ESCÁNDALO | EL PRESUNTO ASESINO DE ÁLVARO USSÍA
«Pitoño» se codeaba con las estrellas
El hombre que mató al joven Álvaro Ussía a las puertas de una discoteca de Madrid fue antes chófer de Javier Saavedra, abogado de famosos como Isabel Pantoja, Julián Muñoz y Ana Obregón. La clave la encontramos en un pueblo de Badajoz, donde Toño era muy popular porque salía en la televisión.
JAVIER GÓMEZ
El rostro más buscado de España salía por televisión. Aunque en segundo plano, su porte paquidérmico, su semblante blindado y su barbilla adiposa tuvieron hueco durante meses en las sobremesas corazoniles.
Antonio Sánchez Serrano, Pitoño, 32 años, quien presuntamente mató a golpes y estalló el corazón del joven Álvaro Ussía a las puertas de una discoteca madrileña el pasado 15 de noviembre, trabajó durante casi un año como chófer de Javier Saavedra, abogado de estrellas del cuché como Isabel Pantoja, Julián Muñoz y Ana Obregón. Cada vez que el enjambre de cámaras de lo rosa se abalanzaba sobre el peripuesto letrado, ahí estaba Pitoño. Silencioso, encorbatado, una mole con gafas de sol en la que nadie reparó.
Sólo en Peñalsordo, un burgo de poco más de 1.000 habitantes en la provincia de Badajoz, sabían quién era aquella presencia oronda que acompañaba al polémico y parlanchín abogado.
-Uyyy, si yo a mi Toño lo veía siempre en la tele cuando salía lo de la Pantoja.
Ana, tía de Pitoño, rebasa los 60 y, nerviosa, cierra sin cesar las solapas de su rebeca verde en el umbral de su casa encalada.Ella y su marido José son la familia más cercana de Antonio después de sus padres.
Ana tiene esa generosidad en sufijos tan pueblerina y tan típica en todos los sucesos post mortem: «Toño era de bueno, buenísimo, y de guapo, guapísimo». Y ella, claro, está «malísima» después de haberse enterado de lo sucedido. Que, faltaría más, «segurísimo que fue un accidente».
Ya se lo había dicho ella tantas y tantas veces a Concha y José Antonio, padres del acusado, que el empleo del sobrino le inquietaba.Que en el pueblo «eso de guardaespaldas suena muy raro».
Peñalsordo tiene discoteca. Se llama Anfora y se presenta como «bar musical» en un neón apagado de la carretera EX-323 que hiende el pueblo. No hacen falta porteros y las copas cuestan menos que en El Balcón de Rosales, discoteca pija en la que se divertía Alvaro Ussía y frente a la que fue masacrado.
Con más o menos tino, todos saben algo de Antonio en Peñalsordo. Cosas de la memoria larga de los pueblos, porque Pitoño pasaba poco por allí, de donde sus padres emigraron en los 70 a Madrid en busca de trabajo. De sus veranos adolescentes le recuerdan como un chaval «fuerte y grande», retraído, nada trasto y jamás metido en peleas.
UNOS 1.000 EUROS
En la capital, las preguntas sobre Pitoño se acumulan: ¿Aplastó conscientemente con su rodilla las costillas de Alvaro Ussía?, ¿era portero de la discoteca o no?, ¿se ganaba sobresueldos como matón de baja estofa? En Peñalsordo, basta preguntar en la barra del único bar, La Paloma. «El hijo del José Antonio es chófer del abogado de la tele, del Saavedra», desembucha un lugareño, a bote pronto, tras sacarse el palillo.
Pitoño trabajó para este letrado algo menos de un año, hasta el verano de 2007. Estaba en nómina como chófer. Cobraba en torno a 1.000 euros, por una jornada de lunes a viernes, de 8.30 a 14 horas y de 17 a 20 horas. Un salario a todas luces insuficiente para costearse un BMW, aunque viejo, y una moto de potente cilindrada, vehículos de Antonio, amén de su casa de 65 metros cuadrados junto a la calle Antonio López, un barrio de clase trabajadora en el sur de Madrid.
Saavedra niega que se tratase de su guardaespaldas. Una amiga de Pitoño, que trabaja en el sector de la seguridad, afirma que sí lo era. En cualquier caso se comportaba como tal. En los muchos vídeos de aquellos meses en que aparece, siempre camina unos metros detrás del abogado, con sus lentes de sol bien caladas, atusándose sin cesar la corbata y girando la cabeza avizor.
«Era un chico formal, recto y poco hablador. Siempre iba impecablemente vestido y era muy puntual», afirma Javier Saavedra, quien dice haberle contratado mediante un anuncio en el Segundamano.
Una vez a sueldo del mediático legista, la oronda figura de Pitoño se coló en multitud de programas. Aquella época coincidió con el caso Wanninkhof -Saavedra defendía a Tony Alexander King-, escándalos de clientes suyos como la detención de Isabel Pantoja y la huelga de hambre de Julián Muñoz y hasta la polémica por un artículo de la revista Interviú, en el que se acusa a Saavedra de haber pagado a sicarios búlgaros para que dieran palizas.Crónica ha visto 11 vídeos en los que Antonio Sánchez Serrano aparece, de fondo, mientras su ex jefe hace declaraciones a los medios.
Pitoño no bebía alcohol ni fumaba. Ante Saavedra, solía tomar Trinaranjus y sólo en los trayectos largos prefería Red Bull, la bebida energética, aunque siempre tras pedir permiso al patrón.Nunca habló de sus otros trabajos en discotecas. Ni de sus salidas nocturnas. El viernes se despedía hasta el lunes y a la vuelta solía contarle al patrón sus marchas senderistas: «A mí lo que me gusta es el campo, jefe».
Paseos dominicales por los encinares de Calalberche, 50 kilómetros al suroeste de Madrid, donde sus padres tienen un chalé. Un aire mucho más respirable que el de los tugurios after hours, como el Space o Radical, en los que Pitoño hacía de gorila, ora en la puerta, ora en la sala.
Un trabajo poco agradecido, pero en el que se cobra en metálico y que calza como anillo al dedo a la carne de gimnasio como Pitoño, siempre con la palabra hostia en la boca y la mano demasiado larga, como lo prueba la condena por lesiones que le cayó en 2004 por soltarle un par de sopapos a otro conductor con el que había tenido una riña de tráfico en la calle Usera.
Un antecedente penal que le imposibilitó hacerse con el título de escolta, para el que había realizado el curso. Ahora esperaba que el delito expirase para disponer del carné y pasar a gorila profesional.
En todo caso, el trabajo que no le interesaba era deslomarse en la gasolinera de la calle Cartagena en la que ejerció su padre durante 33 años y en la que él también trabajó, antes de decantarse por las pesas y los andares de perdonavidas.
De ser chófer, lo que le gustaba era conducir los cochazos de sus patrones. A él le encantaban los Mercedes. Arturo Rodríguez, vecino del 3º D en su mismo bloque, recuerda que «solía llegar por las noches al volante de coches de buenas marcas y por lo general diferentes».
En los últimos tiempos, Pitoño seguía manteniendo su doble jornada.De chófer/protector de un constructor por la mañana -aunque sus padres creían que seguía siéndolo de Saavedra- y de metemiedo por las noches en locales nocturnos como El Balcón de Rosales, que contaba con 51 infracciones registradas y siete peticiones de cierre, siempre desatendidas por las autoridades municipales.
Sigue la incógnita de quién le pagaba. Fortesa Mantenimiento S.L, empresa que proporcionaba porteros -entre ellos, los otros dos imputados en este caso, David Sancio Gutiérrez, 25 años, con antecedentes por hurto, y David Alonso de Aubarede, 32 años- camareras y pinchadiscos al local, niega que estuviese en nómina.Igual que Parques Reunidos, empresa que gestionaba el local.
Asalariado o no, Pitoño alardeaba de supervisar la seguridad de la discoteca. Un vecino suyo de 22 años, que vivía un piso más arriba, se lo encontró un viernes noche en el Paseo de Rosales.
-¡Qué tal, Antonio! Voy al Balcón.
-Joder, ¡pero si yo soy el jefe de seguridad! -espetó Pitoño, que le hizo pasar gratis junto a todo su grupo de amigos.
«SE TIRÓ SOBRE SU PECHO»
El día de los hechos, a media tarde, el principal implicado quedó con una amiga con la que ha contactado Crónica: «Estaba tranquilo. Charlamos de todo un poco. Y al rato dijo que tenía que ir a darse una ducha antes de ir a trabajar». Pitoño debía encargarse esa noche de pagar a los porteros, para lo que había recibido un sobre de la propietaria de la empresa.
Como un viernes cualquiera en el Balcón, las horas siguieron su curso empapadas de alcohol, marabunta y ruido. Hasta que, sobre las 5.00 de la madrugada, Álvaro Ussía, bromeando con un amigo, empujó a una chica. Un acto nimio que desencadenó la tragedia.
Los vigilantes sacaron de forma brusca y entre golpes al joven y sus amigos, según varios testimonios recogidos en el sumario.
Pitoño no llevaba el traje negro de los porteros. Iba vestido de calle. Su abogado -el mismo de la empresa Fortesa- se agarra a este hecho para afirmar que no pertenecía a la plantilla. Pero el acusado actuó no sólo como uno más del personal de seguridad, sino como el más decidido y violento.
A pesar de las diferencias en los relatos de los diferentes testigos, todos concuerdan en que Antonio Sánchez, identificado en varias ruedas de reconocimiento, lanzó a Álvaro al suelo mediante una llave marcial, le golpeó en diferentes partes de su cuerpo y luego dejó caer sobre él sus más de 100 kilos. Ese Pitoño al que hasta diez personas consultadas por Crónica coinciden en describir como «un tipo normal».
El principal acusado aseguró a los agentes que todo fue involuntario, que nadie golpeó al joven y que Álvaro se desplomó y él se cayó encima de forma accidental.
Una versión que se desploma ante la versión de David Sancio, otro de los porteros implicados. Pitoño le hizo al «joven un barrido y se tiró a plomo con su rodilla sobre su pecho», dijo éste a la Policía, aunque luego se retractó en sede judicial.
Las costillas de Álvaro se quebraron como palillos.
Los porteros volvieron al local, dejando al chico tendido sobre las baldosas grises de esta arbolada ronda madrileña. La rotura cardiaca traumática le provocó dos paradas cardiorrespiratorias. No fue posible reanimarlo.
José Antonio y Concha, padres de Antonio Sánchez Serrano, llenan ahora de lágrimas su humilde piso de Plaza Elíptica con su hija Mari Carmen, sus dos nietos, y la novia de Pitoño. Con lo que presumían ellos de que su vástago era chófer «de un importante abogado».
EL MUNDO fue el único medio de comunicación que logró arrancar esta semana unas palabras a los padres de Pitoño. Ellos se negaron a ofrecer una foto de su hijo al periodista «para que no se enteren en el pueblo».
Tras la publicación de las fotos que hoy ofrece Crónica, no quedará nadie que no sepa lo ocurrido en Peñalsordo. El único pueblo en el que todos conocían al rostro más buscado de España.
LAS OTRAS VÍCTIMAS
El joven Álvaro Ussía, de 18 años, presuntamente asesinado a manos de unos porteros de la discoteca El Balcón de Rosales, en Madrid (15 de noviembre), es la última víctima de una larga lista de muertos y apaleados que ronda la veintena. Todos ellos perecieron por la actuación de gorilas contratados por pubs y discotecas. Según la Asociación Nacional de Porteros de Discotecas, en el sector trabajan actualmente entre 130.000 y 140.000 vigilantes. Estos son algunos de los casos que más impacto han causado en los últimos años.
Abderrazak K. A este magrebí de 19 años lo apuñalaron el 7 de junio de 2008, a las puertas del pub El Coso de Fuenlabrada (Madrid). Murió. Los dos porteros del establecimiento fueron detenidos. Uno de ellos fue, supuestamente, el que asestó tres navajazos a la víctima.
Endika Abad. Falleció el 3 de agosto de 2007 después de ser agredido, presuntamente, por un portero del pub O' Reillys de Torviscas, situado al sur de Santa Cruz de Tenerife. Nada pudieron hacer por el joven asturiano en el hospital Nuestra Señora de La Candelaria.
J. M. S. Tenía 45 años y falleció a causa de una brutal paliza en agosto de 2004. El agresor, según testigos directos, trabajaba de portero en una de las discotecas situadas en la zona del Puerto Olímpico de Barcelona.
Ndombele Augusto. Este angoleño de 16 años murió apuñalado el 20 de julio de 2002 frente al pub Inn, en la zona de copas de Costa Polvoranca. Se las asestó un ex vigilante de seguridad del local madrileño, que fue acusado de homicidio.
Wilson Pacheco. Murió el 27 de enero de 2002 tras recibir una paliza y ser arrojado a las aguas del Puerto de Barcelona por tres vigilantes de seguridad del bar Caipirinha.
José Antonio Alvarado. Orensano de 25 años, fue molido a golpes por el portero de la sala Emporio de Vigo. Este se negó a que el joven entrara en la discoteca porque llevaba zapatillas deportivas. El vigilante fue acusado de asesinato.
Manuel V. Falleció de un fuerte golpe en la cabeza en una cervecería de Alcalá de Henares, el 23 de julio de 2000. El dueño del local y tres porteros de discotecas aledañas fueron detenidos por su presunta implicación en la paliza.
Juan Antonio Ferreira. Falleció, el 16 de agosto de 1998, a los 30 años, como consecuencia del golpe de kárate que le propinó el portero de la discoteca Yes and Yesterday, situada en Hospitalet de Llobregat (Barcelona). Había entrado por error en los servicios de señoras, lo que supuestamente fue motivo de la brutal agresión.
Guillermo Gandullo. Este joven de 22 años murió apuñalado en la puerta de la discoteca Distrito Cero de la localidad madrileña de Alcalá de Henares. Fueron detenidas seis personas, todas ellas pertenecientes al llamado clan de los iraníes, que trabajaban habitualmente como porteros de discotecas en Madrid. Aunque sus verdaderos objetivos, según la policía, eran la estorsión y el ajuste de cuentas por encargo.
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