'Bonus': necesitamos reglas
Las entidades financieras -algunas de las cuales sobreviven gracias a las inyecciones masivas de dinero público- están aprovechando los buenos resultados del primer trimestre para actuar como si la crisis hubiese sido un revés menor y pudieran volver a actuar de la misma manera.
04-09-2009 - Hace ya casi un año desde que la caída de Lehman Brothers arrastró al mundo a una crisis financiera sin precedentes. De forma repentina, nos vimos forzados a poner en cuestión nuestra confianza en la solidez de un sistema financiero en constante transformación. Muy rápidamente, distintos sectores de nuestras economías fueron golpeados brutalmente.
Ahora ya todos conocemos bien los motivos de la crisis que se originó en el sector inmobiliario de los Estados Unidos y debido a la titulización masiva, pronto afectó a todo el sector financiero mundial. Esta crisis es el resultado del uso de instrumentos financieros excesivamente complejos, de una falta de evaluación del riesgo, de una regulación insuficiente de algunas instituciones y productos financieros, y de la avaricia insaciable de aquellos, para los que bastante nunca era suficiente.
Ante este desafío, los gobiernos evitaron el colapso movilizando todos los medios necesarios. Hemos proporcionado un apoyo excepcional a nuestros sectores financieros. Hemos impulsado programas de recuperación a gran escala -en total, casi 5 billones de dólares entre todos los países, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI)-.
Aunque desde cada país hemos actuado de acuerdo con nuestras propias prioridades, se ha llevado a cabo una acción coordinada y ha existido una cooperación a nivel internacional sin precedentes, con la que hemos podido evitar una crisis como la que se vivió en los años treinta.
El pasado mes de abril, los jefes de Estado y de Gobierno del G-20, que representa el 85% de la riqueza mundial, nos reunimos en Londres y esbozamos unas reglas con las que afrontar la raíz del problema. Las decisiones que entonces adoptamos se diseñaron para eliminar las causas de la crisis, mediante una mayor transparencia, mayor regulación y un comportamiento más responsable por parte del sector financiero. Estos principios dan respuesta a las demandas legítimas de nuestros ciudadanos, que solicitan una mayor supervisión y la garantía de que estos errores no se repetirán.
Como representantes de estos países, es nuestro deber desarrollar plenamente estas decisiones y hacer todo lo que esté en nuestra mano para eliminar el comportamiento excesivamente arriesgado y acabar con la irresponsabilidad de algunos agentes financieros.
Ahora hay motivos de esperanza y ya se ve la luz al final del túnel. Aún es demasiado pronto para cantar victoria, pero algunos datos e indicadores económicos recientes parecen indicar que ya hemos dejado atrás lo peor de la crisis financiera. Aunque la economía no se esté recuperando tan rápidamente como nos gustaría, los signos positivos que empiezan a emerger nos permiten ser algo más optimistas.
Al mismo tiempo, debemos impedir que se repitan estas malas prácticas. Las entidades financieras -algunas de las cuales sobreviven gracias a las inyecciones masivas de dinero público- están aprovechando los buenos resultados del primer trimestre para actuar como si la crisis hubiese sido un revés menor y pudieran volver a actuar de la misma manera. Debemos ser muy claros: estas prácticas no son sólo arriesgadas, sino que son impropias, cínicas e inaceptables. Constituyen una provocación ante el fuerte incremento del paro.
No elegimos poner nuestro dinero en las entidades financieras. Tenemos que hacerlo. El sistema financiero juega un papel esencial en nuestra economía y debemos asegurarnos de que sigue unas reglas y de que no volverá a estar en una posición tal en la que pueda poner en peligro todo el sistema económico. Los riesgos asociados a los sistemas de remuneración de los directivos deben ser supervisados muy estrictamente. El riesgo es demasiado grande cuando los errores de unos cuantos pueden afectar a todos nuestros ciudadanos.
Por eso, en la reunión de hoy de los ministros de Finanzas del G-20, en Londres, pediremos que se ponga en marcha una política de remuneraciones estricta. Deberían prohibirse los bonus garantizados a más de un año. Los pagos de las primas deberían repartirse a lo largo de varios años y reflejar con fidelidad los resultados, tanto de los individuos como de las entidades financieras, a lo largo de este periodo.
Las entidades financieras también deben ser totalmente transparentes, publicando información detallada sobre su política de remuneración. Finalmente, cada país debe asegurarse que sus entidades financieras cumplen estas reglas.
Además, para la opinión pública de nuestros países es difícil entender cómo tan pocos pueden reclamar tanto. El importe de algunos bonus es cuestionable, y no sólo desde un punto de vista moral. Reconocemos que no es un debate fácil, pero no podemos evitarlo. Hay algunas propuestas para ir más allá que incluyen limitaciones a los bonus, una tributación específica u obligaciones adicionales a las entidades financieras.
Está claro que estas reglas son el primer paso hacia un sistema más amplio de regulación, necesario en el sector financiero. Además, considerando las decisiones tomadas por los gobiernos y los bancos centrales, que han sido determinantes para devolver la rentabilidad a las entidades financieras, esperamos reacciones igualmente decididas en el sector bancario para emplear esta rentabilidad en beneficio de la economía real.
Hoy tenemos una oportunidad única de actuar con decisión para proteger a nuestros ciudadanos y asegurar que nuestras economías avanzan de forma estable.
Ya hemos tomado medidas y nuestra determinación es continuar haciéndolo. Solicitamos a nuestros colegas del G-20 que se unan a nosotros en la adopción de unas reglas estrictas. Indiscutiblemente, serán aún más eficaces si se adoptan a nivel internacional.
Continuemos con los esfuerzos históricos emprendidos el 2 de abril. Juntos, sentaremos las bases de un crecimiento sostenible basado en los principios de transparencia y responsabilidad. La cultura de los bonus debe terminar y debe hacerlo en la próxima reunión del G-20 en Pittsburgh.
Anders Borg es ministro de Finanzas de Suecia, Wouter Bos es ministro de Finanzas de los Países Bajos, Jean-Claude Juncker es primer ministro de Luxemburgo, Christine Lagarde es ministra de Asuntos Económicos de Francia, Elena Salgado es vicepresidenta segunda y ministra de Economía de España, Peer Steinbrück es ministro de Finanzas de Alemania y Giulio Tremonti es ministro de Economía y Finanzas de Italia.
El Pais
Las entidades financieras -algunas de las cuales sobreviven gracias a las inyecciones masivas de dinero público- están aprovechando los buenos resultados del primer trimestre para actuar como si la crisis hubiese sido un revés menor y pudieran volver a actuar de la misma manera.
04-09-2009 - Hace ya casi un año desde que la caída de Lehman Brothers arrastró al mundo a una crisis financiera sin precedentes. De forma repentina, nos vimos forzados a poner en cuestión nuestra confianza en la solidez de un sistema financiero en constante transformación. Muy rápidamente, distintos sectores de nuestras economías fueron golpeados brutalmente.
Ahora ya todos conocemos bien los motivos de la crisis que se originó en el sector inmobiliario de los Estados Unidos y debido a la titulización masiva, pronto afectó a todo el sector financiero mundial. Esta crisis es el resultado del uso de instrumentos financieros excesivamente complejos, de una falta de evaluación del riesgo, de una regulación insuficiente de algunas instituciones y productos financieros, y de la avaricia insaciable de aquellos, para los que bastante nunca era suficiente.
Ante este desafío, los gobiernos evitaron el colapso movilizando todos los medios necesarios. Hemos proporcionado un apoyo excepcional a nuestros sectores financieros. Hemos impulsado programas de recuperación a gran escala -en total, casi 5 billones de dólares entre todos los países, según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI)-.
Aunque desde cada país hemos actuado de acuerdo con nuestras propias prioridades, se ha llevado a cabo una acción coordinada y ha existido una cooperación a nivel internacional sin precedentes, con la que hemos podido evitar una crisis como la que se vivió en los años treinta.
El pasado mes de abril, los jefes de Estado y de Gobierno del G-20, que representa el 85% de la riqueza mundial, nos reunimos en Londres y esbozamos unas reglas con las que afrontar la raíz del problema. Las decisiones que entonces adoptamos se diseñaron para eliminar las causas de la crisis, mediante una mayor transparencia, mayor regulación y un comportamiento más responsable por parte del sector financiero. Estos principios dan respuesta a las demandas legítimas de nuestros ciudadanos, que solicitan una mayor supervisión y la garantía de que estos errores no se repetirán.
Como representantes de estos países, es nuestro deber desarrollar plenamente estas decisiones y hacer todo lo que esté en nuestra mano para eliminar el comportamiento excesivamente arriesgado y acabar con la irresponsabilidad de algunos agentes financieros.
Ahora hay motivos de esperanza y ya se ve la luz al final del túnel. Aún es demasiado pronto para cantar victoria, pero algunos datos e indicadores económicos recientes parecen indicar que ya hemos dejado atrás lo peor de la crisis financiera. Aunque la economía no se esté recuperando tan rápidamente como nos gustaría, los signos positivos que empiezan a emerger nos permiten ser algo más optimistas.
Al mismo tiempo, debemos impedir que se repitan estas malas prácticas. Las entidades financieras -algunas de las cuales sobreviven gracias a las inyecciones masivas de dinero público- están aprovechando los buenos resultados del primer trimestre para actuar como si la crisis hubiese sido un revés menor y pudieran volver a actuar de la misma manera. Debemos ser muy claros: estas prácticas no son sólo arriesgadas, sino que son impropias, cínicas e inaceptables. Constituyen una provocación ante el fuerte incremento del paro.
No elegimos poner nuestro dinero en las entidades financieras. Tenemos que hacerlo. El sistema financiero juega un papel esencial en nuestra economía y debemos asegurarnos de que sigue unas reglas y de que no volverá a estar en una posición tal en la que pueda poner en peligro todo el sistema económico. Los riesgos asociados a los sistemas de remuneración de los directivos deben ser supervisados muy estrictamente. El riesgo es demasiado grande cuando los errores de unos cuantos pueden afectar a todos nuestros ciudadanos.
Por eso, en la reunión de hoy de los ministros de Finanzas del G-20, en Londres, pediremos que se ponga en marcha una política de remuneraciones estricta. Deberían prohibirse los bonus garantizados a más de un año. Los pagos de las primas deberían repartirse a lo largo de varios años y reflejar con fidelidad los resultados, tanto de los individuos como de las entidades financieras, a lo largo de este periodo.
Las entidades financieras también deben ser totalmente transparentes, publicando información detallada sobre su política de remuneración. Finalmente, cada país debe asegurarse que sus entidades financieras cumplen estas reglas.
Además, para la opinión pública de nuestros países es difícil entender cómo tan pocos pueden reclamar tanto. El importe de algunos bonus es cuestionable, y no sólo desde un punto de vista moral. Reconocemos que no es un debate fácil, pero no podemos evitarlo. Hay algunas propuestas para ir más allá que incluyen limitaciones a los bonus, una tributación específica u obligaciones adicionales a las entidades financieras.
Está claro que estas reglas son el primer paso hacia un sistema más amplio de regulación, necesario en el sector financiero. Además, considerando las decisiones tomadas por los gobiernos y los bancos centrales, que han sido determinantes para devolver la rentabilidad a las entidades financieras, esperamos reacciones igualmente decididas en el sector bancario para emplear esta rentabilidad en beneficio de la economía real.
Hoy tenemos una oportunidad única de actuar con decisión para proteger a nuestros ciudadanos y asegurar que nuestras economías avanzan de forma estable.
Ya hemos tomado medidas y nuestra determinación es continuar haciéndolo. Solicitamos a nuestros colegas del G-20 que se unan a nosotros en la adopción de unas reglas estrictas. Indiscutiblemente, serán aún más eficaces si se adoptan a nivel internacional.
Continuemos con los esfuerzos históricos emprendidos el 2 de abril. Juntos, sentaremos las bases de un crecimiento sostenible basado en los principios de transparencia y responsabilidad. La cultura de los bonus debe terminar y debe hacerlo en la próxima reunión del G-20 en Pittsburgh.
Anders Borg es ministro de Finanzas de Suecia, Wouter Bos es ministro de Finanzas de los Países Bajos, Jean-Claude Juncker es primer ministro de Luxemburgo, Christine Lagarde es ministra de Asuntos Económicos de Francia, Elena Salgado es vicepresidenta segunda y ministra de Economía de España, Peer Steinbrück es ministro de Finanzas de Alemania y Giulio Tremonti es ministro de Economía y Finanzas de Italia.
El Pais
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