Dos etarras que cumplen condena en Villanubla y Brieva se casan en Valladolid

Dos etarras que cumplen condena en Villanubla y Brieva se casan en Valladolid

• David Lizarrande cumple siete años de prisión en la cárcel de Villanubla
  
• Leire Urrutia, condenada a dos años, está en en centro penitenciario de Ávila
  
• La ceremonia civil de los reclusos apenas duró diez minutos
  

Entre el frío y la curiosidad, los vallisoletanos han observado a primera hora de la mañana cómo la calle de los juzgados y sus anejas eran tomadas por Policía Nacional, secreta y Guardia Civil, a modo de cortejo para la boda de David Lizarralde Palacios, que cumple una condena de seis años de prisión en Valladolid, y Leire Urrutia, condenada a dos años de prisión e interna en el Centro Penitenciario de Ávila.




Lizarralde Palacios fue condenado por el Tribunal Supremo en enero de 2007, en el marco del caso Jarrai-Haika-Segi. Era un dirigente de Segi, sucesora de Jarrai y de Haika.
La organización juvenil estaba supeditada a ETA y colaboraba con la banda mediante el terrorismo de baja intensidad, con actos delictivos que provocaban daños materiales o violencia callejera o personales, en aquellos que sufrieron la presión abertzale.
La ya esposa de Lizarralde, Leire Urrutia, tenía un papel de 'chivata' en el aparato de ETA. Fue fichada por Amaia Urizar, novia del entonces jefe de ETA 'Txeroki'.

Su misión junto a la de otros 18 miembros, consistía en vigilar a guardias civiles del cuartel de La Salve y elaborar informaciones sobre ellos, así como de coches policiales camuflados, el Palacio de Justicia de Bilbao, agentes del instituto armado de Arrigorriaga, empresas y discotecas de Amorebieta, sistemas de seguridad de la casa cuartel de Txurdinaga o rutas de huida por los Pirineos.
Los vigilados de esta jornada han sido ellos. Los ojos de las fuerzas de seguridad no se apartaban de Leire y David mientras la prensa hacía esfuerzos infructuosos por tomar una imagen de su enlace civil.
Nadie los esperaba para felicitarlos. Ni flores, ni arroz ni un '¡vivan los novios!'. La cita era a las diez en los juzgados de Valladolid. Casi media hora de retraso y una 'ceremonia' de apenas diez minutos.

Entraron los testigos y pronto salieron. Los novios, a los sótanos, donde de nuevo los esperaban los furgones que les conducirían a su encierro. Delante, coches de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Detrás, lo mismo. Nada de invitados sonrientes lanzando pétalos.
Tras los vehículos policiales, la vida en la calle volvió a la normalidad. Un camión de un matadero industrial de aves y una pequeña furgoneta de Nevasa, servicios funerarios, transitaron indiferentes por el adoquinado para completar el paisaje y la memoria entre el frío de la mañana.