerte, ahora tengo mi trabajo y hago algo que me apasiona, como la radio», dice.
La sentencia del juzgado de lo Penal no reconoce que existiera una relación laboral entre el accidentado y el encargado de la obra, como ya resolvió el juzgado de lo social en 1995, cuando absolvió al ahora condenado, entre otros. Sin embargo sí condena a la empresa Construcciones Retamero S. L. -de la que era socio Antonio M. C.- como responsable civil subsidiaria, en caso de no poder afrontar el pago de la indemnización de 300.000 euros.
«Aunque no haya sido un delito contra la seguridad de los trabajadores, creo que mi caso puede servir para sensibilizar a la gente del peligro de trabajar sin medidas de seguridad ni contrato», asegura Martín, quien pide que el empresario pague para poder darle un techo a su hija.
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«Lo único que quiero es que todo esto acabe de una vez. Que pague lo que ha dicho el juez y que pueda descansar en paz, tanto yo como él». Esto es lo único que pide Martín Carlos Martín, un vecino de Nerja que 17 años después ha conseguido una sentencia favorable, tras sufrir un grave accidente laboral, que le dejó secuelas de por vida. Este nerjeño, que ahora tiene 35 años, jamás olvidará aquella fatídica mañana del 23 de abril de 1991, cuando sufrió una descarga eléctrica en el tejado de una vivienda en construcción, que lo mantuvo hospitalizado 400 días.
Martín reconoce que trabajaba sin asegurar, pero que en aquellos años eso era «algo habitual». «Imagínate, si todavía hoy está la cosa como está, cómo no sería entonces», explica, al tiempo que confiesa que se le ponen los vellos de punta cada vez que se produce un accidente laboral. Él, por suerte, puede contarlo, aunque el precio que tuvo que pagar fue muy alto. «Era un joven con ganas de vivir, me iba a ir a la academia de la Guardia Civil en tres meses. Pero aquello me destrozó. Hasta los 30 años no he podido normalizar algo mi vida y encontrar un trabajo estable», confiesa.
La sentencia, a la que ha tenido acceso este periódico, ha sido dictada por el Juzgado de lo Penal número seis de Málaga y condena a uno de los empresarios -al encargado de la obra, que responde a las iniciales Antonio M. C.-, al pago de una indemnización de 300.000 euros y a tres meses de prisión, por un delito de lesiones imprudentes, cometido contra Martín. Los hechos tuvieron lugar poco antes de las 13.00 horas de aquel 23 de abril de 1991, cuando el hombre, siguiendo las instrucciones del encargado de las obras de construcción de una casa en la urbanización Nerja Golf, condujo un dumper cargado de ladrillos hasta la tercera planta del edificio, sobre la cual sobrevolaba, a una altura aproximada de entre 1,5 y dos metros de desnivel, una línea de alta tensión.
Martín Carlos no recuerda exactamente cómo ocurrió el accidente. «Lo único que sé es que me quedé inconsciente y desperté en la cama de un hospital, con la cara y el cuerpo vendados», rememora este joven, que ahora trabaja como locutor de radio en una emisora local. La fuerte descarga eléctrica que sufrió tras tocar el tendido le originó una limitación total de movimientos en el cuello, dolor en el muñón de la pierna izquierda, que hubo de serle amputada a nivel del tercio medio, lo que le obliga a usar una prótesis, conjuntivitis crónica bilateral, con lagrimeo constante y pérdida de visión de 12,5 dioptrías en el ojo izquierdo y 2,5 en el ojo derecho, pérdida del primer dedo del pie derecho y pérdida de la última falange del cuarto dedo del pie derecho, además de importantes cicatrices.
A pesar de ello, Martín se siente «un hombre afortunado», ya que pudo salvar la vida, aunque ha tenido que salir adelante con una invalidez reconocida del 68%. Debido a que cuando ocurrió el accidente era menor de edad, durante años sólo ha cobrado una pensión no contributiva. «Por suerte, ahora tengo mi trabajo y hago algo que me apasiona, como la radio», dice.
La sentencia del juzgado de lo Penal no reconoce que existiera una relación laboral entre el accidentado y el encargado de la obra, como ya resolvió el juzgado de lo social en 1995, cuando absolvió al ahora condenado, entre otros. Sin embargo sí condena a la empresa Construcciones Retamero S. L. -de la que era socio Antonio M. C.- como responsable civil subsidiaria, en caso de no poder afrontar el pago de la indemnización de 300.000 euros.
«Aunque no haya sido un delito contra la seguridad de los trabajadores, creo que mi caso puede servir para sensibilizar a la gente del peligro de trabajar sin medidas de seguridad ni contrato», asegura Martín, quien pide que el empresario pague para poder darle un techo a su hija.
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